Con un guión endiabladamente entretenido e imprevisible, y una de las actuaciones más memorables en la carrera de Bruno Bichir, el 31 de agosto se estrenó en cines Viaje Todo Robado, comedia dramática dirigida Diego Graue. Por fin, una comedia mexicana sólida y entretenida de principio a fin. Un cine de corte comercial que no le pide nada al cine independiente de festivales como Sundance y Tribeca. Una bocanada de aire fresco para el respetable.
Si en algún momento el talón de Aquiles del cine mexicano fue la parte técnica, como la fotografía o el sonido, hoy lo es el guión. Nuestro cine produce películas técnicamente impecables, pero muchas de sus historias nomás no cuajan. Cuando no son aburridas, resultan inverosímiles, o de plano, olvidables. Y de esto ningún género se salva, mucho menos la comedia. Por fortuna, Viaje Todo Robado se aparta de semejantes lastres. Comenzando por que el tipo de comedia agridulce que propone, surge a partir de lo patético que puede resultar cada uno de los Camargo, una familia clasemediera y aspiracionista de Ciudad Satélite (fraccionamiento del Estado de México, colindante con la Ciudad de México), comandada por papá Carlos y su mujer, Lola (Ana Claudia Talancón), una mentirosa compulsiva que además es adicta al bingo.
Carlos es la personificación del Godinez con puesto ejecutivo en alguna empresa de mediano pelo. Esa clase de buen hombre, cariñoso y mediocre, que haría lo que fuera por su familia. Alguien que vive de las apariencias y que por supuesto debe hasta la camiseta. Pero un día la fortuna le sonríe. Sin esperarlo, Carlos encuentra en el baño de la empresa un montón de dinero. En vez de reportar el hallazgo del dinero o de usar lo hallado para pagar sus deudas, Carlos decide que es hora de salir de su insoportable mediocridad. De manera que le propone a la familia irse de shopping a la frontera. Si no alcanza para el avión, para eso está la camioneta familiar, de la cual, por cierto, aún se deben varias mensualidades atrasadas.
Personajes que importan
Si bien el guión no profundiza en los personajes de Charly y Lolita, los hijos del matrimonio, sí que lo hace con Carlos y Lola. Y es ahí donde una trama, hilada prolijamente, lleva la historia al siguiente nivel. A diferencia de lo que ocurre con la mayoría de las comedias mexicanas, en Viaje Todo Robado, los personajes puestos en la pantalla sí que le importan al espectador; éste no sólo se identifica con su idiosincrasia y con las circunstancias que los rodean, sino que también sufre y goza con los reveses que el cabrón destino les tiene preparados. En todo esto, mucho hay de aquellas comedias dramáticas que se hacían en la Época de Oro del cine mexicano, por directores como Gilberto Martínez Solares o Joaquín Pardavé.
El personaje de Carlos es quien se roba el cuento. Ha sido construido con tal esmero (casi teatral), desde su caracterización hasta su manera de hablar, que no sólo resulta entrañable, sino que llega el momento en que es imposible no involucrarse emocionalmente con su fragilidad. La fragilidad de un perdedor. Un wannabe clasemediero, con medio centavo en la cartera, que aunque sufre cada vez que tiene que sacar un billete de dólar para dárselo a la family, se siente orgulloso de verlos cumplir el sueño prometido. ¿Cómo ser indiferente ante un hombre bueno y mediocre, agobiado por las deudas, que lo único que le importa es que su familia sea feliz, al menos mientras duran las vacaciones?
Un guión hilvanado a consciencia
Queda muy claro que tanto los productores como el director no se conformaron con el primer tratamiento del guión, escrito por Diego Graue y Santiago Mohar. Se nota que escribieron y reescribieron, hasta que confeccionaron una historia redonda, donde no hay cabos sueltos ni puntadas sacadas de la manga. Una historia en la que todo tiene un antecedente, de modo que la resolución de los abundantes conflictos aparece de forma natural, pero imprevisible. Y vaya que los conflictos se suceden uno tras otro, aportándole a la cinta una buena dosis de tensión. Siempre está ocurriendo algo que se puede ver en la pantalla y otro tanto que queda en el imaginario del respetable, a modo de trama paralela. Como la bronca que se desata en la empresa donde Carlos chambea, una vez que se descubre que ha ocurrido un robo. Y que además, el propio Carlos es considerado como uno de los sospechosos.
Algo similar ocurre con el vecino judío de los Camargo, un tipo de aspecto imponente, un coleccionista de sables antiguos, quien tiene la peregrina idea de pedirle a Carlos que reciba las llaves de su camioneta recién reparada, mientras el vecino se encuentra de viaje.
Ya con las llaves en su poder y, después de que su propia camioneta ha sido embargada por falta de pago, el canijo de Carlos no tendrá el menor empacho en mentirle a la familia, diciéndoles que el buena gente del vecino les ha prestado su camioneta para que
emprendan la travesía hacia su anhelado shopping. Tras algo así sólo se puede esperar lo inesperado. ¿Y no están hechas de eso las buenas comedias?
Historia universal sabor local
Quizá existan planes por parte de los productores de estrenar la película en mercados como Argentina o España. Si eso ocurre, es muy probable que el éxito la siga; no sería extraño que a partir del guión de Viaje Todo Robado se hicieran secuelas (remakes), tal y como ha ocurrido con algunas comedias argentinas tipo Corazón de León, de la que existen distintas versiones producidas en países como Francia, México y Colombia. Tal vez Viaje Todo Robado no tenga cabida en festivales como Venecia o Cannes, pero sí que haría un buen papel dentro del circuito internacional de festivales de cine independiente.
Si lo que el espectador está esperando ver es una comedia hecha de chistoretes, personajes ñoños y sentimentalismos, Viaje Todo Robado no es su mejor opción. Aquí se trata de un puñado de personajes adorables y no menos sinvergüenzas, que no se detienen ante nada en la búsqueda de su felicidad. Queda para la anécdota el retrato de una típica familia mexicana de clase media; esa familia de güeritos con grandes aspiraciones, que se niega a conformarse con un par de zapatos por persona.