/ miércoles 23 de octubre de 2019

La Revolución Méxicana y la sierra de Sinaloa

A partir de los años setenta con Pueblo en vilo de Luis González, la historia regional se constituyó como una corriente historiográfica de amplia influencia en México, aparecieron en el país un sinnúmero de publicaciones cuyo objetivo era hacer una propuesta novedosa y dejar de lado las visiones nacionales un tanto desgastadas. Muchas de estas concibieron a la Revolución Mexicana, no como un movimiento nacional y homogéneo, sino complejo, diverso, sino con hondas raíces y expresiones en las regiones y zonas más apartadas: es el caso de Los Carabineros de Santiago en sierra de Sinaloa.

Las primeras acciones que pusieron de manifiesto este grupo de santiagueños, tuvieron lugar cuando un contingenete de rurales porfiristas se llevaran por la fuerza a muchachos de esos pueblos para incorporarlos a las filas del gobierno. Armados con azadones barras y unas pistolas lograron rescatar a los muchachos de las manos de los rurales. Fue aquel suceso, encabezado por don Eduardo Fernández, Gustavo Medina, Rafael Carrillo, Eligio Samaniego y Martín Elenes, que entonces era un joven de 15 años, el que expresaría su rechazo a lo que consideraban una injusticia del gobierno porfirista.

Poco días después, Martín Elenes fue aprehendido por fuerzas del gobierno, pero lograría fugarse y junto con otros hombres huyen hacia el mineral de Batopilas, Chihuahua, posteriormente emigra a Buenacebí, Durango, donde Narciso Laija, pariente de Martín Elenes, los acomoda a trabajar en una mina de la que era administrador.

Fue a través de este pariente que Martín Elenes conoce a Ramón F. Iturbe, quien entonces se desempeñaba como dependiente en una tienda, en Culiacán y que simpatizaba con las ideas maderistas: a raíz de ese trato entre ambos jóvenes, se entabla una amistad que se fortalecerá durante los viajes de Narciso Laija y Martín a la ciudad de Culiacán, y de esa relación nace la idea de participar en los acontecimientos de 1910. Por ese tiempo, el joven Martín Elenes quien ya había reclutado un pequeño contingente en la sierra de Badiraguato, se une a Ramón F. Iturbe, en la comunidad de Alcoyonqui, luego irá a Las Milpas, enfrentándose a las fuerzas del Coronel Luis G. Morelos.

Estos hombres fueron reclutados por Juan M. Banderas, cuando a fines de 1910 se refugiara en la serranía, donde se escondió de las autoridades, a la vez que buscó quienes se unieran a su causa: “Banderas huyó rumbo a la sierra y se escondió entre los barrancos, no muy lejos de Santiago de Los Caballeros, en un lugar denominado Los Placeres. Allí empezó a reclutar gente.”

De acuerdo con el historiador Saúl Armando Alarcón Amezquita, al referirse al general Juan M. Banderas comenta: “al frente de más o menos trecientos hombres y ante el pueblo todo reunido invitó a la lucha dándole lectura al plan de San Luis Potosí. Los presentes vitorean a Madero, a Banderas y a la revolución, uniéndose muchos de los presentes a las filas revolucionarias, entre ellos los hermanos Eliseo y Ezequiel Quintero de 25 y 22 años”

En esta búsqueda de adeptos se le unió el joven Jesús Caro Iribe. La figura de este personaje, quizá marginal y desconocida dentro del maderismo, resulta ilustrativa en tanto que nos da a conocer un caso de porqué alguien se enrolaba en la Revolución; joven de dieciocho años, el menor de los hombres de una familia de diez hijos, quien poseía algunas cabezas de ganado, una carabina 30 30 y una pistola calibre 44 que había heredado de su padre.

A partir de los años setenta con Pueblo en vilo de Luis González, la historia regional se constituyó como una corriente historiográfica de amplia influencia en México, aparecieron en el país un sinnúmero de publicaciones cuyo objetivo era hacer una propuesta novedosa y dejar de lado las visiones nacionales un tanto desgastadas. Muchas de estas concibieron a la Revolución Mexicana, no como un movimiento nacional y homogéneo, sino complejo, diverso, sino con hondas raíces y expresiones en las regiones y zonas más apartadas: es el caso de Los Carabineros de Santiago en sierra de Sinaloa.

Las primeras acciones que pusieron de manifiesto este grupo de santiagueños, tuvieron lugar cuando un contingenete de rurales porfiristas se llevaran por la fuerza a muchachos de esos pueblos para incorporarlos a las filas del gobierno. Armados con azadones barras y unas pistolas lograron rescatar a los muchachos de las manos de los rurales. Fue aquel suceso, encabezado por don Eduardo Fernández, Gustavo Medina, Rafael Carrillo, Eligio Samaniego y Martín Elenes, que entonces era un joven de 15 años, el que expresaría su rechazo a lo que consideraban una injusticia del gobierno porfirista.

Poco días después, Martín Elenes fue aprehendido por fuerzas del gobierno, pero lograría fugarse y junto con otros hombres huyen hacia el mineral de Batopilas, Chihuahua, posteriormente emigra a Buenacebí, Durango, donde Narciso Laija, pariente de Martín Elenes, los acomoda a trabajar en una mina de la que era administrador.

Fue a través de este pariente que Martín Elenes conoce a Ramón F. Iturbe, quien entonces se desempeñaba como dependiente en una tienda, en Culiacán y que simpatizaba con las ideas maderistas: a raíz de ese trato entre ambos jóvenes, se entabla una amistad que se fortalecerá durante los viajes de Narciso Laija y Martín a la ciudad de Culiacán, y de esa relación nace la idea de participar en los acontecimientos de 1910. Por ese tiempo, el joven Martín Elenes quien ya había reclutado un pequeño contingente en la sierra de Badiraguato, se une a Ramón F. Iturbe, en la comunidad de Alcoyonqui, luego irá a Las Milpas, enfrentándose a las fuerzas del Coronel Luis G. Morelos.

Estos hombres fueron reclutados por Juan M. Banderas, cuando a fines de 1910 se refugiara en la serranía, donde se escondió de las autoridades, a la vez que buscó quienes se unieran a su causa: “Banderas huyó rumbo a la sierra y se escondió entre los barrancos, no muy lejos de Santiago de Los Caballeros, en un lugar denominado Los Placeres. Allí empezó a reclutar gente.”

De acuerdo con el historiador Saúl Armando Alarcón Amezquita, al referirse al general Juan M. Banderas comenta: “al frente de más o menos trecientos hombres y ante el pueblo todo reunido invitó a la lucha dándole lectura al plan de San Luis Potosí. Los presentes vitorean a Madero, a Banderas y a la revolución, uniéndose muchos de los presentes a las filas revolucionarias, entre ellos los hermanos Eliseo y Ezequiel Quintero de 25 y 22 años”

En esta búsqueda de adeptos se le unió el joven Jesús Caro Iribe. La figura de este personaje, quizá marginal y desconocida dentro del maderismo, resulta ilustrativa en tanto que nos da a conocer un caso de porqué alguien se enrolaba en la Revolución; joven de dieciocho años, el menor de los hombres de una familia de diez hijos, quien poseía algunas cabezas de ganado, una carabina 30 30 y una pistola calibre 44 que había heredado de su padre.