/ viernes 5 de agosto de 2022

LA VOZ DEL CÁCARO | El Cine Visto Por Quienes Ponen el Varo


Algunos invierten su dinero en producir una película con la esperanza de hacer el negocio de sus vidas. Para otros el ego y el hambre de fama son mucho más importantes que el dinero. Para otros más, apostarle lo mucho o poco que tienen al cine es algo así como una necesidad, la necesidad de decir algo. En cualquiera de los casos, quien pone el dinero también aporta otras tantas cosas al proyecto. Entre ellas, su propia ideología, su visión del mundo, sus valores. ¿El cine es de quien lo paga?

“Me gusta el guión, pero las chichis y la nalgas no las veo por ningún lado. Tu película debe tener chichis y nalgas, eso es lo que vende. Es lo que le gusta al mexicano. No importa si es de la clase jodida o es papirrín, al mexicano le gusta ver carnita”. Algo así me dijo el distribuidor después de que leyó el guión que le entregué. ¿Y cómo no escuchar sus sabias recomendaciones, si estaba a punto de darme la no despreciable cantidad de cuarenta mil dólares como un adelanto de distribución del filme?

Eso fue por la mañana. Por la noche me reuní con uno de los posibles inversores de la película. Después de unos whiskies, ya entrado en calor, me la soltó: “Me gustó el guión, está chingona la historia. Pero como que le hacen falta madrazos, digo yo. Claro que tú eres el director y el guionista. Tú sabes más. Pero si yo fuera tú, le metería a la historia una persecución en coche y unos buenos plomazos. Nos falta adrenalina. Ahí tienes Amores Perros, de Iñárritu. Es un drama, pero hay acción. A los mexicanos nos gusta ver sangre”.

Dos días más tarde voy a ver a otro de los tiradores. Se supone que va a aportar algo así como cuarenta por ciento del presupuesto de la película. Estamos cenando. Me dice de pronto: “Ya leí tu guión. Está muy bonita la historia. Tiene sus cosas que yo creo que ya se irán puliendo. ¿Sabes para qué se presta una historia así? Para hablar de Dios. Es la historia perfecta para hablar de Dios. Imagínate que de pronto hubiera un milagro dentro de la película. A uno de los personajes le ocurre un milagro. Imagínate a Diego, el personaje principal, no cree en Dios, pero le ocurre un milagro. A los mexicanos nos gustan los milagros. No habría que moverle mucho al guión.

Algunas escenas nada más. Yo creo que habría que explorar la posibilidad”. Como quien dice: reescribe por enésima vez el maldito guión, y ya que lo hayas reescrito, me lo mandas.

El reflejo de lo que somos

En 2021 el cine mexicano produjo una cantidad inusitada de películas: 259 para ser exactos. Pero no todas se estrenaron en salas de cine, solamente 70. La más taquillera fue una comedia romántica: El Mesero (Raúl Martínez, 2021). Fue vista por más de un millón de espectadores. La trama no es muy compleja: un tipo joven, guapo y simpático, que se gana la vida mesereando en un lujoso restaurante, de pronto usa sus atributos físicos y su color de piel para hacerse pasar por un “niño bien”; con ello consigue que unos clientes del restaurante, que por supuesto son ricos, le aflojen una lana para hacer un negocio.

Guste o no, la historia descrita, además de retratar a una sociedad como la mexicana, expresa en sí misma una ideología, un punto de vista particular del mundo, por parte aquellos que pusieron los millones de pesos para que el proyecto se hiciera realidad. Si tuviéramos que describirlos, tomando como referencia exclusivamente lo que nos dejan ver en la pantalla, bien podríamos decir que se trata de inversores de mentalidad fresona y clasista, que lo último a lo que le apostarían sería a financiar una película políticamente incorrecta. En El Mesero no hay sexo duro, ni violencia, mucho menos se escuchan frases o críticas en contra del gobierno. Inclusive, el sentido del humor, obedece a una visión de clase, donde el albur y la picardía, tan comunes entre la chairiza, son sustituidas por la ironía y las situaciones “chuscas”, sacadas del recetario fifí.


Sacándole la sopa al inversor (el famoso “inversionista”)


-HR: ¿En cuántas películas has puesto dinero?

-INV: En dos.

-HR: ¿Cuál es el género de las películas?

-INV: Comedia.

-HR: ¿Por qué comedia?

-INV: Ahí hay menos riesgo de perder dinero.

-HR: ¿Ya recuperaste lo que invertiste en tus dos películas?

-HR: Si lo ves en términos de lana, no, no he recuperado mi inversión. Pero no todo es la lana; la experiencia de hacer una película, el aprendizaje, está cabrón. Las películas lo cambian a uno.

-HR: ¿Por eso le inviertes, no te importa que el cine sea un negocio de riesgo?

-INV: Sí me importa. Mira, como negocio, el cine es muy interesante. Y si quieres pegarle, como en cualquier negocio, tienes que aprender. No basta con ser el inversionista, el que pone la lana, tienes que aprender y especializarte. Tienes que ver cine. Mucho. Es tu negocio. Tienes que entender cómo funciona la industria. Tienes que aprender a juzgar un guión; no sólo un guión, un proyecto. ¡En dónde vas a poner tu dinero!

-HR: ¿Qué tanto te importa el guión, eres de lo que se mete con el guión?

-INV: En la primera película que fui de coproductor, no opiné mucho del guión. Pero ya con la experiencia, vas aprendiendo. Ahora sí, cuando veo que el guionista o el director salen con sus jaladas, sí les digo.

-HR: ¿Qué dirías que hay de ti en las películas a las que les has invertido dinero?

-INV: Creo que está mi neurosis y mis miedos; pero también está mi pinche ego.

-HR: ¿Te gusta que te llamen “productor”?

-INV: ¿Tú qué crees? “¡Sin miedo al éxito, papá!”

¿Opinará lo mismo alguien que invierte en producir películas de arte? Habría que preguntarle. Lo cierto es que aquel que pone su dinero en un negocio como el cine, donde existen altas probabilidades de que ese dinero nunca sea recuperado, merece un Oscar. O por lo menos un aplauso.



Algunos invierten su dinero en producir una película con la esperanza de hacer el negocio de sus vidas. Para otros el ego y el hambre de fama son mucho más importantes que el dinero. Para otros más, apostarle lo mucho o poco que tienen al cine es algo así como una necesidad, la necesidad de decir algo. En cualquiera de los casos, quien pone el dinero también aporta otras tantas cosas al proyecto. Entre ellas, su propia ideología, su visión del mundo, sus valores. ¿El cine es de quien lo paga?

“Me gusta el guión, pero las chichis y la nalgas no las veo por ningún lado. Tu película debe tener chichis y nalgas, eso es lo que vende. Es lo que le gusta al mexicano. No importa si es de la clase jodida o es papirrín, al mexicano le gusta ver carnita”. Algo así me dijo el distribuidor después de que leyó el guión que le entregué. ¿Y cómo no escuchar sus sabias recomendaciones, si estaba a punto de darme la no despreciable cantidad de cuarenta mil dólares como un adelanto de distribución del filme?

Eso fue por la mañana. Por la noche me reuní con uno de los posibles inversores de la película. Después de unos whiskies, ya entrado en calor, me la soltó: “Me gustó el guión, está chingona la historia. Pero como que le hacen falta madrazos, digo yo. Claro que tú eres el director y el guionista. Tú sabes más. Pero si yo fuera tú, le metería a la historia una persecución en coche y unos buenos plomazos. Nos falta adrenalina. Ahí tienes Amores Perros, de Iñárritu. Es un drama, pero hay acción. A los mexicanos nos gusta ver sangre”.

Dos días más tarde voy a ver a otro de los tiradores. Se supone que va a aportar algo así como cuarenta por ciento del presupuesto de la película. Estamos cenando. Me dice de pronto: “Ya leí tu guión. Está muy bonita la historia. Tiene sus cosas que yo creo que ya se irán puliendo. ¿Sabes para qué se presta una historia así? Para hablar de Dios. Es la historia perfecta para hablar de Dios. Imagínate que de pronto hubiera un milagro dentro de la película. A uno de los personajes le ocurre un milagro. Imagínate a Diego, el personaje principal, no cree en Dios, pero le ocurre un milagro. A los mexicanos nos gustan los milagros. No habría que moverle mucho al guión.

Algunas escenas nada más. Yo creo que habría que explorar la posibilidad”. Como quien dice: reescribe por enésima vez el maldito guión, y ya que lo hayas reescrito, me lo mandas.

El reflejo de lo que somos

En 2021 el cine mexicano produjo una cantidad inusitada de películas: 259 para ser exactos. Pero no todas se estrenaron en salas de cine, solamente 70. La más taquillera fue una comedia romántica: El Mesero (Raúl Martínez, 2021). Fue vista por más de un millón de espectadores. La trama no es muy compleja: un tipo joven, guapo y simpático, que se gana la vida mesereando en un lujoso restaurante, de pronto usa sus atributos físicos y su color de piel para hacerse pasar por un “niño bien”; con ello consigue que unos clientes del restaurante, que por supuesto son ricos, le aflojen una lana para hacer un negocio.

Guste o no, la historia descrita, además de retratar a una sociedad como la mexicana, expresa en sí misma una ideología, un punto de vista particular del mundo, por parte aquellos que pusieron los millones de pesos para que el proyecto se hiciera realidad. Si tuviéramos que describirlos, tomando como referencia exclusivamente lo que nos dejan ver en la pantalla, bien podríamos decir que se trata de inversores de mentalidad fresona y clasista, que lo último a lo que le apostarían sería a financiar una película políticamente incorrecta. En El Mesero no hay sexo duro, ni violencia, mucho menos se escuchan frases o críticas en contra del gobierno. Inclusive, el sentido del humor, obedece a una visión de clase, donde el albur y la picardía, tan comunes entre la chairiza, son sustituidas por la ironía y las situaciones “chuscas”, sacadas del recetario fifí.


Sacándole la sopa al inversor (el famoso “inversionista”)


-HR: ¿En cuántas películas has puesto dinero?

-INV: En dos.

-HR: ¿Cuál es el género de las películas?

-INV: Comedia.

-HR: ¿Por qué comedia?

-INV: Ahí hay menos riesgo de perder dinero.

-HR: ¿Ya recuperaste lo que invertiste en tus dos películas?

-HR: Si lo ves en términos de lana, no, no he recuperado mi inversión. Pero no todo es la lana; la experiencia de hacer una película, el aprendizaje, está cabrón. Las películas lo cambian a uno.

-HR: ¿Por eso le inviertes, no te importa que el cine sea un negocio de riesgo?

-INV: Sí me importa. Mira, como negocio, el cine es muy interesante. Y si quieres pegarle, como en cualquier negocio, tienes que aprender. No basta con ser el inversionista, el que pone la lana, tienes que aprender y especializarte. Tienes que ver cine. Mucho. Es tu negocio. Tienes que entender cómo funciona la industria. Tienes que aprender a juzgar un guión; no sólo un guión, un proyecto. ¡En dónde vas a poner tu dinero!

-HR: ¿Qué tanto te importa el guión, eres de lo que se mete con el guión?

-INV: En la primera película que fui de coproductor, no opiné mucho del guión. Pero ya con la experiencia, vas aprendiendo. Ahora sí, cuando veo que el guionista o el director salen con sus jaladas, sí les digo.

-HR: ¿Qué dirías que hay de ti en las películas a las que les has invertido dinero?

-INV: Creo que está mi neurosis y mis miedos; pero también está mi pinche ego.

-HR: ¿Te gusta que te llamen “productor”?

-INV: ¿Tú qué crees? “¡Sin miedo al éxito, papá!”

¿Opinará lo mismo alguien que invierte en producir películas de arte? Habría que preguntarle. Lo cierto es que aquel que pone su dinero en un negocio como el cine, donde existen altas probabilidades de que ese dinero nunca sea recuperado, merece un Oscar. O por lo menos un aplauso.