/ jueves 13 de enero de 2022

Irresponsabilidad

Aunque Agrícola (gran político y militar, conquistador y administrador de Britania) era su suegro, Tácito admiraba la carrera política del militar que a pesar de no contar con las simpatías del déspota y autócrata emperador Domiciano, se supo conducir en sus responsabilidades como un senador honrado y un renombrado comandante, alejado del usual servilismo. Tácito, el eminente historiador y abogado romano, en su Sobre la vida y carácter de Julio Agrícola, recogía la frase dicha por un súbdito britano, cansado de la dominación romana: “A la rapiña, el asesinato y el robo los llaman con nombre falso gobernar, y donde crean un desierto, lo llaman paz”.

A ese mismo desierto nos enfrentamos con la destrucción institucional emprendida por el gobierno en nuestro país, por las mismas razones y por la inmensa irresponsabilidad con que se ha conducido López Obrador y su gobierno.

La responsabilidad es un bien valioso. Ser responsable implica ser consciente de las obligaciones a nuestro cargo y actuar en consecuencia. Actuar con responsabilidad revela también consideración y respeto hacia los demás, en el sentido de que al perseguir los intereses que como individuos nos atañen, nos importan al mismo tiempo los intereses de los otros o por lo menos no dañarlos. La responsabilidad entraña una generosidad y un altruismo que son opuestas al egoísmo y a la soberbia. En la vida personal nos sentimos valiosos si obramos con responsabilidad, así como en la esfera de lo público valoramos grandemente que en la sociedad –los demás, en relación con uno- y sobre todo nuestros gobernantes, actúen con probidad, rectitud, integridad y honradez, que son formas en que consiste la responsabilidad.

Las dimensiones de la responsabilidad se agrandan conforme ese actuar individual impacta a un mayor número de personas, individuos o circunstancias. Un gobernante vive en esa esfera y por eso es trascendente su responsabilidad. Ahora que el presidente López Obrador se ha contagiado por segunda vez de SARS-CoV-2 (con la súper contagiosa variante ómicron, que el propio LO, afortunadamente, reporta su estado como con “molestias leves”) somos testigos de un acto serio de irresponsabilidad de su parte, que además, para nuestra desgracia, da cuenta de una marca característica de su gobierno. La irresponsabilidad en prácticamente todos los órdenes de las políticas gubernamentales. El pasado lunes, LO se presentó en su habitual conferencia mañanera y dijo que había amanecido ronco, que terminando la charla iba a hacerse la prueba de Covid19. Todo mundo sabe que ante los primeros síntomas de una posible gripe debe hacerse sin mayor dilación –por responsabilidad, precisamente- una prueba para descartar o confirmar Covid19, no se diga dolor de garganta o “ronquera”, máxime cuando también sabía, por haber tenido contacto directo unos días antes, que la Secretaria de Economía Tatiana Clouthier había dado positivo al contagio. Sin ninguna consideración por los colaboradores, secretarios de Estado, personal de Palacio Nacional y periodistas que asisten a las mañaneras, el presidente se presentó contagiado del virus, sin cubrebocas, a hablar por poco más de dos horas en un lugar amplio, pero cerrado, como lo es el Salón Tesorería de Palacio Nacional.

En salud, irresponsabilidad por el pésimo manejo de la pandemia. Cada día se registra el pico más alto de contagios y defunciones de todo lo que esta ha durado. Colas de 12 horas en los hospitales públicos para solicitar una prueba que a la mayoría se le va a negar. Por ideología y por economizar jugando con la salud de todos, el gobierno se ha negado a comprar pruebas y ahora tuerce la verdad diciendo que hay carencia internacional de las mismas, cuando el gobierno de Estados Unidos está proporcionando sin costo 500 millones a sus ciudadanos. Lo mismo que Alemania y otros países de Europa y Australia, que las reparten gratuitamente. En un esfuerzo por mantener las aulas abiertas, la administración del presidente Biden anunció el miércoles nuevas iniciativas para proporcionar 10 millones de pruebas de covid-19 adicionales por mes a escuelas y estudiantes. Con la excepción de Haití y Nicaragua, México es el país que menos pruebas ha realizado por millón de habitantes en el continente americano.

La irresponsabilidad de no tener una política clara de combate a la delincuencia ni a la corrupción, salvo la ocurrencia aquella de “abrazos y no balazos”, tiene al país sumido en una crisis sin precedentes en inseguridad, donde el homicidio, el robo y la extorsión registran cifras tales en las que cada mes las cifras son históricas respecto de las pasadas.

La irresponsabilidad de no respetar contratos, no fortalecer el Estado de Derecho y de desplegar políticas públicas de rechazo a la inversión privada, ha generado una desconfianza tal de los inversionistas que ya tienen sus capitales en el país, como la aversión de los potenciales inversores. Durante 2021, según cifras del Banco de México, salieron del país 257 mil 601 millones de pesos (12 mil 628 millones de dólares), en la mayor salida de fondos registrada por el país desde que comenzaron los registros en 1991. La economía de México no podrá crecer –ni generar empleos bien remunerados ni inversión productiva- en el largo plazo si la inversión fija no crece. Como le gustaba decir al ex presidente español Felipe González, “lo que no se puede, no se puede; y además, es imposible”. Es tiempo de involucrarnos más como ciudadanos y hacernos conscientes de los problemas públicos, para avizorar las tentativas de su solución. Recordemos lo que dijera en su tiempo Albert Camus: “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”.

Aunque Agrícola (gran político y militar, conquistador y administrador de Britania) era su suegro, Tácito admiraba la carrera política del militar que a pesar de no contar con las simpatías del déspota y autócrata emperador Domiciano, se supo conducir en sus responsabilidades como un senador honrado y un renombrado comandante, alejado del usual servilismo. Tácito, el eminente historiador y abogado romano, en su Sobre la vida y carácter de Julio Agrícola, recogía la frase dicha por un súbdito britano, cansado de la dominación romana: “A la rapiña, el asesinato y el robo los llaman con nombre falso gobernar, y donde crean un desierto, lo llaman paz”.

A ese mismo desierto nos enfrentamos con la destrucción institucional emprendida por el gobierno en nuestro país, por las mismas razones y por la inmensa irresponsabilidad con que se ha conducido López Obrador y su gobierno.

La responsabilidad es un bien valioso. Ser responsable implica ser consciente de las obligaciones a nuestro cargo y actuar en consecuencia. Actuar con responsabilidad revela también consideración y respeto hacia los demás, en el sentido de que al perseguir los intereses que como individuos nos atañen, nos importan al mismo tiempo los intereses de los otros o por lo menos no dañarlos. La responsabilidad entraña una generosidad y un altruismo que son opuestas al egoísmo y a la soberbia. En la vida personal nos sentimos valiosos si obramos con responsabilidad, así como en la esfera de lo público valoramos grandemente que en la sociedad –los demás, en relación con uno- y sobre todo nuestros gobernantes, actúen con probidad, rectitud, integridad y honradez, que son formas en que consiste la responsabilidad.

Las dimensiones de la responsabilidad se agrandan conforme ese actuar individual impacta a un mayor número de personas, individuos o circunstancias. Un gobernante vive en esa esfera y por eso es trascendente su responsabilidad. Ahora que el presidente López Obrador se ha contagiado por segunda vez de SARS-CoV-2 (con la súper contagiosa variante ómicron, que el propio LO, afortunadamente, reporta su estado como con “molestias leves”) somos testigos de un acto serio de irresponsabilidad de su parte, que además, para nuestra desgracia, da cuenta de una marca característica de su gobierno. La irresponsabilidad en prácticamente todos los órdenes de las políticas gubernamentales. El pasado lunes, LO se presentó en su habitual conferencia mañanera y dijo que había amanecido ronco, que terminando la charla iba a hacerse la prueba de Covid19. Todo mundo sabe que ante los primeros síntomas de una posible gripe debe hacerse sin mayor dilación –por responsabilidad, precisamente- una prueba para descartar o confirmar Covid19, no se diga dolor de garganta o “ronquera”, máxime cuando también sabía, por haber tenido contacto directo unos días antes, que la Secretaria de Economía Tatiana Clouthier había dado positivo al contagio. Sin ninguna consideración por los colaboradores, secretarios de Estado, personal de Palacio Nacional y periodistas que asisten a las mañaneras, el presidente se presentó contagiado del virus, sin cubrebocas, a hablar por poco más de dos horas en un lugar amplio, pero cerrado, como lo es el Salón Tesorería de Palacio Nacional.

En salud, irresponsabilidad por el pésimo manejo de la pandemia. Cada día se registra el pico más alto de contagios y defunciones de todo lo que esta ha durado. Colas de 12 horas en los hospitales públicos para solicitar una prueba que a la mayoría se le va a negar. Por ideología y por economizar jugando con la salud de todos, el gobierno se ha negado a comprar pruebas y ahora tuerce la verdad diciendo que hay carencia internacional de las mismas, cuando el gobierno de Estados Unidos está proporcionando sin costo 500 millones a sus ciudadanos. Lo mismo que Alemania y otros países de Europa y Australia, que las reparten gratuitamente. En un esfuerzo por mantener las aulas abiertas, la administración del presidente Biden anunció el miércoles nuevas iniciativas para proporcionar 10 millones de pruebas de covid-19 adicionales por mes a escuelas y estudiantes. Con la excepción de Haití y Nicaragua, México es el país que menos pruebas ha realizado por millón de habitantes en el continente americano.

La irresponsabilidad de no tener una política clara de combate a la delincuencia ni a la corrupción, salvo la ocurrencia aquella de “abrazos y no balazos”, tiene al país sumido en una crisis sin precedentes en inseguridad, donde el homicidio, el robo y la extorsión registran cifras tales en las que cada mes las cifras son históricas respecto de las pasadas.

La irresponsabilidad de no respetar contratos, no fortalecer el Estado de Derecho y de desplegar políticas públicas de rechazo a la inversión privada, ha generado una desconfianza tal de los inversionistas que ya tienen sus capitales en el país, como la aversión de los potenciales inversores. Durante 2021, según cifras del Banco de México, salieron del país 257 mil 601 millones de pesos (12 mil 628 millones de dólares), en la mayor salida de fondos registrada por el país desde que comenzaron los registros en 1991. La economía de México no podrá crecer –ni generar empleos bien remunerados ni inversión productiva- en el largo plazo si la inversión fija no crece. Como le gustaba decir al ex presidente español Felipe González, “lo que no se puede, no se puede; y además, es imposible”. Es tiempo de involucrarnos más como ciudadanos y hacernos conscientes de los problemas públicos, para avizorar las tentativas de su solución. Recordemos lo que dijera en su tiempo Albert Camus: “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”.