/ jueves 14 de noviembre de 2019

 Ciencia y tecnología al servicio de los buscan personas desaparecidas

Perder objetos nos molesta e incomoda, incluso pasamos tiempo sin poder recuperarnos de esas cosas intrascendentes cuando existen cosas importantes que podemos perder o que incluso hemos perdido; por ejemplo a alguien que queremos o apreciamos mucho.

El escritor y periodista Javier Valdés en su libro Levantones, describe historias conmovedoras y de una manera cruda de los cuerpos encontrados sin vida, de personas que al cabo del tiempo siguen desaparecidas y de las familias que los esperan. La pena de no saber qué pasó con algún ser querido y la incertidumbre de esperar e imaginar todo lo que pudo o puede estar pasando; el no saber si es mejor que esté vivo o peor aun sufriendo cosas inimaginables... es difícil y estremecedor.

Se entiende por persona desaparecida a toda aquella que, con base en información fidedigna de familiares, personas cercanas o vinculadas a ella, se hayan dado por desaparecidas; lo cual puede estar relacionado con diversas circunstancias como pueden ser catástrofes naturales o conflictos sociales.

Se dice que el que busca encuentra, no siempre es así, a veces pasa tiempo, a veces es muy tarde, en ocasiones no hay pistas y literalmente solo quedan huellas. Una manera de identificar a las personas es por medio de las huellas dactilares, las cuales son únicas y no cambian con el paso de la edad; a menos que sean modificadas intencionalmente. La forma, tamaño, número y disposición de detalles como arcos, curvas y espirales hacen que sean diferentes aún en gemelos idénticos. Debido a la especificidad e individualidad, software y dispositivos electrónicos como computadoras y teléfonos celulares hacen uso de las huellas dactilares como sistema de seguridad pero a veces también pueden ser utilizadas para cometer fraudes.

El antecedente de las huellas dactilares se remite a los babilonios quienes las utilizaban para firmar contratos hace más de 4000 años. En la India los contratos se firmaban a mano, con un sello y en ocasiones con una marca de uña o diente; lo que en 1858 dio la idea a William Herschel de estampar la huella de la palma de la mano mojada con tinta para firmar un contrato con el que le proporcionaran material de construcción. Herschel reunió una enorme colección de huellas y al estudiarlas concluyó que no cambian con el paso del tiempo y que son únicas e irrepetibles (la probabilidad de encontrar dos huellas idénticas es de una en millones). En Buenos Aires, en 1892 se utilizaron las huellas dactilares para resolver el caso de una mujer que asesinó a sus dos hijos y culpó a su vecino; la marca dactilar con sangre en una puerta fue utilizada para confirmar el hecho y obtener la confesión de que era culpable. En 1924 el FBI (Federal Bureau of Investigación de los Estados Unidos), inició un sistema de archivos que actualmente cuenta con millones de registros y tiene el depósito electrónico más grande del mundo con información biométrica y de antecedentes penales.

En México existe un convenio entre el Instituto Nacional Electoral (INE), la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de los Estados Unidos (Conatrib) y la entonces Procuraduría General de la República (PGR); mediante el cual se tiene acceso al registro de huellas del INE desde septiembre del 2016. Gracias al registro de huellas del INE (que cuenta con 90 millones de registros), el Instituto de Ciencias Forenses (Incifo) ha logrado identificar 700 cadáveres.

Instituciones, organizaciones sociales y grupos de personas dedican sus actividades en la búsqueda de personas es una labor titánica complicada que intenta apoyar a personas que buscan a desaparecidos. El convenio entre el INE y la Conatrib y la entonces PGR se suma a las opciones para encontrar personas, es una muestra de la utilidad de la ciencia y la tecnología para intentar resolver problemas de la sociedad.

Al unirse la voluntad política, la ciencia y las instituciones se pueden cumplir diversos objetivos, no es la solución a todos los problemas pero el hecho de identificar a una persona hace que tenga valor. Es una opción más para todos aquellos que esperan, buscan, no encuentran, esperan y ... no pueden encontrar.

Es necesario terminar ciclos y enterrar tristezas para que nos ayuden a sanar las heridas.

Ricardo Parra Unda es doctor en ciencias y catedrático universitario

Correo: ricardoparraund@yahoo.com.mx

Perder objetos nos molesta e incomoda, incluso pasamos tiempo sin poder recuperarnos de esas cosas intrascendentes cuando existen cosas importantes que podemos perder o que incluso hemos perdido; por ejemplo a alguien que queremos o apreciamos mucho.

El escritor y periodista Javier Valdés en su libro Levantones, describe historias conmovedoras y de una manera cruda de los cuerpos encontrados sin vida, de personas que al cabo del tiempo siguen desaparecidas y de las familias que los esperan. La pena de no saber qué pasó con algún ser querido y la incertidumbre de esperar e imaginar todo lo que pudo o puede estar pasando; el no saber si es mejor que esté vivo o peor aun sufriendo cosas inimaginables... es difícil y estremecedor.

Se entiende por persona desaparecida a toda aquella que, con base en información fidedigna de familiares, personas cercanas o vinculadas a ella, se hayan dado por desaparecidas; lo cual puede estar relacionado con diversas circunstancias como pueden ser catástrofes naturales o conflictos sociales.

Se dice que el que busca encuentra, no siempre es así, a veces pasa tiempo, a veces es muy tarde, en ocasiones no hay pistas y literalmente solo quedan huellas. Una manera de identificar a las personas es por medio de las huellas dactilares, las cuales son únicas y no cambian con el paso de la edad; a menos que sean modificadas intencionalmente. La forma, tamaño, número y disposición de detalles como arcos, curvas y espirales hacen que sean diferentes aún en gemelos idénticos. Debido a la especificidad e individualidad, software y dispositivos electrónicos como computadoras y teléfonos celulares hacen uso de las huellas dactilares como sistema de seguridad pero a veces también pueden ser utilizadas para cometer fraudes.

El antecedente de las huellas dactilares se remite a los babilonios quienes las utilizaban para firmar contratos hace más de 4000 años. En la India los contratos se firmaban a mano, con un sello y en ocasiones con una marca de uña o diente; lo que en 1858 dio la idea a William Herschel de estampar la huella de la palma de la mano mojada con tinta para firmar un contrato con el que le proporcionaran material de construcción. Herschel reunió una enorme colección de huellas y al estudiarlas concluyó que no cambian con el paso del tiempo y que son únicas e irrepetibles (la probabilidad de encontrar dos huellas idénticas es de una en millones). En Buenos Aires, en 1892 se utilizaron las huellas dactilares para resolver el caso de una mujer que asesinó a sus dos hijos y culpó a su vecino; la marca dactilar con sangre en una puerta fue utilizada para confirmar el hecho y obtener la confesión de que era culpable. En 1924 el FBI (Federal Bureau of Investigación de los Estados Unidos), inició un sistema de archivos que actualmente cuenta con millones de registros y tiene el depósito electrónico más grande del mundo con información biométrica y de antecedentes penales.

En México existe un convenio entre el Instituto Nacional Electoral (INE), la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de los Estados Unidos (Conatrib) y la entonces Procuraduría General de la República (PGR); mediante el cual se tiene acceso al registro de huellas del INE desde septiembre del 2016. Gracias al registro de huellas del INE (que cuenta con 90 millones de registros), el Instituto de Ciencias Forenses (Incifo) ha logrado identificar 700 cadáveres.

Instituciones, organizaciones sociales y grupos de personas dedican sus actividades en la búsqueda de personas es una labor titánica complicada que intenta apoyar a personas que buscan a desaparecidos. El convenio entre el INE y la Conatrib y la entonces PGR se suma a las opciones para encontrar personas, es una muestra de la utilidad de la ciencia y la tecnología para intentar resolver problemas de la sociedad.

Al unirse la voluntad política, la ciencia y las instituciones se pueden cumplir diversos objetivos, no es la solución a todos los problemas pero el hecho de identificar a una persona hace que tenga valor. Es una opción más para todos aquellos que esperan, buscan, no encuentran, esperan y ... no pueden encontrar.

Es necesario terminar ciclos y enterrar tristezas para que nos ayuden a sanar las heridas.

Ricardo Parra Unda es doctor en ciencias y catedrático universitario

Correo: ricardoparraund@yahoo.com.mx