/ jueves 16 de febrero de 2023

Ciudadano en la polis | Delitos de imprenta, centralismo y unipersonalismo

En una coyuntura en donde los ataques a la libertad de expresión en México son más constantes, más arteros, más letales para los periodistas y en donde muchos de esos ataques provienen desde el gobierno y, en la cúspide de la máxima magistratura del país se encuentra quien merecidamente llamó el gran Gabriel Zaid “el poeta del insulto”, los diputados del Morena aprobaron un dictamen que está próximo a pasar al Pleno de la Cámara para su posible aprobación. Aunque este dictamen no se relaciona directamente con asuntos que tengan que ver con el federalismo, sí refleja la visión unipersonal en la que estos diputados oficialistas conciben el ejercicio del poder político en el país (centralizado, concentrado en una sola persona), sin importar legislar la restricción de las libertades y el culto a la personalidad. Con el argumento de que las multas contempladas en la Ley sobre Delitos de Imprenta “no inhiben la comisión de delitos”, a propuesta de la diputada morenista Bennelly Jocabeth Hernández Ruedas, la Comisión de Gobernación de la Cámara de Diputados aprobó esta semana un dictamen que eleva las multas por "injurias" al presidente de la República, a los secretarios del gabinete, a los ministros de la Corte, gobernadores, legisladores, a la persona titular de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y al Fiscal General de la República. Expedida por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, el 12 de abril de 1917, esta anacrónica ley no ha sufrido ninguna modificación en cien años, salvo una reforma a una fracción de un artículo en mayo de 2021. La ley regula lo que llama ataques a la moral, ataques al orden o a la paz pública y la persecución de los llamados “delitos de imprenta”. La mayoría de las conductas sancionables en esta ley se contraponen con los derechos humanos y fundamentales que establece nuestra Constitución, principalmente con aquellos relativos a la libertad de expresión. Los diputados morenistas están deseosos, pues, porque se acabe la impunidad a las injurias que piensan recibe su líder supremo y porque de última, se inhiba la supuesta comisión de estos delitos en su contra. Poco falta para que legislen el delito de apostasía (abandonar públicamente la religión imperante) y el de blasfemia, como en Irán, Pakistán, Afganistán, Brunei y Arabia Saudí, que se castiga con la muerte.

Hay que ver lo que les preocupa a los diputados de López Obrador en el Congreso. La agenda legislativa es amplísima, si se ve desde la perspectiva de lo que un parlamentario democrático tiene como obligación principal hacer dentro de su función: idear, elaborar y discutir las leyes generales que mejoren las condiciones de vida de la generalidad de la población, refuercen, garanticen operativamente y acrecienten sus derechos, resuelvan problemas sociales importantes, afiancen el federalismo y robustezcan las instituciones del Estado. Pero con los del Morena, no estamos ante parlamentarios democráticos. Los diputados del Morena piensan como aquellos –esos sí- conservadores centralistas del siglo XIX que se oponían, como Lucas Alamán, al federalismo. El centralismo es la propensión a concentrar el poder político y administrativo en una sola entidad u órgano estatal (como por ejemplo, el poder ejecutivo). Históricamente, el sistema federal completó el principio de división de poderes durante la primera república federal mexicana, pero, hay que recordar que junto con la instauración de la segunda República centralista en 1843, Santa Anna empezó su dictadura. A su Alteza Serenísima tampoco se le podía injuriar de ninguna manera, si no se querían sufrir graves penas. La patria se personificaba en él.

Liberales y federalistas han rechazado que una sola persona personifique y controle a una nación. En 1823, en su periódico “El hermano del perico que cantaba la victoria”, José Joaquín Fernández de Lizardi contestaba a los antifederalistas y al Ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, Lucas Alamán (antifederalista):

“República central es aquella forma de gobierno en la que reconociéndose en una provincia el foco de la soberanía de todos los estados de una nación en la corporación que los representa, esta les impone con la autoridad más absoluta, las leyes generales y particulares, dejándoles dependientes en todo su poder. ¿No es eso? Así me lo parece, le contesté. Pues con razón, replicó el loro, los estados de Jalisco, Zacatecas, San Luis, Oaxaca, Durango, Valladolid (Michoacán) y todos los demás detestan esta clase de república, pues no es otra cosa que una monarquía enmascarada.

¿Qué había ganado tu patria si después de tantos y tan costosos sacrificios había que quedar otra vez sujeta a una metrópoli, depósito del lujo, de la ambición y el despotismo, que llena de los humos de arte la sacrifica para satisfacer el orgullo de unos mandarines absolutos y de unos cuantos ricos aristócratas?... Bien se podía decir en ese caso, que había mudado de tiranos, pero no de servidumbre. Dime ahora ¿qué entiendes por república federada?

Entiendo, le dije: una alianza que hacen todos los estados libres entre sí, con la que conservando cada uno su soberanía respectiva, se hacen libres e independientes unos de otros; y al mismo tiempo unidos entre sí, que no forman sino una nación soberana, obligándose todos por el pacto federal a concurrir en cuanto puedan a la libertad y felicidad general de la Patria y a la particular de cada uno de ellos.”

El culto a la personalidad que refleja el interés de los diputados morenistas por las reformas a la Ley sobre Delitos de Imprenta, revela como farsa y como una impostura su pretendida calidad como representantes del pueblo (parlamentarios democráticos, decimos) y más como súbditos serviles de un déspota feudal.

Ya lo decía un autor anónimo, durante la efervescencia de las ideas federalistas en el siglo XIX, en una publicación escrita por “El Enemigo de las Cosas a Medias”, el 16 de octubre de 1825:

“La voz de la libertad pronunciada en Jalisco

Exigía un sistema absolutamente federal pues

“República federada

Con una libertad media

Es invención adecuada

Para otra nueva comedia

Darlo todo y no dar nada”.

En una coyuntura en donde los ataques a la libertad de expresión en México son más constantes, más arteros, más letales para los periodistas y en donde muchos de esos ataques provienen desde el gobierno y, en la cúspide de la máxima magistratura del país se encuentra quien merecidamente llamó el gran Gabriel Zaid “el poeta del insulto”, los diputados del Morena aprobaron un dictamen que está próximo a pasar al Pleno de la Cámara para su posible aprobación. Aunque este dictamen no se relaciona directamente con asuntos que tengan que ver con el federalismo, sí refleja la visión unipersonal en la que estos diputados oficialistas conciben el ejercicio del poder político en el país (centralizado, concentrado en una sola persona), sin importar legislar la restricción de las libertades y el culto a la personalidad. Con el argumento de que las multas contempladas en la Ley sobre Delitos de Imprenta “no inhiben la comisión de delitos”, a propuesta de la diputada morenista Bennelly Jocabeth Hernández Ruedas, la Comisión de Gobernación de la Cámara de Diputados aprobó esta semana un dictamen que eleva las multas por "injurias" al presidente de la República, a los secretarios del gabinete, a los ministros de la Corte, gobernadores, legisladores, a la persona titular de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y al Fiscal General de la República. Expedida por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, el 12 de abril de 1917, esta anacrónica ley no ha sufrido ninguna modificación en cien años, salvo una reforma a una fracción de un artículo en mayo de 2021. La ley regula lo que llama ataques a la moral, ataques al orden o a la paz pública y la persecución de los llamados “delitos de imprenta”. La mayoría de las conductas sancionables en esta ley se contraponen con los derechos humanos y fundamentales que establece nuestra Constitución, principalmente con aquellos relativos a la libertad de expresión. Los diputados morenistas están deseosos, pues, porque se acabe la impunidad a las injurias que piensan recibe su líder supremo y porque de última, se inhiba la supuesta comisión de estos delitos en su contra. Poco falta para que legislen el delito de apostasía (abandonar públicamente la religión imperante) y el de blasfemia, como en Irán, Pakistán, Afganistán, Brunei y Arabia Saudí, que se castiga con la muerte.

Hay que ver lo que les preocupa a los diputados de López Obrador en el Congreso. La agenda legislativa es amplísima, si se ve desde la perspectiva de lo que un parlamentario democrático tiene como obligación principal hacer dentro de su función: idear, elaborar y discutir las leyes generales que mejoren las condiciones de vida de la generalidad de la población, refuercen, garanticen operativamente y acrecienten sus derechos, resuelvan problemas sociales importantes, afiancen el federalismo y robustezcan las instituciones del Estado. Pero con los del Morena, no estamos ante parlamentarios democráticos. Los diputados del Morena piensan como aquellos –esos sí- conservadores centralistas del siglo XIX que se oponían, como Lucas Alamán, al federalismo. El centralismo es la propensión a concentrar el poder político y administrativo en una sola entidad u órgano estatal (como por ejemplo, el poder ejecutivo). Históricamente, el sistema federal completó el principio de división de poderes durante la primera república federal mexicana, pero, hay que recordar que junto con la instauración de la segunda República centralista en 1843, Santa Anna empezó su dictadura. A su Alteza Serenísima tampoco se le podía injuriar de ninguna manera, si no se querían sufrir graves penas. La patria se personificaba en él.

Liberales y federalistas han rechazado que una sola persona personifique y controle a una nación. En 1823, en su periódico “El hermano del perico que cantaba la victoria”, José Joaquín Fernández de Lizardi contestaba a los antifederalistas y al Ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, Lucas Alamán (antifederalista):

“República central es aquella forma de gobierno en la que reconociéndose en una provincia el foco de la soberanía de todos los estados de una nación en la corporación que los representa, esta les impone con la autoridad más absoluta, las leyes generales y particulares, dejándoles dependientes en todo su poder. ¿No es eso? Así me lo parece, le contesté. Pues con razón, replicó el loro, los estados de Jalisco, Zacatecas, San Luis, Oaxaca, Durango, Valladolid (Michoacán) y todos los demás detestan esta clase de república, pues no es otra cosa que una monarquía enmascarada.

¿Qué había ganado tu patria si después de tantos y tan costosos sacrificios había que quedar otra vez sujeta a una metrópoli, depósito del lujo, de la ambición y el despotismo, que llena de los humos de arte la sacrifica para satisfacer el orgullo de unos mandarines absolutos y de unos cuantos ricos aristócratas?... Bien se podía decir en ese caso, que había mudado de tiranos, pero no de servidumbre. Dime ahora ¿qué entiendes por república federada?

Entiendo, le dije: una alianza que hacen todos los estados libres entre sí, con la que conservando cada uno su soberanía respectiva, se hacen libres e independientes unos de otros; y al mismo tiempo unidos entre sí, que no forman sino una nación soberana, obligándose todos por el pacto federal a concurrir en cuanto puedan a la libertad y felicidad general de la Patria y a la particular de cada uno de ellos.”

El culto a la personalidad que refleja el interés de los diputados morenistas por las reformas a la Ley sobre Delitos de Imprenta, revela como farsa y como una impostura su pretendida calidad como representantes del pueblo (parlamentarios democráticos, decimos) y más como súbditos serviles de un déspota feudal.

Ya lo decía un autor anónimo, durante la efervescencia de las ideas federalistas en el siglo XIX, en una publicación escrita por “El Enemigo de las Cosas a Medias”, el 16 de octubre de 1825:

“La voz de la libertad pronunciada en Jalisco

Exigía un sistema absolutamente federal pues

“República federada

Con una libertad media

Es invención adecuada

Para otra nueva comedia

Darlo todo y no dar nada”.