/ sábado 11 de julio de 2020

La euforia por el fútbol

“En su vida un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol” Eduardo Galeano


En medio de la pandemia más mortal del milenio nos llegó al puerto una alegría: el balompié. Un gigante de concreto edificado con casi 460 millones de pesos. Ubicado en la periferia norte de la ciudad. Un estadio con capacidad para veinticinco mil personas donde podremos desatar todas nuestras pasiones futboleras cuando pase la contingencia sanitaria. En un futuro no muy lejano nos deleitaremos con la inteligencia, fuerza y resistencia física para defender una portería, dominar un balón, darle dirección a los pases cortos, largos, de media distancia, de cabeza, de tacón, sencillamente esperar el clímax que todo aficionado espera en un partido, el momento justo para ver anotar a su equipo, cantar comunitariamente la palabra “Goooooool” o simplemente llorar o enojarse masivamente porque se ha perdido un juego decisivo.

El costo del estadio, la pérdida del conjunto “Los monarcas”, la mudanza del equipo del Morelia a Mazatlán, del dueño del equipo desató toda una serie de cuestionamientos, críticas hacia el Gobierno del Estado, acompañadas de muchas dudas sobre cómo se generará un sentido de pertenencia ante la génesis de un equipo en una nueva ubicación geográfica para el fútbol mexicano. Algunos artículos periodísticos hacen alusión al monto de la inversión, del descuido de otras áreas vitales en Sinaloa para dar paso al “Kraken”, apodo acuñado para el estadio.

Otras voces emanan discursos más optimistas, pensando en la proyección turística de la ciudad, su impacto y derrama económica. Algunos comentarios con tintes sociológicos van dirigidos a reflexionar sobre los hábitos culturales o gustos del pueblo en materia deportiva porque aseveran que los mazatlecos son beisboleros. Remarcando la devoción de los mazatlecos al equipo de Los Venados.

Escribiré como una fan del más noble deporte del planeta porque para jugarlo se ocupa una pelota, dos piedras y dos personas con ganas de querer jugar. Créame, de haber nacido hombre, todas mis energías las hubiera invertido para formarme de manera profesional en este singular deporte. Nací mujer a mitad de los años setentas donde mi niñez la disfruté jugando con un balón que todo el tiempo estaba ponchado con mi hermano y mi primo quienes llevan los mismos nombres: José Rigoberto. Los Rigos, además de mi profesor de Educación Física del quinto grado de la Escuela Primaria Leona Vicario Vespertina, fomentaron el gusto exquisito en este ser femenino por el fútbol.

Imagínense ser la única niña jugando con puro varón a mitad de la década de ochentas; nuestro país fue sede del mundial del 86, llorar descorazonada cuando perdió la selección nacional en penaltis contra Alemania. Esos hobbies tan “rudos” y “masculinos” generaban un escándalo; llevó a que me pusieran una infinidad de sobrenombres, a tener discusiones en cabezas cerradas porque las chicas “no” debíamos jugar al fútbol.

Nuestro padre intentó varias veces conducirnos por el deporte “correcto” ustedes se imaginaran cual: el beisbol. No negaré nos divertimos mucho con “Don Chepín” en la marisma de Urías jugando por las tardes. Los Rigos pudieron jugar en ligas infantiles en el Club Muralla por su naturaleza masculina, en esa época no existían para niñas, menos para adolescentes.

Esperé veinte años para jugar un partido en una cancha con pasto, ponerme zapatillas de fútbol fue cuando cursé la Licenciatura en Educación Física en la Escuela Normal Superior de Nayarit, un requisito para conocer fundamentos del deporte así como su didáctica para enseñarlo. Ser practicante de Tang Soo Do por casi 18 años; un arte marcial coreano que me demandaba por completo, pues no podía arriesgarme a sufrir una lesión que pudiera anular los torneos y la anhelada cinta negra. Renuncié al gozo que nos deja los deportes de conjunto en ese momento pero regresé al fútbol ocho años después.

En esa época se había anidado una leve melancolía; el fútbol sería uno de los bálsamos que me ayudaría a enfrentar mis depresiones, apoyé al equipo femenil de Las Ballenas del CIAD, un conjunto de grandes mujeres entregadas a la ciencia y la tecnología; el fútbol también me regaló grandes dichas y amistades maravillosas. Ese gusto por patear la pelota la compartiría con mis estudiantes de secundaria en especial con las chicas que se atrevieron a jugar al fútbol donde en la matricula; nuestro género era minoría; ganándose el respeto y admiración de sus compañeros: “Las Lobas Marinas de la Técnica Pesquera 7”, algunas convertidas en madres de familia, mujeres trabajadoras y algunas profesionistas. El nuevo milenio abrió muchas puertas a las mujeres y el fútbol no sería la excepción.

Además queridos lectores; no sólo seremos testigos de la cueva del “Mazatlán Fútbol Club “de varones, sino que también veremos en acción al equipo femenil bajo la dirección deportiva de Jessica Castañeda. Disfrutaremos de la faceta de director técnico a un jugador emblemático en la historia del fútbol nacional como Francisco Palencia “El gatillero”. Vislumbraremos este nacimiento del cómo inyectarán, pasión, pierna, táctica y pensamiento para sumar puntos en el torneo de apertura 2020, más allá del romanticismo de tener un equipo en Sinaloa recordemos que forma parte de esta llamada industria del fútbol. Aquellos que soñábamos en la infancia que Mazatlán tuviera su propia casaca, que fuera protagonista nacional con un equipo de soccer hoy es tangible para sus dos ramas: varonil y femenil.

Este año tan anormal del 2020 nos está brindando a los futboleros de corazón disfrutar del deporte más popular del planeta. Así que este sábado 11 de julio nos pondremos la camiseta morada para apoyar a nuestro equipo de manera virtual. Mientras la afición espera pacientemente conocer al “Kraken” gritar a coro para ser partícipes de la fiesta marismeña del fútbol, porque como expresaría el mismo Eduardo Galeano “jugar sin hinchada es como bailar sin música”. Así que nosotros los “hinchas” somos importante para el vigor y fortalece anímica de un equipo de cualquier nivel.

“En su vida un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol” Eduardo Galeano


En medio de la pandemia más mortal del milenio nos llegó al puerto una alegría: el balompié. Un gigante de concreto edificado con casi 460 millones de pesos. Ubicado en la periferia norte de la ciudad. Un estadio con capacidad para veinticinco mil personas donde podremos desatar todas nuestras pasiones futboleras cuando pase la contingencia sanitaria. En un futuro no muy lejano nos deleitaremos con la inteligencia, fuerza y resistencia física para defender una portería, dominar un balón, darle dirección a los pases cortos, largos, de media distancia, de cabeza, de tacón, sencillamente esperar el clímax que todo aficionado espera en un partido, el momento justo para ver anotar a su equipo, cantar comunitariamente la palabra “Goooooool” o simplemente llorar o enojarse masivamente porque se ha perdido un juego decisivo.

El costo del estadio, la pérdida del conjunto “Los monarcas”, la mudanza del equipo del Morelia a Mazatlán, del dueño del equipo desató toda una serie de cuestionamientos, críticas hacia el Gobierno del Estado, acompañadas de muchas dudas sobre cómo se generará un sentido de pertenencia ante la génesis de un equipo en una nueva ubicación geográfica para el fútbol mexicano. Algunos artículos periodísticos hacen alusión al monto de la inversión, del descuido de otras áreas vitales en Sinaloa para dar paso al “Kraken”, apodo acuñado para el estadio.

Otras voces emanan discursos más optimistas, pensando en la proyección turística de la ciudad, su impacto y derrama económica. Algunos comentarios con tintes sociológicos van dirigidos a reflexionar sobre los hábitos culturales o gustos del pueblo en materia deportiva porque aseveran que los mazatlecos son beisboleros. Remarcando la devoción de los mazatlecos al equipo de Los Venados.

Escribiré como una fan del más noble deporte del planeta porque para jugarlo se ocupa una pelota, dos piedras y dos personas con ganas de querer jugar. Créame, de haber nacido hombre, todas mis energías las hubiera invertido para formarme de manera profesional en este singular deporte. Nací mujer a mitad de los años setentas donde mi niñez la disfruté jugando con un balón que todo el tiempo estaba ponchado con mi hermano y mi primo quienes llevan los mismos nombres: José Rigoberto. Los Rigos, además de mi profesor de Educación Física del quinto grado de la Escuela Primaria Leona Vicario Vespertina, fomentaron el gusto exquisito en este ser femenino por el fútbol.

Imagínense ser la única niña jugando con puro varón a mitad de la década de ochentas; nuestro país fue sede del mundial del 86, llorar descorazonada cuando perdió la selección nacional en penaltis contra Alemania. Esos hobbies tan “rudos” y “masculinos” generaban un escándalo; llevó a que me pusieran una infinidad de sobrenombres, a tener discusiones en cabezas cerradas porque las chicas “no” debíamos jugar al fútbol.

Nuestro padre intentó varias veces conducirnos por el deporte “correcto” ustedes se imaginaran cual: el beisbol. No negaré nos divertimos mucho con “Don Chepín” en la marisma de Urías jugando por las tardes. Los Rigos pudieron jugar en ligas infantiles en el Club Muralla por su naturaleza masculina, en esa época no existían para niñas, menos para adolescentes.

Esperé veinte años para jugar un partido en una cancha con pasto, ponerme zapatillas de fútbol fue cuando cursé la Licenciatura en Educación Física en la Escuela Normal Superior de Nayarit, un requisito para conocer fundamentos del deporte así como su didáctica para enseñarlo. Ser practicante de Tang Soo Do por casi 18 años; un arte marcial coreano que me demandaba por completo, pues no podía arriesgarme a sufrir una lesión que pudiera anular los torneos y la anhelada cinta negra. Renuncié al gozo que nos deja los deportes de conjunto en ese momento pero regresé al fútbol ocho años después.

En esa época se había anidado una leve melancolía; el fútbol sería uno de los bálsamos que me ayudaría a enfrentar mis depresiones, apoyé al equipo femenil de Las Ballenas del CIAD, un conjunto de grandes mujeres entregadas a la ciencia y la tecnología; el fútbol también me regaló grandes dichas y amistades maravillosas. Ese gusto por patear la pelota la compartiría con mis estudiantes de secundaria en especial con las chicas que se atrevieron a jugar al fútbol donde en la matricula; nuestro género era minoría; ganándose el respeto y admiración de sus compañeros: “Las Lobas Marinas de la Técnica Pesquera 7”, algunas convertidas en madres de familia, mujeres trabajadoras y algunas profesionistas. El nuevo milenio abrió muchas puertas a las mujeres y el fútbol no sería la excepción.

Además queridos lectores; no sólo seremos testigos de la cueva del “Mazatlán Fútbol Club “de varones, sino que también veremos en acción al equipo femenil bajo la dirección deportiva de Jessica Castañeda. Disfrutaremos de la faceta de director técnico a un jugador emblemático en la historia del fútbol nacional como Francisco Palencia “El gatillero”. Vislumbraremos este nacimiento del cómo inyectarán, pasión, pierna, táctica y pensamiento para sumar puntos en el torneo de apertura 2020, más allá del romanticismo de tener un equipo en Sinaloa recordemos que forma parte de esta llamada industria del fútbol. Aquellos que soñábamos en la infancia que Mazatlán tuviera su propia casaca, que fuera protagonista nacional con un equipo de soccer hoy es tangible para sus dos ramas: varonil y femenil.

Este año tan anormal del 2020 nos está brindando a los futboleros de corazón disfrutar del deporte más popular del planeta. Así que este sábado 11 de julio nos pondremos la camiseta morada para apoyar a nuestro equipo de manera virtual. Mientras la afición espera pacientemente conocer al “Kraken” gritar a coro para ser partícipes de la fiesta marismeña del fútbol, porque como expresaría el mismo Eduardo Galeano “jugar sin hinchada es como bailar sin música”. Así que nosotros los “hinchas” somos importante para el vigor y fortalece anímica de un equipo de cualquier nivel.

ÚLTIMASCOLUMNAS