/ martes 25 de febrero de 2020

Día Internacional de la Educación

De acuerdo a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 24 de enero de cada año se celebra el Día Internacional de la Educación, con lo que se recuerda el papel que esta política pública desempeña en la paz y el desarrollo, y es un derecho humano fundamental para construir una mejor ciudadanía.

Sin embargo, el director general adjunto de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Xing Qu, afirma que “La educación atraviesa por una crisis global, y junto con ella, el aprendizaje y el magisterio”. En la actualidad, “670 millones de adultos en el mundo no saben leer ni escribir, y otros 258 millones de niños (entre los 6 y los 17 años) no estarán escolarizados en 2030. Se estima que hacen falta 69 millones de maestros y la infraestructura existente requiere de una inversión aproximada de 39,000 millones de dólares para estar al día en cobertura y calidad. Se calcula que son más de 600 millones de niños y de jóvenes los que, aun cuando van a la escuela, no aprenden”.

El dato es aterrador, más cuando revisamos las cifras que existen en nuestro país, pues según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) hay casi 40 millones de niños, niñas y adolescentes —35% de la población— y más de la mitad se encuentra en pobreza extrema: 21 millones (51.1%).

Siempre he afirmado que la atención de la niñez en la primera infancia es fundamental para el desarrollo como persona, pero esta atención es muy deficiente en México. Además, los niños enfrentan graves problemas como la desnutrición, la obesidad, la violencia en casa o el bullying en la escuela, así como la falta de acceso a la salud, los libros o a la Tecnología de la Información y Comunicación (TIC), lo que repercute en serias deficiencias en los niveles de lectura y escritura, por ejemplo.

La importancia de la educación no radica solo en estudiar para obtener un título profesional; con la educación se fomentan los valores, pero también se estimula la creatividad, con la que pueden generar un motor de desarrollo y mejores posibilidades de vida.

Muchos analistas afirman que la actual espiral de violencia, sobre todo contra los menores de edad, es porque las autoridades han descuidado la importancia de la educación y el papel del maestro en la formación de la niñez y adolescencia. No obstante, y hay que decirlo, la familia también está fallando como primer nivel de educación y formación.

Con la educación, se adquiere una formación como persona y se practica la tolerancia, es decir, se obtienen herramientas contra el acoso y la violencia, con lo que se genera un entorno social favorable para la convivencia. Por eso, la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes no debe ser letra muerta y se tienen que eliminar todas las brechas que impiden que la niñez y la adolescencia se desarrollen con libertad; hay que garantizarles a los infantes una educación inclusiva y equitativa para que sean autónomos y críticos y, sobre todo, agentes del cambio social que tanto necesita México.

Sin embargo, para que se puedan eliminar esas brechas debemos fortalecer la escuela como institución, así como la imagen del maestro como tutor para que sean generadores de un cambio en el alumno, de tal modo que sea capaz de distinguir cualquier influencia negativa en las aulas y que, principalmente, este aprendizaje lo lleve más allá del plantel educativo —a su casa, barrio o colonia—. Así, se podrá prevenir la violencia contra las niñas, los niños y los adolescentes.

Nuestra lucha siempre ha sido para fortalecer la infraestructura educativa y el papel del maestro en el aula: lo primero, para que las labores de enseñanza-aprendizaje se desarrollen en las mejores condiciones físicas, y lo segundo, para que con mayor capacitación y certeza laboral, proporcione una educación de calidad y los menores tengan mejores herramientas.

Somos conscientes de que para que se cumplan estas metas se debe involucrar a los padres de familia en la evolución educativa del menor, ya que esta labor no solo le corresponde al maestro —como muchos consideran—.

Desde cualquier trinchera, siempre he luchado para que el entorno donde se desarrollan las niñas, los niños y los adolescentes sea seguro, y por eso, muchas de mis actividades van encaminadas a fortalecer el tejido social. Anhelamos que los padres puedan dejar a sus hijos a jugar a la calle con la confianza de que van a regresar sanos y seguros al hogar.

Por esa razón, debemos apoyar el proyecto Nueva Escuela Mexicana para que logre los siguientes objetivos: contribuir a la formación del pensamiento crítico, a la transformación y al crecimiento solidario de la sociedad; fortalecer el tejido social para evitar la corrupción, a través del fomento de la honestidad y la integridad, y combatir las causas de discriminación y violencia con base en la promoción del respeto irrestricto a la dignidad humana.

En pocas palabras, si queremos que la educación sea un derecho humano y una herramienta fundamental para alcanzar la paz y la igualdad, debemos considerar a la educación como el mejor antídoto contra la violencia; asimismo, debemos dejar atrás los discursos y pasar a la acción. Solo así podemos lograr un sistema educativo libre de violencia. Recordemos que la educación es lo único que podemos heredar a nuestros hijos y que eso nadie se los podrá quitar.

Gracias y que pasen una excelente semana.

De acuerdo a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 24 de enero de cada año se celebra el Día Internacional de la Educación, con lo que se recuerda el papel que esta política pública desempeña en la paz y el desarrollo, y es un derecho humano fundamental para construir una mejor ciudadanía.

Sin embargo, el director general adjunto de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Xing Qu, afirma que “La educación atraviesa por una crisis global, y junto con ella, el aprendizaje y el magisterio”. En la actualidad, “670 millones de adultos en el mundo no saben leer ni escribir, y otros 258 millones de niños (entre los 6 y los 17 años) no estarán escolarizados en 2030. Se estima que hacen falta 69 millones de maestros y la infraestructura existente requiere de una inversión aproximada de 39,000 millones de dólares para estar al día en cobertura y calidad. Se calcula que son más de 600 millones de niños y de jóvenes los que, aun cuando van a la escuela, no aprenden”.

El dato es aterrador, más cuando revisamos las cifras que existen en nuestro país, pues según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) hay casi 40 millones de niños, niñas y adolescentes —35% de la población— y más de la mitad se encuentra en pobreza extrema: 21 millones (51.1%).

Siempre he afirmado que la atención de la niñez en la primera infancia es fundamental para el desarrollo como persona, pero esta atención es muy deficiente en México. Además, los niños enfrentan graves problemas como la desnutrición, la obesidad, la violencia en casa o el bullying en la escuela, así como la falta de acceso a la salud, los libros o a la Tecnología de la Información y Comunicación (TIC), lo que repercute en serias deficiencias en los niveles de lectura y escritura, por ejemplo.

La importancia de la educación no radica solo en estudiar para obtener un título profesional; con la educación se fomentan los valores, pero también se estimula la creatividad, con la que pueden generar un motor de desarrollo y mejores posibilidades de vida.

Muchos analistas afirman que la actual espiral de violencia, sobre todo contra los menores de edad, es porque las autoridades han descuidado la importancia de la educación y el papel del maestro en la formación de la niñez y adolescencia. No obstante, y hay que decirlo, la familia también está fallando como primer nivel de educación y formación.

Con la educación, se adquiere una formación como persona y se practica la tolerancia, es decir, se obtienen herramientas contra el acoso y la violencia, con lo que se genera un entorno social favorable para la convivencia. Por eso, la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes no debe ser letra muerta y se tienen que eliminar todas las brechas que impiden que la niñez y la adolescencia se desarrollen con libertad; hay que garantizarles a los infantes una educación inclusiva y equitativa para que sean autónomos y críticos y, sobre todo, agentes del cambio social que tanto necesita México.

Sin embargo, para que se puedan eliminar esas brechas debemos fortalecer la escuela como institución, así como la imagen del maestro como tutor para que sean generadores de un cambio en el alumno, de tal modo que sea capaz de distinguir cualquier influencia negativa en las aulas y que, principalmente, este aprendizaje lo lleve más allá del plantel educativo —a su casa, barrio o colonia—. Así, se podrá prevenir la violencia contra las niñas, los niños y los adolescentes.

Nuestra lucha siempre ha sido para fortalecer la infraestructura educativa y el papel del maestro en el aula: lo primero, para que las labores de enseñanza-aprendizaje se desarrollen en las mejores condiciones físicas, y lo segundo, para que con mayor capacitación y certeza laboral, proporcione una educación de calidad y los menores tengan mejores herramientas.

Somos conscientes de que para que se cumplan estas metas se debe involucrar a los padres de familia en la evolución educativa del menor, ya que esta labor no solo le corresponde al maestro —como muchos consideran—.

Desde cualquier trinchera, siempre he luchado para que el entorno donde se desarrollan las niñas, los niños y los adolescentes sea seguro, y por eso, muchas de mis actividades van encaminadas a fortalecer el tejido social. Anhelamos que los padres puedan dejar a sus hijos a jugar a la calle con la confianza de que van a regresar sanos y seguros al hogar.

Por esa razón, debemos apoyar el proyecto Nueva Escuela Mexicana para que logre los siguientes objetivos: contribuir a la formación del pensamiento crítico, a la transformación y al crecimiento solidario de la sociedad; fortalecer el tejido social para evitar la corrupción, a través del fomento de la honestidad y la integridad, y combatir las causas de discriminación y violencia con base en la promoción del respeto irrestricto a la dignidad humana.

En pocas palabras, si queremos que la educación sea un derecho humano y una herramienta fundamental para alcanzar la paz y la igualdad, debemos considerar a la educación como el mejor antídoto contra la violencia; asimismo, debemos dejar atrás los discursos y pasar a la acción. Solo así podemos lograr un sistema educativo libre de violencia. Recordemos que la educación es lo único que podemos heredar a nuestros hijos y que eso nadie se los podrá quitar.

Gracias y que pasen una excelente semana.