/ viernes 3 de septiembre de 2021

Cine Comercial o Cine Independiente: dos Visiones Distintas del Éxito

Hacer una película es por mucho una aventura en la que se apuestan muchas cosas. Para algunos productores ganar dinero lo es todo, mientras que para otros lo que realmente importa es que su “voz” sea escuchada

Una de las enormes diferencias que puede existir entre una película comercial y una de corte independiente es el presupuesto. Mientras que en promedio el costo de una película mexicana comercial oscila entre uno y dos millones de dólares, un filme independiente se puede realizar -de principio a fin- por menos de cien mil pesos, unos cinco mil dólares. La diferencia es abismal.

Y es que todo depende de lo que se esté buscando. Si lo que se desea es hacer dinero, hay que invertir dinero. Y mucho. Pongamos como ejemplo el caso de “No Manches Frida 2” (México, Nacho G. Velilla, 2019), una de las comedias más taquilleras en la historia del cine mexicano. Desde que el guión fue escrito -basado en la exitosa comedia alemana “Fack ju Gohte” (Bora Dagtekin, 2013)- los productores tenían claro que para recuperar la inversión (más de tres millones de dólares), el filme debía ser visto necesariamente por millones de espectadores en las salas de cine. Esa era su estrategia de negocio y les resultó. Pero no nos engañemos, pocos son los llamados a saborear las mieles del éxito.

En el otro lado de la moneda, en el lado del cine independiente las cosas son distintas, pues en primer lugar se trata de un cine que no busca condescender con el espectador y que en muchos de los casos es políticamente incorrecto. Un cine que reflexiona y cuestiona, y que en general no obedece a los estándares de una industria. Tomemos como referencia “Oso Polar” (México, Marcelo Tobar, 2017), una película realizada con un teléfono celular, cuyo costo fue de 350 mil pesos. El proyecto no contó con apoyos gubernamentales o por parte de algún estudio, sino que la mayor parte de los recursos provino del financiamiento colectivo (crowfunding), eso, más el dinero que los productores pudieron conseguir con la venta de sus iPhones 5s.

Si bien no fue ni de lejos una de las películas más taquilleras, obtuvo el premio al Mejor Largometraje, nada menos que en el Festival Internacional de Cine de Morelia, además de que logró el tan anhelado estreno en salas de cine. Tal vez el director-guionista y los productores no ganaron dinero, y quizá hasta terminaron endeudados, pero lograron que su “voz” fuera escuchada por mucha gente. Y eso para muchos cineastas es lo más valioso. Todo es cuestión de enfoques.

Visto así, alguien que está empeñado en hacer cine, al menos en México, tiene de dos sopas: pasarse varios años de su vida buscando dos millones de dólares para filmar el equivalente a “No Manches Frida 2”, o de plano ser más realista y aventarse a hacer su película sin tantas pretensiones, bajo el formato independiente, el formato del cine guerrillero. Claro está que para que una cinta de muy bajo presupuesto sea proyectada en salas comerciales, y que además logre conectar con un público como el mexicano, acostumbrado a la fastuosidad del cine hollywoodense, es fundamental que dicha cinta sea un ejemplo de creatividad y calidad técnica por parte de sus autores.

No han sido pocos los cineastas que luego hacer su debut con una película guerrillera lograron trascender y abrirse paso en un oficio tan fascinante e ingrato como lo es el oficio de contador de historias. Y para muestra, Guillermo del Toro, quien a los veintiún años dirigió “Cronos” (México, 1993). Aunque su apuesta fue arriesgada y pudo significar su despedida del cine, resultó todo lo contrario, la cinta recibió varios premios Ariel y uno más en Cannes. A partir de ahí llegaron las oportunidades de dirigir proyectos mucho más grandes y ambiciosos en Estados Unidos. Con Alfonso Cuarón ocurrió algo similar, pues fue con “Solo con tu Pareja” (México 1991) una comedia de enredos basada principalmente en el absurdo y la ironía de sus personajes y situaciones, que el director llamó la atención de los grandes estudios de cine.

Hace ya varios años, después de que “Y tu Mamá También” (México, Alfonso Cuarón, 2001) fuera presentada dentro de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de Venecia, alguien le preguntó al veterano realizador Steven Spielberg qué opinaba de la película. Spielberg no contestó si le había gustado o no, sólo dijo que películas como ésa son absolutamente necesarias. Tan necesarias como quienes las hacen.

Tal vez una de las preguntas que debería ser respondida antes de aventarse al ruedo con la intención de levantar una película (sea comercial o independiente), es si dicha película es “necesaria”. Es decir, ¿a alguien, además de ti mismo, le importa una historia como la quieres contar? ¿Tus personajes son de tal modo humanos que de hacerse la película dejarían una huella perdurable en el espectador? ¿Una película como la que tienes en mente puede aportar una visión novedosa acerca de un tema en particular?

Si es así, tal vez es el momento de poner manos a la obra. Puede ser que tengas que hipotecar la casa o vender los centenarios que tu abuelita te heredó, o de plano rentarte como conejillo de indias de un laboratorio para que prueben contigo una nueva droga, tal y como lo hiciera en su momento Robert Rodriguez, director y guionista de “El Mariachi” (Estados Unidos, 1992). Como sea, hacer una película significa andar un camino tortuoso y largo, una auténtica carrera de resistencia. Pero si llegas hasta el final, puedes tener la certeza de que aun cuando ya no estés en este mundo, alguien allá afuera continuará escuchando tu “voz”. ¿Valdrá la pena?

Cometarios, mentadas y felicitaciones a: horacioborax@gmail.com

Hacer una película es por mucho una aventura en la que se apuestan muchas cosas. Para algunos productores ganar dinero lo es todo, mientras que para otros lo que realmente importa es que su “voz” sea escuchada

Una de las enormes diferencias que puede existir entre una película comercial y una de corte independiente es el presupuesto. Mientras que en promedio el costo de una película mexicana comercial oscila entre uno y dos millones de dólares, un filme independiente se puede realizar -de principio a fin- por menos de cien mil pesos, unos cinco mil dólares. La diferencia es abismal.

Y es que todo depende de lo que se esté buscando. Si lo que se desea es hacer dinero, hay que invertir dinero. Y mucho. Pongamos como ejemplo el caso de “No Manches Frida 2” (México, Nacho G. Velilla, 2019), una de las comedias más taquilleras en la historia del cine mexicano. Desde que el guión fue escrito -basado en la exitosa comedia alemana “Fack ju Gohte” (Bora Dagtekin, 2013)- los productores tenían claro que para recuperar la inversión (más de tres millones de dólares), el filme debía ser visto necesariamente por millones de espectadores en las salas de cine. Esa era su estrategia de negocio y les resultó. Pero no nos engañemos, pocos son los llamados a saborear las mieles del éxito.

En el otro lado de la moneda, en el lado del cine independiente las cosas son distintas, pues en primer lugar se trata de un cine que no busca condescender con el espectador y que en muchos de los casos es políticamente incorrecto. Un cine que reflexiona y cuestiona, y que en general no obedece a los estándares de una industria. Tomemos como referencia “Oso Polar” (México, Marcelo Tobar, 2017), una película realizada con un teléfono celular, cuyo costo fue de 350 mil pesos. El proyecto no contó con apoyos gubernamentales o por parte de algún estudio, sino que la mayor parte de los recursos provino del financiamiento colectivo (crowfunding), eso, más el dinero que los productores pudieron conseguir con la venta de sus iPhones 5s.

Si bien no fue ni de lejos una de las películas más taquilleras, obtuvo el premio al Mejor Largometraje, nada menos que en el Festival Internacional de Cine de Morelia, además de que logró el tan anhelado estreno en salas de cine. Tal vez el director-guionista y los productores no ganaron dinero, y quizá hasta terminaron endeudados, pero lograron que su “voz” fuera escuchada por mucha gente. Y eso para muchos cineastas es lo más valioso. Todo es cuestión de enfoques.

Visto así, alguien que está empeñado en hacer cine, al menos en México, tiene de dos sopas: pasarse varios años de su vida buscando dos millones de dólares para filmar el equivalente a “No Manches Frida 2”, o de plano ser más realista y aventarse a hacer su película sin tantas pretensiones, bajo el formato independiente, el formato del cine guerrillero. Claro está que para que una cinta de muy bajo presupuesto sea proyectada en salas comerciales, y que además logre conectar con un público como el mexicano, acostumbrado a la fastuosidad del cine hollywoodense, es fundamental que dicha cinta sea un ejemplo de creatividad y calidad técnica por parte de sus autores.

No han sido pocos los cineastas que luego hacer su debut con una película guerrillera lograron trascender y abrirse paso en un oficio tan fascinante e ingrato como lo es el oficio de contador de historias. Y para muestra, Guillermo del Toro, quien a los veintiún años dirigió “Cronos” (México, 1993). Aunque su apuesta fue arriesgada y pudo significar su despedida del cine, resultó todo lo contrario, la cinta recibió varios premios Ariel y uno más en Cannes. A partir de ahí llegaron las oportunidades de dirigir proyectos mucho más grandes y ambiciosos en Estados Unidos. Con Alfonso Cuarón ocurrió algo similar, pues fue con “Solo con tu Pareja” (México 1991) una comedia de enredos basada principalmente en el absurdo y la ironía de sus personajes y situaciones, que el director llamó la atención de los grandes estudios de cine.

Hace ya varios años, después de que “Y tu Mamá También” (México, Alfonso Cuarón, 2001) fuera presentada dentro de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de Venecia, alguien le preguntó al veterano realizador Steven Spielberg qué opinaba de la película. Spielberg no contestó si le había gustado o no, sólo dijo que películas como ésa son absolutamente necesarias. Tan necesarias como quienes las hacen.

Tal vez una de las preguntas que debería ser respondida antes de aventarse al ruedo con la intención de levantar una película (sea comercial o independiente), es si dicha película es “necesaria”. Es decir, ¿a alguien, además de ti mismo, le importa una historia como la quieres contar? ¿Tus personajes son de tal modo humanos que de hacerse la película dejarían una huella perdurable en el espectador? ¿Una película como la que tienes en mente puede aportar una visión novedosa acerca de un tema en particular?

Si es así, tal vez es el momento de poner manos a la obra. Puede ser que tengas que hipotecar la casa o vender los centenarios que tu abuelita te heredó, o de plano rentarte como conejillo de indias de un laboratorio para que prueben contigo una nueva droga, tal y como lo hiciera en su momento Robert Rodriguez, director y guionista de “El Mariachi” (Estados Unidos, 1992). Como sea, hacer una película significa andar un camino tortuoso y largo, una auténtica carrera de resistencia. Pero si llegas hasta el final, puedes tener la certeza de que aun cuando ya no estés en este mundo, alguien allá afuera continuará escuchando tu “voz”. ¿Valdrá la pena?

Cometarios, mentadas y felicitaciones a: horacioborax@gmail.com