/ jueves 11 de febrero de 2021

Retórica, mentiras y sus consecuencias

El presidente, su zar anticovid, la secretaria de gobernación y demás miembros del gobierno, facilitadores y adeptos, nos dicen todos los días que vamos muy bien y que ya casi estamos de salida de la pandemia, pero la realidad no se condice.

México es primer lugar mundial en porcentaje de muertos por covid-19 por cada 100 mil habitantes, según la Universidad Johns Hopkins. Nuestro país tiene un porcentaje de 8.6% en letalidad, seguido de Perú, 3.6, Italia, 3.5, Sudáfrica, 3., Inglaterra, 2.8, Indonesia, 2.7, Alemania, 2., Colombia 2.6 y Canadá, también 2.6%. La estadística de contagios que el gobierno diariamente difunde es una mentira, al asegurar -mentirosamente- que hay una disminución de casos de contagio, que hay más personas vacunadas que casos activos y que esto es debido a su política de vacunar al 0.5% (¡menos de 800 mil vacunas en primera dosis! Con una población más grande, Brasil ha vacunado a 1.6 millones de sus habitantes y Costa Rica lo ha hecho con 1.4 millones), cuando no se dice que solo se detectan 1 de cada 30 casos y hay una significativa disminución de pruebas para detectar el virus. No hay 60 mil casos activos como dice el gobierno, hay 1.8 millones de casos. Al 15 de noviembre, con estadísticas sobre el COVID del matemático Arturo Erdely, a nivel nacional el 25% de los mexicanos han tenido el contagio, aproximadamente 32.5 millones de mexicanos.

En lugar de convocar al Consejo de Salubridad General, que es un órgano constitucional, para tomar así las mejores decisiones sobre el plan nacional de vacunación y se tomen con base en conocimiento técnico y científico, las decisiones se toman por un solo hombre, en función de los intereses políticos de un solo personaje, no hay una política efectiva de contención del virus que prevenga los contagios, no se estimula ni se hace obligatorio el uso del cubrebocas ni se atiende la enfermedad de forma temprana. Hoy, las ambulancias cambian protocolos por la saturación: si no hay lugar en hospital, el enfermo se queda a morir en casa.

La humanidad ha convivido desde siempre con la mentira. Se dice que es muy humano el mentir, decir lo contrario a lo que se sabe, se cree o se piensa. Cuando esta mentira se utiliza en el espacio público, cuando nuestros gobernantes mienten para ocultar una realidad o intentar persuadir engañosamente para hacer creer de una cosa que no es, estamos hablando de otra cosa con consecuencias dañinas y trágicas para muchos.

Platón, en sus Diálogos, concretamente en el “Gorgias o de la retórica”, relata cuando su maestro Sócrates le pregunta a Gorgias, maestro del arte de la Retórica, cuál es el objeto de esta y a qué se refiere, ya que no es el único arte cuyo objeto es la persuasión. Gorgias le responde que habla de la persuasión que se procura en los tribunales y las demás asambleas públicas y que versa sobre las cosas justas e injustas. Enseguida, Sócrates sigue preguntando a Gorgias sobre si este admite lo que se llama saber y lo que se llama creer y si le parece que saber y creer, la ciencia y la creencia son una misma cosa o dos cosas diferentes. Gorgias no duda en admitir lo primero y en afirmar que lo segundo representan dos cosas diferentes. Sócrates le dice: “Piensas bien, y de ello te daré una prueba. Si se te dijese: Gorgias, hay una creencia falsa y una creencia verdadera; sin dudar convendrías en ello”, Gorgias asiente. Continúa Sócrates: “Pero hay también una ciencia falsa y una ciencia verdadera?”, Gorgias responde que no, ciertamente, lo que da pie para decir a Sócrates que es evidente que saber y creer no son la misma cosa, que los que saben están persuadidos lo mismo que los que creen, y que debe admitirse que hay dos clases de persuasión: una que produce la creencia sin la ciencia, y otra que produce la ciencia. Gorgias admite entonces que la Retórica es aquella de la que nace la creencia. Sócrates replica que dado esto, la Retórica es la autora de la persuasión, que hace creer y no de la que hace saber, respecto de lo justo y de lo injusto, y que por tanto, un orador solo tiene ventaja ante otro que sabe y conoce su arte (hacer creer, persuadir, aunque no sea hacer saber la verdad) si predica ante las multitudes que pueden ser ignorantes si se habla de cosas complejas, pero no la tendrá –la ventaja- delante de personas instruidas (se puede decir, ahora, con personas que tengan información veraz, que les permita un juicio crítico).

La mentira tiene sus consecuencias y también tiene responsables que deben rendir cuentas. La muerte y el desastre lo demandan.

El presidente, su zar anticovid, la secretaria de gobernación y demás miembros del gobierno, facilitadores y adeptos, nos dicen todos los días que vamos muy bien y que ya casi estamos de salida de la pandemia, pero la realidad no se condice.

México es primer lugar mundial en porcentaje de muertos por covid-19 por cada 100 mil habitantes, según la Universidad Johns Hopkins. Nuestro país tiene un porcentaje de 8.6% en letalidad, seguido de Perú, 3.6, Italia, 3.5, Sudáfrica, 3., Inglaterra, 2.8, Indonesia, 2.7, Alemania, 2., Colombia 2.6 y Canadá, también 2.6%. La estadística de contagios que el gobierno diariamente difunde es una mentira, al asegurar -mentirosamente- que hay una disminución de casos de contagio, que hay más personas vacunadas que casos activos y que esto es debido a su política de vacunar al 0.5% (¡menos de 800 mil vacunas en primera dosis! Con una población más grande, Brasil ha vacunado a 1.6 millones de sus habitantes y Costa Rica lo ha hecho con 1.4 millones), cuando no se dice que solo se detectan 1 de cada 30 casos y hay una significativa disminución de pruebas para detectar el virus. No hay 60 mil casos activos como dice el gobierno, hay 1.8 millones de casos. Al 15 de noviembre, con estadísticas sobre el COVID del matemático Arturo Erdely, a nivel nacional el 25% de los mexicanos han tenido el contagio, aproximadamente 32.5 millones de mexicanos.

En lugar de convocar al Consejo de Salubridad General, que es un órgano constitucional, para tomar así las mejores decisiones sobre el plan nacional de vacunación y se tomen con base en conocimiento técnico y científico, las decisiones se toman por un solo hombre, en función de los intereses políticos de un solo personaje, no hay una política efectiva de contención del virus que prevenga los contagios, no se estimula ni se hace obligatorio el uso del cubrebocas ni se atiende la enfermedad de forma temprana. Hoy, las ambulancias cambian protocolos por la saturación: si no hay lugar en hospital, el enfermo se queda a morir en casa.

La humanidad ha convivido desde siempre con la mentira. Se dice que es muy humano el mentir, decir lo contrario a lo que se sabe, se cree o se piensa. Cuando esta mentira se utiliza en el espacio público, cuando nuestros gobernantes mienten para ocultar una realidad o intentar persuadir engañosamente para hacer creer de una cosa que no es, estamos hablando de otra cosa con consecuencias dañinas y trágicas para muchos.

Platón, en sus Diálogos, concretamente en el “Gorgias o de la retórica”, relata cuando su maestro Sócrates le pregunta a Gorgias, maestro del arte de la Retórica, cuál es el objeto de esta y a qué se refiere, ya que no es el único arte cuyo objeto es la persuasión. Gorgias le responde que habla de la persuasión que se procura en los tribunales y las demás asambleas públicas y que versa sobre las cosas justas e injustas. Enseguida, Sócrates sigue preguntando a Gorgias sobre si este admite lo que se llama saber y lo que se llama creer y si le parece que saber y creer, la ciencia y la creencia son una misma cosa o dos cosas diferentes. Gorgias no duda en admitir lo primero y en afirmar que lo segundo representan dos cosas diferentes. Sócrates le dice: “Piensas bien, y de ello te daré una prueba. Si se te dijese: Gorgias, hay una creencia falsa y una creencia verdadera; sin dudar convendrías en ello”, Gorgias asiente. Continúa Sócrates: “Pero hay también una ciencia falsa y una ciencia verdadera?”, Gorgias responde que no, ciertamente, lo que da pie para decir a Sócrates que es evidente que saber y creer no son la misma cosa, que los que saben están persuadidos lo mismo que los que creen, y que debe admitirse que hay dos clases de persuasión: una que produce la creencia sin la ciencia, y otra que produce la ciencia. Gorgias admite entonces que la Retórica es aquella de la que nace la creencia. Sócrates replica que dado esto, la Retórica es la autora de la persuasión, que hace creer y no de la que hace saber, respecto de lo justo y de lo injusto, y que por tanto, un orador solo tiene ventaja ante otro que sabe y conoce su arte (hacer creer, persuadir, aunque no sea hacer saber la verdad) si predica ante las multitudes que pueden ser ignorantes si se habla de cosas complejas, pero no la tendrá –la ventaja- delante de personas instruidas (se puede decir, ahora, con personas que tengan información veraz, que les permita un juicio crítico).

La mentira tiene sus consecuencias y también tiene responsables que deben rendir cuentas. La muerte y el desastre lo demandan.