/ lunes 15 de abril de 2019

El Matamoscas y la crítica del arte

Ernst H. Gombrich en su editada y reeditada Historia del Arte (Alianza Forma. España), realiza uno de los ejercicios didácticos más lúcidos y conceptualmente claros, para describir y explicar las características más importantes del devenir del arte desde la antigüedad hasta la era moderna.

La lectura y estudio de este texto, permite al lector cuidadoso, ir profundizando en la riqueza de las épocas y estilos, pero sobre todo, en los conocimientos técnicos que van dejando su impronta para nuevos movimientos o propuestas.

Cada estilo es una visión estética, qué es y cómo hacer el arte, cómo lo ve el artista y como lo ve-percibe el espectador, en un espacio-tiempo. El pintor o artista visual, vistos en su momento en un contexto y como resultado de una herencia, esa es una de las llaves para entender y abrir campos de entendimiento desde el presente al pasado y de la contemporaneidad. E. Gombrich, aborda este tema en un espléndido capítulo “Tradición e Innovación”, en el que destaca como los gremios fueron fundamentales para el desarrollo del arte en el siglos XV en las que aparecen lo que podemos denominar “escuelas”. Estos talleres son los ejercicios fundantes para las futuras academias de arte.

El joven que deseaba ser pintor o escultor, se iniciaba como aprendiz en los talleres de los grandes maestros, que se podía iniciar con “ la preparación de tablas o de telas que el maestro quería usar” y más adelante le ayudaba “en algunos pormenores poco importantes de obras mayores.. (a) concluir el vestido de algunos personajes” y sí el discípulo mostraba talento “el joven recibiría poco apoco tareas más importantes que realizar bajo su supervisión”, puntualiza Ernst Gombrich. Ese es el camino que cursó Leonardo da Vinci y así lo reconstruye documentalmente Charles Nicholl en su biografía “Leonardo da Vinci. El vuelo de la mente” (Ed. Taurus. 2008)

Estos métodos de transmitir los conocimientos, habilidad y experiencia a las nuevas generaciones explica la individualidad o identificación de las distintas escuelas como Florencia, Venecia, Siena, Ferrara, Colonia o los Flamencos en el siglo XV-XVI. Es la consolidación del Renacimiento Italiano y el desarrollo de innovaciones técnicas en pintura, escultura o arquitectura.

El conocimiento de la historia del arte, permite poner en perspectiva, las experiencias y conocimientos que van entretejiendo la tradición en el desarrollo de técnicas y estilos, necesarios para la formación sólida de los artistas. E. Gombrich al mismo tiempo enseña la diversidad de puntos de vista y propuestas estéticas del quehacer artístico, en las que los grandes pintores se convierten en figuras modélicas para seguirlos o innovarlos: Miguel Ángel, Leonardo, Rubens, Rembrandt, Velázquez, Monet, Manet, Van Goh, Matisse, Picasso, Mondrian, Malevich, y la lista puede ser larguísima.

Independientemente de las afinidades o preferencias de estilo, hay un principio básico: el conocimiento de la tradición y lo determinante de un maestro en la etapa de formación de los jóvenes discípulos que quizá los imitarán o se rebelarán con nuevas propuestas, explica E. Gombrich. Ya que en el arte, un maestro no sólo le dará los artilugios técnicos o la información de las propuestas de ésta o anteriores épocas, sino le permitirá avanzar en el conocimiento y desarrollo de su propia obra, incluso a contracorriente.

Desde esa visión, las escuelas o talleres formarán con plenitud o carencia a los futuros artistas, ya que la falta de maestros-guía con trayectoria o adecuada formación dará como resultado auténticos hoyos negros de confusión e ignorancia. Un maestro sin ideas o experiencia no puede enseñar, porque como sabemos, de la nada no se genera nada, quizá esta es una de las lecciones más importantes de E. Gombrich en su Historia del Arte.

Por supuesto, esta premisa desarrollada por E. Gombrich, debería ser el principio conocer-ver de los neo-artistas que en ocasiones sucumben ante los fantasmas de la retórica seudoconceptual, en la que hasta los literatos, sicólogos, diseñadores y demás pueden hacerse pasar por grandes críticos de arte, cuyo fundamento será un complejo artificio de percepciones personales. El conocimiento de la historia del arte no lo es todo, pero sí es un auténtico matamoscas para la seudocrítica.

Ernst H. Gombrich en su editada y reeditada Historia del Arte (Alianza Forma. España), realiza uno de los ejercicios didácticos más lúcidos y conceptualmente claros, para describir y explicar las características más importantes del devenir del arte desde la antigüedad hasta la era moderna.

La lectura y estudio de este texto, permite al lector cuidadoso, ir profundizando en la riqueza de las épocas y estilos, pero sobre todo, en los conocimientos técnicos que van dejando su impronta para nuevos movimientos o propuestas.

Cada estilo es una visión estética, qué es y cómo hacer el arte, cómo lo ve el artista y como lo ve-percibe el espectador, en un espacio-tiempo. El pintor o artista visual, vistos en su momento en un contexto y como resultado de una herencia, esa es una de las llaves para entender y abrir campos de entendimiento desde el presente al pasado y de la contemporaneidad. E. Gombrich, aborda este tema en un espléndido capítulo “Tradición e Innovación”, en el que destaca como los gremios fueron fundamentales para el desarrollo del arte en el siglos XV en las que aparecen lo que podemos denominar “escuelas”. Estos talleres son los ejercicios fundantes para las futuras academias de arte.

El joven que deseaba ser pintor o escultor, se iniciaba como aprendiz en los talleres de los grandes maestros, que se podía iniciar con “ la preparación de tablas o de telas que el maestro quería usar” y más adelante le ayudaba “en algunos pormenores poco importantes de obras mayores.. (a) concluir el vestido de algunos personajes” y sí el discípulo mostraba talento “el joven recibiría poco apoco tareas más importantes que realizar bajo su supervisión”, puntualiza Ernst Gombrich. Ese es el camino que cursó Leonardo da Vinci y así lo reconstruye documentalmente Charles Nicholl en su biografía “Leonardo da Vinci. El vuelo de la mente” (Ed. Taurus. 2008)

Estos métodos de transmitir los conocimientos, habilidad y experiencia a las nuevas generaciones explica la individualidad o identificación de las distintas escuelas como Florencia, Venecia, Siena, Ferrara, Colonia o los Flamencos en el siglo XV-XVI. Es la consolidación del Renacimiento Italiano y el desarrollo de innovaciones técnicas en pintura, escultura o arquitectura.

El conocimiento de la historia del arte, permite poner en perspectiva, las experiencias y conocimientos que van entretejiendo la tradición en el desarrollo de técnicas y estilos, necesarios para la formación sólida de los artistas. E. Gombrich al mismo tiempo enseña la diversidad de puntos de vista y propuestas estéticas del quehacer artístico, en las que los grandes pintores se convierten en figuras modélicas para seguirlos o innovarlos: Miguel Ángel, Leonardo, Rubens, Rembrandt, Velázquez, Monet, Manet, Van Goh, Matisse, Picasso, Mondrian, Malevich, y la lista puede ser larguísima.

Independientemente de las afinidades o preferencias de estilo, hay un principio básico: el conocimiento de la tradición y lo determinante de un maestro en la etapa de formación de los jóvenes discípulos que quizá los imitarán o se rebelarán con nuevas propuestas, explica E. Gombrich. Ya que en el arte, un maestro no sólo le dará los artilugios técnicos o la información de las propuestas de ésta o anteriores épocas, sino le permitirá avanzar en el conocimiento y desarrollo de su propia obra, incluso a contracorriente.

Desde esa visión, las escuelas o talleres formarán con plenitud o carencia a los futuros artistas, ya que la falta de maestros-guía con trayectoria o adecuada formación dará como resultado auténticos hoyos negros de confusión e ignorancia. Un maestro sin ideas o experiencia no puede enseñar, porque como sabemos, de la nada no se genera nada, quizá esta es una de las lecciones más importantes de E. Gombrich en su Historia del Arte.

Por supuesto, esta premisa desarrollada por E. Gombrich, debería ser el principio conocer-ver de los neo-artistas que en ocasiones sucumben ante los fantasmas de la retórica seudoconceptual, en la que hasta los literatos, sicólogos, diseñadores y demás pueden hacerse pasar por grandes críticos de arte, cuyo fundamento será un complejo artificio de percepciones personales. El conocimiento de la historia del arte no lo es todo, pero sí es un auténtico matamoscas para la seudocrítica.

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