/ lunes 15 de junio de 2020

Los retornos diferentes a la “nueva normalidad”



Entre los fantasmas del apuro y la desconfianza que acechan a la sociedad empezó a regresar a la “nueva normalidad” una parte de los sectores económicos que no alcanzan a ver la suya en Sinaloa, pero entre los de condición más precaria resalta la lucha que mantienen desde el inicio de la contingencia, aquellos que no pueden darse el lujo de elegir entre los dos miedos: el de morirse a causa de la enfermedad o de la angustia que ocasiona el hambre.

Los restauranteros abrieron sus puertas a los primeros clientes y con todas las medidas preventivas, avizoraron signos muy tenues que reactiven su economía. Cuentan con un patrimonio que requerirá de inyecciones de dinero vía crédito o de la venta probable de bienes accesorios para obtener dinero.

Sin embargo, Rolando Galindo, joven padre de Culiacán que presta sus servicios como mesero en fiestas y reuniones, la aparición del peligroso coronavirus le quitó sorpresivamente la posibilidad de “vivir a diario”.

El contagio de la emergencia, lo acorraló temporalmente en su casa, cuando las probabilidades de recibir apoyo se diluyeron. Los amigos se acabaron de momento y aún contra toda recomendación, llamado o convocatoria, salió por fuerza a la calle a buscar el sustento.

A emplearse de lo que fuera en el mercado de abastos o en cualesquier otro lugar. Y de lo que cayera.

No le tocó el privilegio de ser empleado de gobierno y de gozar del pago mediante depósito bancario. De usar el retorno para acabar con el fastidio social.

Fue ejemplo viviente de centenares y de miles de casos que no pudieron quedarse en sus viviendas hasta que pasara la pandemia, que misteriosamente se prolonga hasta octubre y a las que los especialistas, afirman que afectará por años tanto a los asentamientos humanos citadinos como del campo.

Ni podrá aminorar deambular por las plazas u otros lugares a “fregados de siempre”, los diagnósticos del subsecretario de Salud federal, Hugo López Gatell de que los brotes colectivos se desatarán entre la población.

Para ellos no hay para donde ir. No habrá ese mañana que la mayoría espera impaciente, cuando su apremio es tener qué comer y no lo encuentra.

Los otros casos simbólicos de la pandemia.

En el primer cuadro de la ciudad es simbólico el otro caso. Los comerciantes y los locatarios del Mercado Gustavo Garmendia se tramaron en una disputa contra el Ayuntamiento que anunció la reapertura de esos negocios y luego se echó para atrás, porque no dio paso a los compradores.

En otros puntos del estado, las movilizaciones de empleados de los diferentes segmentos demandan también condiciones de pago a las promesas de los bonos, mientras que el gobernador celebra la compra de un equipo de futbol y la cuantiosa inversión en un estadio del primer mundo.

Durante el trayecto, por otras latitudes pero en el mismo tema, en que se movió la curva epidemiológica que trajo repercusiones sociales al traducirse en violencia contra médicos, enfermeras y sus auxiliares, fue muy eficaz la intervención de la diputada del Partido Sinaloense, Angélica Díaz de Cuén.

Propuso duplicar los castigos a quienes agredieran a los trabajadores de la Salud. Curiosamente ello mostró rápidos efectos en la entidad, porque bajó la intensidad de los ataques tanto verbales como físicos.

Aspecto que no se erradicó en otros lugares del país, en los que continuamente se registraron casos directos en los que discriminaron a los profesionales de la medicina.

De tal forma que a una parte de la clase trabajadora, tuvo que disfrazarse por el temor a que la atropellarán en su humanidad.



Entre los fantasmas del apuro y la desconfianza que acechan a la sociedad empezó a regresar a la “nueva normalidad” una parte de los sectores económicos que no alcanzan a ver la suya en Sinaloa, pero entre los de condición más precaria resalta la lucha que mantienen desde el inicio de la contingencia, aquellos que no pueden darse el lujo de elegir entre los dos miedos: el de morirse a causa de la enfermedad o de la angustia que ocasiona el hambre.

Los restauranteros abrieron sus puertas a los primeros clientes y con todas las medidas preventivas, avizoraron signos muy tenues que reactiven su economía. Cuentan con un patrimonio que requerirá de inyecciones de dinero vía crédito o de la venta probable de bienes accesorios para obtener dinero.

Sin embargo, Rolando Galindo, joven padre de Culiacán que presta sus servicios como mesero en fiestas y reuniones, la aparición del peligroso coronavirus le quitó sorpresivamente la posibilidad de “vivir a diario”.

El contagio de la emergencia, lo acorraló temporalmente en su casa, cuando las probabilidades de recibir apoyo se diluyeron. Los amigos se acabaron de momento y aún contra toda recomendación, llamado o convocatoria, salió por fuerza a la calle a buscar el sustento.

A emplearse de lo que fuera en el mercado de abastos o en cualesquier otro lugar. Y de lo que cayera.

No le tocó el privilegio de ser empleado de gobierno y de gozar del pago mediante depósito bancario. De usar el retorno para acabar con el fastidio social.

Fue ejemplo viviente de centenares y de miles de casos que no pudieron quedarse en sus viviendas hasta que pasara la pandemia, que misteriosamente se prolonga hasta octubre y a las que los especialistas, afirman que afectará por años tanto a los asentamientos humanos citadinos como del campo.

Ni podrá aminorar deambular por las plazas u otros lugares a “fregados de siempre”, los diagnósticos del subsecretario de Salud federal, Hugo López Gatell de que los brotes colectivos se desatarán entre la población.

Para ellos no hay para donde ir. No habrá ese mañana que la mayoría espera impaciente, cuando su apremio es tener qué comer y no lo encuentra.

Los otros casos simbólicos de la pandemia.

En el primer cuadro de la ciudad es simbólico el otro caso. Los comerciantes y los locatarios del Mercado Gustavo Garmendia se tramaron en una disputa contra el Ayuntamiento que anunció la reapertura de esos negocios y luego se echó para atrás, porque no dio paso a los compradores.

En otros puntos del estado, las movilizaciones de empleados de los diferentes segmentos demandan también condiciones de pago a las promesas de los bonos, mientras que el gobernador celebra la compra de un equipo de futbol y la cuantiosa inversión en un estadio del primer mundo.

Durante el trayecto, por otras latitudes pero en el mismo tema, en que se movió la curva epidemiológica que trajo repercusiones sociales al traducirse en violencia contra médicos, enfermeras y sus auxiliares, fue muy eficaz la intervención de la diputada del Partido Sinaloense, Angélica Díaz de Cuén.

Propuso duplicar los castigos a quienes agredieran a los trabajadores de la Salud. Curiosamente ello mostró rápidos efectos en la entidad, porque bajó la intensidad de los ataques tanto verbales como físicos.

Aspecto que no se erradicó en otros lugares del país, en los que continuamente se registraron casos directos en los que discriminaron a los profesionales de la medicina.

De tal forma que a una parte de la clase trabajadora, tuvo que disfrazarse por el temor a que la atropellarán en su humanidad.