/ viernes 29 de julio de 2022

La voz del cácaro | No fue Caro Quintero. ¿Fue la CIA?

Si la historia que estoy a punto de contar, fuese llevada al cine con unos buenos millones de dólares, de esos que sobran en Hollywood, bien podría llegar a ser una de las consentidas de Netflix. Y es que en este relato, que pareciera arrancado de una novela de Pérez-Reverte, interviene una caterva de personajes fascinantemente sórdidos. Desde Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos, hasta Manuel Bartlett, secretario de Gobernación del presidente Miguel de la Madrid, pasando por Rafael Caro Quintero, el agente de la DEA Enrique Camarena, y un misterioso agente de la CIA con un historial de terror.


El protagonista de este truculento thriller político es nada menos que Enrique Camarena (Kiki Camarena), agente encubierto de la DEA en México, quien fue torturado y asesinado en Guadalajara en 1985. La narrativa oficial, tanto del gobierno mexicano como de Washington, es que Camarena fue levantado por órdenes de Rafael Caro Quintero. Sin embargo, la realidad apunta hacia otro lado. Lo que no se puede negar es que Camarena era un hombre que sabía demasiado, y que además, cometió ese error que suelen cometer muchos gringos: confió ciegamente en su gobierno y en sus instituciones.


En el papel antagónico tenemos a un agente de la CIA de origen cubano, mejor conocido como Félix Rodríguez. Una auténtica joya. Un personaje, que si bien es poco familiar para la memoria colectiva, resulta tan oscuro como el propio Camarena. Entre los encargos hechos a Rodríguez por parte de la CIA, se cuenta la fallida invasión a la Bahía de Cochinos en Cuba, en 1961, así como la captura y asesinato de Ernesto Che Guevara en las montañas bolivianas, en octubre de 1967.


Pero para que esta trama amarre y amarre bien, por supuesto hay que mencionar de nuevo a alguien que sin jalar el gatillo, acabaría cargando con el muerto. Sí. Rafael Caro Quintero, uno de los narcotraficantes mexicanos más poderosos y célebres de todos los tiempos. ¿Qué narcotraficante que se respetara a sí mismo no quería en aquellos momentos parecerse al mero chingón, al Príncipe de Guadalajara?

Pero mientras Caro Quintero se convertía en leyenda, el gobierno mexicano, en contubernio con los gringos y los colombianos, desarrollaban otro guión, un guión digno de una película de James Bond.


La ruta del crack


Todo comenzaba en Colombia, donde se embarcaban las toneladas de cocaína que luego llegaban a tierras mexicanas. Una vez que la merca tenía la bendición del gobierno mexicano, era escoltada por agentes de la Dirección Federal de Seguridad hasta la frontera con Estados Unidos, donde los agentes de la CIA la recibían; luego se dedicaban a distribuir el crack (cocaína en forma de piedra) entre los viciosos de las calles de Los Ángeles. En poco tiempo las calles, no sólo de Los Ángeles, sino de ciudades como Detroit y Nueva York estaban repletas de adictos.


De las ganancias obtenidas, la misma CIA compraba armas y las enviaba de nuevo al sur del continente. Sólo que esta vez las armas iban a dar a manos de los Contras nicaragüenses que pelaban contra el régimen sandinista. Algo que los medios de comunicación de aquella época bautizarían como el escándalo Irán-Contras. Camarena, al igual que el periodista Manuel Buendía, asesinado en 1984, sabían de todo esto; conocían a fondo los tejes y manejes y en cualquier momento podían soltar la sopa. Y la soltaron.


CIA vs DEA


Cuando Camarena fue informado por el piloto aviador, Alfredo Zavala, que en Chihuahua había un rancho conocido como El Búfalo, donde se cultivaban más de quinientas hectáreas de sembradíos de mota, propiedad de Caro Quintero, alertó a la DEA, y ésta le dio el pitazo a la Procuraduría General de la República. Sin más remedio, tanto la PGR como el Ejército Mexicano tuvieron que asestar uno de los golpes más feroces de los que se tengan memoria en contra del narcotráfico; 450 soldados y otros tantos agentes de la DEA llegaron a El Búfalo e incautaron casi diez mil toneladas de mota. En el operativo más de tres mil campesinos fueron detenidos, otros 7 mil lograron escapar.


Meses más tarde, cuando Camarena fue asesinado, el gobierno de Reagan acusó a Caro Quintero de haber sido el autor intelectual y material. Desde la narrativa de Washington todo quedó armado a la perfección. La nota era: Caro Quintero eliminó a Camarena como una venganza por la Operación Búfalo, y por lo tanto, vamos por su cabeza. Si, como se dice, Caro Quintero estuvo presente durante los interrogatorios a los que fue sometido el agente de la DEA antes de ser eliminado, no fue el Príncipe ni su gente, quienes lo secuestraron y terminaron con su vida.


Todo fue orquestado por Félix Rodríguez y la CIA. ¿Por qué? Porque Camarena, que de todo se enteraba, sabía perfectamente que la CIA distribuía cocaína en las calles de Los Ángeles y luego enviaba armas a Nicaragua. Todo con el visto bueno de la Casa Blanca, sí, pero no con el del Senado estadounidense.

Así las cosas, la tormenta que se avecinaba sobre Ronald Reagan y los daños que ésta podría causarle, amenazaban con hundir a su gobierno; un gobierno que para ese momento contaba con una alta aprobación por parte de los votantes. Alguien tenía que ser sacrificado para que el establishment se mantuviera. Y ése fue el Kiki Camarena.


Coproducción México-USA


Hace poco, durante una mañanera, le preguntaron al presidente si el gobierno mexicano estaría dispuesto a que Manuel Bartlett, actual director de la CFE, pudiera “colaborar” en el caso Caro Quintero. El presidente hizo uno de sus ademanes (de esos que hace cuando me lo agarran curva) y pidió no adelantar vísperas. Luego, como por arte de magia, cambió el tema y aprovechó para trasmitir su solidaridad a los periodistas que son tratados como paleros por los conservadores. En fin. Así termina la primera parte de este culebrón coproducido entre los gobiernos de México y Estados Unidos. Falta ver la secuela, la cual apenas comienza. Seguro se va a poner buena. Ya se sabe que cuando la realidad supera a la ficción, los asombros están garantizados.






Si la historia que estoy a punto de contar, fuese llevada al cine con unos buenos millones de dólares, de esos que sobran en Hollywood, bien podría llegar a ser una de las consentidas de Netflix. Y es que en este relato, que pareciera arrancado de una novela de Pérez-Reverte, interviene una caterva de personajes fascinantemente sórdidos. Desde Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos, hasta Manuel Bartlett, secretario de Gobernación del presidente Miguel de la Madrid, pasando por Rafael Caro Quintero, el agente de la DEA Enrique Camarena, y un misterioso agente de la CIA con un historial de terror.


El protagonista de este truculento thriller político es nada menos que Enrique Camarena (Kiki Camarena), agente encubierto de la DEA en México, quien fue torturado y asesinado en Guadalajara en 1985. La narrativa oficial, tanto del gobierno mexicano como de Washington, es que Camarena fue levantado por órdenes de Rafael Caro Quintero. Sin embargo, la realidad apunta hacia otro lado. Lo que no se puede negar es que Camarena era un hombre que sabía demasiado, y que además, cometió ese error que suelen cometer muchos gringos: confió ciegamente en su gobierno y en sus instituciones.


En el papel antagónico tenemos a un agente de la CIA de origen cubano, mejor conocido como Félix Rodríguez. Una auténtica joya. Un personaje, que si bien es poco familiar para la memoria colectiva, resulta tan oscuro como el propio Camarena. Entre los encargos hechos a Rodríguez por parte de la CIA, se cuenta la fallida invasión a la Bahía de Cochinos en Cuba, en 1961, así como la captura y asesinato de Ernesto Che Guevara en las montañas bolivianas, en octubre de 1967.


Pero para que esta trama amarre y amarre bien, por supuesto hay que mencionar de nuevo a alguien que sin jalar el gatillo, acabaría cargando con el muerto. Sí. Rafael Caro Quintero, uno de los narcotraficantes mexicanos más poderosos y célebres de todos los tiempos. ¿Qué narcotraficante que se respetara a sí mismo no quería en aquellos momentos parecerse al mero chingón, al Príncipe de Guadalajara?

Pero mientras Caro Quintero se convertía en leyenda, el gobierno mexicano, en contubernio con los gringos y los colombianos, desarrollaban otro guión, un guión digno de una película de James Bond.


La ruta del crack


Todo comenzaba en Colombia, donde se embarcaban las toneladas de cocaína que luego llegaban a tierras mexicanas. Una vez que la merca tenía la bendición del gobierno mexicano, era escoltada por agentes de la Dirección Federal de Seguridad hasta la frontera con Estados Unidos, donde los agentes de la CIA la recibían; luego se dedicaban a distribuir el crack (cocaína en forma de piedra) entre los viciosos de las calles de Los Ángeles. En poco tiempo las calles, no sólo de Los Ángeles, sino de ciudades como Detroit y Nueva York estaban repletas de adictos.


De las ganancias obtenidas, la misma CIA compraba armas y las enviaba de nuevo al sur del continente. Sólo que esta vez las armas iban a dar a manos de los Contras nicaragüenses que pelaban contra el régimen sandinista. Algo que los medios de comunicación de aquella época bautizarían como el escándalo Irán-Contras. Camarena, al igual que el periodista Manuel Buendía, asesinado en 1984, sabían de todo esto; conocían a fondo los tejes y manejes y en cualquier momento podían soltar la sopa. Y la soltaron.


CIA vs DEA


Cuando Camarena fue informado por el piloto aviador, Alfredo Zavala, que en Chihuahua había un rancho conocido como El Búfalo, donde se cultivaban más de quinientas hectáreas de sembradíos de mota, propiedad de Caro Quintero, alertó a la DEA, y ésta le dio el pitazo a la Procuraduría General de la República. Sin más remedio, tanto la PGR como el Ejército Mexicano tuvieron que asestar uno de los golpes más feroces de los que se tengan memoria en contra del narcotráfico; 450 soldados y otros tantos agentes de la DEA llegaron a El Búfalo e incautaron casi diez mil toneladas de mota. En el operativo más de tres mil campesinos fueron detenidos, otros 7 mil lograron escapar.


Meses más tarde, cuando Camarena fue asesinado, el gobierno de Reagan acusó a Caro Quintero de haber sido el autor intelectual y material. Desde la narrativa de Washington todo quedó armado a la perfección. La nota era: Caro Quintero eliminó a Camarena como una venganza por la Operación Búfalo, y por lo tanto, vamos por su cabeza. Si, como se dice, Caro Quintero estuvo presente durante los interrogatorios a los que fue sometido el agente de la DEA antes de ser eliminado, no fue el Príncipe ni su gente, quienes lo secuestraron y terminaron con su vida.


Todo fue orquestado por Félix Rodríguez y la CIA. ¿Por qué? Porque Camarena, que de todo se enteraba, sabía perfectamente que la CIA distribuía cocaína en las calles de Los Ángeles y luego enviaba armas a Nicaragua. Todo con el visto bueno de la Casa Blanca, sí, pero no con el del Senado estadounidense.

Así las cosas, la tormenta que se avecinaba sobre Ronald Reagan y los daños que ésta podría causarle, amenazaban con hundir a su gobierno; un gobierno que para ese momento contaba con una alta aprobación por parte de los votantes. Alguien tenía que ser sacrificado para que el establishment se mantuviera. Y ése fue el Kiki Camarena.


Coproducción México-USA


Hace poco, durante una mañanera, le preguntaron al presidente si el gobierno mexicano estaría dispuesto a que Manuel Bartlett, actual director de la CFE, pudiera “colaborar” en el caso Caro Quintero. El presidente hizo uno de sus ademanes (de esos que hace cuando me lo agarran curva) y pidió no adelantar vísperas. Luego, como por arte de magia, cambió el tema y aprovechó para trasmitir su solidaridad a los periodistas que son tratados como paleros por los conservadores. En fin. Así termina la primera parte de este culebrón coproducido entre los gobiernos de México y Estados Unidos. Falta ver la secuela, la cual apenas comienza. Seguro se va a poner buena. Ya se sabe que cuando la realidad supera a la ficción, los asombros están garantizados.