/ lunes 30 de mayo de 2022

La viruela del mono, indicios del traslape infeccioso

Conforme las sociedades se modernizan, se observan cambios significativos en los patrones de las principales causas de enfermedad y muerte. La teoría de la “transición epidemiológica” descrita en 1917, expone cómo los cambios demográficos, políticos, sociales y sus interacciones contribuyen en el tiempo a una reducción en la mortalidad causada por las enfermedades infecto-contagiosas y un aumento progresivo de mortalidad como consecuencias de las enfermedades crónica-degenerativas.


Recordemos como en el transcurso de la primera mitad del siglo XX, la población estaba expuesta a los riesgos propios de un país sub-desarrollado en aspectos sociales y de infraestructura deficiente, caracterizado por mala disposición de excretas, agua para consumo humano de baja calidad, hacinamiento y esquemas de vacunación incompletos.


Posterior a ello, los patrones se han modificado en las formas de vida y han surgido nuevos riesgos de exposición tal como el sedentarismo, estrés, consumo en alimentos de alta densidad energética y alta prevalencia en el consumo de tabaco y drogas, así como la violencia. Lo anterior se traduce en lo que estadísticamente es una realidad, un alto índice de sobrepeso y obesidad, hipertensión arterial y diabetes, factores responsables de gran parte de la carga global de la enfermedad.


Sin embargo, en la actualidad se están produciendo fenómenos complejos que el modelo de 1917, descrito por Omran, no puede integrar. Para muestra un botón, la pandemia del Covid-19 ocasionada por el virus SARS-CoV-2, que actualmente según cifras oficiales, a nivel mundial se tienen un poco más de 524.2 millones de contagios y 6.2 millones de defunciones, lo que indica una tasa de letalidad de 1.2%. Se trata de una infección que surgió a finales del 2019 y que a la fecha atraviesa por un momento crítico para el mundo entero, observándose un comportamiento de repuntes y la aparición de nuevas variantes.


Por otro lado, como se comentó en la columna previa, tenemos la aparición de un tipo de hepatitis infantil aguda, sin conocer aún su causa definitiva. Todo indica con base a las hipótesis planteadas, ser consecuencia de un tipo de infección por adenovirus.

Y ahora otro tipo de infección que mueve los reflectores mundiales, la viruela símica o viruela del mono. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la describe como una zoonosis viral -enfermedad provocada por virus transmitido de los animales a las personas- que ocurre principalmente en selvas tropicales de África Central y Occidental. Su forma de transmisión entre personas se produce por contacto directo con la sangre, los líquidos corporales o las lesiones de la piel o las mucosas de animales infectados.


La enfermedad sintomática cursa con dos periodos clínicos que, generalmente, se autolimitan en dos a cuatro semanas, en los primeros cinco días se caracteriza por fiebre, dolor de cabeza intenso, inflamación de ganglios, dolor de espalda baja y cansancio general y el otro periodo, de erupción cutánea -entre los días uno y tres después del inicio de la fiebre.


No exisite un censo oficial sobre los casos de la viruela símica. Según un portal del BNO News, quien concentra toda la información mundial, después de confirmar el primer caso en Londres el 7 de mayo de 2022, a la fecha se han confirmado 424 casos, se tiene como probables 5 casos y 68 sospechosos, en un total de 28 países, por fortuna ninguna defunción.

México ha confirmado su primer caso el pasado 28 de mayo, en un paciente masculino de 50 años. El Subsecretario de Salud, el Dr. Hugo Lopez- Gatell, menciona a través de un twitt que dicho paciente es residente permanente de la ciudad de Nueva York, quien probablemente se contagió en Holanda, afortunadamente se trata de un caso estable.

Resulta increíble cómo podemos ser objeto de un cambio tan radical al tener en puerta enfermedades infecciosas que en su momento creíamos difíciles de observar en países no endémicos. Pero también es importante mencionar lo que hemos generado como humanidad para que este tipo de infecciones circulen con mayor facilidad en el mundo entero. Sobre este tema, en un artículo publicado el 28 de abril del presente año en la revista Nature, se nos explica muy bien la manera en que el cambio climático remodela la vida en la tierra lo que ocasiona que puede convertirse en el principal impulsor del riesgo de pandemia. Es interesante cómo predicen que entre diferentes especies que comparten virus, serán puntos críticos de riesgo en la propagación durante los próximos 50 años.


Si a lo anterior le agregamos lo que conocemos como “sindemia”, cuando dos o más enfermedades que coexisten en el tiempo y el lugar, interactúan entre sí a nivel biológico y social, tal es el caso de la hipertensión, diabetes, sobrepeso y obesidad, México se convierte en un país con mayor susceptibilidad a enfermedades infecciosas, ya que todo paciente con dichas patologías, se inmunodeprime y se considera un “caldo de cultivo”.


El futuro de la salud dependerá de las respuestas políticas y sociales a los grandes retos de la salud en el siglo XXI. No podemos esperar más, urgen acciones con base a la evidencia científica y la experiencia comparada.

Conforme las sociedades se modernizan, se observan cambios significativos en los patrones de las principales causas de enfermedad y muerte. La teoría de la “transición epidemiológica” descrita en 1917, expone cómo los cambios demográficos, políticos, sociales y sus interacciones contribuyen en el tiempo a una reducción en la mortalidad causada por las enfermedades infecto-contagiosas y un aumento progresivo de mortalidad como consecuencias de las enfermedades crónica-degenerativas.


Recordemos como en el transcurso de la primera mitad del siglo XX, la población estaba expuesta a los riesgos propios de un país sub-desarrollado en aspectos sociales y de infraestructura deficiente, caracterizado por mala disposición de excretas, agua para consumo humano de baja calidad, hacinamiento y esquemas de vacunación incompletos.


Posterior a ello, los patrones se han modificado en las formas de vida y han surgido nuevos riesgos de exposición tal como el sedentarismo, estrés, consumo en alimentos de alta densidad energética y alta prevalencia en el consumo de tabaco y drogas, así como la violencia. Lo anterior se traduce en lo que estadísticamente es una realidad, un alto índice de sobrepeso y obesidad, hipertensión arterial y diabetes, factores responsables de gran parte de la carga global de la enfermedad.


Sin embargo, en la actualidad se están produciendo fenómenos complejos que el modelo de 1917, descrito por Omran, no puede integrar. Para muestra un botón, la pandemia del Covid-19 ocasionada por el virus SARS-CoV-2, que actualmente según cifras oficiales, a nivel mundial se tienen un poco más de 524.2 millones de contagios y 6.2 millones de defunciones, lo que indica una tasa de letalidad de 1.2%. Se trata de una infección que surgió a finales del 2019 y que a la fecha atraviesa por un momento crítico para el mundo entero, observándose un comportamiento de repuntes y la aparición de nuevas variantes.


Por otro lado, como se comentó en la columna previa, tenemos la aparición de un tipo de hepatitis infantil aguda, sin conocer aún su causa definitiva. Todo indica con base a las hipótesis planteadas, ser consecuencia de un tipo de infección por adenovirus.

Y ahora otro tipo de infección que mueve los reflectores mundiales, la viruela símica o viruela del mono. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la describe como una zoonosis viral -enfermedad provocada por virus transmitido de los animales a las personas- que ocurre principalmente en selvas tropicales de África Central y Occidental. Su forma de transmisión entre personas se produce por contacto directo con la sangre, los líquidos corporales o las lesiones de la piel o las mucosas de animales infectados.


La enfermedad sintomática cursa con dos periodos clínicos que, generalmente, se autolimitan en dos a cuatro semanas, en los primeros cinco días se caracteriza por fiebre, dolor de cabeza intenso, inflamación de ganglios, dolor de espalda baja y cansancio general y el otro periodo, de erupción cutánea -entre los días uno y tres después del inicio de la fiebre.


No exisite un censo oficial sobre los casos de la viruela símica. Según un portal del BNO News, quien concentra toda la información mundial, después de confirmar el primer caso en Londres el 7 de mayo de 2022, a la fecha se han confirmado 424 casos, se tiene como probables 5 casos y 68 sospechosos, en un total de 28 países, por fortuna ninguna defunción.

México ha confirmado su primer caso el pasado 28 de mayo, en un paciente masculino de 50 años. El Subsecretario de Salud, el Dr. Hugo Lopez- Gatell, menciona a través de un twitt que dicho paciente es residente permanente de la ciudad de Nueva York, quien probablemente se contagió en Holanda, afortunadamente se trata de un caso estable.

Resulta increíble cómo podemos ser objeto de un cambio tan radical al tener en puerta enfermedades infecciosas que en su momento creíamos difíciles de observar en países no endémicos. Pero también es importante mencionar lo que hemos generado como humanidad para que este tipo de infecciones circulen con mayor facilidad en el mundo entero. Sobre este tema, en un artículo publicado el 28 de abril del presente año en la revista Nature, se nos explica muy bien la manera en que el cambio climático remodela la vida en la tierra lo que ocasiona que puede convertirse en el principal impulsor del riesgo de pandemia. Es interesante cómo predicen que entre diferentes especies que comparten virus, serán puntos críticos de riesgo en la propagación durante los próximos 50 años.


Si a lo anterior le agregamos lo que conocemos como “sindemia”, cuando dos o más enfermedades que coexisten en el tiempo y el lugar, interactúan entre sí a nivel biológico y social, tal es el caso de la hipertensión, diabetes, sobrepeso y obesidad, México se convierte en un país con mayor susceptibilidad a enfermedades infecciosas, ya que todo paciente con dichas patologías, se inmunodeprime y se considera un “caldo de cultivo”.


El futuro de la salud dependerá de las respuestas políticas y sociales a los grandes retos de la salud en el siglo XXI. No podemos esperar más, urgen acciones con base a la evidencia científica y la experiencia comparada.