/ viernes 15 de marzo de 2019

4T y reto urbano: macro ciudades 

La 4T tiene enfrente el reto de ordenar un proceso de urbanización caracterizado por la multiplicación de zonas conurbadas y de ciudades con alta concentración demográfica, contaminación, depredación ambiental y rezagos interminables.

Salta a la vista la ausencia de planificación del desarrollo urbano y de ordenamiento territorial, corrupción, expansión brutal de las manchas urbanas, pobreza, violencia, desigualdad y exclusión social.

Según el Censo 2010, el 78% de la población (87.6 millones de habitantes) hace 9 años vivía ya en localidades urbanas, y 31.4 millones de personas (el 28% del total) radicaba en las zonas metropolitanas de CDMX, Guadalajara, Puebla-Tlaxcala y Monterrey.

¿Qué retos implica este proceso? Imagine usted: la mancha urbana de la ZMCD podría llegar a la ciudad de Pachuca en el año 2050, en tan solo 31 años más.

Nuestras ciudades se convirtieron en monstruos insaciables que devoran energía y recursos naturales, producen cada día miles de toneladas de desechos y envenenan el aire, los suelos y los ríos y mares con todo tipo de contaminantes.

El gigantismo de nuestras urbes, la cultura insensata de adoración al auto, y la ausencia inexplicable –por costosa e insustentable– de políticas públicas que desalienten la tendencia demencial a abusar de los vehículos de combustión interna, propician el crecimiento desbordado de la motorización y sus consecuencias.

Los datos del INEGI no mienten: mientras en 1980 rodaban en México 5 millones de vehículos automotores (existían un vehículo por cada 12 habitantes), para el año 2013 la cantidad aumentó a 35 millones de unidades motorizadas (3 habitantes por vehículo).

Pero el mal no es exclusivo de las grandes zonas metropolitanas. En Culiacán existen 905 mil habitantes (INEGI 2015) y circulan aquí alrededor de 500 mil vehículos (¡1.81 personas por cada unidad!).

A mucho más habrá de enfrentarse el régimen de la Cuarta Transformación que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien desde el inicio de su gobierno marcó la necesidad de abatir la pobreza, la marginalidad y la desigualdad a través de un ‘Plan Maestro de Mejoramiento Urbano’ con inversión de 10 mil millones de pesos en 15 ciudades de la frontera norte, del Valle de México y en varios destinos turísticos, donde existen “contrastes que duelen, que indignan”.

El anuncio es bienvenido, aunque el esfuerzo deberá centuplicarse pues los rezagos de esas 15 ciudades son apenas un botón de muestra de lo que representa el reto urbano del país completo.

López Obrador dejará la tarea de la reconstrucción, la ejecución de los nuevos programas de vivienda y de mejoramiento urbano –retos prioritarios de la 4T– en manos de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), ahora bajo el mando de Román Meyer Falcón, un joven que genera la esperanza de que el gobierno federal (¡al fin!) haga su parte para contener el desorden urbano en todo el país.

El reto para Román Meyer es inmenso pues recibió una SEDATU enlodada por los escándalos de corrupción, sin servicio de Internet, sin servidores, sin teléfonos y sin diálogo institucional interno ni hacia el exterior.

Román Meyer esboza que la nueva visión de la SEDATU es terminar también con la manipulación, la represión, el clientelismo y el asistencialismo en el que vive la población rural, y ha acusado que los núcleos agrarios se encuentran bajo condiciones de amenaza por el despojo de su territorio, por intereses privados, la pobreza y el desgaste de los recursos naturales, a lo que suma la presión constante de líderes que los utilizan como carne de cañón para exigir prebendas políticas para acceder a puestos políticos, a obtener más poder y, de paso, fuero político.

El reto urbano para la 4T es tan enorme como la red de corrupción trans-generacional que ha cobijado estos grandes males.

La 4T tiene enfrente el reto de ordenar un proceso de urbanización caracterizado por la multiplicación de zonas conurbadas y de ciudades con alta concentración demográfica, contaminación, depredación ambiental y rezagos interminables.

Salta a la vista la ausencia de planificación del desarrollo urbano y de ordenamiento territorial, corrupción, expansión brutal de las manchas urbanas, pobreza, violencia, desigualdad y exclusión social.

Según el Censo 2010, el 78% de la población (87.6 millones de habitantes) hace 9 años vivía ya en localidades urbanas, y 31.4 millones de personas (el 28% del total) radicaba en las zonas metropolitanas de CDMX, Guadalajara, Puebla-Tlaxcala y Monterrey.

¿Qué retos implica este proceso? Imagine usted: la mancha urbana de la ZMCD podría llegar a la ciudad de Pachuca en el año 2050, en tan solo 31 años más.

Nuestras ciudades se convirtieron en monstruos insaciables que devoran energía y recursos naturales, producen cada día miles de toneladas de desechos y envenenan el aire, los suelos y los ríos y mares con todo tipo de contaminantes.

El gigantismo de nuestras urbes, la cultura insensata de adoración al auto, y la ausencia inexplicable –por costosa e insustentable– de políticas públicas que desalienten la tendencia demencial a abusar de los vehículos de combustión interna, propician el crecimiento desbordado de la motorización y sus consecuencias.

Los datos del INEGI no mienten: mientras en 1980 rodaban en México 5 millones de vehículos automotores (existían un vehículo por cada 12 habitantes), para el año 2013 la cantidad aumentó a 35 millones de unidades motorizadas (3 habitantes por vehículo).

Pero el mal no es exclusivo de las grandes zonas metropolitanas. En Culiacán existen 905 mil habitantes (INEGI 2015) y circulan aquí alrededor de 500 mil vehículos (¡1.81 personas por cada unidad!).

A mucho más habrá de enfrentarse el régimen de la Cuarta Transformación que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien desde el inicio de su gobierno marcó la necesidad de abatir la pobreza, la marginalidad y la desigualdad a través de un ‘Plan Maestro de Mejoramiento Urbano’ con inversión de 10 mil millones de pesos en 15 ciudades de la frontera norte, del Valle de México y en varios destinos turísticos, donde existen “contrastes que duelen, que indignan”.

El anuncio es bienvenido, aunque el esfuerzo deberá centuplicarse pues los rezagos de esas 15 ciudades son apenas un botón de muestra de lo que representa el reto urbano del país completo.

López Obrador dejará la tarea de la reconstrucción, la ejecución de los nuevos programas de vivienda y de mejoramiento urbano –retos prioritarios de la 4T– en manos de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), ahora bajo el mando de Román Meyer Falcón, un joven que genera la esperanza de que el gobierno federal (¡al fin!) haga su parte para contener el desorden urbano en todo el país.

El reto para Román Meyer es inmenso pues recibió una SEDATU enlodada por los escándalos de corrupción, sin servicio de Internet, sin servidores, sin teléfonos y sin diálogo institucional interno ni hacia el exterior.

Román Meyer esboza que la nueva visión de la SEDATU es terminar también con la manipulación, la represión, el clientelismo y el asistencialismo en el que vive la población rural, y ha acusado que los núcleos agrarios se encuentran bajo condiciones de amenaza por el despojo de su territorio, por intereses privados, la pobreza y el desgaste de los recursos naturales, a lo que suma la presión constante de líderes que los utilizan como carne de cañón para exigir prebendas políticas para acceder a puestos políticos, a obtener más poder y, de paso, fuero político.

El reto urbano para la 4T es tan enorme como la red de corrupción trans-generacional que ha cobijado estos grandes males.

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