/ domingo 30 de julio de 2017

“La vida en los trópicos...”

Malecón | Joel Isaías Barraza Verduzco

 

 

 

 

“Carnal, deberías escribir un libro que se llame “Así es la vida en los pinches trópicos”, y no se te olvide decir que la frase es mía. Puedes ponerlo bilingüe:

“Such is life in the fucking tropics.”

Benito Taibo a Paco Ignacio Taibo II.

El Indio Bernal palpa con cuidado el grueso vendaje que lleva al cuello. La envoltura de trapo restringe sus movimientos, así que tiene que girar todo el cuerpo para poder tomar el teléfono de su oficina y hablar por él.

“Diga.”

“Jefe, soy yo.”

“¿Dónde estás?”

“En Dallas, recogiendo a La Italiana. Usted me lo pidió, ¿se acuerda?”

“Ah, sí. Desde que me dispararon no pienso igual.”

“Siento mucho lo que le pasó, jefe. En estos días no se puede ir a ninguna parte sin que algún drogo acelerado aparezca disparando como loco. ¿Cómo se encuentra?”

“Mejor que La Viejona. A donde la mandaron ya no siente nada. Yo vi al nagual, amigo. Lo miré derechito a los ojos y vivo para contarlo. Todavía no lo creo. ¿Cuando llega el vuelo de La Italiana?”

“Tres horas de retraso por mal tiempo en Milán. Reservé una habitación para los dos. Regreso mañana.”

Dos habitaciones, Pablo. Es una mercancía muy valiosa.”

“No pienso tocarla, jefe. Solo creí que sería mejor una habitación, para tenerla más cerca y no perderla de vista.”

“Recuerda que solo tienes un ojo, si deseas conservarlo no toques la mercancía.”

“Claro, jefe, claro. Ni siquiera me ha pasado por la cabeza.”

“Todos tenemos malos pensamientos, Pablo; surgen con la oportunidad. Recuerda que Jacobo, el hermano del Señor, dijo…“Cada uno es tentado por su propio deseo, que lo atrae y lo seduce. Luego, cuando el deseo ha concebido, pare el pecado; y el pecado, una vez consumado, pare la muerte.”

“Está claro.”

“Eso espero. Hasta mañana.”

“Nos vemos entonces, jefe, con la mercancía.”

El Indio Bernal cuelga. El teléfono suena de nuevo. Todavía no lo había soltado.

“Diga.”

“Hola, Indio. Soy Pedro.”

“Pedro, ¿dónde estás?”

“En Las Vegas. Salgo esta noche a Houston, así que nos vemos mañana por la noche, como estaba previsto.”

“Estoy impaciente por verte ¿viene Emilio contigo?”

“Me temo que no. Tiene un asunto en Detroit. Supe que saliste algo raspado en el caliente Culiacán ¿Estás bien?”

El Indio se toca los vendajes en cuello y hombro.

“Sobreviviré.”

“Mujeres y pistolas nunca han combinado bien.”

“Yo creo lo mismo.”

“¿Te he contado alguna vez lo de Sheila, mi segunda esposa, que me despertó un día con el frío cañón de una 45 en la punta de la verga?

“No, que yo recuerde.”

“Sheila descubrió que me tiraba a La Mona, la que después fue mi tercera esposa. Me amenazó con volarme la banana si lo seguía haciendo.”

“Ha chingado.”

“Le juré por la tumba de mi abuela Camelia que ya no lo haría. Y tan pronto como desamartilló le di un golpe en la nariz. Pero cosa chistosa, la que si me dio un tiro en el pie derecho, fue La Mona.”

“¿Tu tercera esposa?”

“Así es. Descubrió que me tiraba a Zulma Chávez, que en esos tiempos bailaba en La Botana.”

“¿Te casaste con ella?”

“¿Con quién, con Zulma?”

“Si.”

“No. Lo hubiera hecho pero la mataron junto a Rafa El Colombiano, en el yate del cartel, hace diez años este día del Señor.”

“Ya recuerdo, Tijuana contra Sinaloa.”

“Tal vez fue lo mejor. Quiero decir, que no me casara con ella. Las mujeres y yo, no lo se. Con el tiempo no nos llevamos bien. Nos vemos mañana, Indio.”

“Hasta mañana, Pedro.”

malecon@live.com.mx

Malecón | Joel Isaías Barraza Verduzco

 

 

 

 

“Carnal, deberías escribir un libro que se llame “Así es la vida en los pinches trópicos”, y no se te olvide decir que la frase es mía. Puedes ponerlo bilingüe:

“Such is life in the fucking tropics.”

Benito Taibo a Paco Ignacio Taibo II.

El Indio Bernal palpa con cuidado el grueso vendaje que lleva al cuello. La envoltura de trapo restringe sus movimientos, así que tiene que girar todo el cuerpo para poder tomar el teléfono de su oficina y hablar por él.

“Diga.”

“Jefe, soy yo.”

“¿Dónde estás?”

“En Dallas, recogiendo a La Italiana. Usted me lo pidió, ¿se acuerda?”

“Ah, sí. Desde que me dispararon no pienso igual.”

“Siento mucho lo que le pasó, jefe. En estos días no se puede ir a ninguna parte sin que algún drogo acelerado aparezca disparando como loco. ¿Cómo se encuentra?”

“Mejor que La Viejona. A donde la mandaron ya no siente nada. Yo vi al nagual, amigo. Lo miré derechito a los ojos y vivo para contarlo. Todavía no lo creo. ¿Cuando llega el vuelo de La Italiana?”

“Tres horas de retraso por mal tiempo en Milán. Reservé una habitación para los dos. Regreso mañana.”

Dos habitaciones, Pablo. Es una mercancía muy valiosa.”

“No pienso tocarla, jefe. Solo creí que sería mejor una habitación, para tenerla más cerca y no perderla de vista.”

“Recuerda que solo tienes un ojo, si deseas conservarlo no toques la mercancía.”

“Claro, jefe, claro. Ni siquiera me ha pasado por la cabeza.”

“Todos tenemos malos pensamientos, Pablo; surgen con la oportunidad. Recuerda que Jacobo, el hermano del Señor, dijo…“Cada uno es tentado por su propio deseo, que lo atrae y lo seduce. Luego, cuando el deseo ha concebido, pare el pecado; y el pecado, una vez consumado, pare la muerte.”

“Está claro.”

“Eso espero. Hasta mañana.”

“Nos vemos entonces, jefe, con la mercancía.”

El Indio Bernal cuelga. El teléfono suena de nuevo. Todavía no lo había soltado.

“Diga.”

“Hola, Indio. Soy Pedro.”

“Pedro, ¿dónde estás?”

“En Las Vegas. Salgo esta noche a Houston, así que nos vemos mañana por la noche, como estaba previsto.”

“Estoy impaciente por verte ¿viene Emilio contigo?”

“Me temo que no. Tiene un asunto en Detroit. Supe que saliste algo raspado en el caliente Culiacán ¿Estás bien?”

El Indio se toca los vendajes en cuello y hombro.

“Sobreviviré.”

“Mujeres y pistolas nunca han combinado bien.”

“Yo creo lo mismo.”

“¿Te he contado alguna vez lo de Sheila, mi segunda esposa, que me despertó un día con el frío cañón de una 45 en la punta de la verga?

“No, que yo recuerde.”

“Sheila descubrió que me tiraba a La Mona, la que después fue mi tercera esposa. Me amenazó con volarme la banana si lo seguía haciendo.”

“Ha chingado.”

“Le juré por la tumba de mi abuela Camelia que ya no lo haría. Y tan pronto como desamartilló le di un golpe en la nariz. Pero cosa chistosa, la que si me dio un tiro en el pie derecho, fue La Mona.”

“¿Tu tercera esposa?”

“Así es. Descubrió que me tiraba a Zulma Chávez, que en esos tiempos bailaba en La Botana.”

“¿Te casaste con ella?”

“¿Con quién, con Zulma?”

“Si.”

“No. Lo hubiera hecho pero la mataron junto a Rafa El Colombiano, en el yate del cartel, hace diez años este día del Señor.”

“Ya recuerdo, Tijuana contra Sinaloa.”

“Tal vez fue lo mejor. Quiero decir, que no me casara con ella. Las mujeres y yo, no lo se. Con el tiempo no nos llevamos bien. Nos vemos mañana, Indio.”

“Hasta mañana, Pedro.”

malecon@live.com.mx

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