/ viernes 29 de septiembre de 2023

La voz del cácaro | Heroico

Entre morbo y grandes expectativas llegó a la cartelera la película que se decía que balconeaba al Ejército Mexicano. Fiel al estilo del cine de Michel Franco, productor de la cinta, Heroico es cine independiente, dirigido por David Zonana, en el que los abusos y la violencia dentro del Colegio Militar son el hilo conductor de una historia que no llega a ningún lado. Personajes huraños, unas cuantas locaciones y pocos diálogos, algunos memorables; eso es lo que se consiguió a partir de una idea que pudo haber ido mucho más lejos. Aun así encierra una tremenda lección.

La idea de retratar los abusos y vejaciones a los que se ve expuesto un cadete de recién ingreso a un colegio miliar no es nueva. Ya en 1985 el director peruano José Lombardi, estrenó La Ciudad y los Perros, una adaptación de la novela homónima del escritor Mario Vargas Llosa. En su momento la cinta de Lombardi impresionó a la crítica especializada en festivales como el de Cannes y, sobre todo en el de San Sebastián, donde ganó el premio al Mejor Director.

Por su parte, Heroico, ya ha estado en festivales como Sundance y se llevó el premio Mezcal en el Festival de Internacional de Cine de Guadalajara. Heroico es una de esas películas de festival. Pensada y hecha para agradar sobre todo a un jurado, antes que al público. Pocos diálogos; actuaciones sin estridencias (todos los personajes hablan bajito cuidándose de expresar apenas sus emociones); una puesta en cámara casi teatral y sin cortes; un personaje protagónico que no es actor profesional… En fin. Un cine con el sello del productor Michel Franco. Ese cine que ha sabido hallar su buena clientela en Europa, entre una audiencia que se regodea al mirar a Latinoamérica como una especie de zoológico, repleto de criaturas exóticas y feroces, donde cualquier barbaridad puede ocurrir.

No todo lo que brilla es oro

El inicio de Heroico se avizora prometedor. En una escena que hace recordar películas como Cara de Guerra (Stanley Kubrick, USA, 1987), un cadete de grado superior, conocido como Sierra, le lee la cartilla a un grupo de “potros” (reclutas de nuevo ingreso) recién llegados al Colegio Militar. Aunque el personaje de Sierra dista mucho de poseer la ferocidad del mítico sargento Hartman, aquel que en Cara de Guerra humilla hasta la degradación a un pobre recluta que tiene la desgracia de caer bajo sus órdenes, el espectador de Heroico supone que lo que viene se va a poner bueno. Pero lo que viene es una colección de anécdotas, unas más crudas que otras, en las que Luis, el protagonista de la historia, tiene que tolerar distintos abusos por parte de Sierra y su banda de cadetes malandrines, so pena de ser echado del Colegio Militar y perder el derecho al seguro médico, el cual permite que su madre (una mujer que más pareciera su hermana) sea atendida de diabetes. De ahí en fuera, Luis no tiene otro objetivo en la vida. Ni en la película.

Con ello el protagónico se percibe como un personaje plano y distante. Resulta mucho más interesante el personaje de Sierra, el villano del cuento. Un cuento cuyo guión se torna repetitivo y que a veces abusa de las licencias creativas, como presentar al Centro Ceremonial Otomí del Estado de México como si fueran las instalaciones del Colegio Militar de Tlalpan. ¿Qué pasó? Diera la impresión de que Heroico se rodó con poco tiempo y con los mínimos recursos; aspectos técnicos como la iluminación, el sonido y la dirección de arte quedan a deber en algunos momentos. Eso sí, la violencia mostrada en la pantalla no dista mucho del cine setentero y sanguinolento del director mexicano Felipe Cazals (e.p.d.).

Más allá de la ficción


Per más allá de los altibajos de Heroico como una película de ficción, su mérito es que por primera vez en México alguien se atreve a mostrar, aunque sea de una manera parcial, el lado oscuro del Colegio Militar. Un mundo opresivo y feroz, donde se “forman” nuestros futuros soldados; pero no la tropa, sino los altos mandos. Aquellos que algún día se convertirán en generales, y que tendrán la tremenda responsabilidad de comandar un ejército con decenas de miles de efectivos.

¿Pero en la vida real cómo podría un cadete de ese Colegio Militar sobrevivir bajo condiciones tan adversas? Sólo siendo servil con sus superiores. Es la única forma de capotear la tormenta y no salir tan raspado. El problema es que ese servilismo, disfrazado de lealtad, a la larga termina por engendrar frustración y un enorme resentimiento. Así que cuando ese general, nacido en el Colegio Militar, se ve con un pedazo de poder y la posibilidad de cobrarse las afrentas recibidas a lo largo de su carrera en la milicia, se torna abusivo y arrogante.

Por eso vemos a nuestros Secretarios de la Defensa con el uniforme tapizado de condecoraciones y medallas. Por eso viajan y viven como si fueran multimillonarios. Por eso nunca se revelan ante los caprichos y desatinos de un presidente, que les regresa el favor de su servilismo, entregándoles miles de millones de pesos y la administración de cuantas instituciones se le vienen a la cabeza, sin pedirles cuentas.

Con tal comodidad y tan pocas exigencias, ni siquiera en una película de ficción se podría esperar que nuestra Guardia Nacional, conformada por militares, pudiera triunfar en su eterna guerra contra los malandros. El presidente, ese que siendo candidato, solía arremeter contra el Ejército Mexicano, hoy le tiembla la voz de emoción cada vez que en sus discursos declara que ese ejército es el “pueblo uniformado”. En efecto, el pueblo es quien conforma la tropa de nuestro ejército; pero aquellos que lo dirigen, los machuchones, distan mucho de vivir como lo hace esa tropa. Y es que en un ejército donde los generales son ricos y la tropa es pobre, hay mucho de Heroico en eso de ser un simple soldado.

Entre morbo y grandes expectativas llegó a la cartelera la película que se decía que balconeaba al Ejército Mexicano. Fiel al estilo del cine de Michel Franco, productor de la cinta, Heroico es cine independiente, dirigido por David Zonana, en el que los abusos y la violencia dentro del Colegio Militar son el hilo conductor de una historia que no llega a ningún lado. Personajes huraños, unas cuantas locaciones y pocos diálogos, algunos memorables; eso es lo que se consiguió a partir de una idea que pudo haber ido mucho más lejos. Aun así encierra una tremenda lección.

La idea de retratar los abusos y vejaciones a los que se ve expuesto un cadete de recién ingreso a un colegio miliar no es nueva. Ya en 1985 el director peruano José Lombardi, estrenó La Ciudad y los Perros, una adaptación de la novela homónima del escritor Mario Vargas Llosa. En su momento la cinta de Lombardi impresionó a la crítica especializada en festivales como el de Cannes y, sobre todo en el de San Sebastián, donde ganó el premio al Mejor Director.

Por su parte, Heroico, ya ha estado en festivales como Sundance y se llevó el premio Mezcal en el Festival de Internacional de Cine de Guadalajara. Heroico es una de esas películas de festival. Pensada y hecha para agradar sobre todo a un jurado, antes que al público. Pocos diálogos; actuaciones sin estridencias (todos los personajes hablan bajito cuidándose de expresar apenas sus emociones); una puesta en cámara casi teatral y sin cortes; un personaje protagónico que no es actor profesional… En fin. Un cine con el sello del productor Michel Franco. Ese cine que ha sabido hallar su buena clientela en Europa, entre una audiencia que se regodea al mirar a Latinoamérica como una especie de zoológico, repleto de criaturas exóticas y feroces, donde cualquier barbaridad puede ocurrir.

No todo lo que brilla es oro

El inicio de Heroico se avizora prometedor. En una escena que hace recordar películas como Cara de Guerra (Stanley Kubrick, USA, 1987), un cadete de grado superior, conocido como Sierra, le lee la cartilla a un grupo de “potros” (reclutas de nuevo ingreso) recién llegados al Colegio Militar. Aunque el personaje de Sierra dista mucho de poseer la ferocidad del mítico sargento Hartman, aquel que en Cara de Guerra humilla hasta la degradación a un pobre recluta que tiene la desgracia de caer bajo sus órdenes, el espectador de Heroico supone que lo que viene se va a poner bueno. Pero lo que viene es una colección de anécdotas, unas más crudas que otras, en las que Luis, el protagonista de la historia, tiene que tolerar distintos abusos por parte de Sierra y su banda de cadetes malandrines, so pena de ser echado del Colegio Militar y perder el derecho al seguro médico, el cual permite que su madre (una mujer que más pareciera su hermana) sea atendida de diabetes. De ahí en fuera, Luis no tiene otro objetivo en la vida. Ni en la película.

Con ello el protagónico se percibe como un personaje plano y distante. Resulta mucho más interesante el personaje de Sierra, el villano del cuento. Un cuento cuyo guión se torna repetitivo y que a veces abusa de las licencias creativas, como presentar al Centro Ceremonial Otomí del Estado de México como si fueran las instalaciones del Colegio Militar de Tlalpan. ¿Qué pasó? Diera la impresión de que Heroico se rodó con poco tiempo y con los mínimos recursos; aspectos técnicos como la iluminación, el sonido y la dirección de arte quedan a deber en algunos momentos. Eso sí, la violencia mostrada en la pantalla no dista mucho del cine setentero y sanguinolento del director mexicano Felipe Cazals (e.p.d.).

Más allá de la ficción


Per más allá de los altibajos de Heroico como una película de ficción, su mérito es que por primera vez en México alguien se atreve a mostrar, aunque sea de una manera parcial, el lado oscuro del Colegio Militar. Un mundo opresivo y feroz, donde se “forman” nuestros futuros soldados; pero no la tropa, sino los altos mandos. Aquellos que algún día se convertirán en generales, y que tendrán la tremenda responsabilidad de comandar un ejército con decenas de miles de efectivos.

¿Pero en la vida real cómo podría un cadete de ese Colegio Militar sobrevivir bajo condiciones tan adversas? Sólo siendo servil con sus superiores. Es la única forma de capotear la tormenta y no salir tan raspado. El problema es que ese servilismo, disfrazado de lealtad, a la larga termina por engendrar frustración y un enorme resentimiento. Así que cuando ese general, nacido en el Colegio Militar, se ve con un pedazo de poder y la posibilidad de cobrarse las afrentas recibidas a lo largo de su carrera en la milicia, se torna abusivo y arrogante.

Por eso vemos a nuestros Secretarios de la Defensa con el uniforme tapizado de condecoraciones y medallas. Por eso viajan y viven como si fueran multimillonarios. Por eso nunca se revelan ante los caprichos y desatinos de un presidente, que les regresa el favor de su servilismo, entregándoles miles de millones de pesos y la administración de cuantas instituciones se le vienen a la cabeza, sin pedirles cuentas.

Con tal comodidad y tan pocas exigencias, ni siquiera en una película de ficción se podría esperar que nuestra Guardia Nacional, conformada por militares, pudiera triunfar en su eterna guerra contra los malandros. El presidente, ese que siendo candidato, solía arremeter contra el Ejército Mexicano, hoy le tiembla la voz de emoción cada vez que en sus discursos declara que ese ejército es el “pueblo uniformado”. En efecto, el pueblo es quien conforma la tropa de nuestro ejército; pero aquellos que lo dirigen, los machuchones, distan mucho de vivir como lo hace esa tropa. Y es que en un ejército donde los generales son ricos y la tropa es pobre, hay mucho de Heroico en eso de ser un simple soldado.