/ lunes 20 de junio de 2022

Gámez con fama y sin propuesta que lo distinga

Mareado por el poder que recibió como el mejor regalo de su vida, el alcalde de Culiacán, Juan de Dios Gámez Mendívil empezó a gozar de una fama que se auto-acredita pero no le corresponde -que muy rápido lo puso soberbio-, porque no hizo hazaña alguna al destrabar el pago a viudas de policías o eliminar el cobro de acceso a los visitantes al Parque 87, entre otras pequeñas cosas.

Sin lugar a dudas, cualquiera que llegara a la alcaldía que se le arrebató o que perdió Jesús Estrada Ferreiro, lo haría. Esa era la consigna y además lo más sencillo que imponía el sentido común.

Realmente éste último es quien durante meses sembró lo que cosechó, y de paso, le abonó elementos para que hasta el más modesto culiacanense se elevara al rango de glorioso en cuanto procesará positivamente lo que él no quiso arreglar a los grupos que demandaron justicia durante meses.

El guamuchilense que hoy se sienta en la silla presidencial de la capital de Sinaloa, labora con una corta visión que lo limita en automático a dar la contra a todo lo que el desaforado le heredó.

Culiacán, no necesita a alguien que se mueve en un círculo restrictivo. Si sigue asi, no tardará en mostrar un verdadero rostro de tirano. Como el otro.

Con la agilidad de un acomodaticio, el nuevo edil procedió con una conducta populista al reunirse como un rey al que rodearon los súbditos cuando los comerciantes del centro de la ciudad, lo tuvieron en el callejón Miguel Hidalgo, cuya circulación se cortaba en toda la cuadra que ocupa el mercado Gustavo Garmendia.

Cree que aumentó sus bonos porque se circunscribe a aprobar a los diversos sectores sociales y económicos, para que hagan lo que querían.

Ordenó quitar las macetas que cercaban ese espacio menor que desde años, sirve como un coto de protección a los peatones y consumidores que acuden a ese complejo de locales de venta de distintos productos. No le interesó la seguridad de los terceros.

Lo que quiere el presidente municipal, es alimentar su ego personal y político. Busca llama reconocimiento a cuesta del riesgo de la gente que transita por el lugar. Y que seguramente no tiene méritos suficientes para ello.

¿Qué quiso demostrar o a quien intentó sorprender cuando el pasado diez de junio en uno de las más arcaicos modos priistas se trasladó del Congreso del Estado a la sede de la Comuna para asumir el cargo en un camión de la ruta Zapata Centro, que le alistaron ex profeso?

Claramente se vio como una actuación fachada.

En los próximos días habrá que ver si la parada de esa unidad que le queda a solo una cuadra del edificio en que despacha, es la que busca para ir a su casa cuando diariamente termina su horario de labores. Solo para confirmar si es quien dice que es.

Y si al trasladarse de Guamúchil de donde es oriundo utiliza también el transporte público. O si atraviesa los pueblos de Angostura, a donde se le mira muy seguido, recorre los antiguos caminos que cubrió el camioncito al que llamaban “Marinero”, cuyo operador Ramiro, atravesaba la zona de Tóbora, accidentada y peligrosa por su geografía y por el merodeo de bandas de asaltantes.

Seguramente ya pide o prefiera carros de lujo con choferes, sino es que hasta guardaespaldas.

Juan de Dios Gámez, tendrá que reflexionar –si es que el orgullo y el egoísmo lo dejan-, que merecerá que se le reconozca y se le aplauda, no por procesar todo lo que no desahogó su antecesor, sino por las propuestas que ponga en marcha, por las maniobras que realice para bajar programas y recursos financieros hacia las capas más vulnerables.

Por el desarrollo que impulse en las colonias populares y en las rancherías de las sindicaturas.

La gloria que vive no es suya. Se la regaló el que partió al igual que la Alcaldía, que nunca soñó en tener, y menos por causa de un accidente político.

Todavía quien arribó, no trae nada extraordinario para que los ciudadanos se lo agradezcan, o en su caso, lo aclamen como lo desea.

El caro negocio del aguacate de un ex alcalde.

Que el ex presidente municipal de Culiacán, Jesús Valdez Palazuelos, de la noche a la mañana comenzó a entrar de lleno a la siembra, cosecha y comercialización de aguacates en grandes plantaciones que renta o adquirió en estados vecinos. Y que requieren de inversiones con las que compiten apenas quienes cuentan con gigantescas fortunas, que antes de ser edil nunca se le conocieron.

Mareado por el poder que recibió como el mejor regalo de su vida, el alcalde de Culiacán, Juan de Dios Gámez Mendívil empezó a gozar de una fama que se auto-acredita pero no le corresponde -que muy rápido lo puso soberbio-, porque no hizo hazaña alguna al destrabar el pago a viudas de policías o eliminar el cobro de acceso a los visitantes al Parque 87, entre otras pequeñas cosas.

Sin lugar a dudas, cualquiera que llegara a la alcaldía que se le arrebató o que perdió Jesús Estrada Ferreiro, lo haría. Esa era la consigna y además lo más sencillo que imponía el sentido común.

Realmente éste último es quien durante meses sembró lo que cosechó, y de paso, le abonó elementos para que hasta el más modesto culiacanense se elevara al rango de glorioso en cuanto procesará positivamente lo que él no quiso arreglar a los grupos que demandaron justicia durante meses.

El guamuchilense que hoy se sienta en la silla presidencial de la capital de Sinaloa, labora con una corta visión que lo limita en automático a dar la contra a todo lo que el desaforado le heredó.

Culiacán, no necesita a alguien que se mueve en un círculo restrictivo. Si sigue asi, no tardará en mostrar un verdadero rostro de tirano. Como el otro.

Con la agilidad de un acomodaticio, el nuevo edil procedió con una conducta populista al reunirse como un rey al que rodearon los súbditos cuando los comerciantes del centro de la ciudad, lo tuvieron en el callejón Miguel Hidalgo, cuya circulación se cortaba en toda la cuadra que ocupa el mercado Gustavo Garmendia.

Cree que aumentó sus bonos porque se circunscribe a aprobar a los diversos sectores sociales y económicos, para que hagan lo que querían.

Ordenó quitar las macetas que cercaban ese espacio menor que desde años, sirve como un coto de protección a los peatones y consumidores que acuden a ese complejo de locales de venta de distintos productos. No le interesó la seguridad de los terceros.

Lo que quiere el presidente municipal, es alimentar su ego personal y político. Busca llama reconocimiento a cuesta del riesgo de la gente que transita por el lugar. Y que seguramente no tiene méritos suficientes para ello.

¿Qué quiso demostrar o a quien intentó sorprender cuando el pasado diez de junio en uno de las más arcaicos modos priistas se trasladó del Congreso del Estado a la sede de la Comuna para asumir el cargo en un camión de la ruta Zapata Centro, que le alistaron ex profeso?

Claramente se vio como una actuación fachada.

En los próximos días habrá que ver si la parada de esa unidad que le queda a solo una cuadra del edificio en que despacha, es la que busca para ir a su casa cuando diariamente termina su horario de labores. Solo para confirmar si es quien dice que es.

Y si al trasladarse de Guamúchil de donde es oriundo utiliza también el transporte público. O si atraviesa los pueblos de Angostura, a donde se le mira muy seguido, recorre los antiguos caminos que cubrió el camioncito al que llamaban “Marinero”, cuyo operador Ramiro, atravesaba la zona de Tóbora, accidentada y peligrosa por su geografía y por el merodeo de bandas de asaltantes.

Seguramente ya pide o prefiera carros de lujo con choferes, sino es que hasta guardaespaldas.

Juan de Dios Gámez, tendrá que reflexionar –si es que el orgullo y el egoísmo lo dejan-, que merecerá que se le reconozca y se le aplauda, no por procesar todo lo que no desahogó su antecesor, sino por las propuestas que ponga en marcha, por las maniobras que realice para bajar programas y recursos financieros hacia las capas más vulnerables.

Por el desarrollo que impulse en las colonias populares y en las rancherías de las sindicaturas.

La gloria que vive no es suya. Se la regaló el que partió al igual que la Alcaldía, que nunca soñó en tener, y menos por causa de un accidente político.

Todavía quien arribó, no trae nada extraordinario para que los ciudadanos se lo agradezcan, o en su caso, lo aclamen como lo desea.

El caro negocio del aguacate de un ex alcalde.

Que el ex presidente municipal de Culiacán, Jesús Valdez Palazuelos, de la noche a la mañana comenzó a entrar de lleno a la siembra, cosecha y comercialización de aguacates en grandes plantaciones que renta o adquirió en estados vecinos. Y que requieren de inversiones con las que compiten apenas quienes cuentan con gigantescas fortunas, que antes de ser edil nunca se le conocieron.