/ miércoles 15 de diciembre de 2021

Mujeres de la calle…

¿Alguna de nosotras tomaría como positiva una expresión donde se nos califique como “mujer de la calle”? Al menos para aceptarla necesitaríamos entender el contexto. Que en especial esa frase se use como insulto duele, porque en el fondo refleja una disociación de las mujeres y el espacio público. Para nosotras, transitar por las calles con libertad y seguridad es, aún hoy, una especie de privilegio.

Datos de INEGI 2020, mostraban que en las averiguaciones previas iniciadas y/o carpetas de investigación abiertas, los principales delitos cometidos en contra de las mujeres son los relacionados con el abuso sexual (42.6%) y la violación (37.8 %), así que no se trata de un hecho aislado la presunta violación en el jardín botánico de Culiacán, la cual representa una de las más obscuras representaciones del delito de violencia contra las mujeres convertida en cáncer social.

Si vemos los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) los delitos contra la libertad y seguridad sexual muestran una tendencia nacional en aumento (comparado con el año 2020) en un 28.2 % siguiendo un mismo comportamiento: los meses de febrero, marzo y octubre contienen las cifras más altas de estos años. Terminaremos este año 2021 con un fracaso como humanidad: este año contiene un récord histórico de mayor número de casos sobre este tipo de delitos.

La indignación nos acompaña desde la noticia durante las primeras horas en las que se hizo público el caso de violación en un lugar que es considerado el corazón de Culiacán. No hay palabras que puedan reflejar la rabia que sentimos y las diversas formas en las que voces de cientos de mujeres han denunciado el acoso y hostigamiento como primeros síntomas de este cáncer de violencia. Le fallamos a ella y a muchas otras, y le seguimos fallando cuando el violador continúa en las calles.

Las calles son un lugar donde se respira el miedo y prevalece la impotencia, la de no poder ejercer esa libertad a la que tenemos derecho, la de tener que pensar y organizarnos para no andar solas. Habría un retroceso en lugar de avances. Podríamos retroceder a las normas y presiones morales sobre el aspecto físico que todavía perduran. Hoy la libertad es mayor que hace 100 años, pero sigue habiendo violencia sexual hacia las mujeres.

Insistir, y no persistir: las homologaciones en las tipificaciones han costado mucho trabajo legislativo, datos de ONU Mujeres[1] indican que:

  • A escala mundial, el 35 por ciento de las mujeres ha experimentado alguna vez violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por una persona distinta de su pareja. Estos datos no incluyen el acoso sexual. Algunos estudios nacionales muestran que la proporción puede llegar al 70 por ciento de las mujeres, y que las tasas de depresión, abortos e infección por VIH son más altas en las mujeres que han experimentado este tipo de violencia frente a las que no la han sufrido.

Estos datos, cabe señalar, no incluyen el acoso y el hostigamiento sexual y, sin embargo, estudios nacionales muestran que la proporción puede llegar hasta 70% de las mujeres, y que las tasas de depresión, abortos o infección por VIH son más altas en las mujeres que han experimentado este tipo de violencia frente a las que no la han sufrido.

Hace 100 años las mujeres no podían votar en muchos países, las mujeres no podían divorciarse, "tenían que probar maltrato físico o adulterio, o incluso ambos a la vez. Y no podían evitar ser forzadas a tener relaciones sexuales porque la violación se definía como relaciones forzadas con alguien que no fuera la esposa".

No podemos regresar el camino andado, levantemos la voz en contra del abuso, hostigamiento y violación sexual, hermanémonos con las víctimas y señalemos a los victimarios ya que el delito de la violación solo puede contrarrestarse con un trabajo sobre el respeto a las mujeres, a sus cuerpos: crear espacios de educación sexual integral y la diferenciación de los conceptos de sexo consentido y de sexo no deseado.

¿Alguna de nosotras tomaría como positiva una expresión donde se nos califique como “mujer de la calle”? Al menos para aceptarla necesitaríamos entender el contexto. Que en especial esa frase se use como insulto duele, porque en el fondo refleja una disociación de las mujeres y el espacio público. Para nosotras, transitar por las calles con libertad y seguridad es, aún hoy, una especie de privilegio.

Datos de INEGI 2020, mostraban que en las averiguaciones previas iniciadas y/o carpetas de investigación abiertas, los principales delitos cometidos en contra de las mujeres son los relacionados con el abuso sexual (42.6%) y la violación (37.8 %), así que no se trata de un hecho aislado la presunta violación en el jardín botánico de Culiacán, la cual representa una de las más obscuras representaciones del delito de violencia contra las mujeres convertida en cáncer social.

Si vemos los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) los delitos contra la libertad y seguridad sexual muestran una tendencia nacional en aumento (comparado con el año 2020) en un 28.2 % siguiendo un mismo comportamiento: los meses de febrero, marzo y octubre contienen las cifras más altas de estos años. Terminaremos este año 2021 con un fracaso como humanidad: este año contiene un récord histórico de mayor número de casos sobre este tipo de delitos.

La indignación nos acompaña desde la noticia durante las primeras horas en las que se hizo público el caso de violación en un lugar que es considerado el corazón de Culiacán. No hay palabras que puedan reflejar la rabia que sentimos y las diversas formas en las que voces de cientos de mujeres han denunciado el acoso y hostigamiento como primeros síntomas de este cáncer de violencia. Le fallamos a ella y a muchas otras, y le seguimos fallando cuando el violador continúa en las calles.

Las calles son un lugar donde se respira el miedo y prevalece la impotencia, la de no poder ejercer esa libertad a la que tenemos derecho, la de tener que pensar y organizarnos para no andar solas. Habría un retroceso en lugar de avances. Podríamos retroceder a las normas y presiones morales sobre el aspecto físico que todavía perduran. Hoy la libertad es mayor que hace 100 años, pero sigue habiendo violencia sexual hacia las mujeres.

Insistir, y no persistir: las homologaciones en las tipificaciones han costado mucho trabajo legislativo, datos de ONU Mujeres[1] indican que:

  • A escala mundial, el 35 por ciento de las mujeres ha experimentado alguna vez violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por una persona distinta de su pareja. Estos datos no incluyen el acoso sexual. Algunos estudios nacionales muestran que la proporción puede llegar al 70 por ciento de las mujeres, y que las tasas de depresión, abortos e infección por VIH son más altas en las mujeres que han experimentado este tipo de violencia frente a las que no la han sufrido.

Estos datos, cabe señalar, no incluyen el acoso y el hostigamiento sexual y, sin embargo, estudios nacionales muestran que la proporción puede llegar hasta 70% de las mujeres, y que las tasas de depresión, abortos o infección por VIH son más altas en las mujeres que han experimentado este tipo de violencia frente a las que no la han sufrido.

Hace 100 años las mujeres no podían votar en muchos países, las mujeres no podían divorciarse, "tenían que probar maltrato físico o adulterio, o incluso ambos a la vez. Y no podían evitar ser forzadas a tener relaciones sexuales porque la violación se definía como relaciones forzadas con alguien que no fuera la esposa".

No podemos regresar el camino andado, levantemos la voz en contra del abuso, hostigamiento y violación sexual, hermanémonos con las víctimas y señalemos a los victimarios ya que el delito de la violación solo puede contrarrestarse con un trabajo sobre el respeto a las mujeres, a sus cuerpos: crear espacios de educación sexual integral y la diferenciación de los conceptos de sexo consentido y de sexo no deseado.