/ sábado 30 de mayo de 2020

Adaptarnos al Covid-19

“En vida, el hombre es elástico y evoluciona. Al momento de la muerte es rígido e inmutable. Las plantas al sol son flexibles y fibrosas pero perecen secas y resquebrajadas. Por ello lo elástico y flexible se asocia a la vida y lo rígido e inmutable da la mano a la muerte. Así pues, lo duro y firme está tan listo para el hacha como un árbol, y lo maleable y blando se hace lugar en la vida.”

Lao-Tse

“Buenos días, querida” escucho diariamente en voz de mi esposo; seguida de otra expresión que se ha vuelto cotidiana por las mañanas “Otro día más de pandemia”. La última frase alberga cierto lamento, porque desde hace más de un mes se nos prohibió caminar con nuestras mascotas alrededor del parque de Ciudades hermanas. Invisiblemente estamos sufriendo una especie de secuestro o robo de un rival microscópico poco conocido: el Covid-19. Cada día el coronavirus nos arrebata seres queridos pero también nuestra forma de vida. Se impone con autoritarismo, esta enfermedad nos ha recetado una serie de restricciones. Consultamos el semáforo Covid-19 como si fuera el estado del clima. Llevamos un conteo de contagio, posibles sospechosos, decesos en nuestro país y por municipio.

Desarmados ante los datos duros, sabemos que estamos a merced de la velocidad de contagio y resistencia del virus. Mientras aquellos que podemos estar como espectadores de las polémicas, debates, análisis poco a poco vemos escapar la esperanza de regresar a nuestra rutina que vivíamos antes del 20 de marzo. Desde hace ocho semanas estamos sumergidos en diversas etapas: la positiva; pensando en que pronto saldríamos de esta. La de exagerada; con las precauciones con la sanidad en casa. La angustia; que es la más perversa porque se apodera del pensamiento, nos vuelve población vulnerable frente al COVID. La del temor; muchos ciudadanos están conscientes de la saturación de hospitales en Sinaloa. La última a la cual será más difícil pero no imposible de asumir: la adaptación. En biología la “adaptación” es la tendencia de los organismos a armonizar las funciones vitales con el entorno en que viven, entonces llegará un momento en que tendremos que salir de casa y regresar a trabajar, a mirar la puesta de sol, a caminar, reunirnos, ir al gimnasio, en plena consciencia que no podremos tener nuestra acostumbrada vida de antes del Covid-19.

Probablemente después de la pandemia no volvamos a ser los mismos, no lo somos. Tendremos que adaptarnos a una “nueva normalidad” como se nos ha expuesto en las conferencias del Dr. López Gatell. En redes sociales observamos las adaptaciones que realizando sus ajustes en China y algunos países europeos. Somos testigos de ciudadanos que buscan hacer un bien a su comunidad; donando despensa a los desvalidos, regalando mascarillas, desinfectantes, dando empleo eventual también del cómo los padres han regresado a la primaria y secundaria para ayudar a sus hijos con las actividades escolares desde casa.

El COVID está impactando a tal grado que también está logrando deshumanizarnos. En español se está poniendo de moda una palabra con un significado muy imponente: “covidiota” que está destinada para aquella persona que no respeta las normas del confinamiento o “coronaburro”. ¿Qué desnudan estas expresiones?, ¿intolerancia, discriminación, rabia?, ¿estaremos frente a una nueva tipología de discriminación por Covid-19? Al parecer sí. La semana pasada me enteré que una profesora; compañera de la zona escolar donde laboro enfermó de Covid-19, afortunadamente salió avante por fortuna no requirió hospitalización. Hará un par de días compartió en su muro de Facebook un estado “Hoy más que miedo por lo que pasamos los enfermos de Covid-19, me da tristeza y rabia, que nos vean como apestados” imagino que debió haber sido muy duro lidiar con la enfermedad pero más cabrón estuvo confrontarse con la actitud de discriminación hacia ella y su familia en el coto privado donde vive.

Entonces pienso, pobre del ser humano que atreva a enfermarse por Covid-19 o del médico que atienda a enfermos con este padecimiento porque seremos capaces de discriminarlos, de agredirlos. Ya vemos con malos ojos a quien sale a regar las plantas de casa sin cubre bocas, nos causará desconfianza el vecino que sale a trabajar por necesidad, juzgaremos a quien quiere disfrutar del último rayo de sol de un largo día de pandemia, al ansioso que salió a trotar unas cuadras para calmarse, aborreceremos al vecino que se atreve a salir a comprar bebidas alcohólicas, odiaremos a quien ose de convocar una pequeña reunión en casa, porque todos nos volveremos sospechosos, porque todos seremos posibles culpables, posibles enfermos de Covid-19.

La “nueva normalidad” traerá consigo un montón de reglas esa es la única certeza que tenemos. Nos iremos haciendo a ellas. Las pasarelas de moda incluirán posiblemente en la nueva temporada de verano diseños en los cubre bocas, nuestro perfume será el sanitizante, el gel antibacterial personalizado como artículo de primera necesidad, careta para salir a trotar, cabinas en restaurantes y en gimnasios, sana distancia como regla en las escuelas. Se vienen cambios pero también normas para poder regresar a eso que llamábamos cotidianeidad.





“En vida, el hombre es elástico y evoluciona. Al momento de la muerte es rígido e inmutable. Las plantas al sol son flexibles y fibrosas pero perecen secas y resquebrajadas. Por ello lo elástico y flexible se asocia a la vida y lo rígido e inmutable da la mano a la muerte. Así pues, lo duro y firme está tan listo para el hacha como un árbol, y lo maleable y blando se hace lugar en la vida.”

Lao-Tse

“Buenos días, querida” escucho diariamente en voz de mi esposo; seguida de otra expresión que se ha vuelto cotidiana por las mañanas “Otro día más de pandemia”. La última frase alberga cierto lamento, porque desde hace más de un mes se nos prohibió caminar con nuestras mascotas alrededor del parque de Ciudades hermanas. Invisiblemente estamos sufriendo una especie de secuestro o robo de un rival microscópico poco conocido: el Covid-19. Cada día el coronavirus nos arrebata seres queridos pero también nuestra forma de vida. Se impone con autoritarismo, esta enfermedad nos ha recetado una serie de restricciones. Consultamos el semáforo Covid-19 como si fuera el estado del clima. Llevamos un conteo de contagio, posibles sospechosos, decesos en nuestro país y por municipio.

Desarmados ante los datos duros, sabemos que estamos a merced de la velocidad de contagio y resistencia del virus. Mientras aquellos que podemos estar como espectadores de las polémicas, debates, análisis poco a poco vemos escapar la esperanza de regresar a nuestra rutina que vivíamos antes del 20 de marzo. Desde hace ocho semanas estamos sumergidos en diversas etapas: la positiva; pensando en que pronto saldríamos de esta. La de exagerada; con las precauciones con la sanidad en casa. La angustia; que es la más perversa porque se apodera del pensamiento, nos vuelve población vulnerable frente al COVID. La del temor; muchos ciudadanos están conscientes de la saturación de hospitales en Sinaloa. La última a la cual será más difícil pero no imposible de asumir: la adaptación. En biología la “adaptación” es la tendencia de los organismos a armonizar las funciones vitales con el entorno en que viven, entonces llegará un momento en que tendremos que salir de casa y regresar a trabajar, a mirar la puesta de sol, a caminar, reunirnos, ir al gimnasio, en plena consciencia que no podremos tener nuestra acostumbrada vida de antes del Covid-19.

Probablemente después de la pandemia no volvamos a ser los mismos, no lo somos. Tendremos que adaptarnos a una “nueva normalidad” como se nos ha expuesto en las conferencias del Dr. López Gatell. En redes sociales observamos las adaptaciones que realizando sus ajustes en China y algunos países europeos. Somos testigos de ciudadanos que buscan hacer un bien a su comunidad; donando despensa a los desvalidos, regalando mascarillas, desinfectantes, dando empleo eventual también del cómo los padres han regresado a la primaria y secundaria para ayudar a sus hijos con las actividades escolares desde casa.

El COVID está impactando a tal grado que también está logrando deshumanizarnos. En español se está poniendo de moda una palabra con un significado muy imponente: “covidiota” que está destinada para aquella persona que no respeta las normas del confinamiento o “coronaburro”. ¿Qué desnudan estas expresiones?, ¿intolerancia, discriminación, rabia?, ¿estaremos frente a una nueva tipología de discriminación por Covid-19? Al parecer sí. La semana pasada me enteré que una profesora; compañera de la zona escolar donde laboro enfermó de Covid-19, afortunadamente salió avante por fortuna no requirió hospitalización. Hará un par de días compartió en su muro de Facebook un estado “Hoy más que miedo por lo que pasamos los enfermos de Covid-19, me da tristeza y rabia, que nos vean como apestados” imagino que debió haber sido muy duro lidiar con la enfermedad pero más cabrón estuvo confrontarse con la actitud de discriminación hacia ella y su familia en el coto privado donde vive.

Entonces pienso, pobre del ser humano que atreva a enfermarse por Covid-19 o del médico que atienda a enfermos con este padecimiento porque seremos capaces de discriminarlos, de agredirlos. Ya vemos con malos ojos a quien sale a regar las plantas de casa sin cubre bocas, nos causará desconfianza el vecino que sale a trabajar por necesidad, juzgaremos a quien quiere disfrutar del último rayo de sol de un largo día de pandemia, al ansioso que salió a trotar unas cuadras para calmarse, aborreceremos al vecino que se atreve a salir a comprar bebidas alcohólicas, odiaremos a quien ose de convocar una pequeña reunión en casa, porque todos nos volveremos sospechosos, porque todos seremos posibles culpables, posibles enfermos de Covid-19.

La “nueva normalidad” traerá consigo un montón de reglas esa es la única certeza que tenemos. Nos iremos haciendo a ellas. Las pasarelas de moda incluirán posiblemente en la nueva temporada de verano diseños en los cubre bocas, nuestro perfume será el sanitizante, el gel antibacterial personalizado como artículo de primera necesidad, careta para salir a trotar, cabinas en restaurantes y en gimnasios, sana distancia como regla en las escuelas. Se vienen cambios pero también normas para poder regresar a eso que llamábamos cotidianeidad.





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