/ martes 5 de mayo de 2020

Algunas consecuencias del aislamiento social ante la pandemia

Siempre el inicio del año nos da la esperanza de cambiar las cosas que no funcionaron en el anterior, además de trazar nuevos propósitos. Sin embargo, este 2020 ha sido atípico, pues la aparición de la COVID-19 cambió todos los planes. Estamos viviendo tiempos difíciles por un problema de salud para el que no estábamos preparados, y los gobiernos han tomado medidas drásticas y han impuesto restricciones al sector económico, político y social.

Ante estas circunstancias, a las familias nos costará mucho trabajo volver a la normalidad y muchas personas no volverán a ser iguales. Cuando alguien es obligado a estar aislado de la comunidad, tiende a modificar sus hábitos; en algunos casos, eso es para bien y logra apreciar más el valor de la vida, pero en otros su comportamiento tiende a la agresividad.

Y este último punto es el que preocupa: la violencia que están viviendo las familias por el exceso de convivencia, sobre todo porque cada quien tiene sus propias necesidades. Fuera del hogar, las actividades eran diferentes y eran pocas las horas en que se estaban todos juntos, y solo los fines de semana el trato familiar se incrementaba, cuando todos coincidían en sus casas.

La violencia familiar, precisemos, es la que realiza un miembro contra otro reiterada y prolongadamente, y esta puede ser física, verbal, moral, psicológica, económica, emocional o sexual. Este tipo de violencia no es exclusiva de la población vulnerable, pero ante las circunstancias extremas en las que viven es la más propensa a vivirla.

Si a ello le sumamos que muchos integrantes han perdido el trabajo y ahora el gasto del hogar depende de uno solo, aumenta la presión por conseguir el sustento y la convivencia se vuelve peligrosa, pues se detonan, entre otros, estos factores: la irritabilidad, la depresión, la ansiedad, la ira, el estrés, el insomnio, la intranquilidad, el nerviosismo, la impaciencia.

No cabe duda que todos los excesos son malos. Si bien el aislamiento social es la oportunidad de romper la cadena de contagios y evitar que suba la tasa de mortalidad, el encierro nos ha limitado, sobre todo a valorar el tsunami de información de las autoridades, las noticias y, principalmente, los comentarios y las sugerencias de las redes sociales. Esto influye en el trato familiar y muchas veces ello provoca también problemas de convivencia.

Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de enero a marzo hubo 3,963,866 llamadas de emergencia; de estas, 170,214 fueron por violencia intrafamiliar. Solo en marzo se recibieron 69,858 llamadas. De acuerdo con el registro de los Centros de Atención de Llamadas de Emergencia (CALLE), en todo el país estas se incrementaron un 22.7% respecto a febrero: el promedio diario de llamadas por violencia familiar pasó de 1822 en febrero a 2092 en marzo.

Además de la violencia familiar, hay otro tema que me preocupa del confinamiento: las consecuencias físicas y psicológicas, sobre todo en los menores de edad. Estar más de 40 días encerrados eleva el sedentarismo y con ello el sobrepeso; asimismo, la falta de luz solar, el excesivo uso de las pantallas y las dificultades para dormir pueden alterar y detonar las agresiones.

Considerar las consecuencias de un aislamiento social es muy complejo, pero debiéramos analizar algunas de las medidas que cuatro estados (Puebla, Sinaloa, Tabasco y Yucatán) han implementado para evitar las aglomeraciones en lugares públicos, la ley seca; 21 entidades la han aplicado parcialmente (Sonora y Campeche regulan el horario de su venta). Esta restricción ha ocasionado, junto con la violencia familiar, muertes e intoxicaciones por bebidas adulteradas, detenidos por vender alcohol, muchas llamadas para quejarse por la falta de este líquido o por el consumo clandestino en el hogar.

Esta situación ha causado que muchos vendedores se las ingenien para seguir teniendo el producto al alcance de los consumidores, lo que propicia las compras de pánico, el tráfico ilegal en redes sociales y su incremento del precio de este producto; también que muchos consumidores busquen los mecanismos para allegarse de estas bebidas.

Como profesionista de la salud y por la experiencia que he adquirido al recorrer el estado durante gran parte de mi vida, reconozco que la medida de no vender bebidas alcohólicas ha sido acertada. Como ya lo he expresado: lo más importante es cuidar a las familias y su salud. En este aislamiento, es sabido que el alcohol, además de concitar a reuniones y potenciar el riesgo de contagio, puede generar más violencia. Es por eso que todos debemos apoyar esta medida. Ya vendrán tiempos donde podamos salir a divertirnos.

Tratemos de hacer actividades recreativas dentro del hogar; tratemos de convivir, teniendo en cuenta que es una etapa pasajera y evitemos mezclar los problemas laborales con los problemas familiares. Esta situación única y extraordinaria nos cambiará la forma de ver la vida; busquemos sacar la mejor parte de este escenario y valoremos más a la familia.


Gracias, y cuiden a su familia.

Siempre el inicio del año nos da la esperanza de cambiar las cosas que no funcionaron en el anterior, además de trazar nuevos propósitos. Sin embargo, este 2020 ha sido atípico, pues la aparición de la COVID-19 cambió todos los planes. Estamos viviendo tiempos difíciles por un problema de salud para el que no estábamos preparados, y los gobiernos han tomado medidas drásticas y han impuesto restricciones al sector económico, político y social.

Ante estas circunstancias, a las familias nos costará mucho trabajo volver a la normalidad y muchas personas no volverán a ser iguales. Cuando alguien es obligado a estar aislado de la comunidad, tiende a modificar sus hábitos; en algunos casos, eso es para bien y logra apreciar más el valor de la vida, pero en otros su comportamiento tiende a la agresividad.

Y este último punto es el que preocupa: la violencia que están viviendo las familias por el exceso de convivencia, sobre todo porque cada quien tiene sus propias necesidades. Fuera del hogar, las actividades eran diferentes y eran pocas las horas en que se estaban todos juntos, y solo los fines de semana el trato familiar se incrementaba, cuando todos coincidían en sus casas.

La violencia familiar, precisemos, es la que realiza un miembro contra otro reiterada y prolongadamente, y esta puede ser física, verbal, moral, psicológica, económica, emocional o sexual. Este tipo de violencia no es exclusiva de la población vulnerable, pero ante las circunstancias extremas en las que viven es la más propensa a vivirla.

Si a ello le sumamos que muchos integrantes han perdido el trabajo y ahora el gasto del hogar depende de uno solo, aumenta la presión por conseguir el sustento y la convivencia se vuelve peligrosa, pues se detonan, entre otros, estos factores: la irritabilidad, la depresión, la ansiedad, la ira, el estrés, el insomnio, la intranquilidad, el nerviosismo, la impaciencia.

No cabe duda que todos los excesos son malos. Si bien el aislamiento social es la oportunidad de romper la cadena de contagios y evitar que suba la tasa de mortalidad, el encierro nos ha limitado, sobre todo a valorar el tsunami de información de las autoridades, las noticias y, principalmente, los comentarios y las sugerencias de las redes sociales. Esto influye en el trato familiar y muchas veces ello provoca también problemas de convivencia.

Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de enero a marzo hubo 3,963,866 llamadas de emergencia; de estas, 170,214 fueron por violencia intrafamiliar. Solo en marzo se recibieron 69,858 llamadas. De acuerdo con el registro de los Centros de Atención de Llamadas de Emergencia (CALLE), en todo el país estas se incrementaron un 22.7% respecto a febrero: el promedio diario de llamadas por violencia familiar pasó de 1822 en febrero a 2092 en marzo.

Además de la violencia familiar, hay otro tema que me preocupa del confinamiento: las consecuencias físicas y psicológicas, sobre todo en los menores de edad. Estar más de 40 días encerrados eleva el sedentarismo y con ello el sobrepeso; asimismo, la falta de luz solar, el excesivo uso de las pantallas y las dificultades para dormir pueden alterar y detonar las agresiones.

Considerar las consecuencias de un aislamiento social es muy complejo, pero debiéramos analizar algunas de las medidas que cuatro estados (Puebla, Sinaloa, Tabasco y Yucatán) han implementado para evitar las aglomeraciones en lugares públicos, la ley seca; 21 entidades la han aplicado parcialmente (Sonora y Campeche regulan el horario de su venta). Esta restricción ha ocasionado, junto con la violencia familiar, muertes e intoxicaciones por bebidas adulteradas, detenidos por vender alcohol, muchas llamadas para quejarse por la falta de este líquido o por el consumo clandestino en el hogar.

Esta situación ha causado que muchos vendedores se las ingenien para seguir teniendo el producto al alcance de los consumidores, lo que propicia las compras de pánico, el tráfico ilegal en redes sociales y su incremento del precio de este producto; también que muchos consumidores busquen los mecanismos para allegarse de estas bebidas.

Como profesionista de la salud y por la experiencia que he adquirido al recorrer el estado durante gran parte de mi vida, reconozco que la medida de no vender bebidas alcohólicas ha sido acertada. Como ya lo he expresado: lo más importante es cuidar a las familias y su salud. En este aislamiento, es sabido que el alcohol, además de concitar a reuniones y potenciar el riesgo de contagio, puede generar más violencia. Es por eso que todos debemos apoyar esta medida. Ya vendrán tiempos donde podamos salir a divertirnos.

Tratemos de hacer actividades recreativas dentro del hogar; tratemos de convivir, teniendo en cuenta que es una etapa pasajera y evitemos mezclar los problemas laborales con los problemas familiares. Esta situación única y extraordinaria nos cambiará la forma de ver la vida; busquemos sacar la mejor parte de este escenario y valoremos más a la familia.


Gracias, y cuiden a su familia.