/ lunes 23 de mayo de 2022

Con polémica, lista la final

Pues nada que, más allá de las emociones que nos brindaron especialmente Tigres y Atlas y luego el repaso que le dio el Pachuca al América, los comentarios en el mundo del futbol en su mayor parte han sido dirigidos al arbitraje del duelo entre los de Nuevo León y Jalisco. Concretamente sobre el trabajo de nuestro paisano César Arturo Ramos Palazuelos, a quien los coronistas televisivos, pretenden inútilmente que lo bajen del mundial de Qatar.

Mire usted, por muchos años, no solo esta tribuna criticó que el futbol era de las pocas disciplinas que se negaban recurrir a la tecnología, se llegó a argumentar que sería como quitarles autoridad a los jueces centrales, cuando en realidad es todo lo contrario, en primer lugar, porque su decisión continúa siendo la que impere en los casos de criterios diferentes a los del VAR el cual o bien solo le confirma su decisión o bien lo llama para que observe la jugada debido a alguna inconsistencia.

¿Qué se puede equivocar uno o los dos? Desde luego que sí. La posibilidad está latente, de manera especial cuando se entra en el terreno del criterio, por ejemplo, el sucedido en el primer penal señalado en favor de los Tigres y hecho bueno por el francés Gignac. La pregunta es: ¿qué juzgó primero César Arturo Ramos? La imprudente barrida del defensor tapatío, antes que el “nalgazo” de Giganc?

Veamos que dice la regla 12 en una parte de dos de incisos, sobre infracciones sancionables con tarjeta amarilla

Juego brusco y grave (falta de extrema dureza). Las entradas o disputas del balón que pongan en peligro la integridad física de un adversario o en las que el jugador se emplee con fuerza excesiva o brutalidad deberán sancionarse como «juego brusco y grave» (faltas de extrema dureza).

Todo jugador que arremeta contra un adversario en la disputa del balón de frente, por el costado o por detrás, utilizando una o ambas piernas con fuerza excesiva o poniendo en peligro la integridad física del adversario, estará jugando con excesiva dureza. Y la otra: cometer de manera temeraria una infracción sancionable con libre directo. (El penal es un tiro libre directo).

Aquí entró en acción el retorcido colmillo de Gignac, quien, al proteger la pelota de espaldas al marco y observar al defensor pisándole los talones, provocó esa jugada que fue señalada o bien por juego brusco grave o por cometer una falta temeraria, pero que no era manifiesta de gol, de ahí que solo recurrió a la tarjeta amarilla. Para César Arturo Ramos, la falta producto de la barrida del defensor del Atlas, era inevitable con o sin el “nalgazo”.

En las otras dos acciones de penal, la intervención del VAR fue correcta. En una en primera instancia amonestó al “Diente” López, por supuestamente simular una falta, pero entre la maraña de piernas y manos, no vio el jalón que con una mano le dieron en el talón que provocó su caída y por lo tanto la sanción del penal; en cuanto al tiro máximo que le dio el triunfo al Atlas, César Arturo, de entrada, no se percató del empujón de Angulo sobre Aldo Rocha. El silbante sinaloense, fue al VAR, como juez principal aceptó que su apreciación o criterio fue equivocado, se fajó los pantalones y marcó el tiro penal. Sí, en tiempo agregado y en la propia casa de los Tigres.

Para terminar, muchos comentan que previo hubo una mano de Quiñones, pero ni César Arturo ni el VAR observaron que esa acción no se dio tal y como algunos lo aseguran. Quienes están en el VAR y los propios silbantes tienen que ver una y otra vez la acción una jugada para valorar una decisión, ahora dígame usted en plena acción, sobre todo cuando una jugada se debe juzgar en un segundo, lo complicado que es tomar una decisión. Y que conste, no estamos diciendo que árbitros y VAR no se puedan equivocar, pero más aún la pasión de quienes vemos los toros desde la barrera.

Pues nada que, más allá de las emociones que nos brindaron especialmente Tigres y Atlas y luego el repaso que le dio el Pachuca al América, los comentarios en el mundo del futbol en su mayor parte han sido dirigidos al arbitraje del duelo entre los de Nuevo León y Jalisco. Concretamente sobre el trabajo de nuestro paisano César Arturo Ramos Palazuelos, a quien los coronistas televisivos, pretenden inútilmente que lo bajen del mundial de Qatar.

Mire usted, por muchos años, no solo esta tribuna criticó que el futbol era de las pocas disciplinas que se negaban recurrir a la tecnología, se llegó a argumentar que sería como quitarles autoridad a los jueces centrales, cuando en realidad es todo lo contrario, en primer lugar, porque su decisión continúa siendo la que impere en los casos de criterios diferentes a los del VAR el cual o bien solo le confirma su decisión o bien lo llama para que observe la jugada debido a alguna inconsistencia.

¿Qué se puede equivocar uno o los dos? Desde luego que sí. La posibilidad está latente, de manera especial cuando se entra en el terreno del criterio, por ejemplo, el sucedido en el primer penal señalado en favor de los Tigres y hecho bueno por el francés Gignac. La pregunta es: ¿qué juzgó primero César Arturo Ramos? La imprudente barrida del defensor tapatío, antes que el “nalgazo” de Giganc?

Veamos que dice la regla 12 en una parte de dos de incisos, sobre infracciones sancionables con tarjeta amarilla

Juego brusco y grave (falta de extrema dureza). Las entradas o disputas del balón que pongan en peligro la integridad física de un adversario o en las que el jugador se emplee con fuerza excesiva o brutalidad deberán sancionarse como «juego brusco y grave» (faltas de extrema dureza).

Todo jugador que arremeta contra un adversario en la disputa del balón de frente, por el costado o por detrás, utilizando una o ambas piernas con fuerza excesiva o poniendo en peligro la integridad física del adversario, estará jugando con excesiva dureza. Y la otra: cometer de manera temeraria una infracción sancionable con libre directo. (El penal es un tiro libre directo).

Aquí entró en acción el retorcido colmillo de Gignac, quien, al proteger la pelota de espaldas al marco y observar al defensor pisándole los talones, provocó esa jugada que fue señalada o bien por juego brusco grave o por cometer una falta temeraria, pero que no era manifiesta de gol, de ahí que solo recurrió a la tarjeta amarilla. Para César Arturo Ramos, la falta producto de la barrida del defensor del Atlas, era inevitable con o sin el “nalgazo”.

En las otras dos acciones de penal, la intervención del VAR fue correcta. En una en primera instancia amonestó al “Diente” López, por supuestamente simular una falta, pero entre la maraña de piernas y manos, no vio el jalón que con una mano le dieron en el talón que provocó su caída y por lo tanto la sanción del penal; en cuanto al tiro máximo que le dio el triunfo al Atlas, César Arturo, de entrada, no se percató del empujón de Angulo sobre Aldo Rocha. El silbante sinaloense, fue al VAR, como juez principal aceptó que su apreciación o criterio fue equivocado, se fajó los pantalones y marcó el tiro penal. Sí, en tiempo agregado y en la propia casa de los Tigres.

Para terminar, muchos comentan que previo hubo una mano de Quiñones, pero ni César Arturo ni el VAR observaron que esa acción no se dio tal y como algunos lo aseguran. Quienes están en el VAR y los propios silbantes tienen que ver una y otra vez la acción una jugada para valorar una decisión, ahora dígame usted en plena acción, sobre todo cuando una jugada se debe juzgar en un segundo, lo complicado que es tomar una decisión. Y que conste, no estamos diciendo que árbitros y VAR no se puedan equivocar, pero más aún la pasión de quienes vemos los toros desde la barrera.