/ viernes 31 de diciembre de 2021

Las Telarañas del Cine Gringo

A dos semanas de su estreno, “Spider-Man: No Way Home”, se ha convertido en la película más taquillera de todos los tiempos. En doce días se embolsó nada menos que mil millones de dólares en su exhibición mundial. Con todo y pandemia, en México la han visto más de seis millones de espectadores; hasta golpes hubo en el estreno. Pero no todo lo que brilla es oro. Si bien ha sido un fenómeno mundial y un negociazo para quienes pusieron el billete para producirla, la nueva cinta del director Jon Watts, es predecible e innecesariamente larga

Cualquier película hecha por los estudios Marvel es antes que nada una película de acción. Sí, de acción, entendida desde la mirada gringa. O sea: madrazos al por mayor, explosiones y un sonido estrujante que hace vibrar la sala de cine de tal modo, que parece que se va a venir abajo. En el caso Spider-Man: No Way Home, los productores y los guionistas, además de “acción” decidieron agregarle a la trama su dosis de humor. Bueno, algo parecido. El resultado es que a lo largo del novelón -¡de casi dos horas y media!- por todos lados surge algún chistorete o ironía que se supone debería hacernos reír. Es esa clase de sentido del humor (medio mamón) surgido de la comedia de situación gringa (sitcom). Lo vemos en series tipo “Friends” o “The Big Bang Theory”. Eso sí, a la hora de ponerse dramático, el director no escatima en mostrarnos a un Peter Parker consternado, pero muy contenido en su dolor. Apenas se permite una lagrimita y una carita de puchero. Muy distinto al temperamento de los personajes del cine latinoamericano, donde a la menor provocación estalla la chilladera.

Detrás de la telaraña

Como cabría esperarse, la historia de “Spider-Man: No Way Home” ocurre en la ciudad de Nueva York. Es entre sus rascacielos y la Estatua de la Libertad donde se hace la machaca. En esta entrega se nos propone una trama sencilla disfrazada de culebrón (de alguna manera tenían que cubrir los 148 minutos de metraje). Resulta que por azares del destino y del guión, nuestro héroe, un Peter Parker medio nerd (basta ver a su mejor amigo y a su novia) es descubierto públicamente como el hombre que se esconde detrás del traje del hombre araña. Ante la balconeada masiva, Parker toma la dura decisión de pedirle un paro al doctor Strange (Benedict Cumberbatch). Le pide casi nada, sólo que use su poderosa magia de brujo mayor para hacer que los neoyorquinos olviden que Parker es el famoso hombre araña. En el momento en que el doctor Strange se encuentra realizando los pases mágicos para complacer las puntadas de Parker, la indecisión de éste provoca que el conjuro se malogre. De manera que en vez de que la identidad del hombre araña sea borrada de un plumazo de las mentes de los neoyorquinos, inesperadamente se abre un portal que conduce a un “multiuniverso”, de donde surgen cinco supervillanos (enemigos acérrimos del hombre araña), los cuales irrumpen en el mundo real. Pero no vienen solos, casi a la par, también emergen los dos hombres araña que protagonizaron las cintas anteriores de la saga. Por si algo nos faltaba.

Entre telarañas salidas de quién sabe dónde, sombrerazos y círculos de fuego, “Spider-Man: No Way Home” se mantiene fiel al discurso bélico de los gringos, ese que dice que un fin noble y políticamente correcto justifica cualquier medio que se requiera para conseguirlo, aunque en el intento halla que destruir todo aquello (bueno y malo) que pueda representar un obstáculo. De tal suerte que no debería sobresaltarnos el hecho de ver el cielo de Nueva York envuelto en llamas, o que uno de sus puentes quede hecho pedazos, después de que Parker y el Doctor Octopus (Alfred Molina) se avientan un tirito en el freeway a plena hora pico del tráfico.

En esta fábula de destrucción y pretendidos principios morales (Peter Parker se niega a matar a sus enemigos), los villanos encarnados por actores que ya bordean la tercera edad, son una suerte de representantes de lo caduco e inservible; una metáfora de cómo la juventud se impone a la vejez. En tiempos de la Pandemia esto cobra enorme significado, pues de los millones de muertos que ha habido en todo el mundo, una buena parte son viejos. La secuencia en la que Parker, en plenitud de facultades, termina golpeando salvajemente al Duende Verde (un Willem Dafoe vetusto y cansado) pareciera más un abuso de poder que un tiro machín entre héroe y villano. Y es que la madriza que le ponen al pobre Duende es de antología. Sonaban los raquetazos por toda la sala.

Los Personajes de Marvel

De los demás personajes no hay mucho qué apuntar, son unidimensionales. Dentro de las sub tramas de la cinta cumplen con contarnos que, al igual que todos los adolescentes de las películas gringas, los de ésta se mueren por ir a la universidad. Y poco más. Son comparsa del muchacho chicho. Una comparsa multirracial en la que lo mismo vemos a la actriz y cantante Zendaya interpretando el papel de la novia latina de Parker (Mary Jane), que a un gordo (Jacob Batalon) igual de nerd que Parker, con pinta de filipino, el cual es su mejor amigo.

Cuando ves algo así, te preguntas qué efecto podría llegar a tener el discurso de esa película en el imaginario de los millones y millones de personas que la han visto en una pantalla de cine (sobre todo adolescentes). El impacto ideológico a nivel global es brutal. Bien saben los gringos que es en el cine donde nacen las modas y los estereotipos; donde se acuñan los prejuicios y las fobias; donde se crea una realidad alterna. Y se han encargado de explotarlo como nadie.

¿Será que se pondrá de moda estar esbelto y papirrín (onda metrosexual) al estilo Tom Holland? ¿Habrá llegado el momento de que una nueva generación extermine a los viejos del planeta? ¿Seguiremos arreglando nuestras diferencias a puro madrazo? ¿Cómo saberlo? Mientras tanto, habiendo dólares, todo lo que se puede imaginar se puede crear. Hasta lo más absurdo.

A dos semanas de su estreno, “Spider-Man: No Way Home”, se ha convertido en la película más taquillera de todos los tiempos. En doce días se embolsó nada menos que mil millones de dólares en su exhibición mundial. Con todo y pandemia, en México la han visto más de seis millones de espectadores; hasta golpes hubo en el estreno. Pero no todo lo que brilla es oro. Si bien ha sido un fenómeno mundial y un negociazo para quienes pusieron el billete para producirla, la nueva cinta del director Jon Watts, es predecible e innecesariamente larga

Cualquier película hecha por los estudios Marvel es antes que nada una película de acción. Sí, de acción, entendida desde la mirada gringa. O sea: madrazos al por mayor, explosiones y un sonido estrujante que hace vibrar la sala de cine de tal modo, que parece que se va a venir abajo. En el caso Spider-Man: No Way Home, los productores y los guionistas, además de “acción” decidieron agregarle a la trama su dosis de humor. Bueno, algo parecido. El resultado es que a lo largo del novelón -¡de casi dos horas y media!- por todos lados surge algún chistorete o ironía que se supone debería hacernos reír. Es esa clase de sentido del humor (medio mamón) surgido de la comedia de situación gringa (sitcom). Lo vemos en series tipo “Friends” o “The Big Bang Theory”. Eso sí, a la hora de ponerse dramático, el director no escatima en mostrarnos a un Peter Parker consternado, pero muy contenido en su dolor. Apenas se permite una lagrimita y una carita de puchero. Muy distinto al temperamento de los personajes del cine latinoamericano, donde a la menor provocación estalla la chilladera.

Detrás de la telaraña

Como cabría esperarse, la historia de “Spider-Man: No Way Home” ocurre en la ciudad de Nueva York. Es entre sus rascacielos y la Estatua de la Libertad donde se hace la machaca. En esta entrega se nos propone una trama sencilla disfrazada de culebrón (de alguna manera tenían que cubrir los 148 minutos de metraje). Resulta que por azares del destino y del guión, nuestro héroe, un Peter Parker medio nerd (basta ver a su mejor amigo y a su novia) es descubierto públicamente como el hombre que se esconde detrás del traje del hombre araña. Ante la balconeada masiva, Parker toma la dura decisión de pedirle un paro al doctor Strange (Benedict Cumberbatch). Le pide casi nada, sólo que use su poderosa magia de brujo mayor para hacer que los neoyorquinos olviden que Parker es el famoso hombre araña. En el momento en que el doctor Strange se encuentra realizando los pases mágicos para complacer las puntadas de Parker, la indecisión de éste provoca que el conjuro se malogre. De manera que en vez de que la identidad del hombre araña sea borrada de un plumazo de las mentes de los neoyorquinos, inesperadamente se abre un portal que conduce a un “multiuniverso”, de donde surgen cinco supervillanos (enemigos acérrimos del hombre araña), los cuales irrumpen en el mundo real. Pero no vienen solos, casi a la par, también emergen los dos hombres araña que protagonizaron las cintas anteriores de la saga. Por si algo nos faltaba.

Entre telarañas salidas de quién sabe dónde, sombrerazos y círculos de fuego, “Spider-Man: No Way Home” se mantiene fiel al discurso bélico de los gringos, ese que dice que un fin noble y políticamente correcto justifica cualquier medio que se requiera para conseguirlo, aunque en el intento halla que destruir todo aquello (bueno y malo) que pueda representar un obstáculo. De tal suerte que no debería sobresaltarnos el hecho de ver el cielo de Nueva York envuelto en llamas, o que uno de sus puentes quede hecho pedazos, después de que Parker y el Doctor Octopus (Alfred Molina) se avientan un tirito en el freeway a plena hora pico del tráfico.

En esta fábula de destrucción y pretendidos principios morales (Peter Parker se niega a matar a sus enemigos), los villanos encarnados por actores que ya bordean la tercera edad, son una suerte de representantes de lo caduco e inservible; una metáfora de cómo la juventud se impone a la vejez. En tiempos de la Pandemia esto cobra enorme significado, pues de los millones de muertos que ha habido en todo el mundo, una buena parte son viejos. La secuencia en la que Parker, en plenitud de facultades, termina golpeando salvajemente al Duende Verde (un Willem Dafoe vetusto y cansado) pareciera más un abuso de poder que un tiro machín entre héroe y villano. Y es que la madriza que le ponen al pobre Duende es de antología. Sonaban los raquetazos por toda la sala.

Los Personajes de Marvel

De los demás personajes no hay mucho qué apuntar, son unidimensionales. Dentro de las sub tramas de la cinta cumplen con contarnos que, al igual que todos los adolescentes de las películas gringas, los de ésta se mueren por ir a la universidad. Y poco más. Son comparsa del muchacho chicho. Una comparsa multirracial en la que lo mismo vemos a la actriz y cantante Zendaya interpretando el papel de la novia latina de Parker (Mary Jane), que a un gordo (Jacob Batalon) igual de nerd que Parker, con pinta de filipino, el cual es su mejor amigo.

Cuando ves algo así, te preguntas qué efecto podría llegar a tener el discurso de esa película en el imaginario de los millones y millones de personas que la han visto en una pantalla de cine (sobre todo adolescentes). El impacto ideológico a nivel global es brutal. Bien saben los gringos que es en el cine donde nacen las modas y los estereotipos; donde se acuñan los prejuicios y las fobias; donde se crea una realidad alterna. Y se han encargado de explotarlo como nadie.

¿Será que se pondrá de moda estar esbelto y papirrín (onda metrosexual) al estilo Tom Holland? ¿Habrá llegado el momento de que una nueva generación extermine a los viejos del planeta? ¿Seguiremos arreglando nuestras diferencias a puro madrazo? ¿Cómo saberlo? Mientras tanto, habiendo dólares, todo lo que se puede imaginar se puede crear. Hasta lo más absurdo.