/ viernes 17 de junio de 2022

“Persiguiendo un Sueño”: Cuando Ganar lo es Todo

El cine australiano es una caja de sorpresas. Muchas veces sus películas inician prometiendo demasiado y terminan por decepcionar. Otras, son fieles a ese cine que brilla por la peculiaridad de sus historias y el trazo humano de sus personajes. Es el caso de Persiguiendo un Sueño, primer largometraje de la popular actriz y directora australiana, Rachel Griffiths, en donde da cuenta de las andanzas de la primera mujer jockey en ganar la Copa hípica Melbourne. Una historia de caballos y jinetes, una fábula contada con el gusto por entretener al respetable.

Bastan 98 minutos para que nos cuenten la historia (biopic) de Michelle Payne, una adolescente terca y experimentada jinete, hija de un famoso entrenador de caballos, la cual abandona la escuela para convertirse en jockey profesional, en busca del sueño de su vida: ganar la Copa Melbourne, una de las carreras de caballos más duras del mundo.

La historia de éxito y fracaso de Michelle se prestaba para que la directora nos recetara un culebrón marca llorarás; pero gracias al Cielo prefirió no azotarse, y en vez de eso, optó por contarnos el cuento manteniendo un tono dramático sin exageraciones, un tono que de pronto coquetea con la comedia. Eso sí, Griffiths no desaprovecha cualquier oportunidad que se le presenta dentro de la trama, para quejarse de lo duro que es para una mujer el hecho de competir en un mundo dominado por esos seres monstruosos, llamados hombres.

Con todo y los reproches, la película nunca cae en la repetición y menos en el tedio. La narrativa es impecable, tanto como una puesta en escena que inspira y conmueve. Hasta el actor neozelandés Sam Neill -sí, el mismo que interpreta al infumable paleontólogo Alan Grant en ese churro gringo llamado Jurassic World: Dominion- tiene un papel destacado, encarnando al padre de Michelle, el entrenador Paddy Payne, hombre famoso entre la élite australiana de los criadores de caballos, por su rigor y dedicación. Además de ser el padre viudo de diez hijos, entre estos Steve Payne, un muchacho con síndrome de Down, que termina por ser parte de los momentos más memorables de la cinta al lado de Michelle, su hermana favorita.

La fórmula entre acción y drama resulta balanceada. Si bien, las secuencias de acción en los distintos hipódromos en los que se desarrolla la cinta, pudieron haber sido más dramáticas y descriptivas, aun así la realización (fresona) de Griffiths emociona y hace latir el corazón. Sobre todo en la secuencia climática de la cinta, en la que después de reponerse de un accidente que la dejara moribunda, Michelle monta a un pura sangre llamado Prince of Penzance y gana la tan anhelada Copa Melbourne, marcando con ello un antes y un después en la historia, al ser la primera mujer en lograrlo.

¡Arrancan!

¿Será que así como le pasó a Michelle Payne, le pasará a Claudia Sheinbaum en las elecciones de 2024? ¿Será la primera mujer en ganar la presidencia de México? La carrera ya comenzó. Por ahora la caballada nomás tiene tres jinetes: Sheinbaum, Ebrard y Adán Augusto (a Monreal ya le dieron cuello). El arranque fue allá en Toluca, tierra priísta por excelencia, en un mitin en la explanada del teatro Morelos. Aunque no andaba por ahí el gober “fantasma” del Mazo, su mensaje nos quedó claro: en la elección del año entrante el Estado de México será para Morena.

Sonrisas, abrazos, palmadas… pura camaradería entre los jinetes. Pura muestra de unidad. Y sobre todo de disciplina. Cómo no soltar una lagrimita de emoción ante la imagen de Mario Delgado desgañitándose frente el micrófono, mientras detrás de él, Sheinbaum y Adán Augusto, tomados de la mano, levantan los brazos por todo lo alto en señal del más puro compañerismo partidista. ¡Chulada! Por supuesto esto apenas está arrancando, conforme se acerque el momento del temido “dedazo” presidencial, las zancadillas, las mordidas y relinchos se van a poner de a peso.

Más allá de las encuestas, que un día marcan a Ebrard como favorito y al otro lo hacen con Sheinbaum, habría que preguntarse dos cosas. Uno: ¿quién de los tres ganaría, si en este momento, no sólo los morenistas, sino todo el padrón electoral, de más de noventa y tres millones de mexicanos, tuviera que votar por alguno? Dos: ¿cuál de los tres le guardaría mayor lealtad a López Obrador en caso de que ocurriera una crisis política, después de que éste haya dejado de ser presidente? Sin duda la segunda pregunta encierra la respuesta más incierta.

El presidente sabe (o debería saber) que una vez que deje el poder, el encanto se acabó. Una vez que ceda la banda Presidencial al ganador de la elección del 2024, será vulnerable, y sus adversarios y detractores, incluidos los gringos, irán tras él para cobrarle las facturas. López Obrador necesita de un sucesor que le garantice un pacto como el que él mismo hizo con el ex presidente Peña Nieto; alguien que una vez que sea el todopoderoso(a), no sienta la tentación de usar a su ex jefe como moneda de cambio.

A puro galope

Independientemente de que los dados estén cargados para un lado o para otro, ya se verá cómo se le da a cada uno de los competidores eso de hacer campaña, tanto entre las tribus morenistas, como entre los fifís. Sería sano (en nombre de la democracia) que además de ese cuento de que el candidato morenista a la elección del 2024 será elegido mediante encuestas, hubiese una serie de debates públicos entre Sheinbaum, Ebrard y Adán Augusto. A ver de qué cuero salen más correas.

Así que hagan sus apuestas, mi gente, que los tres jinetes van tras la corona. ¿Quién se la llevará? Seguramente aquél, que al igual que la jockey Michelle Payne, protagonista de Persiguiendo un Sueño, logre ser paciente y aproveche el mejor momento para dar la zancada. Después de todo, caballo que alcanza, gana.

El cine australiano es una caja de sorpresas. Muchas veces sus películas inician prometiendo demasiado y terminan por decepcionar. Otras, son fieles a ese cine que brilla por la peculiaridad de sus historias y el trazo humano de sus personajes. Es el caso de Persiguiendo un Sueño, primer largometraje de la popular actriz y directora australiana, Rachel Griffiths, en donde da cuenta de las andanzas de la primera mujer jockey en ganar la Copa hípica Melbourne. Una historia de caballos y jinetes, una fábula contada con el gusto por entretener al respetable.

Bastan 98 minutos para que nos cuenten la historia (biopic) de Michelle Payne, una adolescente terca y experimentada jinete, hija de un famoso entrenador de caballos, la cual abandona la escuela para convertirse en jockey profesional, en busca del sueño de su vida: ganar la Copa Melbourne, una de las carreras de caballos más duras del mundo.

La historia de éxito y fracaso de Michelle se prestaba para que la directora nos recetara un culebrón marca llorarás; pero gracias al Cielo prefirió no azotarse, y en vez de eso, optó por contarnos el cuento manteniendo un tono dramático sin exageraciones, un tono que de pronto coquetea con la comedia. Eso sí, Griffiths no desaprovecha cualquier oportunidad que se le presenta dentro de la trama, para quejarse de lo duro que es para una mujer el hecho de competir en un mundo dominado por esos seres monstruosos, llamados hombres.

Con todo y los reproches, la película nunca cae en la repetición y menos en el tedio. La narrativa es impecable, tanto como una puesta en escena que inspira y conmueve. Hasta el actor neozelandés Sam Neill -sí, el mismo que interpreta al infumable paleontólogo Alan Grant en ese churro gringo llamado Jurassic World: Dominion- tiene un papel destacado, encarnando al padre de Michelle, el entrenador Paddy Payne, hombre famoso entre la élite australiana de los criadores de caballos, por su rigor y dedicación. Además de ser el padre viudo de diez hijos, entre estos Steve Payne, un muchacho con síndrome de Down, que termina por ser parte de los momentos más memorables de la cinta al lado de Michelle, su hermana favorita.

La fórmula entre acción y drama resulta balanceada. Si bien, las secuencias de acción en los distintos hipódromos en los que se desarrolla la cinta, pudieron haber sido más dramáticas y descriptivas, aun así la realización (fresona) de Griffiths emociona y hace latir el corazón. Sobre todo en la secuencia climática de la cinta, en la que después de reponerse de un accidente que la dejara moribunda, Michelle monta a un pura sangre llamado Prince of Penzance y gana la tan anhelada Copa Melbourne, marcando con ello un antes y un después en la historia, al ser la primera mujer en lograrlo.

¡Arrancan!

¿Será que así como le pasó a Michelle Payne, le pasará a Claudia Sheinbaum en las elecciones de 2024? ¿Será la primera mujer en ganar la presidencia de México? La carrera ya comenzó. Por ahora la caballada nomás tiene tres jinetes: Sheinbaum, Ebrard y Adán Augusto (a Monreal ya le dieron cuello). El arranque fue allá en Toluca, tierra priísta por excelencia, en un mitin en la explanada del teatro Morelos. Aunque no andaba por ahí el gober “fantasma” del Mazo, su mensaje nos quedó claro: en la elección del año entrante el Estado de México será para Morena.

Sonrisas, abrazos, palmadas… pura camaradería entre los jinetes. Pura muestra de unidad. Y sobre todo de disciplina. Cómo no soltar una lagrimita de emoción ante la imagen de Mario Delgado desgañitándose frente el micrófono, mientras detrás de él, Sheinbaum y Adán Augusto, tomados de la mano, levantan los brazos por todo lo alto en señal del más puro compañerismo partidista. ¡Chulada! Por supuesto esto apenas está arrancando, conforme se acerque el momento del temido “dedazo” presidencial, las zancadillas, las mordidas y relinchos se van a poner de a peso.

Más allá de las encuestas, que un día marcan a Ebrard como favorito y al otro lo hacen con Sheinbaum, habría que preguntarse dos cosas. Uno: ¿quién de los tres ganaría, si en este momento, no sólo los morenistas, sino todo el padrón electoral, de más de noventa y tres millones de mexicanos, tuviera que votar por alguno? Dos: ¿cuál de los tres le guardaría mayor lealtad a López Obrador en caso de que ocurriera una crisis política, después de que éste haya dejado de ser presidente? Sin duda la segunda pregunta encierra la respuesta más incierta.

El presidente sabe (o debería saber) que una vez que deje el poder, el encanto se acabó. Una vez que ceda la banda Presidencial al ganador de la elección del 2024, será vulnerable, y sus adversarios y detractores, incluidos los gringos, irán tras él para cobrarle las facturas. López Obrador necesita de un sucesor que le garantice un pacto como el que él mismo hizo con el ex presidente Peña Nieto; alguien que una vez que sea el todopoderoso(a), no sienta la tentación de usar a su ex jefe como moneda de cambio.

A puro galope

Independientemente de que los dados estén cargados para un lado o para otro, ya se verá cómo se le da a cada uno de los competidores eso de hacer campaña, tanto entre las tribus morenistas, como entre los fifís. Sería sano (en nombre de la democracia) que además de ese cuento de que el candidato morenista a la elección del 2024 será elegido mediante encuestas, hubiese una serie de debates públicos entre Sheinbaum, Ebrard y Adán Augusto. A ver de qué cuero salen más correas.

Así que hagan sus apuestas, mi gente, que los tres jinetes van tras la corona. ¿Quién se la llevará? Seguramente aquél, que al igual que la jockey Michelle Payne, protagonista de Persiguiendo un Sueño, logre ser paciente y aproveche el mejor momento para dar la zancada. Después de todo, caballo que alcanza, gana.