/ lunes 8 de marzo de 2021

¿Municipalizaron un sueño o una pesadilla?

Finalmente, el Congreso del Estado aprobó ayer la municipalización de las sindicaturas de Eldorado y Juan José Ríos. Después de 30 años de lucha que se acumularon, a los morenistas los colocará la historia en el lugar que les corresponde, porque pronto se confirmará realmente, si materializaron un sueño o una pesadilla para los ciudadanos.

No hay lugar para impedir a pensar que aunque sea un acto de justicia en ambos casos, la decisión resonó duramente en una caja de interés electorero y ello se vio desde muchos antes, dado que esperaron precisamente el marco de un proceso como el que se registra para “llevar agua a su molino”.

¿Por qué no promovieron antes o postergaron la iniciativa?

Por el terreno que palparon propicio en estos momentos para ganar simpatías. Para perseguir los votos que en esta ocasión no les abonará de su bolsa el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que en 2018 los jaló a los cargos que hoy ostentan.

Los priistas apoyaron de última hora la resolución al comprobar que los de Morena y aliados, procesarían de todos modos la propuesta. Prefirieron abordar el barco para que les toque uno que otro sufragio y no parecer ingenuos.

La prueba es que durante décadas los del Partido Revolucionario Institucional en la Cámara local los trajeron en puras vueltas y con mentiras. No les cumplieron y esta vez nada sería distinto.

El otro elemento de peso probatorio en contra, lo mostró el gobernador Quirino Ordaz Coppel, quien hace días hizo público su disgusto por el proyecto que se moldeaba por los legisladores.

Los llamó en tono de advertencia a que aplazarán el tema, porque era necesario contar con los estudios técnicos y financieros actualizados, para no caer en el desorden.

Curiosamente, al enterarse de lo inevitable, el mandatario cambió de un instante a otro de parecer y se desdijo. Asumió una postura diametralmente opuesta a lo primero que expresó.

Por lo que se supo, no quiso desaprovechar la veta de votantes que le pudiera dar a su partido o a su candidato a la gubernatura y a otros cargos que se juegan, el sumarse a la autorización que se convertirá en decreto.

En esa misma ola se fueron los representantes de otras fuerzas camerales pequeñas. No podían quedarse atrás.

Hasta el alcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro, que repudió la idea inicial, enmudeció porque le dieron un jalón de orejas. Sacudidor, por cierto.

Tanto los pobladores de Eldorado como los de Juan José Ríos, obtuvieron algo que soñaron. Sin embargo, no se puede olvidar que para los de Navolato, no todo es color de rosa.

Este municipio, no deja de ser como un apéndice de la capital de Sinaloa. Lo único que cambió fue el nombre de sindicatura a municipio.

Su presupuesto anual no rebasa los 110 millones de pesos y camina muy apenitas, cuando las autoridades culiacanenses superan los mil millones de pesos.

El primero carece de fuentes de empleo que desde 1983 al comenzar a operar como tal, Gobierno del Estado omitió crear. Tampoco fomentó las inversiones y le retiró en la realidad, la posibilidad de obras públicas de beneficio comunitario.

La mayoría de sus habitantes, a diario salen a laborar o buscar trabajo al territorio capitalino. Los que lo consiguen parapetan una vivienda a crédito o en renta y se avecinan para siempre.

No desean retornar a Navolato, donde no existen opciones desde que lo declararon libre y soberano.

Son muy pocas las empresas que contratan personal y la principal factoría que provocó el desarrollo, hace años que cerró. Solo quedan fierros retorcidos del ingenio azucarero La Primavera.

Lo único que hay, son los jornales en los campos agrícolas, mal pagados y sobre explotados.

Gracias a que los navolatenses, habitan muy lejos de Dios, pero muy cerca de Culiacán, donde se asientan los poderes Legislativo, Judicial y el Ejecutivo que les niega y les regatea todo.

Luego se sabrá de Eldorado y de Juan José Ríos.

Finalmente, el Congreso del Estado aprobó ayer la municipalización de las sindicaturas de Eldorado y Juan José Ríos. Después de 30 años de lucha que se acumularon, a los morenistas los colocará la historia en el lugar que les corresponde, porque pronto se confirmará realmente, si materializaron un sueño o una pesadilla para los ciudadanos.

No hay lugar para impedir a pensar que aunque sea un acto de justicia en ambos casos, la decisión resonó duramente en una caja de interés electorero y ello se vio desde muchos antes, dado que esperaron precisamente el marco de un proceso como el que se registra para “llevar agua a su molino”.

¿Por qué no promovieron antes o postergaron la iniciativa?

Por el terreno que palparon propicio en estos momentos para ganar simpatías. Para perseguir los votos que en esta ocasión no les abonará de su bolsa el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que en 2018 los jaló a los cargos que hoy ostentan.

Los priistas apoyaron de última hora la resolución al comprobar que los de Morena y aliados, procesarían de todos modos la propuesta. Prefirieron abordar el barco para que les toque uno que otro sufragio y no parecer ingenuos.

La prueba es que durante décadas los del Partido Revolucionario Institucional en la Cámara local los trajeron en puras vueltas y con mentiras. No les cumplieron y esta vez nada sería distinto.

El otro elemento de peso probatorio en contra, lo mostró el gobernador Quirino Ordaz Coppel, quien hace días hizo público su disgusto por el proyecto que se moldeaba por los legisladores.

Los llamó en tono de advertencia a que aplazarán el tema, porque era necesario contar con los estudios técnicos y financieros actualizados, para no caer en el desorden.

Curiosamente, al enterarse de lo inevitable, el mandatario cambió de un instante a otro de parecer y se desdijo. Asumió una postura diametralmente opuesta a lo primero que expresó.

Por lo que se supo, no quiso desaprovechar la veta de votantes que le pudiera dar a su partido o a su candidato a la gubernatura y a otros cargos que se juegan, el sumarse a la autorización que se convertirá en decreto.

En esa misma ola se fueron los representantes de otras fuerzas camerales pequeñas. No podían quedarse atrás.

Hasta el alcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro, que repudió la idea inicial, enmudeció porque le dieron un jalón de orejas. Sacudidor, por cierto.

Tanto los pobladores de Eldorado como los de Juan José Ríos, obtuvieron algo que soñaron. Sin embargo, no se puede olvidar que para los de Navolato, no todo es color de rosa.

Este municipio, no deja de ser como un apéndice de la capital de Sinaloa. Lo único que cambió fue el nombre de sindicatura a municipio.

Su presupuesto anual no rebasa los 110 millones de pesos y camina muy apenitas, cuando las autoridades culiacanenses superan los mil millones de pesos.

El primero carece de fuentes de empleo que desde 1983 al comenzar a operar como tal, Gobierno del Estado omitió crear. Tampoco fomentó las inversiones y le retiró en la realidad, la posibilidad de obras públicas de beneficio comunitario.

La mayoría de sus habitantes, a diario salen a laborar o buscar trabajo al territorio capitalino. Los que lo consiguen parapetan una vivienda a crédito o en renta y se avecinan para siempre.

No desean retornar a Navolato, donde no existen opciones desde que lo declararon libre y soberano.

Son muy pocas las empresas que contratan personal y la principal factoría que provocó el desarrollo, hace años que cerró. Solo quedan fierros retorcidos del ingenio azucarero La Primavera.

Lo único que hay, son los jornales en los campos agrícolas, mal pagados y sobre explotados.

Gracias a que los navolatenses, habitan muy lejos de Dios, pero muy cerca de Culiacán, donde se asientan los poderes Legislativo, Judicial y el Ejecutivo que les niega y les regatea todo.

Luego se sabrá de Eldorado y de Juan José Ríos.