/ miércoles 18 de agosto de 2021

Paridad en los partidos


A finales de mayo del 2019, la aprobación de la reforma constitucional llamada “paridad en todo” nos acercaba a las mujeres a un camino más igualitario en el acceso a los espacios de poder, con el reto enorme seguir insistiendo en aquellos que se habían mantenido herméticos ante el principio constitucional de la paridad en su vida orgánica: los partidos políticos.

La investigadora Flavia Freindenberg escribía en una de sus columnas, días previos a la elección 2020-2021, que los partidos políticos funcionaban como cajas negras y, bajo esta perspectiva, comprendemos que, aunque entendemos qué es lo que hacen, no damos importancia al cómo lo hacen; es decir, esta parte medular sigue estando fuera del escrutinio público, pero ¿por qué debe ser eso relevante para nuestra democracia?

Quizá de fondo no dimensionamos el peso de los partidos políticos (ni ellos mismos) en nuestra democracia: hacen posible las elecciones, modelos de consenso y disenso, interlocución entre representantes y representados, gobiernos y oposición…. Es decir, su buen funcionamiento y su democracia interna marcan un modelo de democracia.

¿Cómo puede darse esto sin las mujeres, en su vida interna en la toma de decisiones? Hasta hace unos días, la paridad horizontal y vertical en los procesos de dirigencia de los partidos políticos venían en su mayoría por una obligatoriedad impuesta por magistradas y magistrados, estando detrás la valentía de mujeres organizadas para hacer valer la ley.

Porque los partidos políticos no están exentos al cumplimiento de la paridad, por eso la acción afirmativa que aplica el Partido Acción Nacional en la renovación de sus dirigencias estatales es plausible y un parteaguas.

Ahora bien, cuando se trata de interpretaciones de las acciones afirmativas en beneficio de las mujeres, surgen los grandes debates: ¿las mujeres requieren cuotas o paridad para ocupar espacios o pueden llegar por sí mismas?

Colocándonos desde la neutralidad -como nos encantaría que funcionara el mundo, especialmente cuando hablamos de hacer valer los derechos de participación y representación política de las mujeres-, no se necesitarían estos mecanismos, puesto que es bien sabido que el liderazgo y la capacidad no tienen género.

Aprendí (y no hace mucho) que el enorme reto en el análisis y la interpretación de un problema se encuentra en el modo en que planteamos la pregunta, y es inevitable preguntarnos ¿por qué no llegan las mujeres a los espacios de dirigencias de los partidos políticos? Y sobre ese mismo punto, en cuanto a la renovación de la dirigencia del PAN en Sinaloa tenemos un dato concreto: ninguna mujer bajo método de selección estatutario -ya sea el anterior vía consejo estatal o este modelo vigente de elección de la militancia- ha resultado electa.

Bajo la demanda que surja de nuevo de parte de militantes, activistas e instituciones para que estas acciones de paridad de institucionalicen y sean parte ordinaria en los procesos de vida interna de todos los partidos políticos, nos quedamos momentáneamente en el reto de lo que eso significará para el PAN, su militancia y sus dirigentes: lo único seguro es que no descansaremos hasta llegar a permear la agenda, y se haga costumbre…


A finales de mayo del 2019, la aprobación de la reforma constitucional llamada “paridad en todo” nos acercaba a las mujeres a un camino más igualitario en el acceso a los espacios de poder, con el reto enorme seguir insistiendo en aquellos que se habían mantenido herméticos ante el principio constitucional de la paridad en su vida orgánica: los partidos políticos.

La investigadora Flavia Freindenberg escribía en una de sus columnas, días previos a la elección 2020-2021, que los partidos políticos funcionaban como cajas negras y, bajo esta perspectiva, comprendemos que, aunque entendemos qué es lo que hacen, no damos importancia al cómo lo hacen; es decir, esta parte medular sigue estando fuera del escrutinio público, pero ¿por qué debe ser eso relevante para nuestra democracia?

Quizá de fondo no dimensionamos el peso de los partidos políticos (ni ellos mismos) en nuestra democracia: hacen posible las elecciones, modelos de consenso y disenso, interlocución entre representantes y representados, gobiernos y oposición…. Es decir, su buen funcionamiento y su democracia interna marcan un modelo de democracia.

¿Cómo puede darse esto sin las mujeres, en su vida interna en la toma de decisiones? Hasta hace unos días, la paridad horizontal y vertical en los procesos de dirigencia de los partidos políticos venían en su mayoría por una obligatoriedad impuesta por magistradas y magistrados, estando detrás la valentía de mujeres organizadas para hacer valer la ley.

Porque los partidos políticos no están exentos al cumplimiento de la paridad, por eso la acción afirmativa que aplica el Partido Acción Nacional en la renovación de sus dirigencias estatales es plausible y un parteaguas.

Ahora bien, cuando se trata de interpretaciones de las acciones afirmativas en beneficio de las mujeres, surgen los grandes debates: ¿las mujeres requieren cuotas o paridad para ocupar espacios o pueden llegar por sí mismas?

Colocándonos desde la neutralidad -como nos encantaría que funcionara el mundo, especialmente cuando hablamos de hacer valer los derechos de participación y representación política de las mujeres-, no se necesitarían estos mecanismos, puesto que es bien sabido que el liderazgo y la capacidad no tienen género.

Aprendí (y no hace mucho) que el enorme reto en el análisis y la interpretación de un problema se encuentra en el modo en que planteamos la pregunta, y es inevitable preguntarnos ¿por qué no llegan las mujeres a los espacios de dirigencias de los partidos políticos? Y sobre ese mismo punto, en cuanto a la renovación de la dirigencia del PAN en Sinaloa tenemos un dato concreto: ninguna mujer bajo método de selección estatutario -ya sea el anterior vía consejo estatal o este modelo vigente de elección de la militancia- ha resultado electa.

Bajo la demanda que surja de nuevo de parte de militantes, activistas e instituciones para que estas acciones de paridad de institucionalicen y sean parte ordinaria en los procesos de vida interna de todos los partidos políticos, nos quedamos momentáneamente en el reto de lo que eso significará para el PAN, su militancia y sus dirigentes: lo único seguro es que no descansaremos hasta llegar a permear la agenda, y se haga costumbre…