Este 17 de octubre se cumplen cuatro años del fallido operativo para capturar a Ovidio Guzmán López, “El Ratón”, lo que desencadenaría la batalla que hoy conocemos como el primer Culiacanazo, término que le molesta a algunas buenas conciencias, pero que está ahí, para recordarnos que el monstruo sigue ahí, agazapado.
En realidad, cuatro años después y luego de un segundo Culiacanazo en enero de 2023 que sí concluyó con la captura de “El Ratón”, no hay nada que garantice que este tipo de sucesos se vuelvan a repetir: el poderío del crimen organizado sigue ahí, afuera, traducido en poder operativo, poder de corrupción y con una maquinaria de guerra que sigue activa.
Y si no es suficiente, también existe la parte mediática, con lonas incluida, donde se ordena parar a todos los traficantes y productores de fentanilo, el tráfico de esta nociva sustancia.
Se trata de un poder fáctico muy vivo, una organización eficiente que cuenta con muchos tentáculos, la cual no es combatida por el Estado mexicano de manera frontal, si acaso con operativos contra laboratorios o detenciones menores.
Por eso es relevante continuar escarbando cómo operó el Ejército borrar algunas huellas del primer Culiacanazo, ¿cómo se marchó Ovidio de aquella casa donde estaba acorralado en 2019? No pudo salir con su familia sino escoltado por los mismos soldados que pretendían detenerlo.
Otro dato que se expone en las siguientes páginas es la toma de rehenes en el penal de Aguaruto, en la caseta de Costa Rica y en el complejo habitacional del Ejército con la que presionaron a las autoridades para obligar a desistir del arresto de “el Ratón”. ¿Y cuándo vayan por los otros hermanos? Estados Unidos ya ha sido tajante al respecto, no darán un paso atrás, ¿le arrancarán una promesa a la próxima presidenta de la República? Al tiempo.
Colapsa la pesca de camarón en el sur de Sinaloa
Con una caída en la producción del 90 por ciento respecto al año anterior, la actividad pesquera en esteros y marismas del sur de Sinaloa está prácticamente acabada.
Este año, a las nulas acciones de inspección y vigilancia se sumó el problema de la sequía y las altas temperaturas, que prácticamente mataron al camarón antes de que los pescadores pudieran sacarlo.
Y es que a un mes de haber iniciado las labores pesqueras, las embarcaciones menores reportan entre 4 y 20 kilos de producto de talla de mediana a chica, que comparado con la temporada pasada, donde se agarraban de 50 a 80 kilos en el arranque, mantienen en incertidumbre a un sector que luce bastante lastimado y con muy pocas posibilidades de recuperarse.
En 2022 la producción total estimada fue de 150 toneladas en 30 cooperativas de Mazatlán, El Rosario y Escuinapa y este 2023, en los primeros días que se llevan de pesca no se tienen cifras exactas porque hay cooperativas que no han capturado ni un solo camarón.
El poco producto y el tamaño chico evidencian que el entorno natural está mal y que se ocupa rescatarlo para que vuelva a tener vida y generar actividad a más de 10 mil pescadores de manera directa.
Con esta crisis pesquera, algunas zonas de la entidad pudieran ser consideradas como zona de desastre, pues de 30 cooperativas de pescadores, sólo 8 realizan labores de pesca actualmente.
Si no se implementa un programa de rescate que en verdad funcione, la actividad desaparecerá en muy poco tiempo, pues el colapso que se vive en la actualidad parece que es irremediable.