/ viernes 4 de diciembre de 2020

AMLO: Segundo Informe

El pasado primero de diciembre, Andrés Manuel López Obrador cumplió dos años como presidente de México. Y fiel a su estilo, el mensaje que pronunció con motivo de la presentación de su segundo informe de gobierno fue excesivamente autocelebratorio y triunfalista.

Muy poca autocrítica se observa en López Obrador, que asegura que ya cumplió 97 de los 100 compromisos que estableció al inicio de su gobierno. Sin embargo, la organización ciudadana Sí por México ha demostrado que solo 32 de esos compromisos han sido cabalmente cumplidos.

Aunque el presidente de la república insista en que vamos “re que te bien” y sea incapaz de reconocer insuficiencias o errores, lo cierto es que la terca realidad termina por imponerse y desnuda el rotundo fracaso de la llamada Cuarta Transformación, un proyecto desmesurado desde su origen.

El actual gobierno federal, ha quedado muy lejos de las expectativas y esperanzas que generó en millones de mexicanos. Han sido dos años de pobres resultados, donde todo parece indicar que el objetivo principal ha sido desmantelar y destruir instituciones, desaparecer programas y apoyos, recortar presupuestos y centralizar al extremo el ejercicio de los recursos públicos.

Andrés Manuel López Obrador presume como logros económicos de su administración el control de la inflación, la estabilidad cambiaria, el control de la deuda, la solidez de la hacienda pública y, quien lo dijera, el crecimiento de las remesas, a las que define como “una muestra de heroísmo y un milagro social”.

Algunas de estas afirmaciones pueden relativizarse. Por ejemplo, se estima que en el 2020 la recaudación fiscal del gobierno federal ha tenido una caída entre el 9% y 12%, que se ha atenuado por el cobro a grandes morosos del SAT, el uso del 90% del Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios y la liquidación de 109 fideicomisos. Respecto a la deuda pública, datos de la Secretaría de Hacienda revelan que se ha incrementado en 1.15 billones de pesos durante los últimos dos años, para ubicarse en un saldo histórico de 12 billones de pesos.

Realmente, en materia económica los resultados de la presente administración federal son muy negativos. El 2019, sin pandemia del COVID-19, el Producto Interno Bruto (PIB) registró una contracción del -0.1%. Un crecimiento negativo de la economía nacional no ocurría desde 2009. Esta contracción se explica por las decisiones erráticas del presidente López Obrador y de su gobierno, que generaron un clima de desconfianza para la inversión privada.

Para el 2020, y debido ahora sí a los efectos del coronavirus, se estima que el PIB tenga una caía del -9.4%, una de las más pronunciadas en todo el mundo. Con ello, el saldo de la 4T serán dos años consecutivos sin crecimiento económico, algo que no se registraba en México desde los años de la gran depresión de 1929-1930.

Ante el fracaso de la “economía moral” y la caída estrepitosa del PIB, en su segundo informe de gobierno el presidente de la república anunció que siguen trabajando en la construcción de su alternativo Indice de Bienestar, para medir la felicidad del pueblo.

Lo cierto es que en los dos años de la administración encabezada por Andrés Manuel López Obrador, se observa en México un marcado deterioro en el bienestar de la población. El presidente siempre ha dicho que para su gobierno primero son los pobres y en su segundo informe presume que 7 de cada 10 familias reciben apoyos directos, a través de programas sociales como Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro, Pensión Universal para Adultos Mayores, Becas para Estudiantes y Pensión para Niñas y Niños con Discapacidad.

Todos estos apoyos, que absorben una buena parte del presupuesto federal, han sido insuficientes para contener el empobrecimiento de la población. En los últimos 6 meses de 2020, aproximadamente 11 millones de mexicanos han engrosado la cuenta de quienes su ingreso no les alcanza para adquirir la canasta básica alimentaria. De acuerdo con la CEPAL, la tasa de crecimiento de la población en pobreza extrema se incrementará para el cierre del presente año en nuestro país en 6.3%, la mayor en América Latina.

En el renglón de seguridad, los resultados no pueden ser más desfavorables. 2019 fue considerado como el año más violento en la historia de México, con 35 mil 588 homicidios dolosos. De acuerdo a estimaciones del propio gobierno federal, en 2020 se romperá ese lamentable record y llegaremos a más de 40 mil homicidios dolosos.

Como candidato y presidente de la república, la lucha contra la corrupción ha sido la bandera principal de López Obrador. Pero más allá de la detención de Rosario Robles y el escándalo mediático por el caso de Emilio Lozoya, los resultados concretos en este campo también son limitados.

Peor aún, en el 2019, el primero año del gobierno de la Cuarta Transformación, México se ubicó en el lugar 130 en el Indice de Percepción de la Corrupción de Transparencia internacional, empatado con Guinea, Laos, Mali, Myanmar y Togo.

A quienes aseguran que aquí ya se acabó la corrupción, habría que remitirlos a la Encuesta de Calidad e Impacto Gubernamental del INEGI, que revela que en 2019 se elevó la Tasa de Prevalencia de la Corrupción. Ello, para no hablar de las acusaciones y señalamientos de corrupción contra funcionarios del actual gobierno federal y personas muy cercanas al círculo presidencial.

En relación al tema que más preocupa hoy a los mexicanos, como es el COVID-19, el presidente de la república y su administración han entregado muy malas cuentas. 1 millón 133 mil casos confirmados y 107 565 muertos (cuarto lugar a nivel mundial) hablan por sí solos. Y a pesar de que la pandemia sigue sin control, Andrés Manuel López Obrador afirmó en su segundo informe que han aplicado “estrategias no convencionales que nos han permitido salir de la adversidad”, lo cual es completamente falso.

La pregunta es: ¿por qué ante resultados tan desfavorables de su gobierno, el presidente de la república mantiene un nivel de aprobación del 62%, según Oráculus? Al respecto, conviene aclarar que López Obrador se ubica en el mismo porcentaje de aprobación que Felipe Calderón, al cumplir dos años de gestión. Es decir, si bien el nivel de aprobación del actual presidente de la república es elevado, hay antecedentes similares. Además, no hay que perder de vista que a dos años de gobierno, AMLO ha disminuido su aprobación en 19 puntos en relación al inicio de su mandato.

La elevada aprobación de Andrés Manuel López Obrador se debe, entre otras cosas, a los programas sociales, su buena imagen personal, el contraste con otros presidentes que le antecedieron y su discurso polarizador y de combate a la corrupción.

Ahora bien, es pertinente señalar que las mismas encuestas que demuestran la aceptación del presidente de la república, también dejan en claro que amplias franjas de la población desaprueban su gestión. Es decir, existe una evidente disociación entre la aprobación de López Obrador y los malos resultados de su gobierno. Más temprano que tarde, la realidad terminará por imponerse a la retórica y a las fantasías presidenciales.

El pasado primero de diciembre, Andrés Manuel López Obrador cumplió dos años como presidente de México. Y fiel a su estilo, el mensaje que pronunció con motivo de la presentación de su segundo informe de gobierno fue excesivamente autocelebratorio y triunfalista.

Muy poca autocrítica se observa en López Obrador, que asegura que ya cumplió 97 de los 100 compromisos que estableció al inicio de su gobierno. Sin embargo, la organización ciudadana Sí por México ha demostrado que solo 32 de esos compromisos han sido cabalmente cumplidos.

Aunque el presidente de la república insista en que vamos “re que te bien” y sea incapaz de reconocer insuficiencias o errores, lo cierto es que la terca realidad termina por imponerse y desnuda el rotundo fracaso de la llamada Cuarta Transformación, un proyecto desmesurado desde su origen.

El actual gobierno federal, ha quedado muy lejos de las expectativas y esperanzas que generó en millones de mexicanos. Han sido dos años de pobres resultados, donde todo parece indicar que el objetivo principal ha sido desmantelar y destruir instituciones, desaparecer programas y apoyos, recortar presupuestos y centralizar al extremo el ejercicio de los recursos públicos.

Andrés Manuel López Obrador presume como logros económicos de su administración el control de la inflación, la estabilidad cambiaria, el control de la deuda, la solidez de la hacienda pública y, quien lo dijera, el crecimiento de las remesas, a las que define como “una muestra de heroísmo y un milagro social”.

Algunas de estas afirmaciones pueden relativizarse. Por ejemplo, se estima que en el 2020 la recaudación fiscal del gobierno federal ha tenido una caída entre el 9% y 12%, que se ha atenuado por el cobro a grandes morosos del SAT, el uso del 90% del Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios y la liquidación de 109 fideicomisos. Respecto a la deuda pública, datos de la Secretaría de Hacienda revelan que se ha incrementado en 1.15 billones de pesos durante los últimos dos años, para ubicarse en un saldo histórico de 12 billones de pesos.

Realmente, en materia económica los resultados de la presente administración federal son muy negativos. El 2019, sin pandemia del COVID-19, el Producto Interno Bruto (PIB) registró una contracción del -0.1%. Un crecimiento negativo de la economía nacional no ocurría desde 2009. Esta contracción se explica por las decisiones erráticas del presidente López Obrador y de su gobierno, que generaron un clima de desconfianza para la inversión privada.

Para el 2020, y debido ahora sí a los efectos del coronavirus, se estima que el PIB tenga una caía del -9.4%, una de las más pronunciadas en todo el mundo. Con ello, el saldo de la 4T serán dos años consecutivos sin crecimiento económico, algo que no se registraba en México desde los años de la gran depresión de 1929-1930.

Ante el fracaso de la “economía moral” y la caída estrepitosa del PIB, en su segundo informe de gobierno el presidente de la república anunció que siguen trabajando en la construcción de su alternativo Indice de Bienestar, para medir la felicidad del pueblo.

Lo cierto es que en los dos años de la administración encabezada por Andrés Manuel López Obrador, se observa en México un marcado deterioro en el bienestar de la población. El presidente siempre ha dicho que para su gobierno primero son los pobres y en su segundo informe presume que 7 de cada 10 familias reciben apoyos directos, a través de programas sociales como Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro, Pensión Universal para Adultos Mayores, Becas para Estudiantes y Pensión para Niñas y Niños con Discapacidad.

Todos estos apoyos, que absorben una buena parte del presupuesto federal, han sido insuficientes para contener el empobrecimiento de la población. En los últimos 6 meses de 2020, aproximadamente 11 millones de mexicanos han engrosado la cuenta de quienes su ingreso no les alcanza para adquirir la canasta básica alimentaria. De acuerdo con la CEPAL, la tasa de crecimiento de la población en pobreza extrema se incrementará para el cierre del presente año en nuestro país en 6.3%, la mayor en América Latina.

En el renglón de seguridad, los resultados no pueden ser más desfavorables. 2019 fue considerado como el año más violento en la historia de México, con 35 mil 588 homicidios dolosos. De acuerdo a estimaciones del propio gobierno federal, en 2020 se romperá ese lamentable record y llegaremos a más de 40 mil homicidios dolosos.

Como candidato y presidente de la república, la lucha contra la corrupción ha sido la bandera principal de López Obrador. Pero más allá de la detención de Rosario Robles y el escándalo mediático por el caso de Emilio Lozoya, los resultados concretos en este campo también son limitados.

Peor aún, en el 2019, el primero año del gobierno de la Cuarta Transformación, México se ubicó en el lugar 130 en el Indice de Percepción de la Corrupción de Transparencia internacional, empatado con Guinea, Laos, Mali, Myanmar y Togo.

A quienes aseguran que aquí ya se acabó la corrupción, habría que remitirlos a la Encuesta de Calidad e Impacto Gubernamental del INEGI, que revela que en 2019 se elevó la Tasa de Prevalencia de la Corrupción. Ello, para no hablar de las acusaciones y señalamientos de corrupción contra funcionarios del actual gobierno federal y personas muy cercanas al círculo presidencial.

En relación al tema que más preocupa hoy a los mexicanos, como es el COVID-19, el presidente de la república y su administración han entregado muy malas cuentas. 1 millón 133 mil casos confirmados y 107 565 muertos (cuarto lugar a nivel mundial) hablan por sí solos. Y a pesar de que la pandemia sigue sin control, Andrés Manuel López Obrador afirmó en su segundo informe que han aplicado “estrategias no convencionales que nos han permitido salir de la adversidad”, lo cual es completamente falso.

La pregunta es: ¿por qué ante resultados tan desfavorables de su gobierno, el presidente de la república mantiene un nivel de aprobación del 62%, según Oráculus? Al respecto, conviene aclarar que López Obrador se ubica en el mismo porcentaje de aprobación que Felipe Calderón, al cumplir dos años de gestión. Es decir, si bien el nivel de aprobación del actual presidente de la república es elevado, hay antecedentes similares. Además, no hay que perder de vista que a dos años de gobierno, AMLO ha disminuido su aprobación en 19 puntos en relación al inicio de su mandato.

La elevada aprobación de Andrés Manuel López Obrador se debe, entre otras cosas, a los programas sociales, su buena imagen personal, el contraste con otros presidentes que le antecedieron y su discurso polarizador y de combate a la corrupción.

Ahora bien, es pertinente señalar que las mismas encuestas que demuestran la aceptación del presidente de la república, también dejan en claro que amplias franjas de la población desaprueban su gestión. Es decir, existe una evidente disociación entre la aprobación de López Obrador y los malos resultados de su gobierno. Más temprano que tarde, la realidad terminará por imponerse a la retórica y a las fantasías presidenciales.