/ lunes 25 de julio de 2022

Peatones derrotados

Sinaloa en general y Culiacán en particular van en contra de la corriente. Nos negamos a caminar en el mismo de sentido que lo hace la modernidad. Los pocos pasos que los peatones dan para apropiarse de las calles, los políticos lo borran de un plumazo. En años recientes, el centro de Culiacán estaba siendo conquistado por los peatones. Algunas de las calles, andadores y callejones ya eran de uso exclusivo para caminantes. El placer no les duró mucho. Las disputas políticas terminaron por derrumbar lo escaso que se había construido.

El tema de la movilidad urbana es aburrido. Fuera de unos cuantos activistas y concederos del tema es algo que de poco interés en la sociedad; sin embargo, los efectos de la misma repercuten en el 100% de la población. De ahí la importancia de contar con políticas publicas adecuadas y políticos con visión para implementar acciones contundentes y mejorar las condiciones de movilidad de los ciudadanos que, eventualmente, mejoran de manera significativa la calidad de vida en las ciudades de habitamos.

La defenestrada administración de Estrada Ferreiro tuvo muchas controversias; sin embargo, uno de sus principales aciertos fue abordar el tema de los peatones con una serie de medidas mediamente congruentes. En aras de apoyar más al transeúnte cometió errores que terminó por revertir (como instalar un tope a medio malecón que desquició a la ciudad), pero, por otro lado, acertó con el retiro de puentes peatonales y cambiarlos por pasos peatonales a ras de calle.

Las acciones más polémicas, sin duda, estuvieron en la irrupción del centro histórico culichi. Los comerciantes odiaron esa administración como ninguna otra. A mi gusto, Estrada se quedó corto. No solo debió cerrar calles al paso de los automóviles, debió remover todas las rutas de autobús del centro para convertir ese espacio en una zona 100% peatonal. Los comerciantes tendrían más ventas por un concepto de este tipo que seguir dependiendo de las rutas de camiones para subsistir. Las ciudades que han cerrado sus centros históricos a los automóviles han tenido un crecimiento importante del comercio unos cuantos meses después. Ahí tenemos el caso de la Ciudad de México, la calle 5 de mayo es exclusiva para caminar y en las horas pico es casi imposible dar un paso sin toparse con personas frente a uno.

Una de las primeras acciones en la nueva administración municipal fue el dar marcha atrás a cualquier acción que beneficiaba a los peatones. Las calles del centro fueron reabiertas a la circulación vehicular. El peatón fue “invitado” a abandonar el cruce de calles y regresar a las trampas mortales e inseguras que son los puentes peatonales (Si usted ha querido utilizar uno de estos puentes en medio de la oscuridad de la noche sabrá a lo que me refiero). Miles de culiacanenses que caminaban libremente por andadores, hoy tienen que apretujarse en las banquetas ridículamente reducidas para no ser atropellados. Su majestad el automóvil regresó triunfante

El nuevo alcalde en funciones ha declarado que piensa implementar un nuevo plan de movilidad. Pide tiempo para realizar los estudios correspondientes. Eso se entiende; sin embargo, el tiempo tiene que jugar en favor de los derechos de los peatones; no de los automovilistas. La administración debió dejar las cosas como estaban mientras se tomaba el tiempo necesario para replantear una nueva estrategia. No lo hicieron. Se fueron por la fácil: arrebatar los pocos derechos adquiridos por los peatones. Escucharon las voces que sintieron de más peso político. Decidieron mandar un mensaje de rompimiento de las políticas públicas de la administración anterior. El peatón quedó en medio, derrotado y de rehén de intereses políticos.

Ya ni hablar del metro bus. Una opción que parecía con algo de potencial, pero quedó enterrada por tener el sello del pasado. Culiacán se aferra a las cavernas. Disfrutamos el desorden. Florecemos en él. La ley del más fuerte y del carro más grande es lo que nos da placer. Los pequeños peatones no retumban tan fuerte como un motor V8 bien tuneado y mucho menos roban las miradas en las esquinas con el rechinido de sus llantas.

Los peatones fueron pateados. Fueron usados como ofrenda para congraciarse con grupos políticos con voz estruendosa. Culiacán perdió, nadie se enteró, pero ya lo sufre. Los accidentes aumentan, pero bueno. Ya tenemos un centro con vehículos de nuevo.

¿Usted que piensa, amable lector? ¿Está contento con regresar a su vehículo al centro o Prefiere caminar por las calles con amapas multicolores?

Sinaloa en general y Culiacán en particular van en contra de la corriente. Nos negamos a caminar en el mismo de sentido que lo hace la modernidad. Los pocos pasos que los peatones dan para apropiarse de las calles, los políticos lo borran de un plumazo. En años recientes, el centro de Culiacán estaba siendo conquistado por los peatones. Algunas de las calles, andadores y callejones ya eran de uso exclusivo para caminantes. El placer no les duró mucho. Las disputas políticas terminaron por derrumbar lo escaso que se había construido.

El tema de la movilidad urbana es aburrido. Fuera de unos cuantos activistas y concederos del tema es algo que de poco interés en la sociedad; sin embargo, los efectos de la misma repercuten en el 100% de la población. De ahí la importancia de contar con políticas publicas adecuadas y políticos con visión para implementar acciones contundentes y mejorar las condiciones de movilidad de los ciudadanos que, eventualmente, mejoran de manera significativa la calidad de vida en las ciudades de habitamos.

La defenestrada administración de Estrada Ferreiro tuvo muchas controversias; sin embargo, uno de sus principales aciertos fue abordar el tema de los peatones con una serie de medidas mediamente congruentes. En aras de apoyar más al transeúnte cometió errores que terminó por revertir (como instalar un tope a medio malecón que desquició a la ciudad), pero, por otro lado, acertó con el retiro de puentes peatonales y cambiarlos por pasos peatonales a ras de calle.

Las acciones más polémicas, sin duda, estuvieron en la irrupción del centro histórico culichi. Los comerciantes odiaron esa administración como ninguna otra. A mi gusto, Estrada se quedó corto. No solo debió cerrar calles al paso de los automóviles, debió remover todas las rutas de autobús del centro para convertir ese espacio en una zona 100% peatonal. Los comerciantes tendrían más ventas por un concepto de este tipo que seguir dependiendo de las rutas de camiones para subsistir. Las ciudades que han cerrado sus centros históricos a los automóviles han tenido un crecimiento importante del comercio unos cuantos meses después. Ahí tenemos el caso de la Ciudad de México, la calle 5 de mayo es exclusiva para caminar y en las horas pico es casi imposible dar un paso sin toparse con personas frente a uno.

Una de las primeras acciones en la nueva administración municipal fue el dar marcha atrás a cualquier acción que beneficiaba a los peatones. Las calles del centro fueron reabiertas a la circulación vehicular. El peatón fue “invitado” a abandonar el cruce de calles y regresar a las trampas mortales e inseguras que son los puentes peatonales (Si usted ha querido utilizar uno de estos puentes en medio de la oscuridad de la noche sabrá a lo que me refiero). Miles de culiacanenses que caminaban libremente por andadores, hoy tienen que apretujarse en las banquetas ridículamente reducidas para no ser atropellados. Su majestad el automóvil regresó triunfante

El nuevo alcalde en funciones ha declarado que piensa implementar un nuevo plan de movilidad. Pide tiempo para realizar los estudios correspondientes. Eso se entiende; sin embargo, el tiempo tiene que jugar en favor de los derechos de los peatones; no de los automovilistas. La administración debió dejar las cosas como estaban mientras se tomaba el tiempo necesario para replantear una nueva estrategia. No lo hicieron. Se fueron por la fácil: arrebatar los pocos derechos adquiridos por los peatones. Escucharon las voces que sintieron de más peso político. Decidieron mandar un mensaje de rompimiento de las políticas públicas de la administración anterior. El peatón quedó en medio, derrotado y de rehén de intereses políticos.

Ya ni hablar del metro bus. Una opción que parecía con algo de potencial, pero quedó enterrada por tener el sello del pasado. Culiacán se aferra a las cavernas. Disfrutamos el desorden. Florecemos en él. La ley del más fuerte y del carro más grande es lo que nos da placer. Los pequeños peatones no retumban tan fuerte como un motor V8 bien tuneado y mucho menos roban las miradas en las esquinas con el rechinido de sus llantas.

Los peatones fueron pateados. Fueron usados como ofrenda para congraciarse con grupos políticos con voz estruendosa. Culiacán perdió, nadie se enteró, pero ya lo sufre. Los accidentes aumentan, pero bueno. Ya tenemos un centro con vehículos de nuevo.

¿Usted que piensa, amable lector? ¿Está contento con regresar a su vehículo al centro o Prefiere caminar por las calles con amapas multicolores?