/ miércoles 25 de noviembre de 2020

En un mundo de adultos ¿Dónde juegan las y los niños?

Hace semanas invité a mi hijo a elegir sus propios libros. Desde mi vivencia, saber elegir las lecturas ayuda a las y los niños a apropiarse de ese hermoso hábito y que, debido a la pandemia, las actividades didácticas han resultado una gran opción de entretenimiento ante la carencia de espacios públicos seguros para poder hacerlo. Sin embargo, en la librería no permitían el ingreso de menores, ante mi sorpresa, puesto que, en muchos lugares, desde restaurantes hasta tiendas departamentales, tienen permitido ya su ingreso y a pesar de lo cual libremente hemos optado por no asistir.

Me es inevitable la empatía con él y muchos otros niños y niñas que han vivido en pandemia el aumento de esta brecha de acceso e integración de la infancia en el reparto de los espacios públicos y privados. ¿Cómo y ante qué vista e intereses se aplican los criterios de ingreso en los lugares mercantiles? Estos, que se han vuelto la única opción de libertad corresponsable, en realidad dejan al desnudo el verdadero vacío de integración de la infancia a la ciudad, ante la incertidumbre de la vacuna y la garantía de la convivencia segura.

Los padres y madres hemos percibido con claridad los cambios de comportamiento de nuestras hijas e hijos, la ansiedad por los video juegos, televisión y las actividades principalmente sedentarias; el estrés por falta de las actividades sociales y convivencia directa con sus pares, y el miedo de contagiar o de contagiarse ante el hartazgo y la aventura desafiante de tomar la decisión de incorporarlos a la normalidad del vivir ante la presencia del covid-19.

Resulta vital incorporar estos temas al debate de la agenda pública, incluso como ejercicio previo a la posibilidad del regreso a clases presenciales, que se ha vuelto tópico ya de los gobiernos y en las escuelas. Hacerlo, además, incorporando una visión que resignifique el papel del espacio público y el derecho a la ciudad, ambas, condiciones para su bienestar físico y mental. Necesitamos pues, regresarles la ciudad a las y los niños, reintegrar el juego en el espacio público, sí de manera estratégica, sí de manera paulatina y sí de manera responsable.

La invisibilización de las voces de infantes y adolescentes en la planeación de los espacios, su exclusión y la falta de consideración hacia sus necesidades en la toma de decisiones han paralizado su relación con el mundo, bajo el argumento del proteccionismo que poco dota de información, alternativas y plena conciencia de que esto también cuesta en su desarrollo, crecimiento y detrimento de sus derechos humanos.

La pandemia nos pone un reto y una oportunidad impostergables: ciudades y espacios urbanos y rurales inclusivos, amables, equitativos, con dimensión lúdica, más allá incluso de la emergencia sanitaria, con carácter permanente. ¿Dónde juegan hoy las y los niños? No pueden esperar más.

Hace semanas invité a mi hijo a elegir sus propios libros. Desde mi vivencia, saber elegir las lecturas ayuda a las y los niños a apropiarse de ese hermoso hábito y que, debido a la pandemia, las actividades didácticas han resultado una gran opción de entretenimiento ante la carencia de espacios públicos seguros para poder hacerlo. Sin embargo, en la librería no permitían el ingreso de menores, ante mi sorpresa, puesto que, en muchos lugares, desde restaurantes hasta tiendas departamentales, tienen permitido ya su ingreso y a pesar de lo cual libremente hemos optado por no asistir.

Me es inevitable la empatía con él y muchos otros niños y niñas que han vivido en pandemia el aumento de esta brecha de acceso e integración de la infancia en el reparto de los espacios públicos y privados. ¿Cómo y ante qué vista e intereses se aplican los criterios de ingreso en los lugares mercantiles? Estos, que se han vuelto la única opción de libertad corresponsable, en realidad dejan al desnudo el verdadero vacío de integración de la infancia a la ciudad, ante la incertidumbre de la vacuna y la garantía de la convivencia segura.

Los padres y madres hemos percibido con claridad los cambios de comportamiento de nuestras hijas e hijos, la ansiedad por los video juegos, televisión y las actividades principalmente sedentarias; el estrés por falta de las actividades sociales y convivencia directa con sus pares, y el miedo de contagiar o de contagiarse ante el hartazgo y la aventura desafiante de tomar la decisión de incorporarlos a la normalidad del vivir ante la presencia del covid-19.

Resulta vital incorporar estos temas al debate de la agenda pública, incluso como ejercicio previo a la posibilidad del regreso a clases presenciales, que se ha vuelto tópico ya de los gobiernos y en las escuelas. Hacerlo, además, incorporando una visión que resignifique el papel del espacio público y el derecho a la ciudad, ambas, condiciones para su bienestar físico y mental. Necesitamos pues, regresarles la ciudad a las y los niños, reintegrar el juego en el espacio público, sí de manera estratégica, sí de manera paulatina y sí de manera responsable.

La invisibilización de las voces de infantes y adolescentes en la planeación de los espacios, su exclusión y la falta de consideración hacia sus necesidades en la toma de decisiones han paralizado su relación con el mundo, bajo el argumento del proteccionismo que poco dota de información, alternativas y plena conciencia de que esto también cuesta en su desarrollo, crecimiento y detrimento de sus derechos humanos.

La pandemia nos pone un reto y una oportunidad impostergables: ciudades y espacios urbanos y rurales inclusivos, amables, equitativos, con dimensión lúdica, más allá incluso de la emergencia sanitaria, con carácter permanente. ¿Dónde juegan hoy las y los niños? No pueden esperar más.