/ viernes 17 de abril de 2020

Dureza contra media sociedad relajada



Para Navolato, donde el coronavirus amenaza con ensañarse, la autoridad endureció las medidas preventivas y reencendió así la llama del pánico en uno de los sectores que actúa con credulidad, responsabilidad y prudencia. Muchos quisieron huir de la ciudad pero no supieron a dónde.

En anuncio de la instalación de puestos de control en el acceso al municipio como en la carretera Culiacán-Navolato, a la altura de San Pedro con extensiones en las cercanías del viejo ingenio azucarero de La Primavera y el puente de El Limoncito, rumbo a Altata, parecieron acciones extremas que asustaron a parte de la población.

No obstante, el alcalde Eliazar Gutiérrez Ángulo obedeció a cerrar el círculo sanitario que demanda actualmente la emergencia. No hay porque temer.

En base a los cálculos matemáticos y científicos de los especialistas de la salud que intentan aplastar la curva de la pandemia, lo que hizo el edil fue sumarse a lo que dictaron los gobiernos federal y estatal.

A la ampliación de la cuarentena hasta el treinta de mayo próximo, obviamente aplicó tareas adicionales precautorias a las básicas.

Con mucho tiempo, el presidente municipal navolatense, implantó un cerco para impedir el libre tránsito vehicular al primer cuadro de la ciudad. Blindó el espacio conde se realizan las principales actividades cotidianas, entre las comerciales, escolares, laborales, de gestión pública y las bancarias.

Prohibió el acceso, a menos que se justificara, de norte a sur, desde las calles José María Morelos a la Niños Héroes, colindantes a donde se localiza el punto central de la movilización citadina.

Se abocó a proteger el corazón del centro histórico, probable epicentro de la infección.

A las nuevas disposiciones de vigilar el uso de cubre bocas entre los pasajeros del transporte urbano y el regional, de cuidar que en las motocicletas no viaje más que una sola persona y en los automóviles dos, siempre y cuando guarden su sana distancia, se anticipó con otras tácticas.

Cerró las cortinas de los comercios no esenciales, fumigó para sanear los espacios públicos y llamó a actuar responsablemente.

Sin embargo, en lo que se considera la última etapa que obligará a llevar al Tribunal de Barandilla a quien desoiga las recomendaciones, como parte de una sanción estricta, no hay nada que deba atemorizar ni que se magnifique.

Por desgracia, entren los navolatenses como en Sinaloa, circula el otro segmento de hombres y mujeres que no creen todavía en el Coronavirus o que por su valentía expresada, ponen en riesgos sus vidas y las de otros.

En ese municipio donde el virus pegó con fuerza, también se mueve media sociedad relajada.

Y dónde el contagio busca cuerpos para hospedarse, deambulan todavía “quienes no creen en los Santos” y menos en la enfermedad. O los valientes de los que están llenos los cementerios.

Los patriotas de blanco.

La Secretaría de Salud del Estado, reveló que casi 60 profesionales del ramo que atienden a los pacientes por coronavirus, contrajeron irremediablemente la enfermedad.

Médicos, enfermeras y trabajadores de otras áreas en los hospitales públicos, solo asumen con patriotismo el momento que les tocó vivir, pero como si fuera una contraprestación social o moral, reciben agresiones de los cobardes.

Es usual que acudir al llamado de la Nación cuando los necesita, el deber los enaltece a niveles que otros jamás podrán alcanzar.

Un reconocimiento a quienes además de poner en peligro su existencia por la pandemia, la arriesgan igualmente entre las hordas del salvajismo humano.



Para Navolato, donde el coronavirus amenaza con ensañarse, la autoridad endureció las medidas preventivas y reencendió así la llama del pánico en uno de los sectores que actúa con credulidad, responsabilidad y prudencia. Muchos quisieron huir de la ciudad pero no supieron a dónde.

En anuncio de la instalación de puestos de control en el acceso al municipio como en la carretera Culiacán-Navolato, a la altura de San Pedro con extensiones en las cercanías del viejo ingenio azucarero de La Primavera y el puente de El Limoncito, rumbo a Altata, parecieron acciones extremas que asustaron a parte de la población.

No obstante, el alcalde Eliazar Gutiérrez Ángulo obedeció a cerrar el círculo sanitario que demanda actualmente la emergencia. No hay porque temer.

En base a los cálculos matemáticos y científicos de los especialistas de la salud que intentan aplastar la curva de la pandemia, lo que hizo el edil fue sumarse a lo que dictaron los gobiernos federal y estatal.

A la ampliación de la cuarentena hasta el treinta de mayo próximo, obviamente aplicó tareas adicionales precautorias a las básicas.

Con mucho tiempo, el presidente municipal navolatense, implantó un cerco para impedir el libre tránsito vehicular al primer cuadro de la ciudad. Blindó el espacio conde se realizan las principales actividades cotidianas, entre las comerciales, escolares, laborales, de gestión pública y las bancarias.

Prohibió el acceso, a menos que se justificara, de norte a sur, desde las calles José María Morelos a la Niños Héroes, colindantes a donde se localiza el punto central de la movilización citadina.

Se abocó a proteger el corazón del centro histórico, probable epicentro de la infección.

A las nuevas disposiciones de vigilar el uso de cubre bocas entre los pasajeros del transporte urbano y el regional, de cuidar que en las motocicletas no viaje más que una sola persona y en los automóviles dos, siempre y cuando guarden su sana distancia, se anticipó con otras tácticas.

Cerró las cortinas de los comercios no esenciales, fumigó para sanear los espacios públicos y llamó a actuar responsablemente.

Sin embargo, en lo que se considera la última etapa que obligará a llevar al Tribunal de Barandilla a quien desoiga las recomendaciones, como parte de una sanción estricta, no hay nada que deba atemorizar ni que se magnifique.

Por desgracia, entren los navolatenses como en Sinaloa, circula el otro segmento de hombres y mujeres que no creen todavía en el Coronavirus o que por su valentía expresada, ponen en riesgos sus vidas y las de otros.

En ese municipio donde el virus pegó con fuerza, también se mueve media sociedad relajada.

Y dónde el contagio busca cuerpos para hospedarse, deambulan todavía “quienes no creen en los Santos” y menos en la enfermedad. O los valientes de los que están llenos los cementerios.

Los patriotas de blanco.

La Secretaría de Salud del Estado, reveló que casi 60 profesionales del ramo que atienden a los pacientes por coronavirus, contrajeron irremediablemente la enfermedad.

Médicos, enfermeras y trabajadores de otras áreas en los hospitales públicos, solo asumen con patriotismo el momento que les tocó vivir, pero como si fuera una contraprestación social o moral, reciben agresiones de los cobardes.

Es usual que acudir al llamado de la Nación cuando los necesita, el deber los enaltece a niveles que otros jamás podrán alcanzar.

Un reconocimiento a quienes además de poner en peligro su existencia por la pandemia, la arriesgan igualmente entre las hordas del salvajismo humano.