/ viernes 25 de septiembre de 2020

¿Qué tan liberal es AMLO?

Uno de los elementos más recurrentes y casi obsesivos- en el mensaje político de Andrés Manuel López Obrador, ha sido revivir la querella entre liberales y conservadores que dividió y confrontó a los mexicanos en el siglo XIX.

El presidente de la república se asume y autodefine como un liberal y ubica a todos sus críticos y adversarios en el bando de los conservadores. Pero, ¿es en verdad López Obrador un liberal? ¿Las propuestas y políticas de su gobierno se inscriben realmente en la tradición del liberalismo?

Para responder a estas preguntas, conviene aclarar de entrada que el liberalismo, como todos los términos del lenguaje político, se ha prestado a diversas y encontradas interpretaciones. Es difícil conceptualizar y definir con precisión lo que es el liberalismo, porque se trata de una corriente de pensamiento compleja y con distintas variantes.

Hay, por ejemplo, un liberalismo económico, que defiende la propiedad privada, la competencia económica y el libre mercado. Pero el liberalismo no se agota en la economía y en el llamado laissez faire. El liberalismo es, sobre todo, una filosofía de la política que propone una visión sobre la naturaleza, estructura y alcances del estado.

Norberto Bobbio señaló que por liberalismo se entiende, fundamentalmente, una concepción según la cual el estado debe tener funciones y poderes limitados. En esencia, lo que el liberalismo busca es contener, restringir y poner diques a la autoridad política. El estado liberal se opone al absolutismo y a la tiranía.

Un rasgo distintivo del liberalismo es la desconfianza, recelo y antipatía ante la autoridad política. Karl R. Popper nos recordó que uno de los principios liberales fundamentales es que “El estado es un mal necesario” y sus poderes deben limitarse.

La contención y restricción a los poderes del estado, corresponde en este caso al orden jurídico. El liberalismo implica estado de derecho e imperio de la ley. Como lo afirmó Giovanni Sartori: el liberalismo no es otra cosa que un estado constitucional, en la acepción garantista del término.

De acuerdo con Bobbio, el presupuesto filosófico del estado liberal es la doctrina de los derechos del hombre, que nos dice que todas las mujeres y todos los hombres poseen un conjunto de derechos naturales e inviolables, como el derecho a la vida, seguridad, propiedad, libertad y felicidad.

Todos estos derechos son fundamentales, pero la libertad ocupa un lugar especial. Se trata del valor supremo para el liberalismo, que defiende la libertad de las mujeres y los hombres para realizar sus capacidades humanas y actuar de acuerdo con sus fines y propósitos propios, sin más límite que los derechos y libertades de los demás.

En síntesis, podemos decir que el liberalismo se fija como tarea prioritaria la protección jurídica de la libertad de los individuos, a través del estado constitucional. Y esa libertad debe expresarse y garantizarse en la economía, política, cultura y en todos los ámbitos de la vida individual y colectiva.

Para el pensamiento liberal, las libertades básicas e irrenunciables son: libertad de conciencia, pensamiento, religión, opinión, expresión, asociación, reunión, tránsito, elección de ocupación, protección de la integridad física, habeas corpus, acceso a un debido proceso, derecho a votar y ser votado.

El liberalismo es eminentemente individualista. Esta filosofía de la política afirma la supremacía moral de la persona sobre cualquier forma de colectividad social. Por encima de todo, el liberalismo defiende los derechos y libertades de los individuos.

La tradición liberal no es del todo ajena a la cuestión social. Pero su objetivo no es la utopía igualitarista, ni tampoco el estado paternalista, prebendal o asistencialista. El liberalismo respalda las políticas compensatorias para procurar la igualdad de oportunidades y generar las condiciones para potenciar al máximo la iniciativa y acción de cada uno de los individuos.

Además de individualista, el liberalismo es por definición incluyente y pluralista. Nada más alejado para la filosofía liberal que el monolitismo o la vana pretensión del pensamiento único. John Rawls afirmó, justamente, que el problema que se plantea el liberalismo es edificar una sociedad estable y justa, mediante la coexistencia pacífica de ciudadanos libres e iguales que se encuentran profundamente divididos por doctrinas religiosas, filosóficas, morales, ideológicas y políticas, que muchas veces son incompatibles entre sí.

Para evitar que las diferencias no conduzcan a la enemistad o al antagonismo irreconciliable y a la guerra de unos contra otros, se requiere tolerancia. Este es otro de los grandes valores que sostiene y resguarda el liberalismo.

En la óptica del pensamiento liberal, el pluralismo es razonable. Las diferencias se confrontan a través de la discusión libre y crítica, que a decir de Popper es otro de los ideales supremos del liberalismo. El debate incluyente, racional, y civilizado, genera las posibilidades para el compromiso y el acuerdo.

El liberalismo rechaza el estado confesional y reivindica el laicismo y la tolerancia religiosa. Esto significa que debe haber una clara separación entre estado e iglesias y la autoridad política debe ser neutral en materia de fe. En una sociedad plural, no puede haber una religión oficial. El liberalismo defiende la libertad de culto y remite su ejercicio al ámbito privado de los individuos.

La filosofía liberal ha mantenido una estrecha relación con la democracia. Pero Norberto Bobbio aclaró que aunque esta relación es posible, no siempre es necesaria o automática. Puede existir perfectamente un estado liberal que no es democrático o, viceversa, un régimen democrático no es forzosamente compatible con los ideales y valores del liberalismo. Hay muchos ejemplos de estados liberales autoritarios y democracias “iliberales”.

La feliz coincidencia entre democracia y liberalismo ha dado origen a la democracia liberal, que es sin duda el mejor de los regímenes políticos que hasta hoy hemos conocido, y que se caracteriza por la existencia de un gobierno representativo, división efectiva de poderes, elecciones libres y equitativas, sistema competitivo de partidos, respeto irrestricto a los derechos humanos y ejercicio pleno de las libertades civiles y políticas.

Con este recuento, lo que pretendemos demostrar es que por más que todos los días desde su púlpito mañanero el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador se asuma como un liberal, lo cierto es que sus actitudes, propuestas y acciones de gobierno poco o nada tienen que ver con los principios y valores esenciales del liberalismo político.

Uno de los elementos más recurrentes y casi obsesivos- en el mensaje político de Andrés Manuel López Obrador, ha sido revivir la querella entre liberales y conservadores que dividió y confrontó a los mexicanos en el siglo XIX.

El presidente de la república se asume y autodefine como un liberal y ubica a todos sus críticos y adversarios en el bando de los conservadores. Pero, ¿es en verdad López Obrador un liberal? ¿Las propuestas y políticas de su gobierno se inscriben realmente en la tradición del liberalismo?

Para responder a estas preguntas, conviene aclarar de entrada que el liberalismo, como todos los términos del lenguaje político, se ha prestado a diversas y encontradas interpretaciones. Es difícil conceptualizar y definir con precisión lo que es el liberalismo, porque se trata de una corriente de pensamiento compleja y con distintas variantes.

Hay, por ejemplo, un liberalismo económico, que defiende la propiedad privada, la competencia económica y el libre mercado. Pero el liberalismo no se agota en la economía y en el llamado laissez faire. El liberalismo es, sobre todo, una filosofía de la política que propone una visión sobre la naturaleza, estructura y alcances del estado.

Norberto Bobbio señaló que por liberalismo se entiende, fundamentalmente, una concepción según la cual el estado debe tener funciones y poderes limitados. En esencia, lo que el liberalismo busca es contener, restringir y poner diques a la autoridad política. El estado liberal se opone al absolutismo y a la tiranía.

Un rasgo distintivo del liberalismo es la desconfianza, recelo y antipatía ante la autoridad política. Karl R. Popper nos recordó que uno de los principios liberales fundamentales es que “El estado es un mal necesario” y sus poderes deben limitarse.

La contención y restricción a los poderes del estado, corresponde en este caso al orden jurídico. El liberalismo implica estado de derecho e imperio de la ley. Como lo afirmó Giovanni Sartori: el liberalismo no es otra cosa que un estado constitucional, en la acepción garantista del término.

De acuerdo con Bobbio, el presupuesto filosófico del estado liberal es la doctrina de los derechos del hombre, que nos dice que todas las mujeres y todos los hombres poseen un conjunto de derechos naturales e inviolables, como el derecho a la vida, seguridad, propiedad, libertad y felicidad.

Todos estos derechos son fundamentales, pero la libertad ocupa un lugar especial. Se trata del valor supremo para el liberalismo, que defiende la libertad de las mujeres y los hombres para realizar sus capacidades humanas y actuar de acuerdo con sus fines y propósitos propios, sin más límite que los derechos y libertades de los demás.

En síntesis, podemos decir que el liberalismo se fija como tarea prioritaria la protección jurídica de la libertad de los individuos, a través del estado constitucional. Y esa libertad debe expresarse y garantizarse en la economía, política, cultura y en todos los ámbitos de la vida individual y colectiva.

Para el pensamiento liberal, las libertades básicas e irrenunciables son: libertad de conciencia, pensamiento, religión, opinión, expresión, asociación, reunión, tránsito, elección de ocupación, protección de la integridad física, habeas corpus, acceso a un debido proceso, derecho a votar y ser votado.

El liberalismo es eminentemente individualista. Esta filosofía de la política afirma la supremacía moral de la persona sobre cualquier forma de colectividad social. Por encima de todo, el liberalismo defiende los derechos y libertades de los individuos.

La tradición liberal no es del todo ajena a la cuestión social. Pero su objetivo no es la utopía igualitarista, ni tampoco el estado paternalista, prebendal o asistencialista. El liberalismo respalda las políticas compensatorias para procurar la igualdad de oportunidades y generar las condiciones para potenciar al máximo la iniciativa y acción de cada uno de los individuos.

Además de individualista, el liberalismo es por definición incluyente y pluralista. Nada más alejado para la filosofía liberal que el monolitismo o la vana pretensión del pensamiento único. John Rawls afirmó, justamente, que el problema que se plantea el liberalismo es edificar una sociedad estable y justa, mediante la coexistencia pacífica de ciudadanos libres e iguales que se encuentran profundamente divididos por doctrinas religiosas, filosóficas, morales, ideológicas y políticas, que muchas veces son incompatibles entre sí.

Para evitar que las diferencias no conduzcan a la enemistad o al antagonismo irreconciliable y a la guerra de unos contra otros, se requiere tolerancia. Este es otro de los grandes valores que sostiene y resguarda el liberalismo.

En la óptica del pensamiento liberal, el pluralismo es razonable. Las diferencias se confrontan a través de la discusión libre y crítica, que a decir de Popper es otro de los ideales supremos del liberalismo. El debate incluyente, racional, y civilizado, genera las posibilidades para el compromiso y el acuerdo.

El liberalismo rechaza el estado confesional y reivindica el laicismo y la tolerancia religiosa. Esto significa que debe haber una clara separación entre estado e iglesias y la autoridad política debe ser neutral en materia de fe. En una sociedad plural, no puede haber una religión oficial. El liberalismo defiende la libertad de culto y remite su ejercicio al ámbito privado de los individuos.

La filosofía liberal ha mantenido una estrecha relación con la democracia. Pero Norberto Bobbio aclaró que aunque esta relación es posible, no siempre es necesaria o automática. Puede existir perfectamente un estado liberal que no es democrático o, viceversa, un régimen democrático no es forzosamente compatible con los ideales y valores del liberalismo. Hay muchos ejemplos de estados liberales autoritarios y democracias “iliberales”.

La feliz coincidencia entre democracia y liberalismo ha dado origen a la democracia liberal, que es sin duda el mejor de los regímenes políticos que hasta hoy hemos conocido, y que se caracteriza por la existencia de un gobierno representativo, división efectiva de poderes, elecciones libres y equitativas, sistema competitivo de partidos, respeto irrestricto a los derechos humanos y ejercicio pleno de las libertades civiles y políticas.

Con este recuento, lo que pretendemos demostrar es que por más que todos los días desde su púlpito mañanero el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador se asuma como un liberal, lo cierto es que sus actitudes, propuestas y acciones de gobierno poco o nada tienen que ver con los principios y valores esenciales del liberalismo político.