/ miércoles 26 de junio de 2019

La endeble soberanía nacional

Los Tratados de Bucarelli, fue un tratado entre México y Estados Unidos, firmado el 10 de agosto de 1923, entre los entonces presidentes Álvaro Obregón y Calvin Coolidge, con el cual se buscaba regularizar la situación de las propiedades e inversiones estadounidenses en México, sobre todo las petroleras. El nombre se debe a que las conversaciones para el tratado tuvieron lugar en un edificio de la calle Bucareli.


El gobierno de los Estados Unidos consideraba que sus intereses estaban siendo lesionados, no sólo cuando ciudadanos de ese país perdieron propiedades en México a raíz del desarrollo de la Revolución, sino también debido a la estatización de la explotación petrolera contemplada en el artículo 27 de la Constitución Mexicana de 1917. Deseaban una compensación por tal situación.


Por otra parte, el gobierno de Álvaro Obregón no era reconocido por los Estados Unidos. Este punto era fundamental, debido a que Obregón consideraba necesaria la inversión extranjera, retrasada ya varios años por causa de los conflictos internos, para poder lograr la prosperidad del país.


De este modo comienzaron las conversaciones para lograr una solución a este conflicto, por lo que se convino en compensar a los colonos que hubiesen perdido propiedades como consecuencia de la Revolución, con ello Obregón logró su objetivo de ser reconocido como presidente por los Estados Unidos.


Este es solo un breve ejemplo de como la política exterior mexicana ha estado siempre condicionada a los caprichos e intereses del vecino del norte, la soberanía nacional queda presente en el discurso desde principios del siglo XIX, cuando José María Morelos y Pavón redacta el documento “Los sentimientos de la Nación” en busca de la unidad nacional al iniciar la guerra de independencia, a lo largo de este siglo, la soberania nacional se muestra endeble, manoseada, golpeada por los interseses de unos pocos y a costa de las consecuencias que afectaron a millones de mexicanos.


Basta recordar la política de insertidumbre llevada a cabo durante la presidencia de Santa Anna, el despojo de más de la mitad del territorio mexicano; las conseciones a inversionistas estadounidesnes durante el porfiriato, el papel de Estados Unidos durante la Revolución Méxicana durante la etapa del gobierno huertista… y la lista es larga.


La soberanía en el discurso de la política mexicana está muy lejos de llevarse a la práctica, eso es un mal histórico del que adolecen nuestros jefes de Estado, el cual se ve reflejada actualmente con una actitud docil, servil y complaciente a pesar de los esfuerzos por legitimar las acciones del gobierno federal por parte de López Obrador, Marcelo Ebrard y compañía, incluyendo a todos los que estuvieron presentes en el evento por la Dignidad y la Amistad con Estados Unidos, celebrado en Tijuana.


Este evento puede entenderse como una estrategia inmediata de legitimación a las acciones en política exterior y los “acuerdos” llevados acabo con Estados Unidos en materia económica y migratoria, aunque también se entendería como un acto desesperado por justificar la histórica dependecia económica y política con el gobierno del Tío Sam.


No hay dignidad ni amistad con ningún país que justifique la simulación de construcción de acuerdos a costa del dolor y la miseria de otros -los migrantes centroamericanos- quienes padecieron la presencia de La Guardia Nacional en la frontera sur y la repatriación de aquellos que anteriormente habian ya iniciado el trámite de asilo político, esto a petición de Estados Unidos como moneda de cambio para echar atrás el aumento de aranceles.


Nada que celebrar, el evento acontecido en Tijuana es un mero acto de sumulación cuyo trasfondo es la subordinación en política internacional ante las presiones de Donald Trump. La soberania nacional sigue siendo agraviada, a pesar e Andres Manuel… La historia todavia nos puede enseñar.

Los Tratados de Bucarelli, fue un tratado entre México y Estados Unidos, firmado el 10 de agosto de 1923, entre los entonces presidentes Álvaro Obregón y Calvin Coolidge, con el cual se buscaba regularizar la situación de las propiedades e inversiones estadounidenses en México, sobre todo las petroleras. El nombre se debe a que las conversaciones para el tratado tuvieron lugar en un edificio de la calle Bucareli.


El gobierno de los Estados Unidos consideraba que sus intereses estaban siendo lesionados, no sólo cuando ciudadanos de ese país perdieron propiedades en México a raíz del desarrollo de la Revolución, sino también debido a la estatización de la explotación petrolera contemplada en el artículo 27 de la Constitución Mexicana de 1917. Deseaban una compensación por tal situación.


Por otra parte, el gobierno de Álvaro Obregón no era reconocido por los Estados Unidos. Este punto era fundamental, debido a que Obregón consideraba necesaria la inversión extranjera, retrasada ya varios años por causa de los conflictos internos, para poder lograr la prosperidad del país.


De este modo comienzaron las conversaciones para lograr una solución a este conflicto, por lo que se convino en compensar a los colonos que hubiesen perdido propiedades como consecuencia de la Revolución, con ello Obregón logró su objetivo de ser reconocido como presidente por los Estados Unidos.


Este es solo un breve ejemplo de como la política exterior mexicana ha estado siempre condicionada a los caprichos e intereses del vecino del norte, la soberanía nacional queda presente en el discurso desde principios del siglo XIX, cuando José María Morelos y Pavón redacta el documento “Los sentimientos de la Nación” en busca de la unidad nacional al iniciar la guerra de independencia, a lo largo de este siglo, la soberania nacional se muestra endeble, manoseada, golpeada por los interseses de unos pocos y a costa de las consecuencias que afectaron a millones de mexicanos.


Basta recordar la política de insertidumbre llevada a cabo durante la presidencia de Santa Anna, el despojo de más de la mitad del territorio mexicano; las conseciones a inversionistas estadounidesnes durante el porfiriato, el papel de Estados Unidos durante la Revolución Méxicana durante la etapa del gobierno huertista… y la lista es larga.


La soberanía en el discurso de la política mexicana está muy lejos de llevarse a la práctica, eso es un mal histórico del que adolecen nuestros jefes de Estado, el cual se ve reflejada actualmente con una actitud docil, servil y complaciente a pesar de los esfuerzos por legitimar las acciones del gobierno federal por parte de López Obrador, Marcelo Ebrard y compañía, incluyendo a todos los que estuvieron presentes en el evento por la Dignidad y la Amistad con Estados Unidos, celebrado en Tijuana.


Este evento puede entenderse como una estrategia inmediata de legitimación a las acciones en política exterior y los “acuerdos” llevados acabo con Estados Unidos en materia económica y migratoria, aunque también se entendería como un acto desesperado por justificar la histórica dependecia económica y política con el gobierno del Tío Sam.


No hay dignidad ni amistad con ningún país que justifique la simulación de construcción de acuerdos a costa del dolor y la miseria de otros -los migrantes centroamericanos- quienes padecieron la presencia de La Guardia Nacional en la frontera sur y la repatriación de aquellos que anteriormente habian ya iniciado el trámite de asilo político, esto a petición de Estados Unidos como moneda de cambio para echar atrás el aumento de aranceles.


Nada que celebrar, el evento acontecido en Tijuana es un mero acto de sumulación cuyo trasfondo es la subordinación en política internacional ante las presiones de Donald Trump. La soberania nacional sigue siendo agraviada, a pesar e Andres Manuel… La historia todavia nos puede enseñar.