/ lunes 14 de junio de 2021

Las miserias de los derrotados

Llegó la segunda ola del Tsunami. Arrasó con lo poco que dejo el primero. En el 2018 muchos de los damnificados de las toneladas de agua transformadoras que cayeron sobre sus cabezas se refugiaron en gobierno del estado de Sinaloa o en sus partidos políticos, per, el domingo, el destino regresó por aquellos prófugos de la urna purificadora. El karma regresó a cobrar sus deudas

Las mentes brillantes del PRIANISMO y las mirruñas del PRD decidieron que la mejor estrategia para enfrentar al monstruo MORENISTA era volver a lanzar a los mimos perdedores del 2018. Pensaron que las derrotas poco o nada tenía que ver con ellos y su ineptidud. La derrota siempre fue culpa de un electorado vengativo.

Para los dirigentes del PRI, PAN y PRD el 2018 no era igual que el 2021. Los ciudadanos tenían que joderse con la miasma de candidatos ofertados porque, a juicio de los liliputienses aliancistas, la opción de MORENA ya no era viable; la gente no quería nada con el López Obrador, así que regresarían con la cola entre las patas a votar por el pasado aceptando el error cometido.

Con ego inflado e ideas escasas, los encargados de tomar las decisiones en la alianza subestimaron a los electores. De un portazo cerraron cualquier posibilidad de incorporar a ciudadanos a las candidaturas y creyeron que con dos o tres migajas serían suficientes para convencer de una incursión amplia. Llenaron las boletas de políticos viejos en ideas. Representantes de un régimen que nunca más los mexicanos quieren ver. La posición semiprivilegiado de observar el oleaje del tsunami desde palacio de gobierno impidió que vivieran la desolación en carne propia. Nunca perdieron realmente en él, solo se reacomodaron.

El PRI fue el líder de la alianza. Mario Zamora fue el candidato elegido. Buen tipo con ideas renovadoras, pero auto secuestrado por una pandilla de impresentables que creían sus propias mentiras. Adoptaron a la soberbia como jefa de asesores con un lugar permanente en la mesa de decisiones de la campaña. Sumaron a cuentagotas y alienaron cualquier iniciativa que representara un peligro a su infame influencia con el candidato. Temblaban con la idea que alguien más los desplazara de sus sueños de grandeza auto contemplativa.

El PAN fue un Patiño paupérrimo. Sus dirigentes fueron una mala broma con limitaciones intrínsecas a sus personalidades ambiciosas y pequeñas. Se desgañitaron por el reparto de las plurinominales. Para ellos esa era la elección: lo demás nunca importó. ¡Pluris y ya!. Los órganos del PAN se convirtieron en pepenadores de posiciones: al diablo la clase media y sus vínculos con Acción Nacional. El PAN fue un partido cascajo. Mario confió en extremo en dirigentes que hace mucho dejaron de tener algún nexo con la sociedad. El PAN en Sinaloa es una banda de burócratas partidistas que viven de las sobras de la democracia. No se entiende la altanería de una dirigencia que tiene la estatura de un cono de estacionamiento, con la salvedad que los conos tienen más utilidad.

El PRD cosechó su siembra reciclada. Prefirió apostar por priistas desechados para encabezar las pocas candidaturas que tenía. No recuperaron el registro estatal. La militancia del PRD fue ignorada y la sociedad engañada. Los dirigentes del PRD deambularon como sombras carroñeras en busca de sus prerrogativas perdidas. No son un partido. Son un despojo ideológico.

La segunda ola del Tsunami arrebató el terraplén donde sobrevivían los mediocres. Las grandes catástrofes traen momentos de purificación. Los encargados de tomar decisiones en la alianza se tendrían que ir y pedir disculpas a la sociedad sinaloense por entregar una oposición de calidad. No lo harán. Sus miserias son más grandes. Todavía quedan pedazos de escombros a los cuales aferrase.

Sinaloa necesita nuevas ideas y proyectos opositores. Los perdedores necesitan tablas de salvación. Ambas visiones entrarán en pugna los próximos meses. Seremos testigos de una lucha entre la miseria de los derrotados y la ilusión de los que quieren un cambio; por lo general, las miserias terminan triunfando. Los sinaloenses tienen la última palabra.

Llegó la segunda ola del Tsunami. Arrasó con lo poco que dejo el primero. En el 2018 muchos de los damnificados de las toneladas de agua transformadoras que cayeron sobre sus cabezas se refugiaron en gobierno del estado de Sinaloa o en sus partidos políticos, per, el domingo, el destino regresó por aquellos prófugos de la urna purificadora. El karma regresó a cobrar sus deudas

Las mentes brillantes del PRIANISMO y las mirruñas del PRD decidieron que la mejor estrategia para enfrentar al monstruo MORENISTA era volver a lanzar a los mimos perdedores del 2018. Pensaron que las derrotas poco o nada tenía que ver con ellos y su ineptidud. La derrota siempre fue culpa de un electorado vengativo.

Para los dirigentes del PRI, PAN y PRD el 2018 no era igual que el 2021. Los ciudadanos tenían que joderse con la miasma de candidatos ofertados porque, a juicio de los liliputienses aliancistas, la opción de MORENA ya no era viable; la gente no quería nada con el López Obrador, así que regresarían con la cola entre las patas a votar por el pasado aceptando el error cometido.

Con ego inflado e ideas escasas, los encargados de tomar las decisiones en la alianza subestimaron a los electores. De un portazo cerraron cualquier posibilidad de incorporar a ciudadanos a las candidaturas y creyeron que con dos o tres migajas serían suficientes para convencer de una incursión amplia. Llenaron las boletas de políticos viejos en ideas. Representantes de un régimen que nunca más los mexicanos quieren ver. La posición semiprivilegiado de observar el oleaje del tsunami desde palacio de gobierno impidió que vivieran la desolación en carne propia. Nunca perdieron realmente en él, solo se reacomodaron.

El PRI fue el líder de la alianza. Mario Zamora fue el candidato elegido. Buen tipo con ideas renovadoras, pero auto secuestrado por una pandilla de impresentables que creían sus propias mentiras. Adoptaron a la soberbia como jefa de asesores con un lugar permanente en la mesa de decisiones de la campaña. Sumaron a cuentagotas y alienaron cualquier iniciativa que representara un peligro a su infame influencia con el candidato. Temblaban con la idea que alguien más los desplazara de sus sueños de grandeza auto contemplativa.

El PAN fue un Patiño paupérrimo. Sus dirigentes fueron una mala broma con limitaciones intrínsecas a sus personalidades ambiciosas y pequeñas. Se desgañitaron por el reparto de las plurinominales. Para ellos esa era la elección: lo demás nunca importó. ¡Pluris y ya!. Los órganos del PAN se convirtieron en pepenadores de posiciones: al diablo la clase media y sus vínculos con Acción Nacional. El PAN fue un partido cascajo. Mario confió en extremo en dirigentes que hace mucho dejaron de tener algún nexo con la sociedad. El PAN en Sinaloa es una banda de burócratas partidistas que viven de las sobras de la democracia. No se entiende la altanería de una dirigencia que tiene la estatura de un cono de estacionamiento, con la salvedad que los conos tienen más utilidad.

El PRD cosechó su siembra reciclada. Prefirió apostar por priistas desechados para encabezar las pocas candidaturas que tenía. No recuperaron el registro estatal. La militancia del PRD fue ignorada y la sociedad engañada. Los dirigentes del PRD deambularon como sombras carroñeras en busca de sus prerrogativas perdidas. No son un partido. Son un despojo ideológico.

La segunda ola del Tsunami arrebató el terraplén donde sobrevivían los mediocres. Las grandes catástrofes traen momentos de purificación. Los encargados de tomar decisiones en la alianza se tendrían que ir y pedir disculpas a la sociedad sinaloense por entregar una oposición de calidad. No lo harán. Sus miserias son más grandes. Todavía quedan pedazos de escombros a los cuales aferrase.

Sinaloa necesita nuevas ideas y proyectos opositores. Los perdedores necesitan tablas de salvación. Ambas visiones entrarán en pugna los próximos meses. Seremos testigos de una lucha entre la miseria de los derrotados y la ilusión de los que quieren un cambio; por lo general, las miserias terminan triunfando. Los sinaloenses tienen la última palabra.