/ miércoles 2 de junio de 2021

Evocación: vivir con la boca abierta

Los compromisos que nos vinculan al cuerpo social sólo

son obligatorios por que son mutuos, y su naturaleza es tal que

al cumplirlos no se puede trabajar para los demás sin trabajar para uno mismo.

-Rousseau

Son tiempos difíciles para la democracia: nos faltan demócratas. A unos días de una jornada electoral inusitada, y mientras se suceden los discursos de odio y las guerras entre el árbitro electoral y el Poder ejecutivo federal, la pandemia, la paridad, la representación e inclusión no tienen oportunidad de protagonismo.

La cultura democrática se nos va como agua entre las manos: la percibimos, se insiste sobre su importancia pero apenas quedan instituciones, actoras y actores que le sobrevivan. No quiero hacer referencia a la numeralia sobre la caída de nuestra confianza en la democracia, más bien te pregunto: ¿cuánto crees en el poder de tu voto?, y ¿te encuentras representado/a en las opciones del próximo domingo?

El politólogo Robert Dahl, en su libro La democracia (pp. 45-101), señalaba que existen cinco criterios que deben cumplirse para que las y los ciudadanos tengan el mismo derecho a participar en las decisiones políticas: participación efectiva, igualdad de voto, alcanzar una comprensión ilustrada, ejercitar el control final sobre la agenda y la inclusión de las y los adultos”. Estas condiciones conforman lo que se llama igualdad política. Y es muy claro que hoy en México no vivimos eso, así que tenemos tarea.

La igualdad de los derechos políticos supone el ejercicio del voto, que todos los votos cuenten igual, que la ciudadanía tenga comprensión de los asuntos sociales y políticos, para que conjuntamente se determine la agenda política y ciudadana. Es, como puede verse, más que votar, e implica retomar el llamado del escritor Günter Grass: “La obligación del ciudadano [a] es mantener la boca abierta”, denunciando, exigiendo, preparándonos para decidir y preparándonos también

para representar.

La democracia es más que una forma de gobierno, es también una experiencia y un valor cotidiano, porque es también nuestra expresión y forma de organización social. Nos sentimos insatisfechos porque le faltamos y le fallamos cotidianamente: le falta nuestra participación activa que involucra conocimiento, comprensión, empatía e injerencia de los temas que nos competen en la sociedad.

El derecho de igualdad para emitir un voto no es suficiente para que este proceso se geste como un acto de comprensión y participación más allá de las urnas: dignificar la política implica impedir que nos reduzca a meros votantes para convertirnos, ahora sí, en demócratas.

Los compromisos que nos vinculan al cuerpo social sólo

son obligatorios por que son mutuos, y su naturaleza es tal que

al cumplirlos no se puede trabajar para los demás sin trabajar para uno mismo.

-Rousseau

Son tiempos difíciles para la democracia: nos faltan demócratas. A unos días de una jornada electoral inusitada, y mientras se suceden los discursos de odio y las guerras entre el árbitro electoral y el Poder ejecutivo federal, la pandemia, la paridad, la representación e inclusión no tienen oportunidad de protagonismo.

La cultura democrática se nos va como agua entre las manos: la percibimos, se insiste sobre su importancia pero apenas quedan instituciones, actoras y actores que le sobrevivan. No quiero hacer referencia a la numeralia sobre la caída de nuestra confianza en la democracia, más bien te pregunto: ¿cuánto crees en el poder de tu voto?, y ¿te encuentras representado/a en las opciones del próximo domingo?

El politólogo Robert Dahl, en su libro La democracia (pp. 45-101), señalaba que existen cinco criterios que deben cumplirse para que las y los ciudadanos tengan el mismo derecho a participar en las decisiones políticas: participación efectiva, igualdad de voto, alcanzar una comprensión ilustrada, ejercitar el control final sobre la agenda y la inclusión de las y los adultos”. Estas condiciones conforman lo que se llama igualdad política. Y es muy claro que hoy en México no vivimos eso, así que tenemos tarea.

La igualdad de los derechos políticos supone el ejercicio del voto, que todos los votos cuenten igual, que la ciudadanía tenga comprensión de los asuntos sociales y políticos, para que conjuntamente se determine la agenda política y ciudadana. Es, como puede verse, más que votar, e implica retomar el llamado del escritor Günter Grass: “La obligación del ciudadano [a] es mantener la boca abierta”, denunciando, exigiendo, preparándonos para decidir y preparándonos también

para representar.

La democracia es más que una forma de gobierno, es también una experiencia y un valor cotidiano, porque es también nuestra expresión y forma de organización social. Nos sentimos insatisfechos porque le faltamos y le fallamos cotidianamente: le falta nuestra participación activa que involucra conocimiento, comprensión, empatía e injerencia de los temas que nos competen en la sociedad.

El derecho de igualdad para emitir un voto no es suficiente para que este proceso se geste como un acto de comprensión y participación más allá de las urnas: dignificar la política implica impedir que nos reduzca a meros votantes para convertirnos, ahora sí, en demócratas.