/ sábado 11 de julio de 2020

La Banda Mazatleca de Música de Viento en la Pandemia

¿Un regocijo al alma y al corazón?

Mazatlán es un puerto muy bonito con atributos exclusivos y característicos que le asignan especial identidad. Está poblado de gente buena, amable, pero sobre todo, gente noble y siempre dispuesta.

En este tiempo tan complicado por el que nos encontramos atravesando, se han generado muchos cambios en las actividades habituales del mazatleco. Sabemos ya, el proceder de la escuelas e instituciones educativas, en el que como medida para evitar la convergencia se ha instruido a toda la comunidad estudiantil a cursar sus materias a través de clases -en línea-. Los comercios, han tenido que bajar sus cortinas para cerrar operaciones de manera temporal, otros, de manera definitiva, al no poder sufragar los costos fijos operativos, como renta, sueldos y salarios, entre otros. Y aunque por decreto, se han estado reanudando las actividades comerciales (a partir del 15 de junio unos, 1º de julio otros) por sectores de manera programada y paulatina, el flujo de transacciones comerciales es de un nivel magro, el cual deseamos que poco a poco recobre fuerza para conseguir regenerar y restablecer lo que tanto hace falta: la economía de la familia mazatleca.

Pero, no solo la industria y el comercio se han visto padeciendo las inclemencias de la crisis económica, también el arte. En esta ocasión, me quiero referir exclusivamente -y con especial mención, como un humilde homenaje de un servidor- a la Música de Banda Mazatleca.

La música de banda es un género de la música regional mexicana que existe desde finales del siglo XIX, y posee una fuerte influencia europea en un estilo organológico en la fanfárrea –tanto el estilo como el número de integrantes en la Banda, son sus dos principales características distintivas-, con un repertorio bastante rico y nutrido, que va desde los sones tradicionales, a las rancheras, corridos, baladas románticas, las cumbias, las charangas, los boleros, polkas, valses y mazurkas (la mazurka refiere a la música folclórica). El sonido de la Banda es muy similar al de las bandas de viento francesas, españolas y alemanas.

Aquí, a la Banda se le lleva en el pecho, pues te acompaña en los mejores momentos de tu vida, y se acostumbra a que lo haga en los peores, también. Aquí se ríe con la banda mazatleca y se llora con ella. Y lo tengo que decir de esta manera: está muy adentro del “sistema emocional” del mazatleco.

Contratar los servicios de ésta para amenizarnos la alegría y la dicha, como para acompañarnos en la pena y el dolor, es ya una arraigada costumbre que forma parte de la lista de nuestros consumos. La cerveza, los mariscos y la carne asada, también.

Como dice aquella gran canción de Pedro Infante, de aquel año dorado de 1950: “También de dolor se canta”.

Ante la incertidumbre y la actual crisis económica, contratar a una banda de música dejó de suceder también.

Mientras me encontraba en casa, fui espectador del talento de una de tantas bandas que hay en el puerto, solo que esta vez mi experiencia fue distinta, pues yo no los contraté para que llegaran a mi puerta, tampoco mis vecinos. Mi sorpresa al salir de mi domicilio fue al ver a la banda tocar sus instrumentos mientras caminaban lento por mi calle. Y así, por muchas calles más.

Tocaron varias canciones, entre ellas “Mi linda esposa”, “Entre Candilejas”, “Vuela Paloma”. Esta última, es un tema muy solicitado entre los mazatlecos cuando se nos va alguien, y me refiero al momento del sepulcro, y es desgarradora, pues la letra alude a la libertad del alma que deja un cuerpo ya fallecido.

Un pueblo resiliente que espera, que resiste con fe, con la esperanza del cambio y de un presente digno, en donde quepamos todos.

También tocaron un par de canciones con un poco más de ritmo y de acordes muy alegres; fueron temas muy hermosos que siempre he disfrutado, excepto en esta ocasión. No encontré el gusto, ni eso de saberme bien en la boca, en la conciencia ni en el corazón, pues, no es lo mismo a escuchar la banda en una fiesta o en un restaurante frente al mar. Aquí, se sintió el dolor al comprender las razones de su transitar por las calles, que apuntan y obedecen a la necesidad que prevalece. Hay hambre, hay deseos de estar bien, hay deseos de que los brazos de la tristeza y la angustia dejen de sofocar, pues pareciera ya que se nos acaba la sensatez, el juicio y la cordura.

El puerto también solloza con su música.

A ellos también puedes verles tocando en cruces vehiculares y peatonales, en banquetas, afuera de centros y comercios. Es inevitable no sentir opresión en el corazón y apoyarles, como es inevitable usar una mano para echar unas monedas al botecito que te arrima el músico encargado de hacerlo, y usar la otra para limpiarte una lágrima.

¡Que la empatía nos salve!

El pueblo mazatleco es uno que trabaja fuerte y que cuida de los suyos, que ama y suma esfuerzos en sociedad. Es un pueblo solidario y diligente que apuesta por mejorar su calidad de vida y por sus garantías de un mañana próspero. Este es el brío, esta es la voluntad, este es el orgullo…es el gran orgullo de ser de Mazatlán.

¿Un regocijo al alma y al corazón?

Mazatlán es un puerto muy bonito con atributos exclusivos y característicos que le asignan especial identidad. Está poblado de gente buena, amable, pero sobre todo, gente noble y siempre dispuesta.

En este tiempo tan complicado por el que nos encontramos atravesando, se han generado muchos cambios en las actividades habituales del mazatleco. Sabemos ya, el proceder de la escuelas e instituciones educativas, en el que como medida para evitar la convergencia se ha instruido a toda la comunidad estudiantil a cursar sus materias a través de clases -en línea-. Los comercios, han tenido que bajar sus cortinas para cerrar operaciones de manera temporal, otros, de manera definitiva, al no poder sufragar los costos fijos operativos, como renta, sueldos y salarios, entre otros. Y aunque por decreto, se han estado reanudando las actividades comerciales (a partir del 15 de junio unos, 1º de julio otros) por sectores de manera programada y paulatina, el flujo de transacciones comerciales es de un nivel magro, el cual deseamos que poco a poco recobre fuerza para conseguir regenerar y restablecer lo que tanto hace falta: la economía de la familia mazatleca.

Pero, no solo la industria y el comercio se han visto padeciendo las inclemencias de la crisis económica, también el arte. En esta ocasión, me quiero referir exclusivamente -y con especial mención, como un humilde homenaje de un servidor- a la Música de Banda Mazatleca.

La música de banda es un género de la música regional mexicana que existe desde finales del siglo XIX, y posee una fuerte influencia europea en un estilo organológico en la fanfárrea –tanto el estilo como el número de integrantes en la Banda, son sus dos principales características distintivas-, con un repertorio bastante rico y nutrido, que va desde los sones tradicionales, a las rancheras, corridos, baladas románticas, las cumbias, las charangas, los boleros, polkas, valses y mazurkas (la mazurka refiere a la música folclórica). El sonido de la Banda es muy similar al de las bandas de viento francesas, españolas y alemanas.

Aquí, a la Banda se le lleva en el pecho, pues te acompaña en los mejores momentos de tu vida, y se acostumbra a que lo haga en los peores, también. Aquí se ríe con la banda mazatleca y se llora con ella. Y lo tengo que decir de esta manera: está muy adentro del “sistema emocional” del mazatleco.

Contratar los servicios de ésta para amenizarnos la alegría y la dicha, como para acompañarnos en la pena y el dolor, es ya una arraigada costumbre que forma parte de la lista de nuestros consumos. La cerveza, los mariscos y la carne asada, también.

Como dice aquella gran canción de Pedro Infante, de aquel año dorado de 1950: “También de dolor se canta”.

Ante la incertidumbre y la actual crisis económica, contratar a una banda de música dejó de suceder también.

Mientras me encontraba en casa, fui espectador del talento de una de tantas bandas que hay en el puerto, solo que esta vez mi experiencia fue distinta, pues yo no los contraté para que llegaran a mi puerta, tampoco mis vecinos. Mi sorpresa al salir de mi domicilio fue al ver a la banda tocar sus instrumentos mientras caminaban lento por mi calle. Y así, por muchas calles más.

Tocaron varias canciones, entre ellas “Mi linda esposa”, “Entre Candilejas”, “Vuela Paloma”. Esta última, es un tema muy solicitado entre los mazatlecos cuando se nos va alguien, y me refiero al momento del sepulcro, y es desgarradora, pues la letra alude a la libertad del alma que deja un cuerpo ya fallecido.

Un pueblo resiliente que espera, que resiste con fe, con la esperanza del cambio y de un presente digno, en donde quepamos todos.

También tocaron un par de canciones con un poco más de ritmo y de acordes muy alegres; fueron temas muy hermosos que siempre he disfrutado, excepto en esta ocasión. No encontré el gusto, ni eso de saberme bien en la boca, en la conciencia ni en el corazón, pues, no es lo mismo a escuchar la banda en una fiesta o en un restaurante frente al mar. Aquí, se sintió el dolor al comprender las razones de su transitar por las calles, que apuntan y obedecen a la necesidad que prevalece. Hay hambre, hay deseos de estar bien, hay deseos de que los brazos de la tristeza y la angustia dejen de sofocar, pues pareciera ya que se nos acaba la sensatez, el juicio y la cordura.

El puerto también solloza con su música.

A ellos también puedes verles tocando en cruces vehiculares y peatonales, en banquetas, afuera de centros y comercios. Es inevitable no sentir opresión en el corazón y apoyarles, como es inevitable usar una mano para echar unas monedas al botecito que te arrima el músico encargado de hacerlo, y usar la otra para limpiarte una lágrima.

¡Que la empatía nos salve!

El pueblo mazatleco es uno que trabaja fuerte y que cuida de los suyos, que ama y suma esfuerzos en sociedad. Es un pueblo solidario y diligente que apuesta por mejorar su calidad de vida y por sus garantías de un mañana próspero. Este es el brío, esta es la voluntad, este es el orgullo…es el gran orgullo de ser de Mazatlán.