/ viernes 11 de marzo de 2022

De cine, fútbol y furia

No obstante que el fútbol es el deporte nacional, en México rara vez se hacen películas con ese tema. Y vaya que sobran historias surgidas de la vida real sobre las que se podría escribir un guion cinematográfico. Como la trifulca desatada el pasado 5 de marzo en el estadio La Corregidora de Querétaro, el cual se convirtió por unas horas en la locación ideal para filmar el drama de un pueblo dividido.

Fue el productor, director y actor, Joaquín Pardavé, el primero en filmar una película mexicana con un argumento que tocara al fútbol. En Los Hijos de don Venancio (1944), el propio Pardavé hace el papel de un gachupín gruñón, cuyo hijo (interpretado por el legendario futbolista Horacio Casarín) trata de abrirse paso en la vida como jugador del Atlante. Además de hablar del fenómeno de la migración española a México, la cinta muestra la manera cómo la gente de aquellos tiempos vivía su enajenamiento por el fútbol. Las pasiones desbordadas, los insultos y los zafarranchos en las tribunas ya eran cosa común. Fue en aquellas tribunas donde se hizo célebre el “Ahí les va el agua de riñón, cabrones”, para advertirle a los mirones que suelen permanecer de pie sobre las butacas, que en caso de no sentarse, les podría caer una lluvia de orines (agua de riñón), como cortesía de la porra.

Después del éxito de los Hijos de Don Venancio, se harían otras pocas películas de corte futbolero. Así llegaría a la pantalla, si no la mejor película mexicana de fútbol, sí una de las más cacareadas: El Chanfle (Enrique Segoviano, 1979). Una comedia infumable, dirigida al público familiar, escrita y actuada por Chespirito. Hasta ese momento el cine mexicano se había conformado con retratar al fútbol en tono de comedia.

Pero en 2008 el director y guionista, Carlos Cuarón, le daría un giro a esa visión simplista y complaciente. Con la cinta Rudo y Cursi, Cuarón no sólo habla de la rivalidad existente entre dos hermanos que aman el fútbol, sino que además deja ver las transas y abusos que se cometen al interior de los clubes. Luego de la trifulca en La Corregidora, las reflexiones que se plantean en Rudo y Cursi son algo así como la premonición de un desastre.

Rudos contra cursis

5 de marzo. Las imágenes no mienten, en todas se puede ver la madriza que las dos barras bravas se están poniendo a lo largo y ancho de La Corregidora. El zafarrancho va de las tribunas a la cancha. Se dan con saña, con rabia. Por ahí ya quedó uno tirado, ni siquiera se mueve. Los que me lo amachinaron no tuvieron piedad. Canijos, hasta la ropa le quitaron. Lo dejaron encuerado, inconsciente. Se mancharon.

6 de marzo. Mauricio Kuri, gobernador de Querétaro, con el rostro descolocado y la mirada furiosa, por momentos adquiere un aire de “Harry el Sucio”, afirma que lo que pasó no va a quedar impune. “Voy a dar contigo”, amaga apuntando con el dedo índice a manera de revólver. En conferencia de prensa, Mikel Arriola, presidente de la Liga MX, anuncia que el día 8 se reunirá de manera extraordinaria con la Federación Mexicana de Fútbol para tratar tan espinoso asunto.

8 de marzo. Otra vez Mikel Arriola. Ahora está junto a Yon de Luisa, presidente de la Federación Mexicana de Fútbol. La conferencia de prensa es para hablar de las sanciones que la Federación ha resuelto imponer a los rijosos. Casi al mismo tiempo, en los noticieros se confirma que después de varios cateos realizados en Querétaro, hay diez detenidos, relacionados con la trifulca. ¿Será que por fin un gobernador, en vez de echarle la culpa a los de antes, se hizo responsable de la violencia en su estado y actuó? Al menos Mauricio Kuri mostró más interés que el gober de Zacatecas, David Monreal, a quien hace poco le preguntaron cuándo pensaba que los desplazados por la violencia podrían regresar a Zacatecas, a lo que contestó muy ocurrente que esa respuesta no la tiene ni Obama.

¿Y las televisoras?

Sanciones van, sanciones vienen; pero por ningún lado se ve que alguien le tome cuentas a Televisa o a Tv Azteca o ESPN. ¿No son ellos los que le venden el fútbol a la gente? ¿No son ellos los que, con tal de subir el rating, fomentan una peligrosa rivalidad entre los aficionados? ¿No son las televisoras, junto con los dueños de los equipos (Federación Mexicana de Fútbol), quienes controlan el fútbol mexicano, y los que se llevan la mejor tajada del dineral que generan las marcas de los anunciantes?

¿Se busca reducir la agresividad de la gente los estadios? No le vendan alcohol. ¡Sí, cómo no! Eso jamás va a ocurrir. Podría ser parte de la solución, pero atenta contra el negocio. Y si atenta contra el negocio es mala idea. Así que es probable que sigamos viendo escenas parecidas a las de Querétaro. Esta vez los madrazos, que no los abrazos, fueron en La Corregidora; mañana podrían ser cualquier otro estadio. El lugar y el partido son lo de menos. La gente está encabronada con la demás gente. La rivalidad entre los mexicanos cada día se hace más grande. Y el fútbol es un espejo de ese resentimiento.

Habría que preguntarse si tras lo ocurrido, México sigue siendo considerado por Estados Unidos y Canadá como una sede segura para que en sus estadios se jueguen algunos partidos de la Copa del Mundo 2026. Por lo pronto, el próximo 24 de marzo la Selección Mexicana recibirá a la Selección de Estados Unidos en el Azteca, y el grito prohibido (“puto”), ése que le ha valido a la Selección ser sancionada por la FIFA en más de quince ocasiones, amenaza con volver a retumbar en las tribunas. No sería extraño que muy pronto viniera a México algún picudo de la FIFA, o en su defecto, del gobierno gringo, a decirle a López Obrador que eso de seguir dividiendo a su pueblo es mala idea. Por la buena, el pueblo puede ser cursi, pero por la mala, puede ser muy rudo.

No obstante que el fútbol es el deporte nacional, en México rara vez se hacen películas con ese tema. Y vaya que sobran historias surgidas de la vida real sobre las que se podría escribir un guion cinematográfico. Como la trifulca desatada el pasado 5 de marzo en el estadio La Corregidora de Querétaro, el cual se convirtió por unas horas en la locación ideal para filmar el drama de un pueblo dividido.

Fue el productor, director y actor, Joaquín Pardavé, el primero en filmar una película mexicana con un argumento que tocara al fútbol. En Los Hijos de don Venancio (1944), el propio Pardavé hace el papel de un gachupín gruñón, cuyo hijo (interpretado por el legendario futbolista Horacio Casarín) trata de abrirse paso en la vida como jugador del Atlante. Además de hablar del fenómeno de la migración española a México, la cinta muestra la manera cómo la gente de aquellos tiempos vivía su enajenamiento por el fútbol. Las pasiones desbordadas, los insultos y los zafarranchos en las tribunas ya eran cosa común. Fue en aquellas tribunas donde se hizo célebre el “Ahí les va el agua de riñón, cabrones”, para advertirle a los mirones que suelen permanecer de pie sobre las butacas, que en caso de no sentarse, les podría caer una lluvia de orines (agua de riñón), como cortesía de la porra.

Después del éxito de los Hijos de Don Venancio, se harían otras pocas películas de corte futbolero. Así llegaría a la pantalla, si no la mejor película mexicana de fútbol, sí una de las más cacareadas: El Chanfle (Enrique Segoviano, 1979). Una comedia infumable, dirigida al público familiar, escrita y actuada por Chespirito. Hasta ese momento el cine mexicano se había conformado con retratar al fútbol en tono de comedia.

Pero en 2008 el director y guionista, Carlos Cuarón, le daría un giro a esa visión simplista y complaciente. Con la cinta Rudo y Cursi, Cuarón no sólo habla de la rivalidad existente entre dos hermanos que aman el fútbol, sino que además deja ver las transas y abusos que se cometen al interior de los clubes. Luego de la trifulca en La Corregidora, las reflexiones que se plantean en Rudo y Cursi son algo así como la premonición de un desastre.

Rudos contra cursis

5 de marzo. Las imágenes no mienten, en todas se puede ver la madriza que las dos barras bravas se están poniendo a lo largo y ancho de La Corregidora. El zafarrancho va de las tribunas a la cancha. Se dan con saña, con rabia. Por ahí ya quedó uno tirado, ni siquiera se mueve. Los que me lo amachinaron no tuvieron piedad. Canijos, hasta la ropa le quitaron. Lo dejaron encuerado, inconsciente. Se mancharon.

6 de marzo. Mauricio Kuri, gobernador de Querétaro, con el rostro descolocado y la mirada furiosa, por momentos adquiere un aire de “Harry el Sucio”, afirma que lo que pasó no va a quedar impune. “Voy a dar contigo”, amaga apuntando con el dedo índice a manera de revólver. En conferencia de prensa, Mikel Arriola, presidente de la Liga MX, anuncia que el día 8 se reunirá de manera extraordinaria con la Federación Mexicana de Fútbol para tratar tan espinoso asunto.

8 de marzo. Otra vez Mikel Arriola. Ahora está junto a Yon de Luisa, presidente de la Federación Mexicana de Fútbol. La conferencia de prensa es para hablar de las sanciones que la Federación ha resuelto imponer a los rijosos. Casi al mismo tiempo, en los noticieros se confirma que después de varios cateos realizados en Querétaro, hay diez detenidos, relacionados con la trifulca. ¿Será que por fin un gobernador, en vez de echarle la culpa a los de antes, se hizo responsable de la violencia en su estado y actuó? Al menos Mauricio Kuri mostró más interés que el gober de Zacatecas, David Monreal, a quien hace poco le preguntaron cuándo pensaba que los desplazados por la violencia podrían regresar a Zacatecas, a lo que contestó muy ocurrente que esa respuesta no la tiene ni Obama.

¿Y las televisoras?

Sanciones van, sanciones vienen; pero por ningún lado se ve que alguien le tome cuentas a Televisa o a Tv Azteca o ESPN. ¿No son ellos los que le venden el fútbol a la gente? ¿No son ellos los que, con tal de subir el rating, fomentan una peligrosa rivalidad entre los aficionados? ¿No son las televisoras, junto con los dueños de los equipos (Federación Mexicana de Fútbol), quienes controlan el fútbol mexicano, y los que se llevan la mejor tajada del dineral que generan las marcas de los anunciantes?

¿Se busca reducir la agresividad de la gente los estadios? No le vendan alcohol. ¡Sí, cómo no! Eso jamás va a ocurrir. Podría ser parte de la solución, pero atenta contra el negocio. Y si atenta contra el negocio es mala idea. Así que es probable que sigamos viendo escenas parecidas a las de Querétaro. Esta vez los madrazos, que no los abrazos, fueron en La Corregidora; mañana podrían ser cualquier otro estadio. El lugar y el partido son lo de menos. La gente está encabronada con la demás gente. La rivalidad entre los mexicanos cada día se hace más grande. Y el fútbol es un espejo de ese resentimiento.

Habría que preguntarse si tras lo ocurrido, México sigue siendo considerado por Estados Unidos y Canadá como una sede segura para que en sus estadios se jueguen algunos partidos de la Copa del Mundo 2026. Por lo pronto, el próximo 24 de marzo la Selección Mexicana recibirá a la Selección de Estados Unidos en el Azteca, y el grito prohibido (“puto”), ése que le ha valido a la Selección ser sancionada por la FIFA en más de quince ocasiones, amenaza con volver a retumbar en las tribunas. No sería extraño que muy pronto viniera a México algún picudo de la FIFA, o en su defecto, del gobierno gringo, a decirle a López Obrador que eso de seguir dividiendo a su pueblo es mala idea. Por la buena, el pueblo puede ser cursi, pero por la mala, puede ser muy rudo.