/ martes 12 de mayo de 2020

El lamento del Iguano


No entiendo a los humanos, decía para sí, un viejo y apacible IGUANO. Y repetía el mismo sermón una y otra vez. A cada momento. Todos los días. Asomando siempre sus ojos hacia el mundo exterior a través del hueco del madero en que habitaba, como si quisiera escudriñar el universo en busca de una explicación a su inquietud.

Gritaba siempre la misma frase…NO LOS ENTIENDO CABRONES”


No puedo, arengaba el reptilesco animal, comprender el comportamiento de esos seres que se autodefinen pensantes, pero que la mayor de sus vidas, actúan de manera irracional.


Era en realidad una especie de auto pregunta que el elemento de la fauna de nuestros montes se hacía a cada momento, y que evidentemente pareciera preocuparle mucho.

Era pues, la gran pregunta del reptil. Una pregunta que se le había convertido ya en una clara obsesión.


Pero la prolongada y tediosa letanía del animalejo había calado hondo en el ánimo de su fiel y amorosa compañera de habitación. Su señora esposa. Doña IGUANA, quien quizá por el respeto y fidelidad que le guardaba a su macho semental, le había tolerado tan prolongado y enfadoso comportamiento.


Pero como todo tiene su límite, y la paciencia no es la excepción, ocurrió que una asoleada mañana del mes de mayo, la señora IGUANA “entró en sus días”, y presa de los achaques propios de los infaltables cólicos, no pudo soportar más el machacoso rezo de su consorte.


Por ello, cuando su galán atisbó por la rendija del hueco del palo que habían convertido en su aposento, con intenciones de exponer una vez más su trillado discurso, la rústica dama no aguantó y sacó la casta.

“Con una chingada, Sabino (Nombre que el reptil adoptara en honor al árbol en que había construido su hogar), explícame ahora mismo que significa esa letanía que te cargas y que ya no soporto” gritó explosiva la fémina.


Y enseguida amenazó al macho; “O me dices que mitote te preocupa y molesta tanto, o de plano, con toda la pena me tendré que mudar de árbol”.


Ya envalentonada, Anfibiana (Nombre de la iguana) amenazante remató a su marido diciendo… “Es que ya no te aguanto cabrón.


Te quiero y lo sabes…Y la neta, te he aguantado hasta las pinches correrías que has tenido con algunas cachoras del mezquite vecino, pero no abuses de mi amor “Sabi”… No abuses.

“Así que me dices, que te traes con el arguende ese de que no entiendes al hombre y no sé cuántas tonterías más, o de plano me cambio de palo.


Ante la fuerte exigencia de su hembra, el viejo lagarto sintió el efecto de la amenaza y tras un resoplido, respondió.

“Tranquila vieja. Y no enredes la filosofía con el sexo.

No le hagas el vivo, Sabino, reviró la IGUANA, aclarando enseguida, que; “Cuando te digo que me cambiaría de palo, me refiero a cambiar de domicilio”. O sea que me largo a otra rama.


Ante la aclaración y tras recuperar el aliento perdido, Sabino empezó a aclarar las cosas a su mujer.

Y así, de manera pausada, al más puro estilo de Andrés Manuel López Obrador, el lagartijo explicó.

“La verdad, vieja, es que no he podido entender el extraño comportamiento de la humanidad… Ellos se autodefinen como unos entes racionales, inteligentes y supremos en la tierra, y la verdad no parece ser ni una cosa ni las otras, y me siento hasta decepcionado por la forma en que las personas asumen su rol de vida.


¿Y es que, mira vieja, cómo comprender que los humanos, desprecien y desperdicien lo que la naturaleza les ha entregado para llevar una vida placentera?.


Ellos tienen la libertad para recorrer y disfrutar de bellos bosques, fértiles tierras, encantadores mares, acogedoras playas, azules cielos, frescos ríos, arroyos, valles y fascinantes montañas.

Todo les ha sido obsequiado para su sana convivencia y su gozo extremo, y sin embargo viven los humanos enfrascados en luchas sangrientas, En guerras interminables, motivadas por sus desmedidas ansias de poder y riqueza. Viven los humanos presos de la avaricio, el odio, la envidia, el rencor y las vanidades.


Te informo, amada mía, que los poderosos e inteligentes habitantes de la tierra están viviendo tiempos de miedo y terror. Amenazados por un virus letal… Y se han visto obligados al encierro obligatorio en aras de protegerse del contagio del terrible mal.

Su gobierno ha ordenado, a las personas el urgente aislamiento social.

Es decir, guardarse en sus casas por un tiempo de 40 días, y así protegerse de la grave amenaza de la mortal enfermedad.


¿Pero qué crees Anfibiana?..Pues nada, que los “inteligentes “humanos se resisten a encerrarse en sus casas. Alegan que es mucho e injusto el tiempo de encierro y salen a las calles a retar la ola de contagios que los flagela, sin importarles poner en gran riesgo la salud del mundo, la de sus familias y la de ellos mismos.

Por eso, amada mía, yo insisto y vuelvo a preguntar una y otra vez…¿Quién entiende a los humanos, preguntó de nuevo el IGUANO.


Enseguida, con un asentó de resignación y entrecerrando sus ya llorosos ojillos, el IGUANO dice a su amada iguana.


“ Y fíjate linda, los humanos, para protegerse de una terrible enfermedad con 40 días de encierro, en su propia casa y rodeado de sus familias, se resisten y se dicen infelices, mientras nosotros, que vivimos toda nuestra vida dentro de éste pequeño hueco del tronco de un árbol, aceptamos nuestra realidad y somos muy felices.


¿No te parece una ironía de la vida?... Tu y yo mi reina, viviendo en un solo palo, pero llenos de felicidad, remata el roedor.


Bueno, sí cariño, reviró la Iguana con algo de coquetería…“Vivimos desde hace mucho en un solo palo, pero no crees que podríamos lograr mayor felicidad si pudieras aumentar la dosis de la felicidad?.


Enojado por la indirecta de su amada, el IGUANO, gira su cola y se da la vuelta hacia la salida del agujero del viejo tronco del árbol en que habitaba… Luego asoma su cabeza hacia el exterior. Mira el azul del cielo, y grita de nuevo, buscando ser escuchado por los seres inteligentes de la tierra…” NO LOS ENTIENDO CABRONES”…


No entiendo a los humanos, decía para sí, un viejo y apacible IGUANO. Y repetía el mismo sermón una y otra vez. A cada momento. Todos los días. Asomando siempre sus ojos hacia el mundo exterior a través del hueco del madero en que habitaba, como si quisiera escudriñar el universo en busca de una explicación a su inquietud.

Gritaba siempre la misma frase…NO LOS ENTIENDO CABRONES”


No puedo, arengaba el reptilesco animal, comprender el comportamiento de esos seres que se autodefinen pensantes, pero que la mayor de sus vidas, actúan de manera irracional.


Era en realidad una especie de auto pregunta que el elemento de la fauna de nuestros montes se hacía a cada momento, y que evidentemente pareciera preocuparle mucho.

Era pues, la gran pregunta del reptil. Una pregunta que se le había convertido ya en una clara obsesión.


Pero la prolongada y tediosa letanía del animalejo había calado hondo en el ánimo de su fiel y amorosa compañera de habitación. Su señora esposa. Doña IGUANA, quien quizá por el respeto y fidelidad que le guardaba a su macho semental, le había tolerado tan prolongado y enfadoso comportamiento.


Pero como todo tiene su límite, y la paciencia no es la excepción, ocurrió que una asoleada mañana del mes de mayo, la señora IGUANA “entró en sus días”, y presa de los achaques propios de los infaltables cólicos, no pudo soportar más el machacoso rezo de su consorte.


Por ello, cuando su galán atisbó por la rendija del hueco del palo que habían convertido en su aposento, con intenciones de exponer una vez más su trillado discurso, la rústica dama no aguantó y sacó la casta.

“Con una chingada, Sabino (Nombre que el reptil adoptara en honor al árbol en que había construido su hogar), explícame ahora mismo que significa esa letanía que te cargas y que ya no soporto” gritó explosiva la fémina.


Y enseguida amenazó al macho; “O me dices que mitote te preocupa y molesta tanto, o de plano, con toda la pena me tendré que mudar de árbol”.


Ya envalentonada, Anfibiana (Nombre de la iguana) amenazante remató a su marido diciendo… “Es que ya no te aguanto cabrón.


Te quiero y lo sabes…Y la neta, te he aguantado hasta las pinches correrías que has tenido con algunas cachoras del mezquite vecino, pero no abuses de mi amor “Sabi”… No abuses.

“Así que me dices, que te traes con el arguende ese de que no entiendes al hombre y no sé cuántas tonterías más, o de plano me cambio de palo.


Ante la fuerte exigencia de su hembra, el viejo lagarto sintió el efecto de la amenaza y tras un resoplido, respondió.

“Tranquila vieja. Y no enredes la filosofía con el sexo.

No le hagas el vivo, Sabino, reviró la IGUANA, aclarando enseguida, que; “Cuando te digo que me cambiaría de palo, me refiero a cambiar de domicilio”. O sea que me largo a otra rama.


Ante la aclaración y tras recuperar el aliento perdido, Sabino empezó a aclarar las cosas a su mujer.

Y así, de manera pausada, al más puro estilo de Andrés Manuel López Obrador, el lagartijo explicó.

“La verdad, vieja, es que no he podido entender el extraño comportamiento de la humanidad… Ellos se autodefinen como unos entes racionales, inteligentes y supremos en la tierra, y la verdad no parece ser ni una cosa ni las otras, y me siento hasta decepcionado por la forma en que las personas asumen su rol de vida.


¿Y es que, mira vieja, cómo comprender que los humanos, desprecien y desperdicien lo que la naturaleza les ha entregado para llevar una vida placentera?.


Ellos tienen la libertad para recorrer y disfrutar de bellos bosques, fértiles tierras, encantadores mares, acogedoras playas, azules cielos, frescos ríos, arroyos, valles y fascinantes montañas.

Todo les ha sido obsequiado para su sana convivencia y su gozo extremo, y sin embargo viven los humanos enfrascados en luchas sangrientas, En guerras interminables, motivadas por sus desmedidas ansias de poder y riqueza. Viven los humanos presos de la avaricio, el odio, la envidia, el rencor y las vanidades.


Te informo, amada mía, que los poderosos e inteligentes habitantes de la tierra están viviendo tiempos de miedo y terror. Amenazados por un virus letal… Y se han visto obligados al encierro obligatorio en aras de protegerse del contagio del terrible mal.

Su gobierno ha ordenado, a las personas el urgente aislamiento social.

Es decir, guardarse en sus casas por un tiempo de 40 días, y así protegerse de la grave amenaza de la mortal enfermedad.


¿Pero qué crees Anfibiana?..Pues nada, que los “inteligentes “humanos se resisten a encerrarse en sus casas. Alegan que es mucho e injusto el tiempo de encierro y salen a las calles a retar la ola de contagios que los flagela, sin importarles poner en gran riesgo la salud del mundo, la de sus familias y la de ellos mismos.

Por eso, amada mía, yo insisto y vuelvo a preguntar una y otra vez…¿Quién entiende a los humanos, preguntó de nuevo el IGUANO.


Enseguida, con un asentó de resignación y entrecerrando sus ya llorosos ojillos, el IGUANO dice a su amada iguana.


“ Y fíjate linda, los humanos, para protegerse de una terrible enfermedad con 40 días de encierro, en su propia casa y rodeado de sus familias, se resisten y se dicen infelices, mientras nosotros, que vivimos toda nuestra vida dentro de éste pequeño hueco del tronco de un árbol, aceptamos nuestra realidad y somos muy felices.


¿No te parece una ironía de la vida?... Tu y yo mi reina, viviendo en un solo palo, pero llenos de felicidad, remata el roedor.


Bueno, sí cariño, reviró la Iguana con algo de coquetería…“Vivimos desde hace mucho en un solo palo, pero no crees que podríamos lograr mayor felicidad si pudieras aumentar la dosis de la felicidad?.


Enojado por la indirecta de su amada, el IGUANO, gira su cola y se da la vuelta hacia la salida del agujero del viejo tronco del árbol en que habitaba… Luego asoma su cabeza hacia el exterior. Mira el azul del cielo, y grita de nuevo, buscando ser escuchado por los seres inteligentes de la tierra…” NO LOS ENTIENDO CABRONES”…