/ lunes 11 de junio de 2018

Cuidado con el número 2

No logro entender como algunos analistas políticos, basados sólo en resultados de estudios para la medición de la “intención de voto”, pronostican desde ahora el resultado de la elección presidencial del próximo 1 de julio.

No lo entiendo porque los resultados de las encuestas en las que apoyan dichos análisis siguen arrojando un porcentaje muy alto de ciudadanos que aún no definen su voto.

Resulta hasta cierto punto divertido ver que hay quienes se atreven incluso a decir que la elección presidencial ya está definida a favor del candidato que se mantiene como el número 1 en dichas encuestas.

Otros, probablemente influenciados por el ambiente deportivo del mundial de futbol, comentan que el candidato puntero en las encuestas también está arriba en las apuestas, con lo que deducen que dicho aspirante tiene el “triunfo asegurado” … hágame usted el favor.

Los apostadores y los entusiastas promotores de encuestas de “intención de voto”, en las que 4 de cada 10 entrevistados no dicen por quién van a votar, parecen olvidar que el sufragio es una decisión personal de cada ciudadano y sólo se conoce en el momento en que se cierran las casillas y se cuentan las papeletas, no antes.

Por lo tanto, si hoy la única realidad que tenemos es que un 40 por ciento de los ciudadanos entrevistados por las empresas encuestadoras prefiere ocultar el sentido de su decisión, ¿Cómo es que dan por un hecho que la elección presidencial ya está definida si ni siquiera han concluido las campañas?

Lo hemos dicho aquí, si las contiendas electorales se resolvieran con encuestas no habría necesidad de que los candidatos hicieran labor de proselitismo y mucho menos que tuviéramos que acudir a las urnas, con lo que nos ahorraríamos por lo menos 28 mil millones de pesos del presupuesto público.

Pero no es así, y aunque ya suena muy trillado y entiendo que a algunos les molesta bastante la frase, lo único cierto hasta ahora es que en la democracia las elecciones no se ganan con encuestas, se ganan con votos.

La historia reciente de México ha demostrado que las encuestas de “intención de voto” y las elecciones son dos cosas muy distintas.

En 2006, en su primera participación como candidato a la Presidencia de la República, el mismo que hoy encabeza las encuestas, también estuvo al frente de las preferencias durante casi todo el tiempo que duraron las campañas, pero al final perdió por una mínima diferencia ante el candidato que en esa contienda estaba como número 2 en las encuestas.

Un escenario similar se presentó seis años antes, en el 2000, cuando las encuestas daban por seguro ganador al candidato que estaba colocado en el primer lugar, pero ahí también fallaron, porque triunfó el aspirante que estaba en el segundo sitio.

GRAFITI

No sé usted, pero en esta elección yo no perdería de vista al segundo lugar de las encuestas, pero no las encuestas actuales, sino las que se publiquen entre el 25 y el 27 de este mes.

La clave está en el llamado “voto útil”, que se entiende como la decisión que podrían tomar finalmente los potenciales electores que aparecen como “indecisos” en las encuestas.

Si los que hoy ocultan su voto deciden otorgárselo al candidato que pueda derrotar a la opción que menos desean que gane la elección presidencial, el 1 de julio podríamos llevarnos una sorpresa.

Lo dicho, cuidado con el número 2.

Twitter: @victortorres_mx

No logro entender como algunos analistas políticos, basados sólo en resultados de estudios para la medición de la “intención de voto”, pronostican desde ahora el resultado de la elección presidencial del próximo 1 de julio.

No lo entiendo porque los resultados de las encuestas en las que apoyan dichos análisis siguen arrojando un porcentaje muy alto de ciudadanos que aún no definen su voto.

Resulta hasta cierto punto divertido ver que hay quienes se atreven incluso a decir que la elección presidencial ya está definida a favor del candidato que se mantiene como el número 1 en dichas encuestas.

Otros, probablemente influenciados por el ambiente deportivo del mundial de futbol, comentan que el candidato puntero en las encuestas también está arriba en las apuestas, con lo que deducen que dicho aspirante tiene el “triunfo asegurado” … hágame usted el favor.

Los apostadores y los entusiastas promotores de encuestas de “intención de voto”, en las que 4 de cada 10 entrevistados no dicen por quién van a votar, parecen olvidar que el sufragio es una decisión personal de cada ciudadano y sólo se conoce en el momento en que se cierran las casillas y se cuentan las papeletas, no antes.

Por lo tanto, si hoy la única realidad que tenemos es que un 40 por ciento de los ciudadanos entrevistados por las empresas encuestadoras prefiere ocultar el sentido de su decisión, ¿Cómo es que dan por un hecho que la elección presidencial ya está definida si ni siquiera han concluido las campañas?

Lo hemos dicho aquí, si las contiendas electorales se resolvieran con encuestas no habría necesidad de que los candidatos hicieran labor de proselitismo y mucho menos que tuviéramos que acudir a las urnas, con lo que nos ahorraríamos por lo menos 28 mil millones de pesos del presupuesto público.

Pero no es así, y aunque ya suena muy trillado y entiendo que a algunos les molesta bastante la frase, lo único cierto hasta ahora es que en la democracia las elecciones no se ganan con encuestas, se ganan con votos.

La historia reciente de México ha demostrado que las encuestas de “intención de voto” y las elecciones son dos cosas muy distintas.

En 2006, en su primera participación como candidato a la Presidencia de la República, el mismo que hoy encabeza las encuestas, también estuvo al frente de las preferencias durante casi todo el tiempo que duraron las campañas, pero al final perdió por una mínima diferencia ante el candidato que en esa contienda estaba como número 2 en las encuestas.

Un escenario similar se presentó seis años antes, en el 2000, cuando las encuestas daban por seguro ganador al candidato que estaba colocado en el primer lugar, pero ahí también fallaron, porque triunfó el aspirante que estaba en el segundo sitio.

GRAFITI

No sé usted, pero en esta elección yo no perdería de vista al segundo lugar de las encuestas, pero no las encuestas actuales, sino las que se publiquen entre el 25 y el 27 de este mes.

La clave está en el llamado “voto útil”, que se entiende como la decisión que podrían tomar finalmente los potenciales electores que aparecen como “indecisos” en las encuestas.

Si los que hoy ocultan su voto deciden otorgárselo al candidato que pueda derrotar a la opción que menos desean que gane la elección presidencial, el 1 de julio podríamos llevarnos una sorpresa.

Lo dicho, cuidado con el número 2.

Twitter: @victortorres_mx