/ viernes 11 de septiembre de 2020

La cofradía de los Ocampo y don Ponchín

Los cofrades se juntan, se buscan entre sí, se huelen. Tienen coincidencias, pocas veces discrepan, se sienten el poder detrás del trono. Y suelen ser arrogantes.

Alguien les hizo creer a los hermanos Rigoberto y Renato Ocampo Alcántar, funcionarios de medio pelo en la administración de Quirino Ordaz, que tienen dotes de operadores políticos, y que, en estos tiempos preelectorales, pueden empezar a mover sus piezas para apuntalar una peregrina candidatura en favor de Alfonso Mejía López, secretario de Educación Pública y Cultura de Sinaloa.

Para nadie es un secreto que Don Alfonso Mejía, tío Ponchito, como le gusta ser representado, aspira a una candidatura. Máxima: la gubernatura. Mínima: la alcaldía.

Para nadie es un secreto, también, que como subsecretario Media y Superior, Rigoberto y su hermano Renato, quien ocupa el Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública y desde donde cada mes se desgañita y escupe para arriba tratando de hacer creer a los sinaloenses que la violencia ha disminuido en el estado. Los dos hermanos son los eternos cofrades de los puestos grises de la burocracia priista. Hablar de ellos es hablar de la misma cosa.

Ambos hermanos han destacado más en los últimos meses, en el último año (seguro ya dirán que tienen una trayectoria que los respalda), más por sus declaraciones y escritos machistas estructurales, que por el trabajo real en las dependencias de las que se hacen cargo.

En mayo de 2019, Renato llegó a decir, sin ningún cuidado con la perspectiva de género, que: “De cada 100 gentes en las prisiones, 75 son hijos de madres solteras: son hijos de jovencitas que no midieron las consecuencias y que se embarazaron.”

Convalidar esta estadística, es olvidar que por cada 75 hijos de madres solteras, está una paternidad ausente, una paternidad que no se hizo cargo y una cultura patriarcal que disculpa la ausencia del padre y castiga a la mujer por ejercer su sexualidad. Y eso, Renato no lo sabe porque es claro que no ha leído de perspectiva de género.

Lo mismo en Rigoberto, quien estigmatizó en una columna de opinión, a la madre de un niño victimado. Peor en Rigoberto, quien se dejó llevar por los rumores de que el victimario era el padrastro y no el abuelo, como se asentó en el proceso judicial.

Así, entre ambos funcionarios de pensamiento retrógrado, ahora le han hecho creer a Alfonso Mejía, Don Ponchito, que tener a un director de Comunicación Social como el joven Alfredo Brambila, es allanarle el camino a quien sabe qué idea peregrina de proyecto político, sin antes averiguar los antecedentes.

En la Secretaría de Educación Pública y Cultura, por recomendación de Renato Ocampo Alcántar, contrataron a Alfredo Brambila, un joven que ha ganado premios en oratoria y pertenece a las filas jóvenes del PRI. Pero ese no es su mayor don.

Brambila, quien hasta hace poco era asistente de Renato, fue el que le dio a su todavía jefe Ocampo las cifras de las madres solteras, nota por la cual exudó, como su hermano, toda la misoginia que lo invade y contamina su área laboral. Brambila, por ejemplo, ha sido señalado en redes sociales de homófico por una columna que publicó y posteriormente como violentador de mujeres.

Los cofrades se juntan, tienen un mismo perfil fundamentado en aquel recalcitrante machismo de los clubes de “tobis”. No quisiéramos pensar que Don Poncho es parte de esta cofradía a la cual tan marcadamente pertenecen los hermanos Ocampo, seudointelectuales de un viejo PRI que se quedó con la vieja idea del patriarcado.



Los cofrades se juntan, se buscan entre sí, se huelen. Tienen coincidencias, pocas veces discrepan, se sienten el poder detrás del trono. Y suelen ser arrogantes.

Alguien les hizo creer a los hermanos Rigoberto y Renato Ocampo Alcántar, funcionarios de medio pelo en la administración de Quirino Ordaz, que tienen dotes de operadores políticos, y que, en estos tiempos preelectorales, pueden empezar a mover sus piezas para apuntalar una peregrina candidatura en favor de Alfonso Mejía López, secretario de Educación Pública y Cultura de Sinaloa.

Para nadie es un secreto que Don Alfonso Mejía, tío Ponchito, como le gusta ser representado, aspira a una candidatura. Máxima: la gubernatura. Mínima: la alcaldía.

Para nadie es un secreto, también, que como subsecretario Media y Superior, Rigoberto y su hermano Renato, quien ocupa el Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública y desde donde cada mes se desgañita y escupe para arriba tratando de hacer creer a los sinaloenses que la violencia ha disminuido en el estado. Los dos hermanos son los eternos cofrades de los puestos grises de la burocracia priista. Hablar de ellos es hablar de la misma cosa.

Ambos hermanos han destacado más en los últimos meses, en el último año (seguro ya dirán que tienen una trayectoria que los respalda), más por sus declaraciones y escritos machistas estructurales, que por el trabajo real en las dependencias de las que se hacen cargo.

En mayo de 2019, Renato llegó a decir, sin ningún cuidado con la perspectiva de género, que: “De cada 100 gentes en las prisiones, 75 son hijos de madres solteras: son hijos de jovencitas que no midieron las consecuencias y que se embarazaron.”

Convalidar esta estadística, es olvidar que por cada 75 hijos de madres solteras, está una paternidad ausente, una paternidad que no se hizo cargo y una cultura patriarcal que disculpa la ausencia del padre y castiga a la mujer por ejercer su sexualidad. Y eso, Renato no lo sabe porque es claro que no ha leído de perspectiva de género.

Lo mismo en Rigoberto, quien estigmatizó en una columna de opinión, a la madre de un niño victimado. Peor en Rigoberto, quien se dejó llevar por los rumores de que el victimario era el padrastro y no el abuelo, como se asentó en el proceso judicial.

Así, entre ambos funcionarios de pensamiento retrógrado, ahora le han hecho creer a Alfonso Mejía, Don Ponchito, que tener a un director de Comunicación Social como el joven Alfredo Brambila, es allanarle el camino a quien sabe qué idea peregrina de proyecto político, sin antes averiguar los antecedentes.

En la Secretaría de Educación Pública y Cultura, por recomendación de Renato Ocampo Alcántar, contrataron a Alfredo Brambila, un joven que ha ganado premios en oratoria y pertenece a las filas jóvenes del PRI. Pero ese no es su mayor don.

Brambila, quien hasta hace poco era asistente de Renato, fue el que le dio a su todavía jefe Ocampo las cifras de las madres solteras, nota por la cual exudó, como su hermano, toda la misoginia que lo invade y contamina su área laboral. Brambila, por ejemplo, ha sido señalado en redes sociales de homófico por una columna que publicó y posteriormente como violentador de mujeres.

Los cofrades se juntan, tienen un mismo perfil fundamentado en aquel recalcitrante machismo de los clubes de “tobis”. No quisiéramos pensar que Don Poncho es parte de esta cofradía a la cual tan marcadamente pertenecen los hermanos Ocampo, seudointelectuales de un viejo PRI que se quedó con la vieja idea del patriarcado.