Los juicios del Mayo Zambada y de Genaro García Luna se han convertido en una especie de grotesca serie de suspenso, en la que los protagonistas y sus miserias son usados por los noticiarios y las redes sociales, para vender espacios publicitarios entre su enorme cartera de anunciantes. Dramatismo, violencia y toneladas de morbo. Ahora se habla de que la fiscalía podría pedir la pena de muerte para el Mayo. ¿Qué audiencia podría resistirse a tal bocado?
Es posible que tanto el Mayo como García Luna, en sus momentos de esplendor, y vaya que los tuvieron, jamás hubieran imaginado que la verdadera fama, esa que se lleva hasta el final de los días, la habrían de obtener en la Corte federal de Brooklyn en Nueva York, sentados en el banquillo de los acusados. Sus actos y la ley del karma terminaron por convertirlos en protagonistas involuntarios de una especie de serie de televisión de la vida real.
El pasado miércoles 16 de octubre fue de alto impacto en el rating tanto de las redes como de los noticiarios de televisión, pues fue el día que el temido juez Brian Cogan dictó sentencia en contra de García Luna. Digamos que Cogan no se manchó del todo, nomás le aventó treinta y tantos años en el tambo. Pudo haberle dictado cadena perpetua. Antes de recibir su sentencia, García Luna ya se había chutado cinco años tras las rejas interpretando el personaje que los medios decidieron construir de él. El personaje del ex policía mexicano, corrupto, desalmado y poderoso, que para fortuna de la humanidad y, de los gringos por supuesto, fue alcanzado por el largo brazo de la ley. En pocas palabras, el estereotipo del delincuente latino. Un hombre que, aunque suene increíble, fue condecorado en varias ocasiones por los propios gringos, por ser considerado un aliado excepcional en la guerra contra las drogas.
Cuestión de enfoques
Y lo que es la vida y la “inocencia” de los gringos. Un buen día, como por obra del Espíritu Santo, cayeron en la cuenta de que García Luna, su inestimable aliado, era el mismo diablo. Y entonces sí, lo desconocieron. Y no tuvieron más remedio que meterlo al tambo, luego de que ya había vivido durante siete años en Estados Unidos. Qué distinto habría sido si en vez de posicionar a García Luna como un bad hombre, los medios se hubieran dedicado a exaltar su buena conducta y su generosidad dentro de la cárcel, donde propios y extraños lo consideraban como un preso modelo. Alguien que además de escribir libros y estudiar, era tutor de otros tantos presos, quienes lo admiraban y lo llamaban “amigo” y “confidente”. Pero las buenas intenciones no son noticia ni generan millones de followers. El morbo y los villanos son mejor negocio.
Los Narcos también lloran
Dos días más tarde, el 18 de octubre, con la primera comparecencia del Mayo Zambada en la misma corte federal de Brooklyn y ante el mismo juez Cogan, iniciaría la segunda parte de esta narcoserie de la vida real que titularemos “Los Narcos También Lloran”. Ahora las cosas se han puesto mejor que en los capítulos anteriores, pues los medios se encargaron de darle “un empujoncito” al guión para hacerlo aun más truculento. Digamos que se dieron a la tarea de incorporar un nudo argumental a la historia, que muy pocos esperaban.
Y esto tiene que ver con el rumor que se ha esparcido, como reguero de pólvora, de que la fiscalía podría solicitar la pena de muerte para el Mayo, en caso de ser encontrado culpable por el jurado de Brooklyn. ¿Qué podría resultar más apetecible para una audiencia insaciable, ávida de suspenso y horrores, que la pena de muerte del antihéroe? Por eso no es casualidad que las principales televisoras y periódicos de habla hispana, hayan enviando a sus más avezados reporteros a Nueva York, para hacer la crónica de lo que algunos han llamado, a modo de eslogan publicitario, “el juicio del siglo”.
Y viene lo mejor
Aún falta un buen trecho para que el juez Cogan dicte una sentencia en contra del Mayo. Pero no por eso el suspenso decaerá un solo ápice. Al contrario, pues mientras llega el veredicto de la tremenda Corte, y en tanto el Mayo vaya soltando la sopa, poco a poco irá apareciendo un nuevo elenco, conformado por una serie de villanos y antagonistas de grueso calibre. Gente a la que el Mayo agarró a billetazos y, otra tanta, con la que hizo negocios durante décadas, siempre cobijado por presidentes, gobernadores y políticos mexicanos, al igual que por las autoridades gringas y de otros tantos países. Puro perro grande.
Sí. La segunda parte de “Los Narcos También Lloran” promete grandes sorpresas y muchos sustos. Sobre todo para los políticos mexicanos. Si no, pregúntele al gober.
Allá también se cuecen habas
Lo que extraña es que en el show del narco sólo figuran actores mexicanos. Rara vez vemos o escuchamos que en Estados Unidos, el FBI o la DEA, hayan capturado a algún narco gringo. Como si allá no hubiera cárteles ni mañosos. Como si no hubiera policías y militares, que al igual que los mexicanos, aceptan toda clase de sobornos a cambio de facilitar que el fentanilo o, cualquier otra droga, llegue a las calles para alivianar la adicción de los inocentes viciosos, que no tienen más remedio que ponerse hasta el gorro. Ay, esos mexicanos. Siempre son los malos. Y los gringos las víctimas. Es el cuento que nos ha vendido por décadas en ambos lados de la frontera. Los medios de comunicación, incluyendo al cine de Hollywood, se han encargado de legitimar ese discurso. Por ahora el juez Cogan tiene la sartén por el mango. De él dependerá que el Mayo termine sus días en una prisión de máxima seguridad o condenado a la pena capital. Pero la responsabilidad de Cogan no termina ahí. Antes deberá hacer todo lo que esté en su mano para que el show del narco nunca baje su rating.