El saqueo de negocios que tuvo lugar durante la mañana del sábado 28 de septiembre en Culiacán es una muestra más de lo mal que está la situación y lo poco que las autoridades le importa la seguridad de la ciudadanía y del comercio.
Desde la madrugada, se registraron tiroteos por toda la ciudad y muchos no pudieron dormir por los nervios y la tensión de escuchar un helicóptero que hacía vibrar las paredes de sus hogares y, por si fuera poco, en la mañana, quienes sí durmieron, despertaron con la novedad del saqueo.
El pasado viernes, Laura Guzmán Torróntegui, presidenta de Canirac, explicó que los negocios de Culiacán están a punto de cerrar debido a esta crisis. Ya no solo se habla de pérdidas económicas, que ascienden a más de 4 mil millones de pesos para todo el gremio comercial, sino de la pérdida de la seguridad.
Si la situación continúa, los negocios de toda la ciudad, pero principalmente los del centro, podrían enfrentar una crisis como nunca antes, pues ni en lo más duro de la pandemia de Covid-19 se generó una problemática como la que se vive actualmente.
Y las autoridades únicamente reaccionan a la violencia, la prevención del delito brilla por su ausencia. Nadie está haciendo nada para que los culiacanenses se sientan seguros otra vez. Nadie se preocupa porque la gente pueda transitar por las calles y sentirse segura. Nadie se preocupa porque esta violencia, de la que los ciudadanos trabajadores no tienen la culpa, se detenga o al menos se controle.
Son días oscuros los que enfrentan los sinaloenses, pero quienes más han resentido la poca voluntad del gobierno por hacer algo son los comerciantes, los restauranteros, los músicos y todas las personas que viven de su trabajo.
¿Qué gobierno se atreverá por fin a ver la crisis como lo que es y no como algo ajeno a su realidad?