/ lunes 18 de mayo de 2020

Los números que causan vacío al Estado

Es indudable que al gobernador Quirino Ordaz Coppel no le van los números uno y nueve cuando se aparejan. A la crisis social que le sacude su gabinete, la numerología que le trajo la emergencia, lo reenvía a la fatídica circunstancia que le develó un gran vacío de autoridad en uno de los sucesos anteriores.

De esas condiciones, que llenan siempre los espacios más vulnerables por la fuerza de la delincuencia organizada.

El 20 de septiembre del 2018 por la mañana, comenzó a caer una lluvia atípica que inundó la capital sinaloense y que perjudicó a otros municipios. Fue espantosa.

Eran los efectos de la tormenta que nació un día antes y que los especialistas la nombraron como la 19-E. El fenómeno natural que le dejó tres mujeres muertas en Culiacán, inundaciones y daños por donde quiera. Ese acontecimiento colapsó temporalmente el gobierno que preside el mazatleco.

A la desorganizada labor de rescate y auxilio, se le desencadenó la corrupción que se expresó en la repartición de colchones podridos y malolientes. Una ola de malestar y reclamos ciudadanos agolpó al Gobierno del Estado.

Y rápidamente integrantes de los grupos delincuenciales, aparecieron al cien por hora. Distribuyeron despensas alimenticias y les repusieron los artículos con los que la autoridad “les jugó el dedo en la boca”, a los damnificados.

Aparte de que quienes andan fuera de la legalidad lo presumieron, los beneficiarios se encargaron de dar las gracias públicamente. A través de las redes sociales les multiplicaron los aplausos.

En la etapa del coronavirus, la historia se repitió.

La pandemia que se impuso con el numeral Covid-19, colocó a la administración pública estatal “contra pared”. De nuevo la urgencia de las medidas preventivas para proteger la salud de los sinaloenses, los llamados y las advertencias, impusieron ambientes de desasosiego.

A los daños colaterales de la actual contingencia, le abonó más drama la intervención de esas mismas organizaciones.

Ante la falta de capacidad de maniobra del sistema gubernamental sinaloense para dotar de dinero o comida, o simplemente entrar al rescate de los sectores más pobres, los enviados de los segmentos que se mueven al margen de las normas, comenzaron a distribuir productos que integran la canasta básica.

La gente los recibió de buena gana y les lanzó elogios, porque les cubrieron los huecos que las instancias formales, no quisieron o no pudieron subsanar.

Y el Día del Niño, la gente desoyó las recomendaciones institucionales y se aglomeró en pizzerías y pastelerías.

En contra parte, el 10 de mayo los pobladores obedecieron calladamente la disposición o amenaza que inundó las páginas de internet y que acalambró a casi todos, pero forzó el control de la muchedumbre:

“Pegar tablazos a quienes no atendieran el “toque de queda” que la delincuencia organizada “decretó” para el Día de las Madres, como castigo, funcionó aparentemente con más eficacia.

Precisamente en esta época del Covid-19 que trae consigo, sin lugar a dudas, el 19. Numeral que se reeditó como en la tormenta 19-E.

El virus que azota al STASE.

Como en honor al coronavirus que se clava con sus puntas contagiosas al cuerpo humano, Gabriel Ballardo Valdez aprovechó el ataque de la pandemia para seguir “a lomo del caballo” en la silla de la secretaría general del Sindicato de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado. Sabe que ya se le venció el plazo desde el 2 de mayo, pero montar en las ilegalidades es su vicio de siempre. Es como un virus que ataca a la clase trabajadora.

Es indudable que al gobernador Quirino Ordaz Coppel no le van los números uno y nueve cuando se aparejan. A la crisis social que le sacude su gabinete, la numerología que le trajo la emergencia, lo reenvía a la fatídica circunstancia que le develó un gran vacío de autoridad en uno de los sucesos anteriores.

De esas condiciones, que llenan siempre los espacios más vulnerables por la fuerza de la delincuencia organizada.

El 20 de septiembre del 2018 por la mañana, comenzó a caer una lluvia atípica que inundó la capital sinaloense y que perjudicó a otros municipios. Fue espantosa.

Eran los efectos de la tormenta que nació un día antes y que los especialistas la nombraron como la 19-E. El fenómeno natural que le dejó tres mujeres muertas en Culiacán, inundaciones y daños por donde quiera. Ese acontecimiento colapsó temporalmente el gobierno que preside el mazatleco.

A la desorganizada labor de rescate y auxilio, se le desencadenó la corrupción que se expresó en la repartición de colchones podridos y malolientes. Una ola de malestar y reclamos ciudadanos agolpó al Gobierno del Estado.

Y rápidamente integrantes de los grupos delincuenciales, aparecieron al cien por hora. Distribuyeron despensas alimenticias y les repusieron los artículos con los que la autoridad “les jugó el dedo en la boca”, a los damnificados.

Aparte de que quienes andan fuera de la legalidad lo presumieron, los beneficiarios se encargaron de dar las gracias públicamente. A través de las redes sociales les multiplicaron los aplausos.

En la etapa del coronavirus, la historia se repitió.

La pandemia que se impuso con el numeral Covid-19, colocó a la administración pública estatal “contra pared”. De nuevo la urgencia de las medidas preventivas para proteger la salud de los sinaloenses, los llamados y las advertencias, impusieron ambientes de desasosiego.

A los daños colaterales de la actual contingencia, le abonó más drama la intervención de esas mismas organizaciones.

Ante la falta de capacidad de maniobra del sistema gubernamental sinaloense para dotar de dinero o comida, o simplemente entrar al rescate de los sectores más pobres, los enviados de los segmentos que se mueven al margen de las normas, comenzaron a distribuir productos que integran la canasta básica.

La gente los recibió de buena gana y les lanzó elogios, porque les cubrieron los huecos que las instancias formales, no quisieron o no pudieron subsanar.

Y el Día del Niño, la gente desoyó las recomendaciones institucionales y se aglomeró en pizzerías y pastelerías.

En contra parte, el 10 de mayo los pobladores obedecieron calladamente la disposición o amenaza que inundó las páginas de internet y que acalambró a casi todos, pero forzó el control de la muchedumbre:

“Pegar tablazos a quienes no atendieran el “toque de queda” que la delincuencia organizada “decretó” para el Día de las Madres, como castigo, funcionó aparentemente con más eficacia.

Precisamente en esta época del Covid-19 que trae consigo, sin lugar a dudas, el 19. Numeral que se reeditó como en la tormenta 19-E.

El virus que azota al STASE.

Como en honor al coronavirus que se clava con sus puntas contagiosas al cuerpo humano, Gabriel Ballardo Valdez aprovechó el ataque de la pandemia para seguir “a lomo del caballo” en la silla de la secretaría general del Sindicato de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado. Sabe que ya se le venció el plazo desde el 2 de mayo, pero montar en las ilegalidades es su vicio de siempre. Es como un virus que ataca a la clase trabajadora.