/ domingo 10 de noviembre de 2019

¡Culichis al grito de paz...!

“(...) en la lucha social también los grandes ríos, nacen de los pequeños ojos de agua, caminan mucho y crecen hasta llegar al mar (...)” Roque Dalton.

El domingo los culichis fuimos parte de uno de esos ojos de agua, al grito de paz y cobijados bajo el estandarte #CuliacánValiente convergimos ciudadanas y ciudadanos de a pie, profesores, amas de casa, estudiantes, colectivas feministas, madres de de-saparecidos y todos los que clamamos otro mundo posible y muy necesario.

Al observar cómo se iba conformando cada contingente pensaba en la vida, las luchas, las resistencias que germinan en la sencillez en la humildad, en lo pequeño, en los pequeños; en los que son como una piedra que en días de tormenta se hunde pero que construye el camino por el que transitamos y en el cual aspiramos que nuestros hijos transiten.

Cada contingente hacía visible muchas de las asimetrías que existen en cada uno de los rincones de nuestra querida y maltrecha ciudad pero a los cuales los une el que son personas que trabajan, acompañan, construyen, pelean y aman en torno al Culiacán de los tres Ríos, de hombres y mujeres ilustres, esta ciudad tan callada como lo son nuestros veranos que duran todo el año.

Durante la caminata hubo varias pausas, unas llenas de júbilo otras con una carga emotiva como la de la Fiscalía General del Estado, monumento de impunidad, se guardó silencio por aquellos que ya no regresaron a casa, por la familias que viven y a veces mueren esperando justicia, por los inocentes de nuestra cárceles... aquel silencio parecía un grito ahogado para resignificar nuestra identidad.

Al llegar al punto final de la marcha se dio inicio la fiesta de la colectividad; entre música y murales surgió una interrogante entre quién estábamos presentes: qué sigue? Estamos a la expectativa de un esfuerzo desde lo colectivo, convertir nuestros dolores en estrategias y acciones concretas porque como dijo alguna vez Paulo Freiré “a mí tampoco se me ha muerto la esperanza”, esa esperanza de ver a nuestros niños y jóvenes orgullosos del ser culiacanenses, el orgullo de sentir los pies como raíces en esta tierra fértil que es mucho más que crimen organizado.

Abracemos nuestras conciencias y acariciemos las de nuestros hijos, padres, amigos y compañeros para que construyamos la ciudad que queremos y merecemos, para vivir en exigencia permanente a quienes nos gobiernan para que generen condiciones desde las instituciones para alcanzar la paz.

¡De aquí somos y aquí nos quedamos!


“(...) en la lucha social también los grandes ríos, nacen de los pequeños ojos de agua, caminan mucho y crecen hasta llegar al mar (...)” Roque Dalton.

El domingo los culichis fuimos parte de uno de esos ojos de agua, al grito de paz y cobijados bajo el estandarte #CuliacánValiente convergimos ciudadanas y ciudadanos de a pie, profesores, amas de casa, estudiantes, colectivas feministas, madres de de-saparecidos y todos los que clamamos otro mundo posible y muy necesario.

Al observar cómo se iba conformando cada contingente pensaba en la vida, las luchas, las resistencias que germinan en la sencillez en la humildad, en lo pequeño, en los pequeños; en los que son como una piedra que en días de tormenta se hunde pero que construye el camino por el que transitamos y en el cual aspiramos que nuestros hijos transiten.

Cada contingente hacía visible muchas de las asimetrías que existen en cada uno de los rincones de nuestra querida y maltrecha ciudad pero a los cuales los une el que son personas que trabajan, acompañan, construyen, pelean y aman en torno al Culiacán de los tres Ríos, de hombres y mujeres ilustres, esta ciudad tan callada como lo son nuestros veranos que duran todo el año.

Durante la caminata hubo varias pausas, unas llenas de júbilo otras con una carga emotiva como la de la Fiscalía General del Estado, monumento de impunidad, se guardó silencio por aquellos que ya no regresaron a casa, por la familias que viven y a veces mueren esperando justicia, por los inocentes de nuestra cárceles... aquel silencio parecía un grito ahogado para resignificar nuestra identidad.

Al llegar al punto final de la marcha se dio inicio la fiesta de la colectividad; entre música y murales surgió una interrogante entre quién estábamos presentes: qué sigue? Estamos a la expectativa de un esfuerzo desde lo colectivo, convertir nuestros dolores en estrategias y acciones concretas porque como dijo alguna vez Paulo Freiré “a mí tampoco se me ha muerto la esperanza”, esa esperanza de ver a nuestros niños y jóvenes orgullosos del ser culiacanenses, el orgullo de sentir los pies como raíces en esta tierra fértil que es mucho más que crimen organizado.

Abracemos nuestras conciencias y acariciemos las de nuestros hijos, padres, amigos y compañeros para que construyamos la ciudad que queremos y merecemos, para vivir en exigencia permanente a quienes nos gobiernan para que generen condiciones desde las instituciones para alcanzar la paz.

¡De aquí somos y aquí nos quedamos!


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