/ sábado 7 de mayo de 2022

A prueba, la justicia por el crimen de Luis Enrique

Al gobierno local que encabeza Rubén Rocha Moya le asesinaron al primer periodista y columnista, Luis Enrique Ramírez Ramos, quien blandió una de las plumas más agudas de las últimas décadas. El hecho que llenó de rabia y de condena a Sinaloa, lo obliga a esclarecer y castigar a él o los responsables, o de lo contrario, la sombra de la tragedia lo seguirá por los caminos que recorra, durante día y noche.

A esa suma de reprobaciones y de demandas porque la justicia sea una realidad, va la nuestra, en medio de un ambiente en el que desde la Fiscalía General del Estado, se exhibe un intento por descontextualizar el hecho. Porque la víctima salió de su domicilio en la madrugada y el suceso se registró en las cercanías de un expendio -por lo que se entiende- de bebidas alcohólicas.

Y en una atmósfera viciada en que los políticos se apresuraron a lucrar con el dolor y el trance humano, que reviste el luto impuesto por la muerte.

Es notorio que Sara Bruna Quiñónez, la titular de la FGE tiene información de que el lugar donde tiraron y encontraron el cuerpo inerte del comunicador, es un territorio que los grupos criminales utilizan con frecuencia como cementerios clandestinos al aire libre y a monte abierto.

Cierto que habla de que no se descartará ninguna línea de investigación e incluso se auscultará la que se relaciona con el trabajo del profesionista del periodismo, pero, no debe, ceñirse a la esfera de lo que era su vida privada, de manera obsesiva. Es válida y explorable, más no la única.

La forma en que lo privaron de la vida y en la que presentaron el cadáver, manda señales específicas.

Es el primero de los reporteros que lo cazan así y se espera, que como el mandatario actual afirma que se trata de una autoridad nueva y diferente a las anteriores, la persecución e investigación de este cobarde homicidio, no se igual a las que se dieron antes.

La gran diferencia sería que en breve, se esclareciera el acontecimiento y se encarcelara a quienes lo cometieron. Que no termine en un crimen sin castigo.

Con Quirino Ordaz Coppel, mataron a Javier Valdez Cárdenas. Con Mario López Valdez, a Humberto Millán. Y con Jesús Aguilar Padilla, a Oscar Rivera que lo acabaron al salir de la sede del poder sinaloense.

En este caso, el Ejecutivo que se fue a refugiar a la colonia Agrícola México, Angostura, tuvo la desfachatez de protestar contra el Gobierno Federal y exigir que se actuara para que no quedara impune.

Se manejó en modo inocente para evadir su responsabilidad, porque era precisamente a él a quien le competía llevar el caso hasta las últimas consecuencias.

Y con todo el vuelo de su mano lo lanzó al espacio de la nada.

Mientras que el gobernante y hotelero de Mazatlán, dejó a medias, el proceso del crimen de Javier Valdez Cárdenas. Nadó de “muertito” e hizo creer que existe la justicia a la mitad.

Luego para enrarecer lo trágico del momento que nos atrapó, resalta la vileza de Alejandro Moreno Cárdenas, dirigente del PRI en el país, que se cuelga y grita para que se aclare el asesinato del fundador del portal Fuentes Fidedignas. No faltaba más, que se pusiera a medrar con el doloroso trance.

Se agradecen las voces de quienes con honestidad se adhirieron al clamor colectivo, pero Luis Enrique Ramírez Ramos no necesita que lo defiendan ladrones y corruptos como ese personaje.

Que pida que desentierren a sus muertos y a los comunicadores perseguidos, en la época que ellos gobernaron.

¿Verdad Ricardo Madrid, que fuiste parte del gabinete Quirinista que trató de paralizar el caso de Javier Valdez Cárdenas, pero no dijiste nada como hoy que te quieres lucir como diputado local del tricolor?

Para forzar a las autoridades que se vaya hasta el fondo, estamos los periodistas y los integrantes de sectores que sin afán político se incorporan a esta lucha como simples ciudadanos. Esos que no requieren puestos públicos ni posiciones adineradas.

Frente a esta grave situación, vigilaremos que no nos traigan solo en vueltas, que los responsables de las instancias del ramo, usan como método para fatigarlo todo, y que se quede en el olvido, como quedaron tantos crímenes atrás, después de marchas, protestas y mítines, que se apagan como se extinguió la brillantez de la pluma de Luis Enrique Ramírez Ramos.

Rubén Rocha Moya, como gobernador, está ante su primera prueba de fuego y nosotros sobre él. Ojalá pueda encender la luz de la justicia.

Al gobierno local que encabeza Rubén Rocha Moya le asesinaron al primer periodista y columnista, Luis Enrique Ramírez Ramos, quien blandió una de las plumas más agudas de las últimas décadas. El hecho que llenó de rabia y de condena a Sinaloa, lo obliga a esclarecer y castigar a él o los responsables, o de lo contrario, la sombra de la tragedia lo seguirá por los caminos que recorra, durante día y noche.

A esa suma de reprobaciones y de demandas porque la justicia sea una realidad, va la nuestra, en medio de un ambiente en el que desde la Fiscalía General del Estado, se exhibe un intento por descontextualizar el hecho. Porque la víctima salió de su domicilio en la madrugada y el suceso se registró en las cercanías de un expendio -por lo que se entiende- de bebidas alcohólicas.

Y en una atmósfera viciada en que los políticos se apresuraron a lucrar con el dolor y el trance humano, que reviste el luto impuesto por la muerte.

Es notorio que Sara Bruna Quiñónez, la titular de la FGE tiene información de que el lugar donde tiraron y encontraron el cuerpo inerte del comunicador, es un territorio que los grupos criminales utilizan con frecuencia como cementerios clandestinos al aire libre y a monte abierto.

Cierto que habla de que no se descartará ninguna línea de investigación e incluso se auscultará la que se relaciona con el trabajo del profesionista del periodismo, pero, no debe, ceñirse a la esfera de lo que era su vida privada, de manera obsesiva. Es válida y explorable, más no la única.

La forma en que lo privaron de la vida y en la que presentaron el cadáver, manda señales específicas.

Es el primero de los reporteros que lo cazan así y se espera, que como el mandatario actual afirma que se trata de una autoridad nueva y diferente a las anteriores, la persecución e investigación de este cobarde homicidio, no se igual a las que se dieron antes.

La gran diferencia sería que en breve, se esclareciera el acontecimiento y se encarcelara a quienes lo cometieron. Que no termine en un crimen sin castigo.

Con Quirino Ordaz Coppel, mataron a Javier Valdez Cárdenas. Con Mario López Valdez, a Humberto Millán. Y con Jesús Aguilar Padilla, a Oscar Rivera que lo acabaron al salir de la sede del poder sinaloense.

En este caso, el Ejecutivo que se fue a refugiar a la colonia Agrícola México, Angostura, tuvo la desfachatez de protestar contra el Gobierno Federal y exigir que se actuara para que no quedara impune.

Se manejó en modo inocente para evadir su responsabilidad, porque era precisamente a él a quien le competía llevar el caso hasta las últimas consecuencias.

Y con todo el vuelo de su mano lo lanzó al espacio de la nada.

Mientras que el gobernante y hotelero de Mazatlán, dejó a medias, el proceso del crimen de Javier Valdez Cárdenas. Nadó de “muertito” e hizo creer que existe la justicia a la mitad.

Luego para enrarecer lo trágico del momento que nos atrapó, resalta la vileza de Alejandro Moreno Cárdenas, dirigente del PRI en el país, que se cuelga y grita para que se aclare el asesinato del fundador del portal Fuentes Fidedignas. No faltaba más, que se pusiera a medrar con el doloroso trance.

Se agradecen las voces de quienes con honestidad se adhirieron al clamor colectivo, pero Luis Enrique Ramírez Ramos no necesita que lo defiendan ladrones y corruptos como ese personaje.

Que pida que desentierren a sus muertos y a los comunicadores perseguidos, en la época que ellos gobernaron.

¿Verdad Ricardo Madrid, que fuiste parte del gabinete Quirinista que trató de paralizar el caso de Javier Valdez Cárdenas, pero no dijiste nada como hoy que te quieres lucir como diputado local del tricolor?

Para forzar a las autoridades que se vaya hasta el fondo, estamos los periodistas y los integrantes de sectores que sin afán político se incorporan a esta lucha como simples ciudadanos. Esos que no requieren puestos públicos ni posiciones adineradas.

Frente a esta grave situación, vigilaremos que no nos traigan solo en vueltas, que los responsables de las instancias del ramo, usan como método para fatigarlo todo, y que se quede en el olvido, como quedaron tantos crímenes atrás, después de marchas, protestas y mítines, que se apagan como se extinguió la brillantez de la pluma de Luis Enrique Ramírez Ramos.

Rubén Rocha Moya, como gobernador, está ante su primera prueba de fuego y nosotros sobre él. Ojalá pueda encender la luz de la justicia.