/ jueves 11 de junio de 2020

Las revelaciones de una lucha sin tregua


A causa de que el Covid-19 disparó el número de contagios hacia el punto más elevado del pico de la pandemia en los últimos días, la Comisión Estatal Contra Riesgos Sanitarios de Sinaloa percibió que no hay tiempo para la tregua.

Asumió, como una de las áreas operativas de la Secretaría de Salud sinaloense que se despliega en la calle, que cualquier descuido en la prevención, podría ser fatal para el bienestar colectivo.

¿Por qué?

Porque en esta fase cuando se acomodan las piezas de las actividades económicas y sociales que intentan entran a la etapa de “nueva normalidad”, incrementaron las expectativas en los diagnósticos.

Es un doble desafío el que hay que enfrentar. Jorge Alán Urbina Vidales, titular de la COEPRIS, está consciente de los peligros que impuso la emergencia y que los obligó a levantar la guardia en todos los frentes. En contra y desde hace tres meses a la fecha, personal de ésta recorrió un extenso mapa que cubrió prácticamente todo un territorio neurálgico.

Verificó a lo largo y ancho de la entidad, las condiciones en que operaban sanitariamente, más de mil 308 establecimientos, entre los que se cuentan restaurantes, plantas purificadoras de agua potable, tortillerías, carnicerías, cremerías, supermercados, pescaderías, consultorios médicos, farmacias y hasta hoteles.

En la lucha contra un fenómeno que “cayó de un solo golpe”, ese brazo de la SS, aplicó poco más de 849 protocolos de mitigación y fomento sanitario en contra del coronavirus. Al grado que no pudieron escapar de sus facultades y radio de acción legal, empaques agrícolas, tiendas de autoservicio, centrales de autobuses, unidades del transporte público, penitenciarías y funerarias.

Las cadenas de inspecciones alcanzaron hasta los superes exprés y los asilos de ancianos, donde se presumieron irregularidades, públicamente.

En los operativos, se implementaron medidas de seguridad a 50 locales que se rebelaron a cumplir con las normas y recomendaciones. Para cerrar el círculo, se realizaron 88 monitoreos en el sistema de calidad del agua tanto en hospitales públicos como privados. Además de los llamados a auto protegerse a los ciudadanos, a los patrones, empleados y usuarios de bienes y servicios.

¿Qué significan esos datos?

Aparentemente se observan al primer volteo de cara, como simples cifras frías y mecánicas que respondieron a la fuerza del giro con que se presentó la emergencia.

No obstante, a la COEPRIS le tocó desarrollar una de los papeles vitales: el preventivo, que ocupa en la medicina el primer campo donde se levanta el blindaje o la inmunidad que activa el alerta para impedir el contagio y la propagación de las enfermedades.

Aún con la carga que simbolizan las limitaciones financieras y de estructura laboral. O las humanas, que desde que se declaró el confinamiento, lanzaron un reto abierto para desobedecer a las autoridades.

Ello moldeó un escenario más complejo para la Secretaría de salud de los diferentes niveles.

Solo hay que echar un vistazo a la ventana donde se asomó el comportamiento social, que triplicó una amenaza para todos. En algunos casos, que agredió a los médicos, enfermeras y a sus auxiliares.

Esas intervenciones de una de las instancias de la Secretaría de Salud, son tan reveladoras, que reflejan que muchos de las empresas que se revisaron, funcionaban mal. Que pudieron rebosar los índices del padecimiento a niveles catastróficos en perjuicio de todos.


A causa de que el Covid-19 disparó el número de contagios hacia el punto más elevado del pico de la pandemia en los últimos días, la Comisión Estatal Contra Riesgos Sanitarios de Sinaloa percibió que no hay tiempo para la tregua.

Asumió, como una de las áreas operativas de la Secretaría de Salud sinaloense que se despliega en la calle, que cualquier descuido en la prevención, podría ser fatal para el bienestar colectivo.

¿Por qué?

Porque en esta fase cuando se acomodan las piezas de las actividades económicas y sociales que intentan entran a la etapa de “nueva normalidad”, incrementaron las expectativas en los diagnósticos.

Es un doble desafío el que hay que enfrentar. Jorge Alán Urbina Vidales, titular de la COEPRIS, está consciente de los peligros que impuso la emergencia y que los obligó a levantar la guardia en todos los frentes. En contra y desde hace tres meses a la fecha, personal de ésta recorrió un extenso mapa que cubrió prácticamente todo un territorio neurálgico.

Verificó a lo largo y ancho de la entidad, las condiciones en que operaban sanitariamente, más de mil 308 establecimientos, entre los que se cuentan restaurantes, plantas purificadoras de agua potable, tortillerías, carnicerías, cremerías, supermercados, pescaderías, consultorios médicos, farmacias y hasta hoteles.

En la lucha contra un fenómeno que “cayó de un solo golpe”, ese brazo de la SS, aplicó poco más de 849 protocolos de mitigación y fomento sanitario en contra del coronavirus. Al grado que no pudieron escapar de sus facultades y radio de acción legal, empaques agrícolas, tiendas de autoservicio, centrales de autobuses, unidades del transporte público, penitenciarías y funerarias.

Las cadenas de inspecciones alcanzaron hasta los superes exprés y los asilos de ancianos, donde se presumieron irregularidades, públicamente.

En los operativos, se implementaron medidas de seguridad a 50 locales que se rebelaron a cumplir con las normas y recomendaciones. Para cerrar el círculo, se realizaron 88 monitoreos en el sistema de calidad del agua tanto en hospitales públicos como privados. Además de los llamados a auto protegerse a los ciudadanos, a los patrones, empleados y usuarios de bienes y servicios.

¿Qué significan esos datos?

Aparentemente se observan al primer volteo de cara, como simples cifras frías y mecánicas que respondieron a la fuerza del giro con que se presentó la emergencia.

No obstante, a la COEPRIS le tocó desarrollar una de los papeles vitales: el preventivo, que ocupa en la medicina el primer campo donde se levanta el blindaje o la inmunidad que activa el alerta para impedir el contagio y la propagación de las enfermedades.

Aún con la carga que simbolizan las limitaciones financieras y de estructura laboral. O las humanas, que desde que se declaró el confinamiento, lanzaron un reto abierto para desobedecer a las autoridades.

Ello moldeó un escenario más complejo para la Secretaría de salud de los diferentes niveles.

Solo hay que echar un vistazo a la ventana donde se asomó el comportamiento social, que triplicó una amenaza para todos. En algunos casos, que agredió a los médicos, enfermeras y a sus auxiliares.

Esas intervenciones de una de las instancias de la Secretaría de Salud, son tan reveladoras, que reflejan que muchos de las empresas que se revisaron, funcionaban mal. Que pudieron rebosar los índices del padecimiento a niveles catastróficos en perjuicio de todos.