/ lunes 16 de mayo de 2022

La inflación, el principal reto económico del momento

Si tomamos en cuenta -con cifras del INEGI 2020- que la edad mediana de la población en México ronda los 30 años, podemos afirmar que cerca de la mitad de los 130 millones de mexicanos actuales no les tocó vivir la crisis inflacionaria de los años ochenta en nuestro país, principalmente gobernada por el expresidente Miguel de la Madrid Hurtado, cuando los precios crecían a dos dígitos pero en un solo mes.

A prácticamente seis de cada 10 mexicanos no les tocó vivir -o estaban muy chicos- esa época, cuando fuimos testigos de la llamada “década perdida”, donde aparte del crecimiento económico promedio cercano a cero, los precios tendieron a crecer más rápido que los salarios, ocasionando una pérdida real del poder adquisitivo de los trabajadores. Para ponerle datos duros al problemón de ese tiempo, basta recordar que la inflación promedio en esa década fue del 70% anual, pero en el año pico de 1987 alcanzó la cifra anual de 159%.

Hoy lamentablemente el fenómeno inflacionario está de vuelta, no en esa magnitud y ciertamente ocasionado principalmente por factores externos: el llamado “shock” de oferta mundial ocasionado la pandemia del Covid-19 y ahora los coletazos a nivel internacional de la guerra en Ucrania, región líder en producción de granos, energéticos y fertilizantes.

Venturosamente, el gobierno federal encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha puesto manos a la obra para mitigar el incremento generalizado de los precios y previa convocatoria al sector empresarial mexicano, ha puesto en marcha el Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC), donde sobre salen las siguientes acciones:

  • Estabilización del precio de la gasolina y diésel.
  • Aumento de la producción de granos.
  • Entrega de fertilizantes.
  • Fortalecimiento de la estrategia de seguridad en carreteras.
  • No incremento de peajes de carreteras.
  • Exención de carta porte.
  • No incremento de tarifas ferroviarias ni de contraprestación por interconexión.
  • Aranceles cero a la importación (durante seis meses) a 21 productos de la canasta básica y cinco insumos estratégicos: harina de maíz, harina de trigo, maíz blanco, sorgo y trigo.
  • Precios de garantía en maíz, frijol, arroz y leche.
  • Del sector privado destaca el compromiso de congelar los precios en los servicios de Telmex y Telcel.

Asimismo, otra institución fundamental del Estado mexicano para combatir la inflación, el Banco de México, ha hecho lo propio incrementando nuevamente el pasado 12 de mayo la tasa de interés en 50 puntos base, para situarla en el 7% y velar por la apreciación del peso mediante el incremento del costo del dinero, principal instrumento de su política monetaria.

Para tomar esta decisión, Banxico comunicó ese día a la opinión pública que técnicamente “La junta de Gobierno evaluó la magnitud y diversidad de los choques que han afectado a la inflación y sus determinantes, así como el riesgo de que se contaminen las expectativas de mediano y largo plazos y la formación de precios. Consideró también los mayores retos ante el apretamiento de las condiciones monetarias y financieras globales, el entorno de acentuada incertidumbre, las mayores presiones inflacionarias asociadas al conflicto geopolítico y al resurgimiento de casos de COVID-19 en China, y la posibilidad de mayores afectaciones al entorno inflacionario.”

Digamos que las dos instituciones claves para combatir la inflación, tanto el gobierno federal (a través de la Secretaría de Hacienda) como el Banco de México, no se han cruzado de brazos y han actuado cumpliendo con sus objetivos y responsabilidades institucionales. Esperemos que en el corto plazo los factores externos aminoren su efecto y motores económicos como la inversión se reactiven a un nivel significativo para recuperar en el menor tiempo posible el nivel de crecimiento económico anual mínimo del 4% que México necesita. Y que los fantasmas socioeconómicos de los ochentas, como la “inflación galopante”, la explosión demográfica y la “crisis de la deuda” externa, se queden sólo como un deja vú o una simple invocación histórica.


Si tomamos en cuenta -con cifras del INEGI 2020- que la edad mediana de la población en México ronda los 30 años, podemos afirmar que cerca de la mitad de los 130 millones de mexicanos actuales no les tocó vivir la crisis inflacionaria de los años ochenta en nuestro país, principalmente gobernada por el expresidente Miguel de la Madrid Hurtado, cuando los precios crecían a dos dígitos pero en un solo mes.

A prácticamente seis de cada 10 mexicanos no les tocó vivir -o estaban muy chicos- esa época, cuando fuimos testigos de la llamada “década perdida”, donde aparte del crecimiento económico promedio cercano a cero, los precios tendieron a crecer más rápido que los salarios, ocasionando una pérdida real del poder adquisitivo de los trabajadores. Para ponerle datos duros al problemón de ese tiempo, basta recordar que la inflación promedio en esa década fue del 70% anual, pero en el año pico de 1987 alcanzó la cifra anual de 159%.

Hoy lamentablemente el fenómeno inflacionario está de vuelta, no en esa magnitud y ciertamente ocasionado principalmente por factores externos: el llamado “shock” de oferta mundial ocasionado la pandemia del Covid-19 y ahora los coletazos a nivel internacional de la guerra en Ucrania, región líder en producción de granos, energéticos y fertilizantes.

Venturosamente, el gobierno federal encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha puesto manos a la obra para mitigar el incremento generalizado de los precios y previa convocatoria al sector empresarial mexicano, ha puesto en marcha el Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC), donde sobre salen las siguientes acciones:

  • Estabilización del precio de la gasolina y diésel.
  • Aumento de la producción de granos.
  • Entrega de fertilizantes.
  • Fortalecimiento de la estrategia de seguridad en carreteras.
  • No incremento de peajes de carreteras.
  • Exención de carta porte.
  • No incremento de tarifas ferroviarias ni de contraprestación por interconexión.
  • Aranceles cero a la importación (durante seis meses) a 21 productos de la canasta básica y cinco insumos estratégicos: harina de maíz, harina de trigo, maíz blanco, sorgo y trigo.
  • Precios de garantía en maíz, frijol, arroz y leche.
  • Del sector privado destaca el compromiso de congelar los precios en los servicios de Telmex y Telcel.

Asimismo, otra institución fundamental del Estado mexicano para combatir la inflación, el Banco de México, ha hecho lo propio incrementando nuevamente el pasado 12 de mayo la tasa de interés en 50 puntos base, para situarla en el 7% y velar por la apreciación del peso mediante el incremento del costo del dinero, principal instrumento de su política monetaria.

Para tomar esta decisión, Banxico comunicó ese día a la opinión pública que técnicamente “La junta de Gobierno evaluó la magnitud y diversidad de los choques que han afectado a la inflación y sus determinantes, así como el riesgo de que se contaminen las expectativas de mediano y largo plazos y la formación de precios. Consideró también los mayores retos ante el apretamiento de las condiciones monetarias y financieras globales, el entorno de acentuada incertidumbre, las mayores presiones inflacionarias asociadas al conflicto geopolítico y al resurgimiento de casos de COVID-19 en China, y la posibilidad de mayores afectaciones al entorno inflacionario.”

Digamos que las dos instituciones claves para combatir la inflación, tanto el gobierno federal (a través de la Secretaría de Hacienda) como el Banco de México, no se han cruzado de brazos y han actuado cumpliendo con sus objetivos y responsabilidades institucionales. Esperemos que en el corto plazo los factores externos aminoren su efecto y motores económicos como la inversión se reactiven a un nivel significativo para recuperar en el menor tiempo posible el nivel de crecimiento económico anual mínimo del 4% que México necesita. Y que los fantasmas socioeconómicos de los ochentas, como la “inflación galopante”, la explosión demográfica y la “crisis de la deuda” externa, se queden sólo como un deja vú o una simple invocación histórica.