/ miércoles 21 de julio de 2021

Pasa o no pasa en Mazatlán

Cualquier ciudad que se precie de tener un puerto como amante es una cualquiera, es lo más íntimo y público aquí en Mazatlán y/o en China, desde los barcos piratas a los cruceros turísticos, no habiendo para dónde hacerse cuando se ha llegado al colmo del desarrollo urbano, inmobiliario y turístico con la impactante y la contaminante industria sin chimeneas en el solar de arena playero, marismeño-mazatleco.

De Mazatlán se puede decir hasta una misa (de y en) cuerpo presente, semidesnudo, bronceado y broncíneo, anabólico y vigoréxico, frontal y traseramente al exhibicionismo con la vista gorda y lasciva como para el acoso visual ambulante y deambulante, lo cual es bien visto por tod@s, desde los muchachos alegres a las brujas, antrologic@s y estroboscópic@s, lo cual es parte casi “esencial” de la diversión como ambiente más profano que sagrado con la santa muerte que con la mala muerte del narcosicariato, el coronavirus y el feminicidio.

Lo que pasa y no pasa en Mazatlán es espectacularmente único e histórico, sobre todo, con El Químico, aunque y ante “el llamado del gobierno estadounidense para que sus ciudadanos no visiten México no afecta al puerto, pues se reciben muy pocos norteamericanos en la ciudad”, evidenciando que Mazatlán nunca será un destino para los europeos, y sí para algunos cuantos canadienses y gringos, siendo un destino, a la mano volanteada, para el turismo nacional que pasa por el puente Baluarte, carretero y chartero.

Eso sí, el puerto tiene los atractivos turísticos con los servicios incluidos, pero la ciudad está separada, o distanciada, o aislada de lo que no es una sola identidad y pertenencia marismeña-mazatleca, así como en la incapacidad de lo sustentable y lo sostenible con una infraestructura, en un espacio encajonado,con las avenidas y las averías a la vista de propios y ajenos cuando van y vienen de la ciudad y el puerto, llegando al lugar del que nunca salieron: el mercado y las aguas negras.

El Mazatlán de los primeros 21 años en el siglo xxi, es otro con la otredad de los que llegan, están y se van para que lleguen otros y hacer siempre lo mismo: ser impactados por el impacto ambiental con la limpieza de la basura, orgánicamente natural, transgénicamente plástica, que a los marismeños-mazatlecos les da lo mismo que lo diferente, porque siempre se escucha el ruido de la fiesta con la música, los cohetes y los cuetes cocos y heroicos de altopedo, desde Olas Altas a las Lomas del Ébano.

Dándose cuenta los foráneos con los locales que la alegría tropical es a ras de mar, el contagio es doble: pásamelo que te lo paso, con una franqueza que un coahuilense es contagiado por un duranguense, pero no, por un sinaloense, porque el contagio tiene que venir de Italia a Culiacán, y nunca de Mazatlán, porque se es un puerto y una ciudad abiert@s (de y para) el destino nacional, estando por encima de Cancún y Los Cabos, porque es mejor la cantidad que la calidad turística, porque pasa o no pasa en Mazatlán con el puerto y la ciudad.

Es tanta la mala publipropaganda por el coronavirus en Mazatlán que todos vienen a Mazatlán, porque en Mazatlán no estamos en la tercera ola, sino, en Olas Altas, viendo cómo se clava el sol en el mar con el clavadista y el rayo verde suspendido entre el cielo, el mar y la tierra, gritando el turista desconocido:

Nuestro-Mare-Nostrum-Coronavirus.

Cualquier ciudad que se precie de tener un puerto como amante es una cualquiera, es lo más íntimo y público aquí en Mazatlán y/o en China, desde los barcos piratas a los cruceros turísticos, no habiendo para dónde hacerse cuando se ha llegado al colmo del desarrollo urbano, inmobiliario y turístico con la impactante y la contaminante industria sin chimeneas en el solar de arena playero, marismeño-mazatleco.

De Mazatlán se puede decir hasta una misa (de y en) cuerpo presente, semidesnudo, bronceado y broncíneo, anabólico y vigoréxico, frontal y traseramente al exhibicionismo con la vista gorda y lasciva como para el acoso visual ambulante y deambulante, lo cual es bien visto por tod@s, desde los muchachos alegres a las brujas, antrologic@s y estroboscópic@s, lo cual es parte casi “esencial” de la diversión como ambiente más profano que sagrado con la santa muerte que con la mala muerte del narcosicariato, el coronavirus y el feminicidio.

Lo que pasa y no pasa en Mazatlán es espectacularmente único e histórico, sobre todo, con El Químico, aunque y ante “el llamado del gobierno estadounidense para que sus ciudadanos no visiten México no afecta al puerto, pues se reciben muy pocos norteamericanos en la ciudad”, evidenciando que Mazatlán nunca será un destino para los europeos, y sí para algunos cuantos canadienses y gringos, siendo un destino, a la mano volanteada, para el turismo nacional que pasa por el puente Baluarte, carretero y chartero.

Eso sí, el puerto tiene los atractivos turísticos con los servicios incluidos, pero la ciudad está separada, o distanciada, o aislada de lo que no es una sola identidad y pertenencia marismeña-mazatleca, así como en la incapacidad de lo sustentable y lo sostenible con una infraestructura, en un espacio encajonado,con las avenidas y las averías a la vista de propios y ajenos cuando van y vienen de la ciudad y el puerto, llegando al lugar del que nunca salieron: el mercado y las aguas negras.

El Mazatlán de los primeros 21 años en el siglo xxi, es otro con la otredad de los que llegan, están y se van para que lleguen otros y hacer siempre lo mismo: ser impactados por el impacto ambiental con la limpieza de la basura, orgánicamente natural, transgénicamente plástica, que a los marismeños-mazatlecos les da lo mismo que lo diferente, porque siempre se escucha el ruido de la fiesta con la música, los cohetes y los cuetes cocos y heroicos de altopedo, desde Olas Altas a las Lomas del Ébano.

Dándose cuenta los foráneos con los locales que la alegría tropical es a ras de mar, el contagio es doble: pásamelo que te lo paso, con una franqueza que un coahuilense es contagiado por un duranguense, pero no, por un sinaloense, porque el contagio tiene que venir de Italia a Culiacán, y nunca de Mazatlán, porque se es un puerto y una ciudad abiert@s (de y para) el destino nacional, estando por encima de Cancún y Los Cabos, porque es mejor la cantidad que la calidad turística, porque pasa o no pasa en Mazatlán con el puerto y la ciudad.

Es tanta la mala publipropaganda por el coronavirus en Mazatlán que todos vienen a Mazatlán, porque en Mazatlán no estamos en la tercera ola, sino, en Olas Altas, viendo cómo se clava el sol en el mar con el clavadista y el rayo verde suspendido entre el cielo, el mar y la tierra, gritando el turista desconocido:

Nuestro-Mare-Nostrum-Coronavirus.

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