/ lunes 3 de enero de 2022

Nuevo año con problemas viejos

Mafalda es una de las filósofas más importantes del siglo XX. La pequeña niña del barrio de San Telmo siempre sabe qué decir en cualquier circunstancia. Para muestra una de sus viñetas festejando el Año Nuevo: Mafalda se levanta con una sonrisa que refleja la más profunda de las felicidades. Se felicita a sí misma por el inicio del año mientras camina por su casa gritando preguntas a sus padres. “Es Año Nuevo. Ya se terminó el hambre, la pobreza y la guerra”. Su padre se atraganta con el café y no tiene otra opción que responder a la niña que nada de eso ocurrió. Mafalda se queda parada en medio de su cocina lanzando un llanto a todo pulmón… “Entonces ¿Para qué demonios cambiamos de año?”.

El mundo tiene un nuevo año, sin embargo, ninguno de sus problemas parece tener solución en el corto plazo. El 2022 inicia con serios problemas (El Grinch extiende su temporada un mes más). La santísima trinidad del bienestar público se encuentra desaparecida. Economía, seguridad y salud no tienen buena pinta para el primer semestre del 2022. Las tres patas de la mesa que sostiene el buen funcionamiento de una sociedad están apolilladas, huecas y con carpinteros que insisten en parchar lo que se mantiene podrido.

En economía, la inflación mundial tiene a todos los países preocupados, en especial a los latinoamericanos quienes, históricamente, son clientes de estos fenómenos económicos. México es de los países de América Latina con una de las mayores tasas de Inflación (Argentina, Brasil y Venezuela son los líderes indiscutibles); si bien, la inflación es un fenómeno global, cada país aplica políticas diferentes para mitigar sus consecuencias; las de México no parecen ser de las más exitosas. La escalada de precios es inminente empujada por la poca sensibilidad del este gobierno mostrada en algunos rubros de la política fiscal.

Por otro lado, la violencia no para. Sin importar del color del partido, simplemente las políticas públicas no funcionan. Pasamos de combatir al fuego con el fuego en los gobiernos del PAN y del PRI a pelear una guerra de abrazos con la delincuencia organizada en el gobierno de MORENA. En el discurso se combate a la impunidad, en los hechos alcanzamos niveles superiores al 90%. La violencia reina y gobierna al país. Los delincuentes deciden quien vive o muere y las autoridades no pueden hacer nada al respecto; en el peor de los casos, hasta los ayudan.

En el tema de salud, Ómicron tiene al mundo en un hilo. En México parece que utilizamos las estrategias más avanzadas del esoterismo para prepararnos para una cuarta ola, digo esoterismo porque dependemos más de la buena voluntad del espiritismo y animismo. Tenemos más fe en estampas, remedios caseros y productos milagro que en un seguimiento epidemiológico puntual y recomendaciones de la ciencia En México nos negamos a vacunar niños, los niños con cáncer siguen sin medicinas y la distribución de medicamentos es un desastre consumado.

En el tema político, las cosas no van en una mejor dirección. El país marcha dividido. Los mexicanos nos estamos quedando poco a poco sin elementos que nos unan como Nación. Cada vez son más pocos los iconos elementos que nos hermanan sin importar la ideología. El gobierno insiste en reescribir y reinterpretar la historia nacional para convertir una ideología en ese elemento unificador. En pocas palabras, estamos viviendo una especia de evangelización seglar. Una religión de Estado.

Llegó el 2022, pero no llegó nada novedoso con él. Tenemos un calendario nuevo que promete repetir ciclos y tragedias. Las celebraciones cada vez se enfocan más en el pasado que en el porvenir. Aun así, hay lugar para el optimismo. Afortunadamente, existen millones de mexicanos que todos los días se levantan a construir su pedazo de país sin importar ninguna de los problemas que nos aquejan. Tarde o temprano, esos mexicanos darán vuelta a la página y en los próximos años podrán celebrar un Año Nuevo con un país verdaderamente nuevo.

Este humilde opinólogo desea para usted permanentemente mucha salud para sus lectores y familias para los próximos 12 meses y todos los que se puedan sumar después de esos.

¿Usted qué opina, amable lector? ¿Tiene fe en un mejor año o prefiere que nos regresen el que se fue?

Mafalda es una de las filósofas más importantes del siglo XX. La pequeña niña del barrio de San Telmo siempre sabe qué decir en cualquier circunstancia. Para muestra una de sus viñetas festejando el Año Nuevo: Mafalda se levanta con una sonrisa que refleja la más profunda de las felicidades. Se felicita a sí misma por el inicio del año mientras camina por su casa gritando preguntas a sus padres. “Es Año Nuevo. Ya se terminó el hambre, la pobreza y la guerra”. Su padre se atraganta con el café y no tiene otra opción que responder a la niña que nada de eso ocurrió. Mafalda se queda parada en medio de su cocina lanzando un llanto a todo pulmón… “Entonces ¿Para qué demonios cambiamos de año?”.

El mundo tiene un nuevo año, sin embargo, ninguno de sus problemas parece tener solución en el corto plazo. El 2022 inicia con serios problemas (El Grinch extiende su temporada un mes más). La santísima trinidad del bienestar público se encuentra desaparecida. Economía, seguridad y salud no tienen buena pinta para el primer semestre del 2022. Las tres patas de la mesa que sostiene el buen funcionamiento de una sociedad están apolilladas, huecas y con carpinteros que insisten en parchar lo que se mantiene podrido.

En economía, la inflación mundial tiene a todos los países preocupados, en especial a los latinoamericanos quienes, históricamente, son clientes de estos fenómenos económicos. México es de los países de América Latina con una de las mayores tasas de Inflación (Argentina, Brasil y Venezuela son los líderes indiscutibles); si bien, la inflación es un fenómeno global, cada país aplica políticas diferentes para mitigar sus consecuencias; las de México no parecen ser de las más exitosas. La escalada de precios es inminente empujada por la poca sensibilidad del este gobierno mostrada en algunos rubros de la política fiscal.

Por otro lado, la violencia no para. Sin importar del color del partido, simplemente las políticas públicas no funcionan. Pasamos de combatir al fuego con el fuego en los gobiernos del PAN y del PRI a pelear una guerra de abrazos con la delincuencia organizada en el gobierno de MORENA. En el discurso se combate a la impunidad, en los hechos alcanzamos niveles superiores al 90%. La violencia reina y gobierna al país. Los delincuentes deciden quien vive o muere y las autoridades no pueden hacer nada al respecto; en el peor de los casos, hasta los ayudan.

En el tema de salud, Ómicron tiene al mundo en un hilo. En México parece que utilizamos las estrategias más avanzadas del esoterismo para prepararnos para una cuarta ola, digo esoterismo porque dependemos más de la buena voluntad del espiritismo y animismo. Tenemos más fe en estampas, remedios caseros y productos milagro que en un seguimiento epidemiológico puntual y recomendaciones de la ciencia En México nos negamos a vacunar niños, los niños con cáncer siguen sin medicinas y la distribución de medicamentos es un desastre consumado.

En el tema político, las cosas no van en una mejor dirección. El país marcha dividido. Los mexicanos nos estamos quedando poco a poco sin elementos que nos unan como Nación. Cada vez son más pocos los iconos elementos que nos hermanan sin importar la ideología. El gobierno insiste en reescribir y reinterpretar la historia nacional para convertir una ideología en ese elemento unificador. En pocas palabras, estamos viviendo una especia de evangelización seglar. Una religión de Estado.

Llegó el 2022, pero no llegó nada novedoso con él. Tenemos un calendario nuevo que promete repetir ciclos y tragedias. Las celebraciones cada vez se enfocan más en el pasado que en el porvenir. Aun así, hay lugar para el optimismo. Afortunadamente, existen millones de mexicanos que todos los días se levantan a construir su pedazo de país sin importar ninguna de los problemas que nos aquejan. Tarde o temprano, esos mexicanos darán vuelta a la página y en los próximos años podrán celebrar un Año Nuevo con un país verdaderamente nuevo.

Este humilde opinólogo desea para usted permanentemente mucha salud para sus lectores y familias para los próximos 12 meses y todos los que se puedan sumar después de esos.

¿Usted qué opina, amable lector? ¿Tiene fe en un mejor año o prefiere que nos regresen el que se fue?